noviembre 17, 2023

La comprensión de lo leído fomenta la frecuencia lectora


Ministerio de Cultura del Perú
«Variables/factores que afectan al lector: la demanda lectora»

Factores asociados al hábito lector y las prácticas lectoras en personas jóvenes y adultas. Estado de la cuestión, Lima, Dirección del Libro y la Lectura, 2022.

Se incluye a continuación un extracto de las páginas 27 a 34 de este libro electrónico disponible en Perú Lee.
Véanse referencias y notas en la publicación original.
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VARIABLES/FACTORES QUE AFECTAN AL LECTOR: LA DEMANDA LECTORA

Estas variables/factores tienen por propósito caracterizar a la población lectora, sus hábitos y prácticas. Buscan responder a preguntas clave como (a) «¿quiénes leen?», (b) «¿por qué leen?» y, en ciertos casos, (c) «¿por qué la población no ha desarrollado hábitos de lectura o prácticas lectoras?». A través de las respuestas a estas preguntas, se desarrolla un diagnóstico general que identifica las principales características de la población lectora.



¿QUIÉNES LEEN?

Los hábitos y las prácticas lectoras pueden ser afectados según las características de la población lectora. Esta última es posible sea categorizada según cuatro grandes criterios.


Según el sexo

La literatura encuentra diferencias sistemáticas en los hábitos de lectura entre hombres y mujeres. De acuerdo con estas fuentes, la frecuencia de lectura entre un hombre y una mujer difiere no solo por sus gustos o preferencias, sino también por el tiempo disponible para el ocio y la carga de trabajo en el hogar.

La evidencia sobre quiénes (hombres o mujeres) leen más, sin embargo, no es clara. De un lado, utilizando datos chilenos, Cordero et al. encontraron que las mujeres que participaron en su estudio, en promedio, en un lapso de tres meses, retiraron de la biblioteca 3,7 libros, mientras que los hombres lo hicieron en un promedio de 2,7 libros en el mismo periodo de tiempo. Asimismo, cuando se les preguntó por libros leídos en el mismo espacio temporal, las mujeres obtuvieron 5,3 títulos, mientras que los hombres 4,1.

En México, se ha registrado una tendencia opuesta a la encontrada en el caso chileno reseñado. Según el INEGI, el 67,9 % de las mujeres mayores de 18 años leyeron algún material considerado en el Molec, mientras que el porcentaje correspondiente a los hombres ascendió a 76,1 %. A la fecha, no existen estudios que hayan analizado las diferencias sistemáticas en las prácticas lectoras y los hábitos de lectura según el sexo en el Perú.

Sin embargo, la frecuencia y constancia en las prácticas lectoras no depende exclusivamente del sexo del lector. De hecho, los estudios encuentran diferencias importantes en la frecuencia de lectura según la edad, el tipo de lectura, el contexto, etc.


Según el rango etario

Además del sexo, la frecuencia de los hábitos y prácticas lectoras varía según la edad del público lector. Para responder a los objetivos del proyecto, el análisis es desagregado en dos grandes grupos: jóvenes (18 a 29 años) y personas adultas en edad de trabajar (30 a 44 años).

El IOP mostró que, en el Perú, el porcentaje de jóvenes (entre 18 y 29 años) que leen con mayor frecuencia es de 49,7 %, una cifra superior a la de personas adultas (entre 30 y 44 años) que registran la misma frecuencia de lectura (34,4 %). En México, según los resultados del Molec, se logró identificar que el 86,5 % de los hombres entre 18 y 24 años y el 77,0 % de las mujeres del mismo rango de edad fueron los grupos con mayor frecuencia lectora en la encuesta.

Sin embargo, la frecuencia de lectura puede ser heterogénea, incluso, al interior de los grupos etarios previamente detallados. Utilizando datos chilenos, Cordero et al. encontraron que, en general, las personas adultas son más asiduas a la lectura, en comparación a la población joven. Sin embargo, identificó que, dentro del grupo de jóvenes, quienes tenían entre 18 y 24 años (etapa inicial de la juventud) consultaron en promedio 3 libros en los últimos 3 meses, mientras que las personas entre 25 y 29 años (etapa final de la juventud), alrededor de 3,9 libros. Adicionalmente, cuando se les preguntó por libros leídos en el mismo periodo, la población juvenil entre 18 y 24 años respondió que consultaban 4,5 títulos en promedio; por su parte, quienes se encuentran en la etapa final (25 a 29 años), alrededor de 5,4 libros.

La mayor frecuencia lectora en la etapa final de la juventud podría explicarse debido a la instrumentalización de la lectura, pues esta es vista como una herramienta que permite mejorar las habilidades profesionales de quienes la practican. Estos resultados permitirían inferir la importancia de este rango etario (25-29 años) para la adquisición de hábitos lectores en etapas posteriores de la adultez y senectud en el caso chileno.


Según el nivel socioeconómico

La literatura ha encontrado evidencia contundente sobre la correlación positiva entre el nivel de ingresos y la frecuencia lectora. Esto se debe a dos condiciones. Por un lado, la mayor capacidad adquisitiva permite reemplazar horas de trabajo en el hogar por ocio, por lo que el lector dispone de tiempo para la lectura. Por otro lado, un mayor nivel de ingresos incrementa la probabilidad de adquisición de más libros o permite acceder a mayores recursos y oportunidades (mejor educación), lo que permitiría una mejor comprensión de lo leído y, en consecuencia, el fomento de la frecuencia lectora.

Según el IOP, en el Perú, solo el 15,5 % de la población (joven y adulta) reporta la lectura de libros como hábito cotidiano. Sin embargo, este porcentaje tiende a incrementarse en función del nivel socioeconómico de las familias. Cuando se preguntó sobre la frecuencia de la lectura tanto en el tiempo libre como en el trabajo o estudio, solo el 10,6 % de las personas pertenecientes al nivel socioeconómico D/E respondieron «todos o casi todos los días». En cambio, dicho porcentaje se triplicó para el estrato socioeconómico A/B (30,6 %).

En el caso de Chile, Moya y Gerber sostienen que los «lectores omnívoros» corresponden a perfiles de lectores de posiciones sociales ventajosas en términos de ingresos del hogar. Asimismo, en el mismo espacio geográfico, Araya destaca una correlación positiva entre el ingreso económico y la frecuencia lectora. La razón es que la distribución de ingresos de los «hipolectores» (poco lectores) está concentrada en los primeros quintiles, mientras que la de los «hiperlectores» (muy lectores) en los últimos quintiles.

La mayor frecuencia lectora se debe a la elevada disponibilidad de tiempo para la lectura y menores horas dedicadas a las compras, a la cocina, a ayudar a hacer tareas a los niños, entre otros. Esta idea es coherente con el modo de vida de personas con elevado nivel socioeconómico. Al poseer un mayor poder adquisitivo, las familias nucleares disponen de mayor probabilidad de contratar a personal para encargarse de las tareas domésticas, por lo que disfrutan de tiempo para leer. En contraste, las personas con bajos ingresos, por lo general, tienen menos horas destinadas a esta práctica.

Además, los hábitos de lectura pueden transferirse de manera intergeneracional. Así como el nivel de ingresos y salarios se correlaciona con el nivel educativo de las madres y los padres, la frecuencia lectora también sigue esta lógica. Moya y Gerber encuentran que las lectoras o los lectores procedentes de estratos socioeconómicos elevados con padres o madres con mayores niveles de educación y mayor poder adquisitivo tienden a desarrollar un mayor gusto por la lectura.


Según el nivel educativo

La literatura económica ha documentado la correlación significativa y positiva entre el nivel de ingresos y el nivel educativo. Además, el nivel educativo (primaria, secundaria, superior, etc.) está fuertemente asociado a la comprensión lectora. Los estudios en temas de educación han evidenciado la asociación positiva entre la frecuencia de la lectura y la comprensión lectora.

Moya y Gerber muestran que las prácticas lectoras en Chile, tanto en formato digital como impreso, tienen una estrecha asociación con la estructura socioeconómica del país, lo que incluye el nivel educativo. Es decir, se observan patrones sociales marcados de lectura y prácticas lectoras según el grado de instrucción: a mayor nivel educativo, mayor frecuencia y mejores prácticas lectoras.

Las personas con niveles de educación superior usualmente tienen mayor frecuencia lectora. Motivadas por intereses académicos o laborales, se encuentran expuestas constantemente a la lectura, por lo que comienzan a incrementar pasivamente su frecuencia y nivel de comprensión lectora. En la misma línea, Araya encuentra que, en Chile, las personas con más años de educación leen más. Sin embargo, esta investigación no logra explicar dicha correlación mediante un mecanismo cognitivo o la disponibilidad de libros.

En México, el nivel educativo y la frecuencia lectora también están altamente vinculados. El INEGI sostiene que el 88,4 % de la población alfabeta con 18 a más años y con al menos un grado de educación superior declaró haber leído algún material considerado por el Molec. En contraposición, el 49,9 % de la población sin educación básica terminada reportó haber leído este tipo de documentos.



¿POR QUÉ LEEN?

Además de identificar quiénes leen, es preciso determinar por qué se lee. A continuación, se detallan dos procesos motivacionales responsables del acto de la lectura y del desarrollo de hábitos y prácticas lectoras. Según Wigfield y Guthrie, los procesos motivacionales responsables del acto de la lectura pueden clasificarse en dos categorías: i) motivación intrínseca y ii) motivación extrínseca.


La motivación intrínseca

La motivación intrínseca es definida como la satisfacción que experimenta la persona al realizar el acto de la lectura. Esta motivación puede estar generada por un placer o una satisfacción intrínseca. Según Denegri, el placer intrínseco es la principal razón por la que una persona decide leer. De hecho, el IOP reportó que el 39,1 % de la población joven y adulta peruana manifiesta leer por gusto propio o para distraerse. Asimismo, dicha población declaró asociar la lectura con el ocio, el tiempo libre y el placer.

Salazar explica que el deseo de leer es el factor más poderoso para generar hábitos de lectura. Efectivamente, para la autora, la lectura se engendra al asociarla con la satisfacción, con la sensación de logro y con el entretenimiento.

De la misma manera, Picasso Pozo et al., en un estudio realizado en la Facultad de Odontología de una universidad peruana, indican que el 18,5 % de las y los estudiantes universitarios que participaron de esta investigación afirma leer por placer, mientras que el 34,3 % declara leer por entretenimiento.

Chile presenta una tendencia similar de asociación entre lectura y placer. Cordero et al. encuentran que el 39,9 % de las usuarias y los usuarios habituales a las bibliotecas de la Región Metropolitana leen por entretenimiento. Asimismo, Asfura y Real reportan que el 51,2 % de las y los estudiantes de nivel universitario de Pedagogía en educación secundaria en Chile ha declarado el gusto o interés personal como la principal razón de su lectura, independientemente del tipo de texto leído.

En México, el porcentaje de población que ha declarado poseer un placer intrínseco por la lectura es ligeramente mayor al caso peruano. En este sentido, el INEGI reportó que el 44,1 % de la población mexicana alfabeta de 18 años a más, lectora de libros, declaró que el placer o entretenimiento es uno de los principales motivos de lectura.


La motivación extrínseca

La motivación extrínseca es entendida como aquel incentivo externo que lleva al acto de lectura. White et al. señalan que la mayoría de las actividades de lectura están motivadas por propósitos y objetivos específicos, principalmente académicos y profesionales.


Mejorar el desempeño académico

Uno de los aspectos centrales en la motivación para desarrollar el gusto por la lectura está vinculado al interés intelectual y la búsqueda del conocimiento. De acuerdo con esto, la lectura es una herramienta importante del aprendizaje, ya que brinda autonomía a la persona, así como la posibilidad de desarrollar por sí misma diferentes aspectos cognitivos.

Arista y Paca, así como Denegri, documentan una alta correlación entre los hábitos de lectura y la comprensión lectora/pensamiento crítico. Anotan que estas últimas son variables clave para garantizar el ingreso/egreso de las y los jóvenes y personas adultas a las distintas casas de estudio superior. Al correlacionar el grado de desarrollo de hábitos de lectura y el nivel de comprensión lectora, Arista y Paca encontraron un coeficiente de Pearson promedio de 0,68, correspondiente a una asociación media alta entre ambas variables, mientras que Denegri halló un coeficiente de Spearman de 0,45, lo que representa una relación positiva y estadísticamente alta entre los hábitos de lectura y el pensamiento crítico.

La búsqueda por mejorar el desempeño académico constituye una motivación importante para que el público lector académico adopte hábitos de lectura y mejore su nivel de comprensión lectora y pensamiento crítico. En el caso de las y los estudiantes de Odontología de una universidad peruana, Picasso Pozo et al. encuentran que el 47,2 % de las y los estudiantes leen por necesidad de obtener información y complementar sus estudios.

Según el IOP, el 22,0 % de la población joven y adulta peruana lee por razones de estudio y el 47,7 % para aprender nuevas ideas y mejorar su cultura. Las cifras son similares en el contexto metropolitano de Santiago de Chile (23,8 %) y mexicano (23,8 % por motivos de estudio/trabajo, y 20,7 % por cultura general).


Mejorar su desempeño a nivel profesional

La motivación por la lectura puede estar relacionada con la reputación laboral. Una persona que ha incorporado el hábito lector tiene mayores capacidades para argumentar propuestas con sustentos teóricos o empíricos y posee mejores perspectivas laborales. El IOP encontró que el 15,7 % de la población joven y adulta peruana lee por razones profesionales o de trabajo.



¿POR QUÉ NO LEEN?

Además de comprender los motivos de lectura, es importante analizar por qué no se lee. A continuación, detallamos tres factores que explican la ausencia de hábitos y prácticas lectoras.


Pobre estimulación

La literatura ha encontrado evidencia que refleja el impacto de la poca estimulación en la baja frecuencia lectora. Así, utilizando datos peruanos, Denegri encuentra que una de las principales razones por las cuales las y los estudiantes de pregrado no leen se debe a que consideran la lectura como una actividad aburrida y la asocian al castigo. Además, cuando la realizan, es exclusivamente por obligación académica. Por ello, los potenciales lectores pierden la motivación/gusto por la lectura, lo que propicia, en algunos casos, la completa exclusión de la lectura en sus actividades diarias.

Picasso Pozo et al., empleando datos de la población estudiantil de una universidad peruana, encuentran que el 72,2 % de las y los estudiantes no leen debido a la falta de estimulación a la lectura. Además, la mayoría de la población universitaria encuestada lee solo en forma ocasional. Asimismo, si perciben que han desarrollado el hábito de la lectura, lo han hecho en la niñez y en la etapa escolar.

Estos resultados son congruentes con la evidencia internacional. En México, según la ENLEC, el 28,1 % de la población alfabeta de 18 años a más, lectora de libros, declaró la falta de interés, motivación, estimulación o gusto por la lectura como principal motivo para no leer.


Falta de tiempo

Si bien las personas en el Perú consultan más libros por motivos profesionales, pareciera que no leen por placer y en su tiempo libre, sino principalmente por motivos laborales.

Por su parte, el IOP (2015) mostró que el 70,2 % de la población joven y adulta peruana que afirma no leer o casi nunca leer se debe, principalmente, a la falta de tiempo libre. Este resultado no es nuevo: la evidencia empírica muestra que el tiempo disponible para el ocio y otras actividades como la lectura se reduce cuando las personas ingresan a la etapa de la juventud y adultez. Esta falta de tiempo se explica debido a la adquisición de nuevas responsabilidades tanto a nivel profesional como familiar.

En México, también se ha encontrado evidencia empírica que sustenta la relación entre la frecuencia lectora y la carencia de tiempo disponible. Según el INEGI (2022), el 46,7 % de la población alfabeta mexicana de 18 años a más, lectora de libros, declaró la falta de tiempo como uno de los principales motivos para no leer.


Acceso restringido a materiales de lectura (incluyendo bibliotecas)

Existe una correlación positiva entre el acceso a materiales de lectura (incluyendo bibliotecas) y la frecuencia lectora. Este hallazgo es independiente de la motivación o placer intrínseco por leer. La falta de acceso a los materiales de lectura imposibilita completamente el acto de leer. Este escenario se agrava cuando la persona lee por obligación académica o profesional, pues el acceso restringido a la lectura no solo reduce la ya baja probabilidad de lectura, sino que podría eliminarla por completo.

En Perú, el IOP encontró que la población joven y adulta peruana no lee debido al difícil acceso a materiales de lectura (bibliotecas) (11,9 %) y al elevado precio de los libros (5,4 %). En la misma línea, para el caso de la población estudiantil de una universidad peruana, Picasso Pozo et al. encuentran que el 47,2 % de las y los estudiantes no lee debido al elevado costo de los libros y a la dificultad de acceder a bibliotecas públicas (12,0 %).

En Colombia, el DANE identificó que entre los motivos por los que la población colombiana no lee, específicamente libros, se encuentran las restricciones por solvencia económica (4,9 %) y el elevado costo de estos bienes culturales (4,2 %).




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