Otto Gerardo Salazar Pérez y Edgar Talero, de @unillanos_
«El lenguaje oral, la escritura y el mundo digital: transición y relación con el conocimiento»
Journal of Research and Knowledge Spreading, vol. 6, núm. 1 (2025).
Journal of Research and Knowledge Spreading | Universidade Federal de Alagoas (@editoradaufal) | Delmiro Gouveia | Estado de Alagoas | BRASIL
Se incluye a continuación el artículo según su edición en PDF.
Véanse las referencias en la publicación original.
Revista de acceso abierto.
Imagen referencial. En Pexels, foto de Vlada Karpovich.RESUMEN
El interés de este ensayo y la tesis que se plantea son las condiciones de crisis que generan las tecnologías relacionadas con la lectura y la escritura y su relación con el conocimiento, anunciada por tres intelectuales y pensadores: Rodolfo Llinás desde la neurociencia, Antoni Brey desde la ingeniería de las telecomunicaciones y Raffaele Simone desde la lingüística. El lenguaje no solo determina los modos de expresión, sino también los procesos de pensamiento.
Las tecnologías informáticas computacionales surgieron a mitad del siglo pasado con fuerza en tres áreas: las del lenguaje, el cálculo y el tratamiento y manipulación de imágenes. El uso de las nuevas tecnologías informáticas computacionales, como toda tecnología, va más allá del simple soporte: repercuten en la producción, conservación y circulación del conocimiento, que es al aspecto al que queremos referirnos, en especial, en la relacionado con pilar fundamental del lenguaje.
Palabras clave: lenguaje oral, escritura, mundo digital, educación.
EL LENGUAJE COMO REPRESENTACIÓN DEL CONOCIMIENTO
El lenguaje en sí mismo es una forma de conocimiento sobre la realidad. O digamos, es una estructura de representación de la realidad y como tal, constituye un conocimiento de esta. Tiene expresión en la función referencial que formula R. Jakobson. Hasta donde es posible, informa de algo de manera objetiva: «El agua hierve a 100° C sobre el nivel del mar»; «el terreno tiene 22 metros de frente por 17 de fondo».
También es conocimiento interior sobre las emociones, ideas o representaciones que pensamos y sentimos, como extensiones del mundo concreto. «La infancia despierta ternura», «La solidaridad es un principio de convivencia de los pueblos», etc. No tienen carácter tangible, pero hacen parte de nuestro marco social, cultural. Son dimensiones de nuestra subjetividad que se aquilatan en las transacciones diarias del lenguaje que establecemos con otros miembros de la comunidad.
La primera forma de proceder en el conocimiento de la realidad es a través de las palabras; las palabras parten de los «preconceptos», palabras que vienen a ser categorizaciones generales para designar grandes fragmentos de la realidad. Por ejemplo, al conjunto de árboles, sin discriminación y designación particular de ellos, se les asignó un nombre general de «bosque» o «selva» para todo el conjunto de los árboles, sin importar su naturaleza, variedad, tamaño, etc. Otro ejemplo podría ser el del agua. Todas las formas como se presentaba esta al ser humano: mar, río, lago, lluvia, cascada, etc., se engloban en un preconcepto, ‘agua’, antes de la particularización de las formas como se presentaba.
El lenguaje iba, así, a la par con el conocimiento. A medida que crece el horizonte de realidad, y se particularizan los elementos que lo componen mediante el acto de conocer, la lengua se ensancha y se especializa. El lenguaje parte así de un proceso clasificatorio, general en un principio, y particular en segunda instancia. Por ello, el lenguaje tiene un carácter convencional. Se crean palabras de manera concertada, en el sentido de negociar el sentido entre los hablantes hasta establecer y definir su significado para la comunidad de hablantes y sus reglas de expresión.
La memoria, la mente humana fue el soporte del lenguaje, desde hace unos cien mil años —que es el tiempo que estiman como origen del lenguaje humano varios estudiosos.
Walter J. Ong describe las psicodinámicas de la oralidad en los pueblos, las cuales, les permitía acumular conocimiento en formulas mnemotécnicas. Las mnemotecnias fueron un nivel muy refinado de estructuración del conocimiento que superó el nivel del puro lenguaje en palabras como expresión y formalización del conocimiento. No se trataba de la representación de la realidad solo en palabras, sino que se avanzó a una estructuración, a fragmentos de discurso que podían ser guardados y preservados en la memoria. Vendría a ser un segundo nivel de estructuración del conocimiento. Significó la posibilidad de transmitir con carácter fiel el conocimiento estructurado, no solo categorizado.
Este avance en el lenguaje no solo determinó los modos de expresión, sino también los procesos de pensamiento. Las primeras grandes culturas, como la mesopotámica, y griega, acumularon saberes y dieron forma y expresión a su pensamiento oral en fórmulas. Algunas consistían en la acumulación simple a través de conjunciones como «y», la definición formulaica de términos, la redundancia, la tradición, la referencia al mundo físico inmediato, el matiz agonístico, la homeostasis, empatía y participación, etc. Obras como la Ilíada, la Odisea y los primeros cinco libros de la Biblia, aunque hoy las conservemos por escrito eran oralidad pura, son una especie de arqueología de la oralidad.
La escritura, surgida hace unos seis mil años sobre tablillas de barro, brindó a la memoria humana el primer soporte fuera de nuestro cerebro para organizar en un tercer nivel de complejidad el conocimiento. Simone Rafaele, la denomina «la Primera Fase histórica del conocimiento». La escritura permitió la vasta y amplia acumulación de conocimiento que superó las fórmulas memorísticas establecidas y se adentró en estructuraciones lógicas y complejas propias de la escritura expresadas en las gramáticas de las lenguas.
Tuvo su impacto, igual, en las formas de expresión y los procesos de pensamiento, convirtiendo el conocimiento en algo preciso, fiable y fijo. Según Walter J. Ong, reestructuró de manera honda la consciencia en el ser humano y marcó el despegue hacia sociedades ilustradas, funcionalmente escolarizadas que permitieron la universalización del conocimiento y la disposición permanente y amplia del saber humano en grandes repositorios como las bibliotecas.
En el camino, relacionado con los cambios de soporte, la escritura y el conocimiento sufrieron sobresaltos. Los cambios de soporte, de las tablillas de barro al papiro y luego al papel y, posteriormente, a la imprenta, significaron amplias repercusiones que iban más allá del soporte, al implicar formas de relación, alcance, archivo y difusión del conocimiento. En cada caso, con la aparición de nuevos soportes, se sufrió una especie de crisis y acomodación del conocimiento.
En su momento, hace dos mil quinientos años, dejar la mente y migrar hacia un nuevo soporte físico externo a través de la escritura entre los griegos significó la clausura del saber tradicional, el debilitamiento de la memoria, la aniquilación del espíritu vivo de la palabra y cierta pérdida del sentido de comunidad en la plaza pública donde reinaba la palabra hablada: el ágora. Inicialmente, los escritores eran oradores vergonzantes que no podían sostener un discurso en la oratoria, por lo cual, escribían a escondidas o llevaban ocultos sus apuntes para recordar pasajes olvidados.
Una vez establecida la escritura como manuscrito —cultura caligráfica—, por unos dos mil años más, la forma de registrar, organizar y distribuir conocimiento estuvo limitada por la escasez de ejemplares. Reproducir un ejemplar, en manos de los escribas y copistas, tomaba hasta tres años, y el acceso a los manuscritos estuvo circunscrito por su precio y producción limitada. El conocimiento así circulaba lento, entre elites gobernantes o religiosas. La limitación de ejemplares imponía la lectura en voz alta, colectiva y memorística de un único ejemplar.
Los aspectos de comprensión y lectura crítica del texto surgieron con un nuevo soporte y una nueva técnica: la imprenta. Una revolución inadvertida, en términos de Elizabeth Eisenstein, citada por Raffaele, que «hizo del libro, hasta entonces carísimo e irreproducible, un bien de bajo precio y casi popular, que permitía a un público vastísimo el acercamiento a textos que hasta entonces solo podía oír contar oralmente». El monje de la orden pudo llevarse por primera vez, como una dispensa especial, ejemplares a su clausura para realizar una lectura solitaria y silenciosa. La comprensión se liberó del adoctrinamiento y este nuevo lector empezó a llegar a conclusiones por su propia cuenta, a comprender los textos bajo diversos sentidos y a enjuiciar y valorar el ejercicio escritor de los autores. «La Segunda Fase», en términos de Simone Raffaele. Sin embargo, este proceso refinado, no fue masivo y significó el surgimiento de especialistas. «Dada la importancia revolucionaria que adquirió, el libro ha sido durante muchos siglos, y sigue siéndolo, una especie de símbolo del conocimiento y de la cultura».
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Las tecnologías informáticas computacionales surgieron a mitad del siglo pasado con fuerza en tres áreas: las del lenguaje, el cálculo y el tratamiento y manipulación de imágenes. Llámese procesadores de texto, hojas de cálculo o programas de edición audiovisual. Según McLuhan, toda tecnología introducida en una sociedad termina afectando todo el espectro social y productivo.
El uso de las nuevas tecnologías informáticas computacionales, como toda tecnología, va más allá del simple soporte: sea escribir, hacer cálculos o procesar material gráfico. Repercutieron en relación con la producción, conservación y circulación del conocimiento, que es al aspecto al que queremos referirnos, en especial, en la relacionado con pilar fundamental del lenguaje. Los «soportes» o los «nuevos soportes» superan la condición instrumental y generan crisis en las formas y tecnologías previas.
Así como la imprenta en su momento aceleró los procesos de lectura, que se relacionan con la circulación masificada del libro, lo que generó condiciones nuevas que favorecieron el pensamiento individual y crítico, las nuevas tecnologías informáticas también generan una profunda crisis en las formas tradicionales de leer en libros y, a través de ellos, de acceder y circular el conocimiento.
El interés de este ensayo y la tesis que se plantea son las condiciones de crisis que genera las tecnologías relacionadas con la lectura y la escritura y su relación con el conocimiento, anunciada por tres intelectuales y pensadores: Rodolfo Llinás desde la neurociencia, Antoni Brey desde la ingeniería de las telecomunicaciones, y Raffaele Simone desde la lingüística.
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Empecemos por Brey, desde la ingeniería de las telecomunicaciones. En 2009, Antoni Brey —ingeniero de telecomunicación— publicó con los profesores de filosofía de la Universidad de Barcelona Daniel Innerarity y Gonçal Mayos el volumen La sociedad de la ignorancia y otros ensayos.
El ensayo de Brey discurre sobre la utopía y promesa de las «sociedades del conocimiento» que prometían la incorporación y uso de las nuevas tecnologías computacionales:
Muchos ciudadanos de a pie lo interpretan como el futuro deseable al que nos debe conducir las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. [...] El discurso actual da por sentado que las nuevas herramientas para manipular y acceder a la información nos van a convertir en personas más informadas, con más opinión propia, más independientes y más capaces de entender el mundo que nos rodea.
Sin embargo, registra que estas, en buena parte, son usadas con fines de entretenimiento y han fomentado a la larga un estado general de ignorancia en virtud a las características de estos medios y nuevos dispositivos tecnológicos. «Cada medio de comunicación —evocando a McLuhan, afirma— posee unas propiedades específicas en cuanto a herramienta de acceso al conocimiento».
La televisión y el Internet, por ejemplo, son de bajo contenido reflexivo, generan una «acumulación exponencial de información, dinámicas desbocadas, de crecimientos acelerados» y «obsolescencia inmediata».
Para Brey,
Esta situación, paradójicamente, en lugar de permitirnos componer una visión cada vez más compleja y exacta del mundo en que vivimos, a menudo nos lo muestra más caótico y desconcertante. [...] En la práctica la información disponible y el saber acumulado se han vuelto completamente inaprensibles.
Básicamente, subraya Brey, comparados con los formatos impresos como el libro:
Constataron la idoneidad de los primeros —la televisión, el Internet— para proporcionar entretenimiento, en el sentido más amplio del término, pero señalaron sus dificultades, respecto a los segundos, para soportar argumentos racionales y reflexiones intelectuales de cierta profundidad.
Como reacción, se activa el desinterés frente a la complejidad y la aceptación por repetición intensiva de «visiones tópicas prefabricadas». Se renuncia al trabajo intelectual arduo que demandan los formatos impresos para echarse en brazos de formatos audiovisuales de superficialidad e inmediatez.
Están proliferando a nuestro alrededor individuos incapaces de concentrarse en un texto de más de cuatro páginas —enfatiza— personas que solo pueden asimilar conceptos predigeridos en formatos multimedia, estudiantes que confunden aprender con recopilar, cortar y pegar fragmentos de información hallados en Internet, o un número creciente de analfabetos funcionales.
De este habitar permanente en ambientes virtuales que proveen la televisión y los medios digitales, en lugar de conocimiento de la realidad surge la evasión. Afirma Brey:
El nuevo medio, en lugar de abrirnos a un conocimiento más amplio del mundo, resulta que nos impulsa a residir en otros creados a la medida de nuestras necesidades y temores. El espacio digital formado por los ordenadores y las redes de telecomunicación se presenta ante nosotros como una atractiva experiencia sensible en la cual residimos cada vez más tiempo. Su combinación con los nuevos tipos de relaciones personales por medios telemáticos está configurando un ambiente capaz de seducir a muchas personas, especialmente a las más jóvenes, que ante el desmantelamiento de los mecanismos y los protocolos de relación tradicionales optan por instalarse en este nuevo mundo donde es posible encontrar las emociones que la realidad, mucho más mediocre, no les proporciona.
Finalmente, como último punto, sumado a las tecnologías para uso del entretenimiento y no en función del conocimiento, el incremento exponencial de la complejidad del mundo, y la evasión de la realidad —a todo lo cual llama «comunitarismo autista»—, Brey trae a colación el factor determinante para una sociedad y sus individuos, el debilitamiento de pensamiento crítico como riesgo social.
El sentido de valores se ha invertido. Para Brey:
La ignorancia ha ido perdiendo sus connotaciones negativas hasta el punto de llegar a prestigiarse. Se ha disipado el pudor a mostrar en público la propia ignorancia, e incluso con frecuencia se exhibe con orgullo, como un aditivo más de una personalidad apta para gozar al máximo del hedonismo y la inmediatez que proporciona un consumismo desenfrenado. Ser ignorante no es incompatible, mi mucho menos, con tener dinero o glamour.
De todos los anteriores factores de crisis ante la emergencia de las nuevas tecnologías y medios masivos como la televisión surgen dos contracaras que se complementan y suman para el mejor gobierno y disposición de una fase del capitalismo avanzado que tiene en primera línea el consumo y el gobierno de las masas «ahítas, fascinadas y esencialmente ignorantes». Y de otra parte, la anulación de pensamiento crítico que pueda plantear mundos alternativos, visiones humanistas de carácter racional frente a un capitalismo desbordado, arrasador del medio ambiente.
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Igualmente, Rodolfo Llinás, desde la neurociencia, advierte la potencialidad y el peligro de las nuevas tecnologías y el mundo digital, que se referencia de manera fundamental en la virtualidad.
Para empezar, Llinás precisa la condición de virtualidad del cerebro humano como unidad central del sistema nervioso. Según Llinás, lo que percibimos a través de nuestros sentidos no es la realidad misma, sino producto de una interpretación en tiempo real de esa realidad, gracias a la sofisticación de nuestro sistema nervioso. Nuestra percepción es limitada y lo procesado es una virtualidad, y no la realidad misma. Esa misma percepción no solo opera hacia, fuera sino al interior de nosotros mismos —abstracciones—, y como una especie de conciencia de sí mismo, no es exclusivamente humana.
Llinás celebra la llegada de la Red —Internet— como «el mayor avance en la comunicación, solo superado por la invención del lenguaje escrito [...]. La Red es una estructura análoga al sistema nervioso, puesto que en cierta medida parece funcionar resolviendo el problema de la unificación de la sociedad».
Sabemos que los medios de comunicación y la publicidad que los sustenta tienen mucho que ver en ello, pero para Llinás, el advenimiento de la Red y un potencial perfeccionamiento de esta en el futuro redobla el peligro: «A medida que la Red se haga más eficiente, estas maquinaciones influirán profundamente la autopercepción y se redefinirá el concepto mismo de ‘sí mismo’. Esto en menoscabo de la capacidad de discernir, de la identidad individual y del dominio de nuestras ideas».
El uso de las nuevas tecnologías computacionales, de otra parte, amplifica la experiencia virtual de nuestros cerebros y nos acerca a experiencias de alienación. Puede resultar como algunas drogas.
Si los problemas sociales de las drogas que alteran la mente son graves —afirma Llinás—, imaginemos lo que sucedería si, comunicándonos virtualmente con otras personas reales o imaginarias, no solo mediante el sistema visual sino mediante todos los sistemas sensoriales, nuestros sueños se volvieran realidad.
Y puntualiza Llinás: «lo que debemos temer es la posibilidad de que, con mejores formas de comunicación con los demás, la interacción con el mundo externo deje de parecernos atractiva». El mundo digital y la virtualidad que ofrecen en formatos de videojuegos, aplicaciones de «scrolleado» largo y profundo de un conjunto de aplicaciones de redes sociales, soportados en algoritmos, capturan la atención y el tiempo de los usuarios por horas, brindando entretenimiento, cápsulas de saber e información general superficial.
En términos de uso, para ser exitosos, evitan los temas de controversia y profundidad y anulan el pensamiento crítico de los sujetos, lanzándolos al mundo del consumo, la inconsciencia y el adormecimiento social.
El peligro, para Llinás, consiste precisamente en la predisposición a la «virtualidad» de nuestros cerebros. La promesa de mundos superficiales, algodonados, de evitación del conflicto, la problematización y la autonomía de los sujetos puede abrir las compuertas a que amplios sectores sociales se lancen a abulia y el consumo autómata.
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Finalmente, desde la lingüística, para Raffaele Simone, «La Tercera Fase, formas de saber que estamos perdiendo, ha sido puesta en marcha por la aparición de la informática y la telemática», y significan «un cambio de modalidad del lenguaje que está desplazando el acento desde formas estructuradas y precisas a formas genéricas y desestructuradas» del conocimiento inducidas por las nuevas tecnologías.
Su tercera «Fase» debemos encadenarla a las anteriores que predica: la primera, el invento de la escritura; la segunda, el invento de la imprenta; la tercera, la aparición de la informática. En esta última, siglos XX y XXI, para Simone: «se ha producido una degradación cualitativa del saber general». En qué sentido y cómo: para Simone, el motor de cambio de la tercera fase son la televisión y el ordenador.
Y el peligro surge del impacto indiscriminado y no razonado. «Hasta quien nunca ha ido al colegio o leído un libro puede absorber algún conocimiento, información u opinión de las imágenes de la televisión».
La escritura —sostiene, en cambio— nos permite expresar un saber más articulado, más refinado, más complejo —quizá porque activa una forma específica de funcionamiento de la inteligencia—. Hasta es posible que dicha complejidad y sutileza haya sido precisamente creada por la escritura, por una especie de extraordinario círculo virtuoso.
Para Raffaele Simone, el conocimiento en su Tercera Fase es menos articulado y sutil. La conversión técnica de estos cambios tiene un impacto consecuente con el cambio mental. Termina con una admonición un tanto pesimista:
Es posible que, con las nuevas modalidades de conocimiento, se lleguen a activar nuevos módulos o nuevas funciones en la mente; al mismo tiempo, viejos módulos y funciones, que sin darnos cuenta hemos tenido activados durante siglos, volverán a un estado de reposo, y quizás permanezcan así para siempre.
En una sana dialéctica de discusión pese al peso de los argumentos de estos tres autores, debemos examinar si existen argumentos contrarios o que los controviertan. Hace dos mil quinientos años, Platón, con un pie en la tradición oral y el otro en el nuevo mundo de la escritura, cuestionaba la escritura como hoy en día se tienen prejuicios y recelo frente a las nuevas tecnologías digitales que asumieron, de manera vicaria unas veces, y otras, de forma sustitutiva la gestión del conocimiento por parte de los humanos a través del recurso de las tecnologías de la palabra que han devenido en un crecimiento incremental y de máxima sofisticación.
Obviamente, en el paso de la oralidad a la escritura, hubo pérdidas y ganancias, como lo señalaba el filósofo ateniense. Sin embargo, fue gracias a la escritura, y no a la oralidad, como conocemos en detalle su posición y argumentos.
Y hoy, con las nuevas tecnologías, el panorama es análogo. La tarea siguiente es conocer y esclarecer los argumentos en favor y el reconocimiento de evidentes beneficios que vienen aparejados con el uso de los nuevos recursos digitales para la gestión de conocimiento a través del lenguaje.
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