lunes, 27 de marzo de 2023

Hoy, las revistas no proponen líneas de acción ni establecen la agenda discursiva; operan como refugio, pequeñas trincheras que producen para un grupo restringido de lectores

Diego Vigna
«De la tradición de revistas al mundo virtual. Aproximación a las publicaciones culturales digitales en el campo intelectual argentino de la última década»
Pilquen. Sección Ciencias Sociales, vol. 18, n.º 3 (2015)


Pilquen. Sección Ciencias Sociales | Universidad Nacional del Comahue | Centro Regional Zona Atlántica | Viedma | ARGENTINA


Extracto del apartado 4.3 del artículo en PDF. Ver las referencias en la publicación original.

Publicado en abierto con licencia CC (Creative Commons).

Disponible en CONICET Digital, repositorio institucional de acceso abierto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de la ARGENTINA.




Reescribir la coyuntura, dialogar con las instituciones. Aspectos externos de la sintaxis de los medios

Los formatos digitales y en red han reformulado las coordenadas espaciales y temporales de la producción y el consumo en sentido global; desde esta marca de época tendemos el vínculo entre estas publicaciones y la herencia de revistas. Y así como será necesario abordar la presencia y la naturaleza de los textos literarios que se publican, es valioso atender a los casos que renombran la matriz heredada de la investigación periodística y la lectura de la realidad, más allá de las valoraciones interpretativas, según las condiciones actuales de producción. Es decir, según cómo se concibe la realidad desde el medio y cómo se la representa.

Cada proyecto concibe un espacio, objetivos y velocidades de recepción, y la coyuntura es una noción constitutiva de la dinámica de un sector de publicaciones en la web. Por ejemplo, destacan los casos que se deciden a actuar en la esfera del relevamiento periodístico, aunque sus propuestas se alejan notablemente de las de medios de prensa hegemónicos que marcan la agenda.

Si la «forma revista» (Sarlo 1992), como práctica de producción y circulación apuntada a la esfera pública, es una respuesta a una determinada coyuntura, entre las publicaciones digitales esto se ha revitalizado: la propuesta de Anfibia ofrece lecturas y abordajes alternativos a la interpretación de hechos culturales, policiales, políticos que marca la agenda de la prensa gráfica y televisiva. Eso implica discutir velocidades, pero también profundidades: por un lado, atender a la materia con que se moldean las lecturas de la realidad a partir de la primicia; por otro, hacer que esa materia ofrezca un contrapeso a los discursos críticos convencionales.

En Anfibia lo hacen desde la investigación periodística, traducida en crónicas, ensayos y relatos de no ficción, siempre con coberturas fotográficas. Otros casos, como el de Ni.blog, incluido en Ni a palos, busca complementar con crónicas y artículos cercanos al ensayo lo publicado en papel por el suplemento del diario; esto resulta en mayores libertades para producir y para pensar los temas del relevamiento periodístico.

Pero, a su vez, las categorías se complementan y los casos exponen determinadas relaciones con aspectos externos al análisis estricto de los contenidos, como la dependencia institucional. El medio digital y el entorno de red también han propiciado la profundización de algunos aspectos. Entre las esferas de actuación, Artundo ha distinguido entre revistas independientes y las que responden a una institución (2010). El análisis muestra los matices de este corpus: la misma Anfibia, con su singularidad formal e interpretativa, pero no temática, pone en juego una articulación sutil con la institución académica que le da sustento, que acoge el trabajo de sus creadores y responsables editoriales.

Anfibia es una publicación que se afinca en una institución académica y científica, pero que busca intervenir en el desprestigiado repaso de la agenda periodística de los medios; ofrece una mirada profunda, sin descuidar el componente estético de la escritura, sobre la realidad, «construyendo discurso» en paralelo sobre los episodios y hechos de mayor repercusión social.

Otras publicaciones también tienen relaciones «sutiles» con instituciones académicas y científicas, como la revista Luthor, pero ponen la atención y rigurosidad en el abordaje disciplinar, atado a la reflexión teórica más que a la cuestión formal. Esto se ve en la definición de sus incumbencias.

En Luthor la dependencia institucional no es oficial, pero se sugiere en los avales de la Facultad de Filosofía y Letras sí explícitos de la Universidad de Buenos Aires: el staff tiene relación con la actividad académica y a su vez participa en todos los números.

Esto presupone una dinámica más cerrada de publicación, y quizás más control sobre la línea de la revista; se abordan temas de distinta índole y lenguajes en el universo de la producción artística, pero la reflexión teórica sobre cada objeto es innegociable. El resultado abarcador de los contenidos da cuenta de una lectura del presente en términos teóricos y relacionados con el análisis literario ante todo. La relación con la coyuntura es de otra densidad, como también con el acompañamiento institucional.

Otros casos ofrecen matices, como la revista Tónica o el Espacio Murena. Tónica, inicialmente lanzada como ebook, depende de Centro de Estudios Contemporáneos para la Alfabetización digital (CEC) y busca, según se expone en su sitio web, «estimular el interés por el estudio, debate y análisis del impacto de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana y en los diferentes consumos culturales, que impulsan un nuevo medioambiente técnico».

Tónica replica una estética similar a la de Anfibia y ofrece un relevamiento crítico de libros editados y de personajes mediáticos, sobre todo con la publicación de entrevistas. Tiene un staff fijo, pero sus artículos y entrevistas están firmados por colaboradores externos; por último, su perfil es más despojado, lo que creemos habla del contexto en el que se expande: las grandes diferencias entre la naturaleza de las instituciones se traducen en las diferencias de contenidos de los proyectos.

El Espacio Murena, por su parte, es un portal digital, no revista, dedicado al asiento escritural de diversas manifestaciones: crítica de libros, fragmentos de textos literarios, y otra variopinta presencia de artículos, pero la crítica es el eje, como en Bazar Americano, como en No retornable; Espacio Murena se autodenomina como la «expresión virtual» del Instituto H.A. Murena, una asociación que busca establecer una amplia crítica de nuestras tradiciones ideológicas, literarias, filosóficas y políticas.




lunes, 20 de marzo de 2023

Verbalización del conocimiento del texto español científico-técnico

Taisia G. Popova
«Verbalización del conocimiento del texto español científico-técnico»
Journal of Siberian Federal University. Humanities & Social Sciences, n.º 1 (2017)


Journal of Siberian Federal University. Humanities & Social Sciences | Siberian Federal University | Department of Culture Studies | Krasnoyarsk | RUSSIA


Extracto de apartados en páginas 90 y 91 de la publicación en PDF. Véanse las referencias en la publicación original.




Introducción

El término ‘intertextualidad’ apareció en el siglo pasado, en las décadas 60-70 del siglo XX. El punto de partida para el desarrollo de la teoría de intertextualidad fueron las ideas de M. M. Bakhtin sobre «las voces ajenas» y el «loguismo» y su concepción de la «novela polifónica», donde se revela el fenómeno del diálogo del texto con otros textos anteriores y paralelos en el tiempo (Bakhtin, 1979, p. 434).

Sobre la base de estas ideas, la investigadora de Semiótica J. Kristeva introdujo por primera vez en 1967 el término ‘intertextualité’ en francés. J. Kristeva en el ensayo titulado «Le mot, le dialogue et le roman», consagrado a Bakhtin, expresa que cualquier texto se construye como un mosaico de citas y tiene inclusiones y transformaciones de otro texto (Kristeva, 1967). Barthes aclara que todo texto ya es un intertexto.

Cada texto representa un tejido nuevo insertado en las citas viejas, los fragmentos de los códigos culturales, las fórmulas, etc. (Barthes, 1989). Las variedades de los términos afines eran la polifonía, el polilogismo, el dialogismo, la trasposición, la transtexualidad, etc. Pero solo el término ‘intertextualidad’ se hizo «favorito» en el ámbito universal, aunque hasta ahora la acepción de este término es variable.

Actualmente el término ‘intertextualidad’ es fundamental tanto en el punto de vista literario como en el punto de vista linguístico. Vamos a definir la categoría de la intertextualidad como una relación multidimensional del texto con pretextos, por medio del contenido, de las particularidades genéricas, de la estructuración y de la expresión formal (Popova, 2003, p. 115).

La intertextualidad se considera como una propiedad categorial importante del texto científico que realiza la «deshermetización», la «apertura» del texto y la capacidad de hacer contactos con los textos anteriores (pretextos, prototextos), así como una estrategia especial de la contrucción del texto en distintas áreas de la comunicación.

Para interpretar un texto, el lector necesita un conocimiento previo que se refiere a diferentes aspectos: los códigos lingüísticos, el uso del lenguaje con relación a distintas prácticas sociales, la situación social en la que el acto discursivo se produce, el mundo exterior.



Situación intertextual en el texto científico-técnico

Sumergido en la situación de comunicación, cualquier caso del «préstamo» del texto ajeno se convierte en una situación intertextual que puede ser presentada como un modelo tridimensional.

Sus tres componentes del modelo son:
1) el sujeto (autor) que incorpora en su propio texto con préstamo;
2) el texto con un fragmento prestado;
3) el destinatario con el texto del fragmento prestado.

Cada uno de los tres componentes de esta situación intertextual se puede analizar en diferentes direcciones.

En definitiva, la situación intertextual de la citación de los fragmentos ajenos hace intervenir por lo menos tres participantes: el autor del texto original, el destinatario (lector) y el autor de la citación y referencia. El autor y el destinatario permiten revelar tres aspectos de investigación que son:
1) la fuente del préstamo textual o referencia;
2) el objeto del préstamo textual o de la referencia;
3) el modo de la realización del préstamo textual o de la referencia.

Los fragmentos prestados o las referencias insertadas en el espacio del texto portador representan el «diálogo» entre el conocimiento nuevo, el conocimiento viejo y el conocimiento precedente.

La idea de que en el texto científico hay solo un autor o autores (sujetos) es poco probable, puesto que en el discurso científico hay además muchos autores citadores, referenciadores, conceptuadores precedentes. La autorización en la comunicación científica se puede definir como un componente conceptual dialógico. La autorización tiene un carácter de integración distante debido a la aparición de la autorización «ajena».

La autorización del discurso se puede analizar como un fenómeno unidimensional (sujeto), bidimensional (sujeto+destinatario) y tridimensional (sujeto+citador+destinatario) y multidimensional. Gran cantidad de citas, referencias y menciones de «otros» autores en el discurso científico indican que la cantidad de sus dimensiones en este sentido puede aumentar y la autorización puede obtener un carácter multidimensional (Dolzhich, 2012, p. 94).

Podemos sacar la conclusión de que el espacio autoral del texto científico es multidimensional y tiene una configuración muy compleja y en definitiva, manifiesta su carácter intertextual.

Vamos a analizar el contenido del «continuum» científico.

El contenido del conocimiento científico forma el núcleo cognitivo de la concepción del investigador. Este núcleo incluye dos componentes importantes del «continuum» de la ciencia, o sea, el conocimiento nuevo del autor (sujeto) y el conocimiento viejo de los sujetos viejos (autores, citadores y referenciadores) en su enlace intertextual dialéctico.

En el discurso científico este continuum se divide en el subtexto (fragmento del subtexto) del conocimiento nuevo, el subtexto del conocimiento viejo y dentro del mismo el subtexto del conocimiento precedente.

El subtexto se comprende como una unidad textual bilateral que verbaliza en la superficie textual distintos conceptos (cognitivos, axiológicos, pragmáticos, etc.) de la estructura conceptual del texto científico (Popova, 2003, p. 115). Estos subtextos están relacionados con los principales parámetros extralingüísticos de la actividad congnitiva y manifiestan el contenido típico del texto científico y su verbalización.

El subtexto del conocimiento nuevo comprende la concepción del autor, el planteamiento del problema, las conclusiones y el resumen. El subtexto del conocimiento viejo y el subtexto precedente forman parte de la estructura conceptual del texto científico y representan la continuidad, carácter dialógico e intertextualidad.





lunes, 13 de marzo de 2023

sigla



Academia Española de la Lengua
Diccionario panhispánico de dudas
«Artículos temáticos»
s.v. sigla




sigla



1. Se llama sigla tanto a la palabra formada por las iniciales de los términos que integran una denominación compleja, como a cada una de esas letras iniciales. Las siglas se utilizan para referirse de forma abreviada a organismos, instituciones, empresas, objetos, sistemas, asociaciones, etc.



2. Tipos de siglas según su lectura

a) Hay siglas que se leen tal como se escriben, las cuales reciben también el nombre de acrónimos (→ ACRÓNIMO): ONU, OTAN, láser, ovni. Muchas de estas siglas acaban incorporándose como sustantivos al léxico común. Cuando una sigla está compuesta solo por vocales, cada una de ellas se pronuncia de manera independiente y conserva su acento fonético: OEA (Organización de Estados Americanos) se pronuncia [ó-é-á].

b) Hay siglas cuya forma impronunciable obliga a leerlas con deletreo: FBI [éfe-bé-í], DDT [dé-dé-té], KGB [ká-jé-bé]. Integrando las vocales necesarias para su pronunciación, se crean a veces, a partir de estas siglas, nuevas palabras: elepé (de LP, sigla del ingl. long play ‘larga duración’).

c) Hay siglas que se leen combinando ambos métodos: CD-ROM [se-de-rrón, ze-de-rrón] (sigla del ingl. Compact Disc Read-Only Memory ‘disco compacto de solo lectura’). También en este caso pueden generarse palabras a partir de la sigla: cederrón.



3. Plural. Aunque en la lengua oral tienden a tomar marca de plural ([oenejés] = ‘organizaciones no gubernamentales’), son invariables en la escritura: las ONG; por ello, cuando se quiere aludir a varios referentes es recomendable introducir la sigla con determinantes que indiquen pluralidad: Representantes de algunas/varias/numerosas ONG se reunieron en Madrid. Debe evitarse el uso, copiado del inglés, de realizar el plural de las siglas añadiendo al final una s minúscula, precedida o no de apóstrofo: CD’s, ONGs.



4. Género. Las siglas adoptan el género de la palabra que constituye el núcleo de la expresión abreviada, que normalmente ocupa el primer lugar en la denominación: el FMI, por el «Fondo» Monetario Internacional; la OEA, por la «Organización» de Estados Americanos; la Unesco, por la United Nations Educational, Scientific and Cultural «Organization» (‘Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura’). Las siglas son una excepción a la regla que obliga a utilizar la forma el del artículo cuando la palabra femenina que sigue comienza por /a/ tónica (→ el, 2.1 y 2.3a); así, se dice la AFE (y no el AFE), por «Asociación» de Futbolistas Españoles, ya que la palabra asociación no comienza por /a/ tónica.



5. Ortografía

a) Las siglas se escriben hoy sin puntos ni blancos de separación. Solo se escribe punto tras las letras que componen las siglas cuando van integradas en textos escritos enteramente en mayúsculas: MEMORIA ANUAL DEL C.S.I.C.

b) Las siglas presentan normalmente en mayúscula todas las letras que las componen (OCDE, DNI, ISO) y, en ese caso, no llevan nunca tilde; así, CIA (del ingl. Central Intelligence Agency) se escribe sin tilde, a pesar de pronunciarse [sía, zía], con un hiato que exigiría acentuar gráficamente la i. Las siglas que se pronuncian como se escriben, esto es, los acrónimos, se escriben solo con la inicial mayúscula si se trata de nombres propios y tienen más de cuatro letras: Unicef, Unesco; o con todas sus letras minúsculas, si se trata de nombres comunes: uci, ovni, sida. Los acrónimos que se escriben con minúsculas sí deben someterse a las reglas de acentuación gráfica (→ TILDE2): láser.

c) Si los dígrafos ch y ll forman parte de una sigla, va en mayúscula el primer carácter y en minúscula el segundo: PCCh, sigla de Partido Comunista de China.

d) Se escriben en cursiva las siglas que corresponden a una denominación que debe aparecer en este tipo de letra cuando se escribe completa; esto ocurre, por ejemplo, con las siglas de títulos de obras o de publicaciones periódicas: DHLE, sigla de Diccionario histórico de la lengua española; RFE, sigla de Revista de Filología Española.

e) Las siglas escritas en mayúsculas nunca deben dividirse con guion de final de línea.



6. Hispanización de las siglas. Siempre que sea posible, se hispanizarán las siglas: OTAN, y no NATO; ONU, y no UNO. Solo en casos de difusión general de la sigla extranjera y dificultad para hispanizarla, o cuando se trate de nombres comerciales, se mantendrá la forma original: Unesco, sigla de United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization; CD-ROM, sigla de Compact Disc Read-Only Memory; IBM, sigla de International Business Machines. Tampoco deben hispanizarse las siglas de realidades que se circunscriben a un país extranjero, sin correspondencia en el propio: IRA, sigla de Irish Republic Army; KGB, sigla de Komitet Gosudárstvennoy Bezopásnosti. La primera vez que se emplea una sigla en un texto, y salvo que sea de difusión tan generalizada que se sepa fácilmente interpretable por la inmensa mayoría de los lectores, es conveniente poner a continuación, y entre paréntesis, el nombre completo al que reemplaza y, si es una sigla extranjera, su traducción o equivalencia: DEA (Drug Enforcement Administration, departamento estadounidense de lucha contra las drogas); o bien escribir primero la traducción o equivalencia, poniendo después la sigla entre paréntesis: la Unión Nacional Africana de Zimbabue (ZANU).



7. Lectura. Las siglas se leen sin restablecer la expresión a la que reemplazan, siguiendo el procedimiento que requiera su forma (→ 2): lectura silábica, deletreo o lectura mixta.



8. Las siglas suelen omitir para su formación los artículos, las preposiciones y las conjunciones que aparecen en la denominación completa, salvo cuando se desea facilitar su pronunciación, convirtiéndolas en acrónimos (→ ACRÓNIMO, 1).






lunes, 6 de marzo de 2023

raya



Academia Española de la Lengua
Diccionario panhispánico de dudas
«Artículos temáticos»
s.v. raya




raya



1. Signo de puntuación representado por un trazo horizontal (—) de mayor longitud que el correspondiente al guion (-) (→ GUION2 o GUION), con el cual no debe confundirse. Cuando se usan dos rayas (una de apertura y otra de cierre) para introducir un inciso dentro de un período más extenso, estas se escriben pegadas a la primera y a la última palabra del período que enmarcan, y separadas por un espacio de la palabra o signo que las precede o las sigue; pero si lo que sigue a la raya de cierre es otro signo de puntuación, no se deja espacio entre ambos.



2. Usos


2.1. Para encerrar aclaraciones o incisos:

Para él la fidelidad —cualidad que valoraba por encima de cualquier otra— era algo sagrado.


Para esto pueden utilizarse también las comas (→ COMA2, 1.1) o los paréntesis (→ PARÉNTESIS, 2a). Los incisos entre rayas suponen un aislamiento mayor con respecto al texto en el que se insertan que los que se escriben entre comas, pero menor que los que se escriben entre paréntesis. La raya de cierre en los incisos no se suprime aunque detrás de ella deba aparecer un punto o cualquier otro signo de puntuación:

Esperaba a Emilio —un gran amigo—. Lamentablemente, no vino.

Esperaba a Emilio —un gran amigo—, que, lamentablemente, no vino.



2.2. Para introducir una nueva aclaración o inciso en un texto ya encerrado entre paréntesis:

Si desea más información sobre este tema (la bibliografía existente —incluso en español— es bastante extensa), deberá acudir a otras fuentes.


Para intercalar algún dato o precisión en un inciso escrito entre rayas, han de usarse los paréntesis (→ PARÉNTESIS, 2b):

Venezuela —primer lugar de tierra firme avistado por Colón en su tercer viaje a América (1498)— tenía, por aquel entonces, unos 300 000 habitantes.



2.3. En la reproducción escrita de un diálogo, la raya precede a la intervención de cada uno de los interlocutores, sin que se mencione el nombre de estos:

—¿Cuándo volverás? —No tengo ni idea. —¡No tardes mucho! —No te preocupes. Volveré lo antes posible.


Normalmente, en las novelas y otros textos de carácter narrativo, las intervenciones de cada uno de los personajes se escriben en líneas distintas. Como se ve en el ejemplo, no debe dejarse espacio de separación entre la raya y el comienzo de cada una de las intervenciones.



2.4. En textos narrativos, la raya se utiliza también para introducir o enmarcar los comentarios y precisiones del narrador a las intervenciones de los personajes. En este uso debe tenerse en cuenta lo siguiente:


a) No se escribe raya de cierre si tras el comentario del narrador no sigue hablando inmediatamente el personaje:

—Espero que todo salga bien —dijo Azucena con gesto ilusionado. / A la mañana siguiente, Azucena se levantó nerviosa.


b) Se escriben dos rayas, una de apertura y otra de cierre, cuando las palabras del narrador interrumpen la intervención del personaje y esta continúa inmediatamente después:

—Lo principal es sentirse viva —añadió Pilar—. Afortunada o desafortunada, pero viva.


c) Cuando el comentario o aclaración del narrador va introducido por un verbo de habla (decir, añadir, asegurar, preguntar, exclamar, reponer, etc.), su intervención se inicia en minúscula, aunque venga precedida de un signo de puntuación que tenga valor de punto, como el signo de cierre de interrogación o de exclamación:

—¡Qué le vamos a hacer! —exclamó resignada doña Patro


y no:

—¡Qué le vamos a hacer! —Exclamó resignada doña Patro.


Si la intervención del personaje continúa tras las palabras del narrador, el signo de puntuación que corresponda al enunciado interrumpido se debe colocar tras la raya que cierra el inciso del narrador:

—Está bien —dijo Carlos—; lo haré, pero que sea la última vez que me lo pides.


d) Cuando el comentario del narrador no se introduce con un verbo de habla, las palabras del personaje deben cerrarse con punto y el inciso del narrador debe iniciarse con mayúscula:

—No se moleste. —Cerró la puerta y salió de mala gana.


Si tras el comentario del narrador continúa el parlamento del personaje, el punto que marca el fin del inciso narrativo se escribe tras la raya de cierre:

—¿Puedo irme ya? —Se puso en pie con gesto decidido—. No hace falta que me acompañe. Conozco el camino.


e) Si el signo de puntuación que hay que poner tras el inciso del narrador son los dos puntos, estos se escriben también tras la raya de cierre:

—Anoche estuve en una fiesta —me confesó, y añadió—: Conocí a personas muy interesantes.



2.5. Las rayas se usan también para enmarcar los comentarios del transcriptor de una cita textual:

«Es imprescindible —señaló el ministro— que se refuercen los sistemas de control sanitario en las fronteras».



2.6. La raya sirve asimismo para introducir cada uno de los elementos de una relación que se escriben en líneas independientes. En este caso, debe dejarse un espacio en blanco entre la raya y el texto que sigue. A la hora de puntuar este tipo de relaciones, hay dos opciones:


a) Escribir con inicial minúscula cada uno de los conceptos, cerrando los enunciados con punto y coma, excepto el último, que se cerrará con punto:

Las funciones del lenguaje, según Jakobson, son seis:

— expresiva;

— fática;

— conativa;

— referencial;

— poética;

— metalingüística.


Cuando los elementos que se relacionan son simples, como ocurre en el ejemplo anterior, es posible eliminar la puntuación:

Las funciones del lenguaje, según Jakobson, son seis:

— expresiva

— fática

— conativa

— referencial

— poética

— metalingüística


b) Escribir con inicial mayúscula cada uno de los conceptos, cerrando los enunciados con punto, opción recomendada cuando la relación se compone de enunciados completos:

Entre los rasgos del castellano hablado en Aragón, sobresalen los siguientes:

— La entonación es claramente ascendente y hay tendencia a alargar la vocal final.

— Se evita el acento en posición esdrújula.

— El sufijo diminutivo dominante es -ico.

— Se emplea mucho la partícula pues.


La raya puede sustituirse, en estos casos, por letras con paréntesis, números u otros signos.



2.7. En listas alfabéticas, índices bibliográficos y otros repertorios, la raya al comienzo de una línea se usa para indicar que en ese renglón se omite, para no repetirlo, un elemento común ya expresado en la primera de sus menciones. También en este caso debe dejarse un espacio en blanco después de la raya:

Verbos intransitivos

— irregulares

— regulares

— transitivos


Tras la raya de sustitución no debe escribirse el signo de puntuación que sigue, si lo hubiere, a la expresión sustituida; así, en el ejemplo siguiente, no deben escribirse tras las rayas los dos puntos que sí aparecen, en la primera mención, tras el nombre del autor:

ORTEGA Y GASSET, J.: Artículos (1917-33).

— Idea del teatro (1946).

— La rebelión de las masas (1930).



2.8. La raya se usa precedida de un punto (.—) en los casos siguientes:


a) En los epígrafes internos de un libro, cuando el texto que sigue comienza en la misma línea:

Género de los sustantivos.— Por el género, los sustantivos se dividen en español en femeninos y masculinos. El género neutro no existe en español. Decimos que un nombre es femenino o masculino cuando...


b) En la edición de obras teatrales, para separar el nombre de cada uno de los personajes del texto de sus intervenciones:

MARÍA.—¿Dónde vas?

JUAN.—A dar una vuelta.






lunes, 27 de febrero de 2023

Los mensajes persuasivos hoy utilizan la retórica clásica, adaptada al formato audiovisual, a las imágenes y demás elementos, textuales, sonoros, etc.


Rosa María Navarro Romero y Juan Carlos Gómez Alonso
«Vigencia de las categorías de la Retórica en la cultura audiovisual»
Bajo Palabra, n.º 14 (2017)


Bajo Palabra. Revista de Filosofía | @RevistaFiloBP | Universidad Autónoma de Madrid | Facultad de Filosofía y Letras | Asociación de Filosofía Bajo Palabra | Madrid | ESPAÑA


Extracto de apartados en páginas 92 y 87-88 de la publicación en PDF. Véanse las referencias en la publicación original.



La retórica clásica sigue vigente hoy. A pesar de los cambios que se han producido en la cultura, la tecnología y la comunicación en general, las estrategias retóricas tienen la capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos. A pesar de que el receptor actual está acostumbrado a recibir los mensajes a través del medio audiovisual, queda claro que existe una retórica visual que es capaz de narrar y persuadir a través de las imágenes. Los mensajes persuasivos siguen utilizando los recursos retóricos clásicos, adaptados al formato audiovisual, y la retórica visual puede facilitarnos las herramientas necesarias para la lectura e interpretación de las imágenes, pero también de todos los elementos que componen el mensaje (textuales, sonoros, etc.).

En esta época, marcada por una crisis social, una crisis del discurso, pero también por los avances tecnológicos, se ha producido una integración cultural, de géneros y formatos, de formas de representación, de saberes, de canales de comunicación y, todo ello, a través de la fusión de lo visual y lo lingüístico-acústico. Esta integración, esta fusión, puede ser entendida y analizada a través de la Retórica Cultural, que supone una apertura en las relaciones entre los textos y la cultura, y que entiende el lenguaje retórico como una construcción cultural hecha a partir del lenguaje natural. Supone un instrumento clave para el análisis y la comprensión del arte como un fenómeno comunicativo unido a la conciencia cultural tanto de productores como de receptores.



El lenguaje audiovisual. Recepción e interpretación

La evolución de la cultura audiovisual y el progreso de las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación) han alterado de forma muy significativa los ámbitos de la comunicación, la sociedad y el arte. Creamos, gestionamos y recibimos los contenidos en el marco de la cibercultura y la transmedilidad, dando como resultado nuevos modelos de producción, recepción, crítica e interpretación. La prensa, el cine, la televisión y sobre todo internet, han evolucionado hasta implantar un nuevo lenguaje, en el que se combinan elementos visuales, sonoros y textuales y a través del cual no solo se crean contenidos, sino que también se comunican y reinterpretan las construcciones anteriores.

Los cambios más importantes se han producido en los elementos básicos de la comunicación:

_ Código: ya no predomina el oral, sino el audiovisual.

_ Soporte: el papel impreso pierde terreno frente a la pantalla.

_ Receptor: ahora es un destinatario que se mueve en estructuras ramificadas, no lineales, y que recibe información de diferentes fuentes y en múltiples formatos.


Dentro de la cultura audiovisual, el receptor se enfrenta a un volumen de información tan elevado que es complicado de procesar. El lenguaje audiovisual ofrece muchas posibilidades, pero el receptor debe ser capaz de reconocer, interpretar y valorar esas posibilidades. Del mismo modo que hemos aprendido en la escuela a leer y escribir, es decir, a comunicarnos de forma verbal, ahora que el código es mayoritariamente audiovisual, debemos aprender a leer y entender las imágenes y los sonidos con los que nos comunicamos.

Marc Prensky fue el primero en utilizar el concepto de nativo digital para referirse a las personas que han nacido y crecido en la era digital, que asumen las nuevas tecnologías como algo natural, es más, no entenderían el mundo sin ellas. Los nativos digitales se comunican, se relacionan y procesan la información de una forma diferente a los inmigrantes digitales: estos procesan la información de forma secuencial y aquellos lo hacen de manera simultánea, puesto que reciben mucha información de diferentes fuentes.

Los inmigrantes digitales, es decir, las personas que han tenido que adaptarse a las nuevas tecnologías, tienen más dificultades a la hora de utilizar las herramientas tecnológicas. Marc Prensky afirma que, si los nativos hablan una lengua digital, los inmigrantes la han aprendido a hablar «con acento», pues siempre mantienen una conexión con el pasado. Es cierto que llevan a cabo unos procesos más lentos, pero tienen una mayor capacidad para comprenderlos, son más reflexivos. Por tanto, tienen más facilidad para detectar ciertos elementos en las imágenes como, por ejemplo, las figuras retóricas o los elementos intertextuales.

Prensky sostiene que entre ambas generaciones existe una «brecha digital», y señala que los nativos tienen unas características particulares, como el deseo de recibir la información de manera inmediata, la preferencia por la multitarea y los procesos paralelos, el aprendizaje lúdico y los contenidos visuales. Se hace pues indispensable que ambos, nativos e inmigrantes, desarrollen una serie de competencias: los primeros, de tipo cognitivo; los segundos, de tipo tecnológico.

El hecho de saber utilizar las nuevas tecnologías o de estar acostumbrados a recibir la información de forma audiovisual no nos convierte en alfabetos digitales. Debemos desarrollar un pensamiento crítico que nos permita analizar, contextualizar, valorar y seleccionar la información, además de ser capaces de producir y comunicar el contenido digital.

La alfabetización digital incluye la capacidad de comprender y usar la información en múltiples formatos en soporte digital de una gran cantidad de fuentes. Por tanto, no solo comprende aspectos operacionales, sino también cognitivos. Es necesario saber utilizar las herramientas digitales, los enlaces, los programas, etc., pero también hay que desarrollar capacidades de navegación, esto es, saber orientarse en las estructuras hipertextuales. Por otro lado, hay que desarrollar una serie de habilidades en el ámbito de la información: buscar, seleccionar y evaluar los datos y utilizarlos para un fin determinado, como han señalado A. J. van Deursen y J. A. van Dijk.




lunes, 20 de febrero de 2023

En muchas ocasiones, la literatura ofrece explicaciones más ricas que la ciencia sobre cómo funciona nuestra mente



«Cómo responde el cerebro ante la literatura extranjera»

Entrevista a Adolfo García, hoy director del Centro de Neurociencias Cognitivas de la Universidad de San Andres.
En Agencia de Noticias San Luis, realizada por Matías Gómez.


En muchas ocasiones, la literatura ofrece explicaciones más ricas que la ciencia sobre cómo funciona nuestra mente; el artificio literario nos ha deparado caracterizaciones minuciosas de la cognición y la conducta humanas, con un nivel de profundidad que los experimentos científicos rara vez alcanzan.



El Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) desarrolla el experimento Shakespeare, que permitirá conocer cómo los cambios funcionales sobre determinadas palabras empleadas por el dramaturgo influyen en lectores nativos y no nativos de inglés. [...]

García señaló que el experimento comenzó a principios del año pasado. Ya hay 20 personas evaluadas y dentro de dos meses estiman llegar a 40 para cerrar la muestra. En el proyecto trabajan cuatro investigadores y colaboran el doctor Agustín Ibáñez, el profesor Guillaume Thierry, Mateo Niro, licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires, y coautor del best seller Usar el Cerebro, y el prestigioso neurocientífico, Facundo Manes.


¿En qué consiste el experimento Shakespeare?

Uno de los recursos expresivos que caracterizan la literatura shakesperiana es el empleo de transcategorizaciones o cambios funcionales (functional shifts). La maniobra consiste en asignar a una palabra una función gramatical distinta de la que generalmente manifiesta. Por ejemplo, en inglés, «lip» funciona típicamente como sustantivo («labio»). Sin embargo, Shakespeare lo emplea como verbo al escribir «to lip a wanton in secure couch».

Una investigación previa, realizada con lectores angloparlantes, demostró que esos cambios funcionales provocan mayores esfuerzos de procesamiento gramatical, pero no requieren de procesamiento semántico adicional.

Este recurso permitiría crear efectos retóricos y estilísticos particulares sin interrumpir el fluir del significado. En nuestro estudio empleamos registros de electroencefalografía de alta densidad (EEG-ad) para investigar qué sucede con este fenómeno en lectores no nativos de inglés. La pregunta es interesante por dos motivos: primero, porque en el mundo hay más personas que leen inglés como lengua extranjera que como lengua nativa; segundo, porque el procesamiento semántico y gramatical suele ser más costoso para dichos lectores, incluso cuando alcanzan niveles considerables de competencia en inglés.

Además, este es un fenómeno que cada vez se utiliza más en la lengua cotidiana. El estudio está en curso y tendremos resultados concretos en los próximos meses. Esperamos detectar diferencias entre los patrones de activación cerebral que arrojan los functional shifts en lectores nativos y no nativos, y así contribuir al conocimiento sobre cómo responde nuestro cerebro ante la literatura en lengua extranjera.


Asimismo, García indicó que en INECO, por ahora, no estudian cómo respondería el cerebro ante la literatura nacional, si bien se contempla investigar el tema a futuro.


¿Qué ha descubierto la neurociencia sobre los cerebros literarios y los lectores?

Varios estudios han abordado los efectos neurocognitivos de la experiencia literaria. Un artículo de 2013, publicado en la prestigiosa revista Science, reveló que leer ficciones narrativas mejora las capacidades para inferir estados mentales ajenos (o sea, lo que piensan, sienten o desean otras personas). El hallazgo es interesante porque dicha habilidad, llamada «teoría de la mente», es clave para las relaciones sociales.

Otra investigación demostró que cuando leemos textos literarios, las áreas motoras y sensoriales de nuestro cerebro aumentan su resonancia de acuerdo a las actividades que realizan los protagonistas. Este fenómeno, por el cual nuestro cerebro simula la experiencia corporal que contemplamos, no es exclusivo de la literatura, pero podría verse intensificada en textos de ficción.

La investigación clínica, realizada en pacientes con lesiones cerebrales, nos demostró que las áreas críticas para inferir la moraleja de una fábula o hallar la idea principal de un relato son distintas de las que procesan los aspectos léxicos y gramaticales de los textos. También se ha descubierto que las metáforas y otras figuras retóricas generan activaciones en estructuras asociadas a las experiencias que denotan (por ejemplo, cuando leemos «le sacó brillo a la pista», se activan circuitos implicados en la acción de bailar).

Finalmente, las neurociencias han realizado aportes de peso a la comprensión de la lectura en general. Se ha identificado el área cerebral especializada en el reconocimiento de letras (región temporooccipital ventral izquierda), el tiempo aproximado en que accedemos a la información fonológica, semántica y sintáctica de una palabra en contexto oracional (130, 400 y 600 milisegundos, respectivamente) y el entramado de funciones que intervienen en el proceso (perceptuales, lingüísticos y ejecutivos).

Incluso se sabe que la información que leemos puede afectar nuestra conducta directamente. Por ejemplo, el equipo de John Bargh, de la Universidad de Nueva York, demostró que, si entablamos un diálogo luego de leer oraciones que connotan mala educación, tenderemos a interrumpir más a nuestro interlocutor; y si leemos oraciones que evocan estereotipos de la vejez, caminamos más lento de lo normal.

Esto es apenas un acotado muestrario de un corpus enorme de descubrimientos sobre la relación entre cerebro y lectura.


Además de Noam Chomsky, ¿cuáles considera que son los estudios literarios y lingüísticos que más han aportado a las neurociencias?

Los aportes de Chomsky a las neurociencias han sido preguntas y especulaciones. No hay en sus trabajos ningún aporte concreto al conocimiento neurocientífico. Muchas de sus intuiciones, de hecho, van en contra de lo que sí sabemos sobre el funcionamiento cerebral. Fuera de eso, múltiples teorías lingüísticas (como la gramática construccional, la teoría de espacios mentales, la teoría de redes relacionales y la lingüística sistémico-funcional) están interactuando fructíferamente con las neurociencias. A propósito, grandes escritores han sabido intuir detalles muy precisos del procesamiento cerebral (Borges, por ejemplo, ha caracterizado con maestría varios aspectos funcionales de la memoria y la atención).


Acerca de Chomsky, el investigador profundiza que al lingüista se le debe, en primer lugar, que haya fundamentado por qué el conductismo y el estructuralismo estadounidense estaban mal enfocados y, en segundo lugar, que haya planteado la importancia de considerar aspectos cognitivos para entender cómo se organiza el lenguaje. Sin embargo (y este es el nudo de la cuestión), no hay demostración científica acerca del innatismo del lenguaje propuesto por Chomsky. Varios investigadores, de hecho, ofrecen variada evidencia en contra de esta tesis. Además, explica García, la idea de que el procesamiento lingüístico consiste en la manipulación de símbolos abstractos amodales, como propone Chomsky, se ve refutada por centenares de investigaciones neurocientíficas. De hecho, en buena medida, el procesamiento lingüístico se enraíza en mecanismos sensoriomotrices, no en un conjunto de objetos abstractos arbitrarios.


En un futuro no muy lejano, ¿podremos establecer cuáles son los efectos durante la lectura que determinado autor le produce al cerebro?

Sólo de modo indirecto. Ninguna construcción, palabra o figura retórica es específica de un solo autor. La llamada «poética» de un escritor es irreducible a los elementos atomistas y controlados que se requieren para realizar un experimento neurocientífico. Además, los hallazgos de las neurociencias, en su mayoría, surgen del análisis promediado de la actividad cerebral de múltiples personas. Sin embargo, la experiencia estética es única e intransferible. Estamos muy lejos de indagar esos íntimos procesos de interpretación que se ven atravesados por la historia, las expectativas y las competencias individuales.


Sobre Shakespeare, el crítico literario Harold Bloom sostiene: «En Shakespeare no tenemos ni a un sabedor ni a un creyente sino a una con ciencia tan capaz que no tiene rival: ni en Cervantes, ni en Montaigne, ni en Freud, ni en Wittgenstein. Aquellos que escogen (o son escogidos) de acuerdo con una de las religiones del mundo con frecuencia parten de la base de una conciencia cósmica a la que le asignan poderes sobre naturales. Pero la conciencia shakespeariana, que transmuta lo material en imaginación, no necesita violar lo natural. El arte de Shakespeare es la naturaleza en sí mismo, y su conciencia puede parecer más el producto de su arte que su productora. Allí, en el extremo de la mente, nos detiene el genio shakesperiano: una conciencia moldeada por todas las conciencias que imaginó. Sigue siendo, y quizás lo sea para siempre, nuestro más grandioso ejemplo del uso de la literatura para la vida, que es en lo que consiste la labor de incrementar la percepción». ¿Qué es este tipo de conciencia y por qué todavía hoy es un misterio para la ciencia?

El estudio de la conciencia es uno de los mayores desafíos de las neurociencias. Hay expertos que sugieren que podemos estudiar los problemas «fáciles» de la conciencia (como especificar cuándo y cómo advertimos que un objeto aparece antes nuestra percepción), pero no así los problemas «difíciles» (en qué consiste la experiencia propia y privada de vivenciar ese estímulo). Respecto de la cita de Bloom, considero que se trata más de una opinión que de un hecho. Por un lado, Shakespeare transgrede los límites de lo natural en varias de sus obras (pienso en el fantasma del padre de Hamlet). Por el otro, no es una verdad inapelable que Shakespeare supere el genio literario de Cervantes ni el de otros escritores. Tiendo a creer que los juicios que emitimos sobre las obras literarias o sobre sus hacedores dicen más sobre nuestras propias conciencias que sobre las de ellos. La cita anterior, como mucho, nos dice algo sobre las preferencias de Bloom.


o O o

En 2014, en el marco de los festejos por el 450 aniversario del nacimiento de William Shakespeare, Facundo Manes señaló que el dramaturgo fue un gran neurocientífico porque explicó en sus obras la epilepsia, el Parkinson, otras demencias y muchas patologías que la ciencia todavía estudia. García considera que es válida la licencia de Manes ya que sostiene que «en muchas ocasiones, la literatura ofrece explicaciones más ricas que la ciencia sobre cómo funciona nuestra mente; el artificio literario nos ha deparado caracterizaciones minuciosas de la cognición y la conducta humanas, con un nivel de profundidad que los experimentos científicos rara vez alcanzan».


INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA

El estudio se publicaría tiempo después de esta entrevista en la revista académica NeuroImage, vol. 197, n.º 15 (agosto de 2019):

Adolfo M. García, Sebastian Moguilner, Kathya Torquati, Enrique García-Marco, Eduar Herrera, Edinson Muñoz, Eduardo M. Castillo, Tara Kleineschay, Lucas Sedeño y Agustín Ibáñez, «How meaning unfolds in neural time. Embodied reactivations can precede multimodal semantic effects during language processing».

También puede interesarte esta reseña de Nora Bär en el diario La Nación: «Neurociencias: investigadores argentinos develan cómo el cerebro procesa las palabras».




lunes, 13 de febrero de 2023

La Primera Dama como recurso humanizador de la estrategia de campaña del candidato


Rocío Zamora Medina, Celia Berná Sicilia y Helena Martínez Martínez
«La retórica emocional de la esposa del candidato: análisis lingüístico de los discursos de Michelle Obama y Ann Romney»

Estudios sobre el Mensaje Periodístico, vol. 20, n.º 1 (2014).

Estudios sobre el Mensaje Periodístico | Universidad Complutense de Madrid | Facultad de Ciencias de la Información | Departamento de Periodismo y Comunicación Global | Madrid | ESPAÑA

Se incluye a continuación un extracto de las páginas 588 a 590 y 598 a 600 de la publicación en PDF. Las referencias pueden consultarse en la publicación original. Licencia Creative Commons.



La Primera Dama como recurso humanizador de la estrategia de campaña del candidato

A diferencia de otros países, caracterizados por una cultura política en la que la vida privada queda eclipsada a la visibilidad mediática, en la política norteamericana, marcada por una fuerte cultura de la personalización, la presencia de la familia y, en especial, de la Primera Dama puede constituir una fuerza política determinante en la construcción de la imagen de candidato, así como en la movilización de los votantes durante la campaña electoral (VanHorn, 2010).

En las campañas electorales americanas es corriente el recurso a los surrogates o personas próximas al candidato, como es el caso de la esposa del candidato, que intervienen en su nombre y le sustituyen en muchos actos. El objetivo de sus intervenciones, en última instancia, es proporcionar a los electores información sobre el candidato, especialmente buscando proyectar ese carácter personal del futuro presidente con el que la mayoría de los ciudadanos pueda sentirse identificado. De este modo, la implicación personal de la esposa del candidato forma parte de la estrategia integral de la campaña (MacManus y Quecan, 2008), y tiene como objetivo proyectar el lado más emocional del liderazgo político e influir así sobre la imagen pública del candidato (Burns, 2005).

Tal y como algunos trabajos han apuntado, el papel de la Primera Dama ha evolucionado considerablemente (Watson, 2000). De ser meros apoyos complementarios y fieles acompañantes del líder del país, han pasado a asumir un papel más activo, involucrándose cada vez más en la estrategia de la campaña. Sin embargo, a pesar de la intensificación de su papel en la actividad política presidencial, existe un debate abierto en torno al papel que estas deben asumir en relación al grado de su implicación política. Y es que, como apunta Winfield (2000), «cuanto más activa es políticamente una Primera Dama, más cobertura negativa recibe por parte de los medios de comunicación».

En las elecciones presidenciales de 2012, concretamente, las esposas de los candidatos se convirtieron en su mayor activo político y las más fieles abogadas de sus valores como personas y hombres de familia (Gutiérrez Rubí, 2012). Hasta tal punto que se les exigió una implicación personal y emocional en la campaña sin precedentes. Su papel fue trascendental para ofrecer un valor añadido, y a la vez diferencial, de la candidatura de sus respectivos esposos, sobre todo en un contexto electoral en el que el electorado femenino podía resultar trascendental.

En estas ocasiones, los discursos de la Primera Dama concentran toda la atención pública y mediática. A través del relato de su matrimonio y su vida familiar, ambas se enfrentaban al desafío y la dificultad de canalizar la verbalización y las acciones espontáneas en formas apropiadas para el ámbito público (Wertheimer, 2005). En este sentido, sus habilidades de comunicación suelen determinar la valoración de sus intervenciones por parte de los medios de comunicación (Caroli, 2003).

La misión reservada a ambas esposas en sus respectivos discursos consistía en contar en primera persona y desde una perspectiva íntima quién era el candidato, para ofrecer un retrato que lo humanizara y lo acercara más a la ciudadanía. Como apunta Gutiérrez Rubí (2012: 232), en medio de una dura batalla electoral, «sus parejas, al final, se convierten en ese único enlace con lo terrenal, con lo mundano, con lo accesible para el ciudadano corriente». Se trata de «ofrecer una ventana para descubrir el carácter del candidato» (Grimes, 1990: 16). Incluso, su implicación también puede suponer un impulso para conseguir que se registren más mujeres para votar, empujarles a ir a las urnas y, de esta forma, estrechar las brechas de género (Watson, 2000).

En última instancia, a través de este tipo de intervenciones, se espera que esas mujeres puedan dar testimonio del auténtico hombre que hay detrás del candidato, de que su intimidad o su vida privada como marido, padre y gestor de los asuntos familiares sirva para ilustrar su moralidad y su auténtico carácter. En este sentido, el desafío radica en hacer ver que, detrás del hombre que aspira a ser la persona con más poder del mundo, hay un ser humano con sus fortalezas y debilidades. En definitiva, «intentar conectar con el electorado y demostrar, a través de sus relaciones con los candidatos, que las razones por las cuales se habían enamorado de ellos eran las mismas por las que la gente debía votarles» (Gutiérrez Rubí, 2012: 284 y ss.).

Así, la proyección pública de la propia biografía de la Primera Dama a lo largo de toda la campaña, y especialmente durante el momento estelar que supone la convención nacional, se convierte en pieza clave de su implicación en la campaña. Es una tendencia cada vez mayor que esta utilice su propia imagen para crear la imagen de su marido, alabando aquellos atributos de su pareja más valorados por los votantes. En esta ocasión, Michelle Obama se presentó como madre y esposa, pero también como socia, aliada, cómplice y parte del equipo presidencial. Ann Romney asumía con orgullo su papel de ama de casa y educadora de sus cinco hijos, un trabajo muy digno en su opinión, alejándose así de las críticas lanzadas desde el partido demócrata que le acusaron de no haber trabajado ni un solo día en su vida.

Uno de los recursos más utilizados para humanizar la figura del candidato es, sin duda, alejarse, en primer lugar, de todo lo que suene a la política dura, y dar paso a un discurso político «suavizado» basado en el relato emocional que tan eficaz resulta para conectar con el electorado. En este caso concreto, en ambos discursos se activaron tácticas retóricas afectivas puestas en práctica al servicio de unos determinados intereses políticos. De hecho, las dos esposas hicieron explícita, en varias ocasiones, la supuesta despolitización de su discurso, apuntando a una marcada orientación emocional del mismo. Así, Ann Romney, declaró: «I want to talk to you tonight not about politics and not about party [...] I want to talk to you from my heart about our hearts». También más adelante señala «I want to talk to you about love». Por su parte, para MichelleObama, las experiencias personales y los valores de Barack incidían decisivamente en sus actitudes y decisiones políticas, lo que hacía de él un candidato empático que entiende los problemas y preocupaciones de la ciudadanía: «For Barack, these issues aren’t political, they’re personal».

El análisis empírico de los discursos pronunciados en sus esposas en las convenciones de Tampa y Charlotte, puede servir para ilustrar el papel esencial desempeñado por el discurso emocional en la estrategia electoral de ambos candidatos.


Conclusiones

La instrumentalización política de las emociones ha sido una herramienta que se ha revelado especialmente eficaz en el marco de la comunicación política desde sus inicios debido a la gran rentabilidad persuasiva mostrada en el proceso de seducción del auditorio.

En EE. UU., la esposa del candidato es una figura clave que mejor encarna esta conexión indisoluble entre política y emociones, pues su labor esencial es contribuir a construir el perfil humano del candidato mostrando su lado más íntimo y personal.

Esta investigación ha analizado los discursos pronunciados por Ann Romney y Mi­chelle Obama en las convenciones republicana y demócrata que tuvieron lugar en la campaña presidencial de Estados Unidos de 2012. El análisis de los recursos lingüís­ticos utilizados en ambos discursos desvela que estos se articularon con una marcada orientación emocional y se mostraron intencionadamente despolitizados: las dos aspirantes a Primera Dama situaron en gran medida sus discursos fuera de las coordenadas temáticas de la agenda política estadounidense y construyeron un relato emocional focalizando la atención en el interés humano y personal de sus respectivos maridos.

La emoción, que constituye el eje central sobre el que gravita la configuración del discurso de las esposas de los candidatos, se canaliza, como hemos comprobado, a través de distintos dispositivos lingüístico­textuales. En este estudio, concretamente, nos hemos fijado en evidenciar la carga emotiva de algunos recursos de orden se­mántico, de carácter morfosintáctico y de naturaleza pragmática.

La información extraída del análisis cuantitativo y cualitativo que se ha llevado a cabo revela que las esposas de los candidatos configuraron sus intervenciones en torno a tres polos significativos: emoción y sentimientos, familia y sociopolítica. La activación en el discurso de ítems léxicos relacionados con estos campos semánticos permite generar isotopías semánticas que otorgan coherencia a la unidad textual y que son capaces de activar los resortes emocionales del público por la presencia de un gran nú­mero de voces que expresan o suscitan sentimientos.

Tal como se detalla en el estudio, en los relatos de Ann Romney y Michelle Obama también operaron otros recursos de índole morfosintáctica y pragmática que contribuyeron a facilitar la persuasión emocional, aportando mayor cercanía y expresividad al discurso. Específicamente, hemos comprobado la importancia adquirida por ciertos mecanismos, como el uso de diminutivos, superlativos, comparativos y de estructuras repetitivas, y de otros recursos, como el empleo del nombre de pila de los candidatos, el uso de las modalidades interrogativa y exclamativa y la utilización de deícticos.

Por otro lado, el análisis realizado reveló asimismo que en la conformación del perfil humano de Mitt Romney y Barack Obama, las esposas de los aspirantes a la presidencia de EE. UU. insistieron también en la argumentación emocional. Ambas coincidieron en construir estratégicamente un relato sobre la figura de sus respectivos maridos sustentando en los valores familiares más aceptados y presentaron a sus maridos como personas inteligentes, trabajadoras, buenas y bien intencionadas. Esta imagen positiva trataba de inducir en la audiencia emociones que movilizaran el voto, al influir de manera favorable en los juicios en torno a las figuras de los presidenciables.

Con todo, los datos recopilados apuntaron también algunas diferencias en la es­trategia. Así, Michelle Obama estableció un binomio-biografía política sobre Barack Obama, con el que proyectó ante el auditorio una imagen de su marido como una figura empática capaz de comprender y entender las necesidades del ciudadano americano. El retrato personal e intimista que realizó Michelle sobre Barack Obama contrastó con la visión más pragmática y política que Ann Romney imprimió al perfil de Mitt Romney, pues el candidato republicano aparecía definido más bien en términos de eficiencia política y empresarial, a través de la imagen de un político fiable capaz de solventar los problemas de América.

Estas divergencias fueron quizá decisivas a la hora de inclinar la balanza en favor de Michelle Obama en el seguimiento y la repercusión de ambos discursos en las redes sociales. A tenor de los datos estadísticos manejados sobre su presencia en Internet, Twitter y Facebook la esposa del candidato demócrata construyó un discurso más cercano y próximo a la ciudadanía, pues logró una mayor conexión con el público.

En definitiva, el estudio realizado muestra cómo tanto Ann Romney como Michelle Obama, a través de sus discursos, se erigieron en bisagras emocionales que vincularon al candidato con el electorado y cómo ello las convirtió en piezas clave en la estrategia electoral desarrollada por sus maridos en la carrera por llegar a la Casa Blanca durante la campaña electoral de 2012. Este estudio da, así, un paso más en la comprobación empírica del importante papel que va adquiriendo la figura de la Primera Dama en la estrategia política electoral, especialmente, en lo que respecta al fortalecimiento de la dimensión más humana del liderazgo político, y es este un aspecto sobre el que habrá que prestar más atención en las futuras campañas electorales.



Lejos de una aparente ausencia, la identidad del autor-periodista sale a la luz a través de un conjunto de opciones textuales que quedan impresas en sus artículos


Dolors Palau Sampio
«Estilo y autoría en la información. Una aparente ausencia de identidad»

Estudios sobre el Mensaje Periodístico, n.º 15 (2009).

Estudios sobre el Mensaje Periodístico | Universidad Complutense de Madrid | Facultad de Ciencias de la Información | Departamento de Periodismo y Comunicación Global | Madrid | ESPAÑA

Se incluye a continuación un extracto de las páginas 356 a 358 y 363 a 364 de la publicación en PDF. Las referencias pueden consultarse en la publicación original. Licencia Creative Commons.



Si como decía Genette no hay texto sin estilo y este, el estilo, revela un modo de ver las cosas, cabe preguntarse cómo queda reflejado en los textos periodísticos. En definitiva, en qué elementos se manifiesta esta presencia del autor-periodista, dónde es posible localizar su rastro, en qué medida las diversas formas de ver la realidad tienen un reflejo, una expresión lingüística que puede ser analizada desde una metodología pragmaestilística. Abordar el estudio del estilo en los textos periodísticos plantea la necesidad de tener presente esta inscripción, no de los rasgos biográficos o de las pulsiones íntimas del autor, sino de su punto de vista a la hora de configurar una realidad que contribuye a designar y crear a partir de una serie de marcas lingüísticas observables y analizables.

Los textos periodísticos conservan en buena medida esa esencia de muñecas rusas que Kerbrat-Orecchioni atribuye a los enunciados, esa «fascinación perversa», como la denomina, la fascinación del abismo al que aboca una exploración que parece no acabar nunca. Los múltiples matices que presentan las piezas publicadas en los medios de comunicación constituyen un motivo de interés, pero también de incertidumbre, a la hora de afrontar un análisis que combina una mirada microlingüística con la voluntad de no perder el horizonte donde se inscriben las diferentes realizaciones periodísticas. La aproximación a ellas requiere, de entrada, el diseño de un método de estudio que sea capaz de filtrar las diversas maneras de ver la realidad que quedan patentes en los textos.

La juventud de los estudios de comunicación obliga a importar de otros ámbitos con mayor bagaje teórico y metodológico las herramientas para acercarse con garantías a los textos periodísticos, al menos para traspasar las veleidades prescriptivas. Así, la lingüística y la estilística se convierten, como han puesto de manifiesto diversos autores, en soportes fundamentales para iniciar una reflexión empírica. Lejos de cualquier tentación autárquica, el análisis del estilo en los textos periodísticos debe situarse en el terreno de una pragmática que contemple los factores lingüísticos y extralingüísticos que han intervenido en su producción. De aquí la elección de la pragmaestilística, la vertiente de estudio del estilo —heredera de la tradición estilística— en el marco de la lengua en uso, siguiendo a L. Hickey, como método adecuado para la investigación. Su objetivo no se limita a conocer el significado de un texto, sino a analizar su carácter de unidad comunicativa.

La propuesta de análisis de la inscripción del punto de vista, de la presencia del periodista en el texto resulta necesariamente fragmentaria e incompleta, teniendo en cuenta la diversidad de elementos enunciativos e ideológicos que entran en juego. Sin embargo, más allá de estas salvedades, es posible establecer, como se detalla a continuación, una serie de parámetros de estudio que muestran claramente algunos elementos lingüísticos que pueden analizarse, ligados a las diferentes tareas que realiza el periodista. Con esta finalidad, los indicadores se han distribuido en cinco grupos, que pretenden recoger las especificidades del trabajo periodístico, dar cuenta de las acciones en las que el periodista-autor deja, inevitablemente, su particular huella.

Estas acciones van desde la selección de hechos y protagonistas, que dispone estratégicamente siguiendo la voluntad de dar relieve a unos u otros datos, desplazando elementos o añadiendo operadores argumentativos, hasta los mecanismos de cohesión que implican al periodista en la textura discursiva, y hacen que, al tiempo que asegura el engranaje y el vínculo entre las oraciones, filtre su particular punto de vista. Su presencia queda patente como enunciador que escoge los operadores de modalización léxicos, fraseológicos o ligados a la sintaxis y la morfología, que permiten que aflore la subjetividad del autor del texto periodístico. Pero la suya no es la única voz que se escucha.

Más aún, esta tarea de reportador de discursos no se limita a la de mero altavoz, a la de vehículo neutro de canalización de la palabra de otros, sino que comporta una implicación evidente. Por el hecho de escoger unas y dejar otras fuera, pero también por el modo en que estas, las palabras, se insertan en el texto del periodista, por los matices que rodean al verbo de dicción o la particular forma de incluir la cita indirecta. Finalmente, en contra de la anatematización que lanzan manuales, libros de estilo y otros guardianes de las esencias «objetivistas», el periodista se muestra también como creador, artífice de figuras retóricas que, lejos de ponerse al servicio de un falso embellecimiento, de una ornamentación vacía, comunican con eficacia y transmiten una visión del mundo y de la realidad que presentan.


[...]


Conclusiones

El análisis empírico de los textos periodísticos muestra cómo, más allá de las estrategias de impersonalidad, destinadas a negar la presencia del periodista en sus escritos, es posible descubrir el rastro del sujeto que los compone y elabora. Así pues, lejos de una aparente ausencia, la identidad del autor-periodista sale a la luz a través de un conjunto de opciones textuales que quedan inevitablemente impresas en sus artículos, como huellas que es posible analizar y recomponer con la ayuda las herramientas que proporcionan disciplinas como la lingüística.

De este modo, el llamado estilo periodístico –en singular–, prescrito en los libros de estilo y entendido como ardid objetivador, se muestra más como un corsé de fórmulas y recetas de redacción que como un auténtico escudo protector contra las veleidades subjetivas. Estas surgen a poco que se abandonen [...] las posturas prescriptivas por un acercamiento empírico que contemple las implicaciones que conlleva la elección del léxico, la distribución y composición de los elementos de la oración, los procedimientos para el mantenimiento y la transformación del referente o las fórmulas de introducción de otras voces en el discurso.