Gabriela A. Quispe-Farfán
«Entrevista a César Augusto Castro Aliaga, director de Achikyay, Centro de Investigaciones y Promoción de la Lectura»
World Literature & Linguistics, vol. 1, núm. 2 (2022).
World Literature & Linguistics. Revista Científica de Literatura, Lingüística y Creación Literaria | Editorial Saque de Punta | Lima | PERÚ
Se incluye a continuación el artículo según su edición en PDF. Véanse referencias en la publicación original.
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RESUMEN
El nombre de César Augusto Castro Aliaga constituye una referencia imprescindible en diversos estudios bibliotecológicos, sobre todo cuando se habla de la labor de las bibliotecas públicas y el fomento de la lectura en el Perú. Cuenta con una larga trayectoria de más de 50 años, con una vasta experiencia en la labor bibliotecaria desde la Biblioteca Nacional del Perú hasta dirigir la Asociación Achikyay en Chupaca (Junín, Perú) donde promueve y desarrolla proyectos de investigación y de promoción de lectura. En esta entrevista, el doctor César Castro nos habla sobre los inicios de Achikyay y su experiencia como bibliotecario promotor de la lectura, asimismo, da opiniones sobre la situación de la lectura en su región y de cómo Internet han influenciado en el hábito lector. Por ello, nos detalla cómo Achikyay ha desarrollado estrategias y acciones en la región Junín.
Además, comenta la problemática de las bibliotecas públicas en el país y expresa la necesidad de integrar asignaturas sobre promoción de lectura como tema transversal de la malla curricular en las escuelas profesionales del ámbito bibliotecológico.
Palabras clave: César Augusto Castro Aliaga, promoción de la lectura, lectura, bibliotecas, bibliotecas públicas, Achikyay, Junín, Perú.
Usted cuenta con una larga trayectoria profesional y académica, díganos, ¿cuándo inicia su labor como bibliotecario promotor de la lectura y cómo surge Achikyay?
En realidad, mis inicios en esta subyugante actividad fueron antes de ser bibliotecario, cuando era apenas un modesto voluntario de la biblioteca municipal de mi pueblo, Chupaca, entre 1969 y 1972. Fue en su sala infantil donde llegué a dirigir la «Hora del cuento» para fomentar la lectura en los niños.
Después, para 1973, en la Biblioteca Central de Ayacucho organicé actividades de lectura al aire libre, en parques y plazas de los distritos circunvecinos, acompañado esa vez por los integrantes del Club «Amigos de la biblioteca», que eran lectores del propio centro. Ahora bien, pienso que este afán por incentivar la lectura en los niños nació en mí como una respuesta a las pocas o nulas oportunidades de lectura que había en mi pueblo, y que me tocó afrontar de niño.
Para 1976, cuando ingresé formalmente a la Biblioteca Nacional a estudiar la carrera de Bibliotecología y simultáneamente a trabajar con lectores escolares, lo hice consciente de la dimensión de la tarea por realizar a todo nivel, y con alguna experiencia a cuesta. Fue así como la Biblioteca Nacional me brindó la gran oportunidad de desplegar mis mejores energías en el campo de la promoción de la lectura, ya sea como profesor o profesor-bibliotecario, o incluso como responsable de algunos de sus órganos de línea, relacionados con bibliotecas escolares, bibliotecas públicas o ambas.
Pero todo cuanto se pudo hacer desde una institución con escasos recursos resultó insuficiente porque la promoción de la lectura supone siempre la participación de otras instituciones que articulen sus esfuerzos en torno a un plan o programa de promoción de lectura de mayor alcance. En otras palabras, se necesita un trabajo intersectorial, sostenido y descentralizado.
Es así porque se debe tomar en cuenta las características sociales y culturales de los diferentes contextos; pero también se requiere más acciones concretas y efectivas, de creación de espacios públicos de lectura, sobre todo de bibliotecas con más y mejor implementación en cuanto a material de lectura y personal profesional, más accesibles y cercanos a la población, que de verdad estimulen la práctica de la lectura en todos los ámbitos de la comunidad.
En la actualidad, luego de haber cumplido con el servicio público, convencido del valor de la lectura para mejorar nuestro país, he regresado a mi lugar de origen, Chupaca. No obstante la situación crítica que pasa mi localidad, igual que muchas otras, en lo que atañe a la falta de espacios de lectura y acceso al conocimiento y la cultura, consideré oportuno dar mi modesta contribución a la promoción de la lectura y el esfuerzo por construir una comunidad de lectores modelo. Esta vez, desde la sociedad civil y con apoyo de un contingente de jóvenes bibliotecarios, docentes y otros profesionales, reunidos en una asociación denominada Achikyay (vocablo quechua que significa «la primera luz del día»), con sede en Chupaca (Junín).
Todos estamos convencidos de poder construir una comunidad de lectores modelo, con la participación activa de la familia, la escuela y las demás instituciones de la comunidad, entre ellas, la biblioteca.
A fines del siglo XX, se inicia la gran explosión de la información en la red y los grandes avances de las tecnologías, ¿usted piensa que Internet ha cambiado los hábitos de la lectura?
Desde luego que sí. Con Internet, todo ha cambiado y seguirá cambiando. Pero este cambio tuvo ciertas particularidades en nuestro país. Cuando llegó Internet aquí, no se había expandido ni modernizado las bibliotecas, razón por la cual, sobre todo los niños y jóvenes que nacieron en los inicios del presente siglo, jamás tuvieron la experiencia de asistir a una biblioteca moderna, donde podían encontrar los recursos tradicionales y también los recursos modernos, incluyendo acceso a la red.
Es decir, la gente pasó directamente a Internet, que ciertamente reemplazó la falta de bibliotecas escolares y públicas. Por eso, algunos ciudadanos de hoy en día, no valoran los servicios de una biblioteca y, por eso mismo, quienes son hechura de esos tiempos sin bibliotecas, sostienen con tanta ligereza que «teniendo Internet ya no hacen falta bibliotecas» (el famoso reduccionismo).
Mientras tanto, los países desarrollados y también nuestros vecinos, entre ellos Chile, Brasil y Colombia, siguen abriendo nuevas bibliotecas, cada vez más modernas y más cercanas a la gente, porque ellos sí están convencidos de que una biblioteca es mucho más que Internet.
Aun así, es indudable la importancia de Internet en todos los ámbitos de la sociedad, en el hogar, en la escuela, en la empresa y en época de pandemia ha sido crucial para diversas actividades, asimismo, en un futuro seguirá siendo indispensable como en los actuales tiempos. Aunque, justo a raíz de la pandemia, la sociedad evidencia sus limitaciones en educación inicial y básica, y con toda seguridad en materia de lectura. Internet no sustituye totalmente a las instituciones educativas ni a la educación presencial ni a las bibliotecas tampoco (me refiero a las bibliotecas modernas).
Después de todo, no se trata de poner en duda las enormes ventajas de la red de redes, ya que también ofrece facilidades a los lectores, sino de otorgarle el justo papel que tiene en todos los ámbitos.
Como director de Achikyay ha realizado diversas actividades para el fomento del libro y la lectura, y conoce cuáles son las necesidades informativas de los ciudadanos de Chupaca, Junín (Perú). ¿Cuál es el panorama de la lectura en las zonas rurales de la región de Junín?
En las zonas rurales de la región Junín, la lectura es una actividad circunscrita a la escuela, sobre todo en cuanto a su enseñanza como proceso de decodificación de mensajes escritos. Fuera de la escuela, no existen estímulos o espacios que favorezcan la práctica de la lectura.
Pero, en medio de esta realidad, se ha identificado actividades de promoción de lectura realmente auspiciosas que parten de la escuela y llegan a involucrar a la familia. Tal es el caso, de la estrategia «30 minutos de oro para leer en familia» (creada por profesores), que tiene el propósito de mejorar la comprensión lectora en las instituciones educativas aprovechando el tiempo libre de los alumnos, con el acompañamiento de padres y madres de familia con los profesores, siguiendo una serie de pautas de orientación.
Los resultados de su aplicación son interesantes, pues está permitiendo la incorporación del libro y la lectura en los hogares del medio rural, con la entusiasta participación de miembros de la familia y el acompañamiento docente. Desde luego, la experiencia sería aún más contundente si hubiese algún apoyo por parte de las municipalidades o de las comunidades, por ejemplo, si proveyeran de material de lectura; del mismo modo, si las unidades de gestión educativa, local o regional brindaran, además de apoyo material, alguna forma de reconocimiento a sus impulsores, en especial a los maestros.
Es evidente que queda mucho por hacer en materia de promoción de lectura en las zonas rurales del país, donde hay marcadas carencias, pero al mismo tiempo, una singular disposición por parte de las familias, que entienden que con la lectura mejora la educación de sus hijos, y conjuntamente, mejoran ellos.
Por lo general, la sociedad piensa que el fomento de la lectura radica solamente en la escuela, cuando en la mayoría de los trabajos de investigación sobre fomento de la lectura señalan que la familia es el principal promotor de la lectura. ¿Qué estrategias de fomento de la lectura ha desarrollado o identificado Achikyay relacionado con la participación de la familia?
En principio, Achikyay sostiene que un programa de promoción de lectura para ser exitoso requiere de la participación de tres actores: la familia, la escuela y la comunidad. Esta es la premisa de Achikyay y a partir de ella viene organizando sus actividades tanto de investigación como de promoción de la lectura.
Desde luego, primero hemos realizado algunos estudios exploratorios sobre la situación de la lectura en Chupaca, en cuanto a intereses de lectura. Después, se han organizado algunas actividades de promoción de lectura, tratando siempre de involucrar a los miembros de la familia, la escuela y la comunidad. Hasta antes de la pandemia, una de las actividades que había logrado reconocimiento de la población es la «Maratón de lectura», que viene a ser una jornada de lectura pública, de no menos de 12 horas de duración, en el parque principal de Chupaca, en los meses de abril, con motivo del día internacional del libro infantil.
Participan en esta jornada grupos de lectores de todos los ámbitos de la comunidad, la familia, las instituciones educativas (personal directivo, profesores, alumnos), las autoridades, los representantes de las instituciones públicas y privadas, las organizaciones civiles y sociales de la comunidad, todos con sus propias lecturas. Hasta el 2021, se han realizado cuatro versiones presenciales y una virtual, siguiendo una metodología muy sencilla, que ha dado pie para que esta actividad sea replicada en otras localidades de la región. Cabe aclarar que, a partir de 2019, la maratón pasó a ser una actividad de la Municipalidad Provincial de Chupaca, y cuenta con el apoyo de las diferentes instituciones del lugar.
Otra línea de trabajo de Achikyay es la identificación de prácticas lectoras a nivel de todos los ámbitos de la región. En este caso, nos ha sido gratificante conocer, entre otras experiencias, la estrategia «30 minutos de oro para leer en familia», que ya comenté en la pregunta anterior. En este caso, nuestra labor fue documentar las experiencias para divulgarlas a todo nivel y por distintos medios, incluyendo la organización de eventos de análisis y discusión de los resultados de su aplicación en diferentes contextos.
Nos complace, por ello, que la citada estrategia haya sido incorporada, de manera permanente, en las normas educativas tanto de Junín como de otras regiones; igualmente, agradecemos a la Biblioteca Nacional del Perú por haberla publicado como parte de la serie Lectura, Biblioteca y Comunidad, bajo el sugestivo título: Una silenciosa revolución: experiencias de promoción de lectura en la región central del Perú, donde se aborda las experiencias desarrolladas en dos instituciones educativas de la Unidad de Gestión Educativa Local, UGEL-Chupaca.
Con la pandemia en el 2020, en el Perú, algunas bibliotecas empezaron a brindar servicios virtuales, entre ellas fue el surgimiento de muchos clubes de lectura virtuales y eventos culturales por medio telemático, pero la gran mayoría de los centros cerraron sus puertas. ¿Cómo evaluaría la labor de las bibliotecas públicas del Perú respecto al fomento de la lectura en estos años de pandemia?
Ya no es novedad afirmar que la pandemia ha desnudado nuestras carencias en todo orden de cosas, en especial en salud y educación. En cuanto a bibliotecas, la situación que nos ha revelado el covid-19 ha sido aún más crítica, porque cuando se dictó la cuarentena, la mayoría de las bibliotecas públicas cerraron sus puertas físicas hasta nuevo aviso. No estaban preparadas para ofrecer servicios de manera virtual. Cierto, la Biblioteca Nacional y su Gran Biblioteca Pública de Lima, y algunas otras de Lima, en tiempo récord, llegaron a implementar algunos servicios virtuales, como préstamo a colecciones digitales, y después el préstamo de libros físicos mediante servicio delivery.
En una situación como la que se vivió, fue loable la actitud de algunas municipalidades (Pueblo Libre y Barranco, en Lima), que se adelantaron a ofrecer el servicio de préstamo a domicilio mediante la entrega directa a los domicilios; y cómo no valorar el coraje de algunas bibliotecas comunales o populares y sus promotoras que, arriesgando su propia salud, se animaron a exponer libros en la vía pública, con el fin de acercarlos a sus lectores o potenciales lectores.
También sabemos de la actitud valiente de algunos profesores en las zonas rurales que, en plena crisis, lograron ingresar a sus instituciones educativas para «liberar» los libros de las bibliotecas escolares y entregárselos a sus alumnos en un intento de suplir la falta de acceso a Internet en aquellas zonas.
Ciertamente, de haberse generalizado este servicio en las instituciones educativas del país, respetando los protocolos de bioseguridad, millones de libros, aquellos adquiridos por el propio Ministerio de Educación, que se encuentran reposando en las estanterías de las bibliotecas escolares o en la dirección del plantel, se hubiesen constituido en valiosos recursos de apoyo al aprendizaje de los estudiantes. Bien decía un educador, con quien coincido totalmente: «si nuestros estudiantes hubieran dedicado los dos años de confinamiento únicamente a leer, la educación habría ganado».
Si bien la pandemia nos tomó de sorpresa a todos, debemos reconocer que nuestra reacción fue muy lenta y, en el caso de las bibliotecas, poco creativas, tal vez ganados por la poca valoración que le damos tanto a la biblioteca como a la lectura. Justamente esta era la gran oportunidad para revalorar los recursos de aprendizaje que no necesitan ni acceso a Internet ni tomacorriente, solo disposición de prestarlos y compartirlos. Algún día entenderemos que la biblioteca es una institución social por excelencia y su misión es poner a disposición todo su acervo a sus lectores. En principio, como algo elemental, debe prestar libros a domicilio a los lectores.
Como académico y con gran experiencia en el ámbito educativo y bibliotecario, ¿las escuelas profesionales del ámbito bibliotecológico deberían contar con una asignatura dedicada a la promoción de la lectura?
Siendo la lectura una habilidad fundamental para el acceso a la información, el conocimiento y la cultura, la lectura como teoría y práctica (promoción de la lectura) debiera ser un tema transversal de la malla curricular de las escuelas de Bibliotecología y estar presente en todo el proceso de formación del futuro profesional en este campo. Desde luego, debe haber asignaturas con nombre propio y no dejarlo como un curso selectivo o a elección, como antes, en la etapa inmersiva del estudiante ingresante de Bibliotecología y de las Ciencias de la Información, llevaba el curso de Historia del conocimiento registrado, que bien podría denominarse en los tiempos actuales Historia del libro, la lectura y bibliotecas u otro título similar que podría ser Lectura, teoría, historia y práctica, como se conoce en España.
Del mismo modo, la lectura estará presente en las asignaturas, por ejemplo, de Estudios de Usuario y Alfabetización informacional o Desarrollo de habilidades informativas. Además, como ya ocurre en las escuelas profesionales de otros países, las nuestras deberían acordar una bibliografía básica (tipo canon), que todo profesional debería leer en sus años de formación. Si fuera así, debería incluirse uno de los más interesantes libros de la escritora española, Irene Vallejo, El infinito en un junco, junto a otros clásicos sobre el tema.
En un país con tan bajos índices de lectura, las Escuelas deberían contextualizar sus planes de estudios a las necesidades del país. Por ello, sería interesante que ellas ofrecieran cursos de posgrado, de especialización en lectura y sus diferentes componentes, incluyendo temas relacionados con metodología de investigación. Estos cursos, en el caso de la Escuela profesional en San Marcos, bien podrían coordinarse con la Facultad de Educación, pues, en la vida práctica, ambas profesiones enfrentan los mismos problemas y, por lo mismo, ambas buscarían las mejores soluciones. Un trabajo multidisciplinar que llegaría a tener un impacto real y beneficioso para la sociedad.
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