Giuliana Vargas
«Ser bibliotecaria. Una experiencia en primera persona»
Anuario sobre Bibliotecas, Archivos y Museos Escolares, vol. 4 (2024); número temático: «La educación pública en tiempos de la Ley 1420».
Anuario sobre Bibliotecas, Archivos y Museos Escolares | Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires | Centro de Documentación e Información Educativa | Buenos Aires | ARGENTINA
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Imagen del exterior del Instituto Superior de Formación Docente y Técnica n.° 8 (Buenos Aires, ARGENTINA). Tomada de la web del MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores).RESUMEN
El presente trabajo trata sobre mi experiencia en el ámbito de las bibliotecas, desde que decidí estudiar Bibliotecología en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica n.° 8 hasta mi inserción laboral actual, como docente de la carrera y bibliotecaria del Centro Literario Israelita y Biblioteca Max Nordau. Aunque prevalece la narrativa personal, se busca compartir las diferentes formas que se tejen para ejercer la profesión bibliotecaria según los planteos e intereses que construimos a lo largo de nuestra formación.
Palabras clave: formación profesional, bibliotecario, docencia, experiencia.
Escribir sobre la trayectoria propia no es tarea sencilla, principalmente por la carga personal y emotiva que se adiciona al proceso de escritura. Sin embargo, la revisión de los logros y fracasos alcanzados en un cierto lapso de tiempo dentro del campo profesional permite que no perdamos la costumbre de autoevaluarnos, en este caso, sobre nuestro rol profesional. En este trabajo, aspiro no solo a realizar una autoevaluación de mi trayectoria como bibliotecaria sino también a compartir mi experiencia formativa y profesional en primera persona. El ser bibliotecaria no comienza cuando nos recibimos, sino que tiene su punto de partida cuando decidimos profundizar sobre esta profesión.
Siendo sincera, nunca imaginé que sería bibliotecaria aun cuando siempre había sido «usuaria» de bibliotecas: tanto de la Biblioteca Escolar de mi colegio, que abría en el turno de mañana y estaba a cargo de Lorena, como de la Biblioteca Municipal de Ensenada que hasta el año 2012 se encontraba en el Polideportivo y que luego se trasladó a un edificio propio. Incluso conservo mi carnet de usuario, el cual necesitaba para sacar libros en préstamo. Por lo que, de alguna manera, estos espacios siempre fueron testigos de mi gusto por la lectura brindándome acceso a aquellos libros que me resultaban costosos de adquirir por mi cuenta. Pero, como afirmaba, el ser «usuaria» de biblioteca nunca me llevó a preguntarme «lo que hacen los bibliotecarios».
Estudiar Bibliotecología tuvo una doble motivación, ajena a mis propios intereses ya que, en principio, tenía decidido estudiar Historia en la Universidad Nacional de La Plata. En primer lugar, gracias a mi mamá. Ella se había recibido de docente hacía unos pocos años y quería estudiar la carrera para tener una mayor apertura laboral dentro de su ámbito de trabajo. Nunca me animé a preguntarle por qué me propuso que estudiemos juntas, recuerdo solamente que acepté sin siquiera cuestionar si podría, o siquiera preguntarme si me gustaba la carrera. En segundo lugar, y aunque me di cuenta unos años después, también fue gracias a una desconocida que, en la EXPO UNLP del año 2016, me comentó sobre la carrera de Bibliotecología.
Aunque ya tenía decidido la carrera en la que me anotaría, cuando esta persona —de la que nunca supe su nombre— me vio leyendo los folletos de la facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, se acercó a contarme sobre lo que ella estudiaba: Bibliotecología y Ciencias de la Información. Poco tiempo después, mi mamá me convencía de estudiar «biblio» en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica n.° 8. A diferencia de otros institutos de la Provincia de Buenos Aires, el Instituto Superior de Formación Técnica n.° 8 —o como lo llamamos quienes ya nos sentimos parte de él, «el 8»— se destaca por ofrecer modalidades mixtas de cursada, conocidas como: semipresencial semana intensiva, semipresencial vespertino y sabatina. Aunque cada modalidad tiene distintas características, existen momentos de encuentro —como las Prácticas Profesionalizantes o los llamados de mesa de finales— en donde es posible construir, desde la multiplicidad de experiencias personales y lugares de residencia, la cultura institucional del 8. Así, esta institución educativa logra que, ya sea cursando sábados o semanas completas de 8 a 20 horas, nos sintamos a gusto transitando esa inmensa cantidad de tiempo porque es posible tejer lazos que perduran en el tiempo. Esos lazos se construyen, en este caso, por medio de un espacio en común que nos invita a elegir la institución: las bibliotecas.
Si bien el Instituto 8 se caracteriza por tener estudiantes que viajan desde diferentes puntos del país, en mi caso particular tengo la posibilidad de vivir cerca de distintas casas de estudios, ya sea de institutos terciarios, como universitarios. Complementariamente, he tenido un apoyo familiar inmenso durante mis años de formación que me posibilitaba elegir y sostener mis dos intereses profesionales. Por lo que, en cierta forma, corría con una ventaja que agradezco.
Lejos de importar factores de cercanía, durante mi formación opté, en un primer momento, por la modalidad sabatina, aunque luego cambiaría por las semanas intensivas. En cada una de ellas conocí personas con distintas motivaciones que los llevaban a estudiar BIBLIO o BIE (nombres con los que coloquialmente nos referimos a las carreras de Bibliotecología, BIBLIO, o de Bibliotecario de Instituciones Educativas, BIE). Ahora bien, debo mencionar que tanto de quienes fueron mis compañeros como de quienes hoy son mis estudiantes, admiraba y admiro el esfuerzo inconmensurable que implicaba planificar y organizar una semana fuera del hogar propio, de sus seres queridos y de su trabajo para poder formarse.
Durante los tres años de estudio que implicó la carrera aprendí a enamorarme de una profesión que conlleva una adquisición y apropiación de múltiples competencias. Como lo expresa el nuevo plan de estudios de la carrera,
La disciplina bibliotecológica en cuanto a procesos técnicos no es solo la descripción bibliográfica, implica otros componentes. Comprende una multiplicidad de dimensiones: técnicas, organizativas, tecnológicas, socio comunitarias, productivas, investigativas, de servicios y productos, de extensión cultural a la comunidad, de redes de interacción, entre otras, según las tipologías de bibliotecas existentes.
Como bibliotecarias y bibliotecarios intermediamos en el acceso a un derecho fundamental, el de acceso a la información. Por tal razón, nuestra labor se rige por las necesidades y demandas de información de nuestros usuarios. En la actualidad, esta tarea adquiere un tinte adicional ya que, a pesar de que se ha exponenciado la producción y difusión de información con el avance de las tecnologías, aún queda mucho para alcanzar condiciones de acceso igualitarias. Sumado a ello, las bibliotecas también cumplen un rol fundamental para garantizar la formación de usuarios autónomos en el uso, producción y divulgación de la información.
Ahora, como toda carrera profesional, la formación bibliotecaria no es simple. No solo comprende la aprehensión de múltiples tareas —tanto técnicas, como sociales y bibliotecológicas—, sino que también conlleva un aprendizaje constante en relación con los cambios que se producen en torno a la información. Sin embargo, puedo afirmar que la formación que se ofrece desde las diferentes casas de estudio en nuestro país, es sumamente amplia para que futuros profesionales de la información adquieran y se apropien de los conocimientos necesarios para adoptar un rol bibliotecario en diálogo con las necesidades y demandas de nuestros usuarios.
Así, durante los tres años de estudio, profundicé sobre el trabajo bibliotecario a través de la elaboración de proyectos que nacían según el tipo de unidad de información y las necesidades de cada comunidad de usuarios, la puesta en ejecución de distintos servicios de esta índole, como el de extensión, de información ciudadana, de DSI, entre otros; y la profundización sobre distintos aspectos teóricos que son necesarios para comprender y afianzar nuestra formación como profesionales de la información, ya fuera del campo específico u otros. A la par, adquiría práctica para la realización de los procesos técnicos-documentales, tarea bibliotecaria esencial para recuperar la información ya sea a través de catálogos manuales o mediante el uso de diferentes sistemas de gestión bibliotecaria. Asimismo, afianzaba mis habilidades para la búsqueda, selección y análisis de la información, aspecto que es sumamente importante para poder generar nuevos productos y servicios para nuestros usuarios.
Aparte de la teoría, los espacios de prácticas profesionalizantes siempre resultaban un desafío. Desde el lado bibliotecario, porque permitían acercarnos desde diferentes planos a la cotidianeidad de las bibliotecas. Desde lo individual, porque permitían consolidar nuestra confianza futura para cuando estuviéramos «del otro lado». Particularmente, destaco no solo la posibilidad de salir del plano hipotético de nuestras ideas, sino también cómo los docentes que me acompañaron en cada proceso de práctica siempre tuvieron las palabras necesarias para darme un elixir de confianza sobre mi lado profesional que por mi propia cuenta no podría tener.
Esto último da cuenta de que la transición de una carrera profesional no solo se nutre de conocimientos y aprobar materias, sino que cobran especial relevancia los docentes que influyen en nuestro tránsito por las aulas. Estas personas, que poco tiempo después se transformaron en colegas, me brindaron herramientas no solo para insertarme en el campo laboral, sino también para construir una representación del carácter de profesional de la información que quería ser y que quiero seguir construyendo.
Por otro lado, en el transcurso de mi formación no había tenido la posibilidad de trabajar en alguna unidad de información, si bien ya había iniciado mi trayectoria laboral por medio de la docencia. Pero, apenas un año después de recibirme, comenzaría a potenciar mi lado bibliotecario combinándolo con el ejercicio docente en las aulas del instituto en el cual me había formado.
El ingreso a la docencia del nivel superior, a diferencia de otros niveles educativos, se da por medio de concursos docentes de antecedentes y oposición. La publicación y presentación de dichos concursos son muy acotados, sumado a las distintas instancias de evaluación que conllevan los mismos, que están a cargo de un jurado específico. Cuando era estudiante, incluso, había tenido la posibilidad de formar parte de aquellos jurados. No obstante, nunca me había imaginado en el lugar de postulante.
Aunque no contaba con experiencia, cuando una compañera me compartió la publicación de los mismos decidí animarme para, por lo menos, «intentar». El intento en la vida personal y profesional es algo necesario para seguir creciendo, sin importar si los resultados son positivos o negativos. Por lo que, gracias a esa difusión como también a las personas a las que escribí para que me guiaran en el cómo pensar un concurso, siguiendo las normativas específicas que lo regulan, en pocos días y pocas horas de sueño, logré presentar diferentes propuestas pedagógicas para la carrera de Bibliotecario de Instituciones Educativas. Además, debo mencionar que esta tarea no habría sido posible sin mi paso por determinadas materias en la carrera de Historia, como los talleres de enseñanza, en donde previamente a las prácticas docentes, aprendí a elaborar propuestas pedagógicas. Seguramente, quienes lean este relato y trabajen en las aulas, reconocerán las dificultades y dudas que aparecen en el momento de elaboración de una propuesta didáctica.
Una vez presentadas las propuestas, pasó un tiempo hasta que me convocaron a la última instancia de evaluación, correspondiente a las entrevistas. El pasar a dicha instancia, en cierta forma, significaba que ese intento de presentarse en concurso no había sido en vano. No obstante, el hecho de haber merituado o no ya representaba, a mi parecer, un avance dentro de mi rol profesional. Durante días, busqué cómo sería esa instancia de entrevista, aunque no existía un modelo específico ni un monólogo a seguir. También, repasé varias veces mis propuestas pedagógicas, corrigiendo aquellos errores que no había notado y modificando tanto la escritura como las ideas que había pensado en aquel momento.
Esas entrevistas no solo fueron todas diferentes, sino que a medida que pasaba por ellas aprendía nuevas formas de entender esa combinación entre docencia y bibliotecología. En consecuencia, me hacía nuevas preguntas sobre la profesión y entendía que la docencia bibliotecaria no era nada ajena al estar al frente de una unidad de información, aunque las tareas difieran. Así, en el año 2021 comencé a trabajar como docente en las carreras de Bibliotecología del ISFT n.° 8. Es decir que volvía a aquel espacio con un cambio en el lugar que ocuparía.
El cambio de estudiante a docente dentro de la institución donde me había formado hacía aflorar muchos sentimientos, aunque principalmente imperaba la sensación de la construcción de un segundo hogar que, como mi familia, me hizo crecer desde otro lugar: el plano profesional.
Durante mi primer año como profesora, experimenté la tarea de enseñar desde la virtualidad de forma total debido a las medidas de prevención instaladas desde el año 2020 por la pandemia de COVID-19. Ese primer año implicó no solo poner en práctica por primera vez los conocimientos adquiridos como bibliotecóloga, sino también cuestionar las hipótesis de trabajo presentadas en las propuestas pedagógicas.
En la actualidad, aún sigo releyendo y repensando esas planificaciones sobre todo gracias a las sugerencias que me transmiten tanto colegas como estudiantes, y considerando los cambios que se han ido produciendo en torno al campo bibliotecológico. Meses después, se retomó la presencialidad y pude conocer personalmente a aquellos estudiantes que tenían interrogantes sobre el ser bibliotecario y las bibliotecas con ese mismo tinte de pasión que tenemos quiénes amamos esta profesión.
A través de la docencia, también fui identificando intereses específicos sobre determinados temas que hacen a la bibliotecología. Si bien en un primer momento mi incorporación como docente fue a través de espacios curriculares distintos, actualmente mi ejercicio profesional se centra en torno a la Administración y Gestión de Bibliotecas y la Práctica Profesional. La elección de dichos espacios no fue azarosa ya que, durante mi transcurso como estudiante, fui comprendiendo y profundizando sobre la importancia que tienen ambos dentro de la carrera para entender a la biblioteca como un sistema complejo, que se vale no solamente de sus propios elementos, sino también de la relación permanente con el exterior. Asimismo, la lectura de ambos espacios permitió unificar la teoría y la práctica, aspectos que son centrales para poner en funcionamiento cualquier tipo de unidad de información. En ese sentido, esos planteos que habían nacido cuando ocupaba el asiento de estudiante, de alguna forma llevaron a que concursara posteriormente para formar parte de estas cátedras y que en la actualidad pueda continuar ampliando mis saberes en dichas áreas.
El ejercicio de la docencia en la carrera de bibliotecología no solo me ha llevado a seguir ampliando mi experiencia en determinadas temáticas, sino que también me ha guiado hacia nuevos espacios para seguir aprendiendo a ser bibliotecaria. En las aulas se estudian determinados contenidos y temas, pero también se enseña y aprende a partir de las preguntas que nos hacemos y el compartir diferentes experiencias individuales. En ese transcurso, nuevas interrogantes nacieron sobre mi futuro profesional que me llevaron a querer trabajar como bibliotecaria en su espacio concreto, la biblioteca. A raíz de ese interés personal y con la intencionalidad de adquirir nuevas prácticas dentro de las unidades de información, en noviembre de 2023 comencé a trabajar como bibliotecaria en el Centro Literario Israelita y Biblioteca Max Nordau, en la ciudad de La Plata. (NOTA DE LA AUTORA: El Centro Literario Israelita y Biblioteca Max Nordau (CLIMB) tiene como misión difundir el judaísmo desde una perspectiva laica y mantener viva la memoria y tradiciones tanto del pueblo judío como del argentino. Para más información sobre sus propuestas deportivas, educativas y culturales se puede consultar: https://www.maxnordau.com.ar/).
«El Max» es una institución judía fundada en principio como biblioteca en el año 1912. La intención de conformar un espacio bibliotecario dialogaba con el doble desafío de brindar un espacio para mantener las tradiciones de los inmigrantes judíos y, a la vez, forjar una nueva identidad en estas nuevas tierras que los recibían. Aunque con el tiempo las formas para mantener esta biblioteca se fueron haciendo cada vez más complejas, el interés de sus socios por conservar y darle vida a este espacio nunca se inmutó. Es por ello por lo que, gracias a la incorporación al Sistema Provincial de Bibliotecas, se reanudaron las tareas para poder brindar un espacio de acceso, difusión y tratamiento de información referidos a la historia y la cultura judeo-progresista, tanto desde la biblioteca como desde el archivo histórico que fueron construyendo un grupo de activistas especializados en ciencias sociales en los últimos años.
La reactivación de este espacio resulta un desafío profesional que me permite afianzar mis conocimientos y habilidades como bibliotecóloga y docente por varios motivos. En primer lugar, porque el funcionamiento de una biblioteca no solo depende de contar con una colección y un profesional que desempeñe sus tareas específicas, sino que también se construye a partir de las decisiones e intenciones colectivas de quienes forman parte de esta organización. Y, en segundo lugar, porque como docente de la carrera, me permite ampliar el marco teórico que trabajamos en las aulas conjugándolo con experiencias bibliotecarias reales y con diferentes características.
Aunque cabe mucho trabajo por delante dentro de la biblioteca —en cuanto a su organización técnico-documental y la puesta en ejecución de los servicios, como así en otros aspectos— en tan poco tiempo me permitió ampliar mis interrogantes y motivaciones sobre mi profesión.
Además, otra de las razones que me anima en este trabajo, es la posibilidad de ser testigo de cómo se genera un sentido de pertenencia por medio de las bibliotecas. Todavía queda mucho trabajo por delante para seguir ampliando mi trayectoria, pero la producción de este escrito me ha permitido profundizar sobre sensaciones o preguntas que hasta ahora no me había hecho en voz alta. A la vez, invita a reflexionar en torno a que ninguna trayectoria profesional se construye desde lo individual. Esta experiencia se nutre tanto de intereses propios, que se fueron gestando con el correr del tiempo, como fundamentalmente de la enseñanza de diferentes personas que, directa o indirectamente, influyeron en la construcción de mi rol como docente y bibliotecaria.
Otra imagen del exterior del Instituto Superior de Formación Docente y Técnica n.° 8 (Buenos Aires, ARGENTINA). Tomada también de la web del MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores).
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