diciembre 07, 2024

¿La biblioteca pública ha de continuar apostando por los clubes de lectura?


María Antonia Moreno Mulas
«Bibliotecarios en el laberinto del club de lectura»

Clip de SEDIC, núm. 89 (2024).

Clip de SEDIC. Revista de la Sociedad Española de Documentación e Información Científica | Madrid | ESPAÑA

Se incluye a continuación el artículo según su edición en PDF. Véanse referencias y notas en la publicación original.

Licencia Creative Commons.



Lectoras de la Biblioteca Municipal de Valdelacalzada (Badajoz), participando en uno de los clubes de lectura en la nube, Nubeteca, desde el espacio físico de la biblioteca. Fotografía incluida en el artículo.



RESUMEN

El club de lectura es un instrumento muy potente en la tarea de mediación lectora de la biblioteca pública, pero como cualquier otro servicio esencial, corre el peligro de estancarse si repetimos y repetimos la fórmula de hace décadas. El club ha de reinventarse, buscar nuevos modos de conversación que estén íntimamente ligados a los nuevos formatos de la lectura (digital, audiolibro, etc.), y nuevas formas de dinamización lectora. Esta necesidad repercute, como no podía ser de otra manera, en los profesionales, no solo en sus aptitudes profesionales, sino en sus actitudes: han de ser proactivos, curiosos, creativos, responsables, evitar que los clubes se comporten como universos cerrados y ensimismados. En el presente artículo se trasladan algunas conclusiones basadas en la práctica de los clubes de lectura en la nube Nubeteca organizados por el Servicio Provincial de Bibliotecas de Diputación de Badajoz, y dirigidos a los usuarios y usuarias de la Red de Bibliotecas Municipales de la provincia pacense.

Palabras clave: clubes de lectura, clubes de lectura presenciales, clubes de lectura virtuales, clubes de lectura híbridos, clubes de lectura en la nube Nubeteca, bibliotecas públicas, bibliotecarios, bibliotecarias, aptitudes profesionales.




LOS CLUBES DE LECTURA Y LA BIBLIOTECA PÚBLICA

Los clubes de lectura llegaron a España, de la mano de la biblioteca pública, hace más de dos décadas. En esta institución abierta, plural y, tal vez, una de las más democráticas que existen, encontraron su hábitat natural. Hoy en día es muy excepcional que una biblioteca pública, sea cual sea el alcance de la comunidad a la que sirve, no desarrolle su propio club. Es más: los clubes impulsados por otras instituciones y servicios públicos como bibliotecas escolares, universitarias, especializadas, bibliobuses, museos, etc., entidades privadas como librerías o fundaciones de carácter educativo, social o cultural, o desarrollados desde perfiles personales y profesionales muy variados (escritores, lectores, editores, coachs, psicólogos, periodistas, libreros, actores, influencers, etc.) florecen, crecen y se multiplican.

Además, desde el anhelo de volver a intercambiar experiencias en comunidad de los no tan lejanos tiempos pandémicos, compartiendo, de alguna manera, objetivos y metas con los clubes, han surgido proyectos empresariales de mayor o menor envergadura: los retiros o encuentros. Cuando el hecho de leer es el centro de estos retiros, se suele combinar la lectura en solitario con la posterior conversación grupal entre lectores y autores.

Pero ¿qué entendemos por un club de lectura? La definición sencilla, básica y asumida tácitamente, se desdibuja. Tradicionalmente, un club está formado por un grupo de lectores que lee, en soledad, y en el espacio que cada participante elija, la misma obra, y que se reúne, de manera periódica y constante, para conversar sobre y desde ella. El coordinador del club es quien está al frente de la actividad, y, en líneas generales, se preocupa de la selección, de preparar la documentación, de fijar los objetivos a conseguir para cada lectura, de articular y propiciar las conversaciones, y de que los participantes practiquen la escucha activa y respetuosa hacia el otro y sus opiniones, sus sentires.

Sin embargo, vivimos una etapa vertiginosa en la que las funciones y tareas del coordinador cambian, mutan, se hibridan. El club puede participar de momentos de lectura en solitario y / o de lectura conjunta en voz alta; se lee un amplio abanico de géneros (literatura, literatura Infantil y juvenil, clásicos, novela negra, literatura de viajes, teatro, poesía), y se accede a la obra en distintos formatos (audiolibro, papel, digital...). Los usuarios a los que se dirigen los clubes pueden ser de todas las edades, con habilidades lectoras y capacidades diferentes no solo derivadas de la edad, sino también de sus características y circunstancias, tanto físicas como psíquicas. Hay clubes en los que las reuniones siguen manteniendo la presencialidad, hay clubes virtuales que exploran la escritura como medio de comunicación, e híbridos que aúnan las características principales de unos y otros. Un amplio abanico de opciones apenas esbozado en las líneas anteriores, pero cuyo dibujo ofrece una idea de la constante evolución de este magnífico instrumento de promoción de la lectura, cuya metodología puede adaptarse a múltiples actividades afines.

Esta multiplicidad de opciones, y las tecnologías que irrumpen con fuerza en nuestro día a día, nos producen una sensación de vértigo. La Inteligencia Artificial (IA) nos provoca fascinación, incomodidad, deslumbramiento, dudas e inseguridades. La incertidumbre ante el papel de las bibliotecas, de los propios bibliotecarios, de los lectores y autores... nos pone ante un espejo que no nos devuelve respuestas, sino imágenes difusas, deformadas. Porque, ¿cómo nos relacionaremos? ¿Cómo recomendaremos lecturas? ¿Cómo leeremos y escribiremos? ¿Será que una IA nos sustituirá, antes de lo que nos imaginamos, en nuestra labor profesional, también y por supuesto, en los clubes de lectura?

Leamos las siguientes palabras de Juan Mata, busquemos luz:

«Para mí, de todas formas, el desafío sigue siendo cómo hacer deseable y gozoso el acto de leer, cómo enseñar a valorar los libros como instrumentos de conocimiento, cómo hacer que tengan sentido para la vida de las personas, cómo hacer ver que nos abren puertas a la experiencia humana. No es un desafío radicalmente nuevo, pero la interrupción de la IA lo dota de nuevos rasgos, nos hace repensar nuestro compromiso. Si esa labor de estímulo la hiciera una máquina mejor que nosotros, bienvenida sea. Pero tengo mis dudas. Pienso que en la tarea de relacionar a los nuevos en este mundo, a los niños y a los jóvenes con los libros y la lectura, la acción humana es, hoy por hoy, insustituible».


Quizás esa «tarea» a la que se refiere Mata, puede identificarse con el club de lectura: una «tarea humana» que relacione a niños, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad, con el universo de la lectura. Con el mundo, siempre cambiante y plagado de incertidumbre. En este sentido, estoy convencida de que necesitamos esa mediación, esa relación, a cualquier edad.

Sin embargo, aún expresado lo anterior, y ante la proliferación de clubes desarrollados desde muchos y variados ámbitos distintos al de la biblioteca pública, cabría preguntarse si tiene sentido empeñarse en su organización. Si la biblioteca pública ha de continuar apostando por ellos, o, tal vez, es una fórmula que se agota y que ya ha encontrado su lugar en otros hábitats más favorables.



SEMILLEROS DE INNOVACIÓN LECTORA

Suele resaltarse de los clubes su característica primordial: son instrumentos muy potentes para extender la semilla del gusto por la lectura. Este gusto o afición por la lectura comprende no solo el disfrute, el placer, sino la curiosidad e inquietud por saber, el aprendizaje que se deriva de una lectura habitual y profunda, el cambio en la mirada cuando las obras son ventanas por las que observar al mundo. Pero es que el club de lectura es, puede ser, mucho más: activador de las relaciones sociales, despertador del activismo ciudadano, garantía del acceso a la información y la cultura para todos (pensemos en los clubes de Lectura Fácil, por ejemplo), detectores de los bulos y las noticias falsas, espacios seguros, serenos, en los que conversar, a partir de una lectura, con el otro. Y con uno mismo.

En torno a un club de lectura, la biblioteca pública puede generar un tejido social muy resistente, si es capaz de integrarlo en la vida de la biblioteca, tanto en su vida «cotidiana» como en la «extraordinaria». Me refiero a que, estos grupos de lectores que no entienden su propia vida sin la lectura, pueden convertirse en uno de los recursos bibliotecarios más importantes: participando en actividades y proyectos, incluso, creándolos, liderándolos con el apoyo y soporte de la biblioteca. Se trata de situar, siempre, al lector en el centro, y en ese lugar el lector no puede ser un simple consumidor de productos y servicios. El club puede propiciar iniciativas de lecturas solidarias, por ejemplo.

Si seguimos indagando, con el pensamiento en las tipologías de clubes que se organizan en las bibliotecas públicas, nos damos cuenta de que podemos extraer muchas otras ventajas que certifican lo importante que es que esta institución siga trabajando en su desarrollo. Despertar la conciencia ambiental, la sensibilidad hacia los derechos de autor, incluso, reactivar la valoración positiva de la biblioteca por parte de la comunidad de usuarios. Sí, porque si mantenemos un club de lectura, (presencial, virtual o híbrido, sea como sea) utilizando el servicio de préstamo de obras en formato digital de las redes de bibliotecas públicas españolas, estamos propiciando el préstamo digital, legal y gratuito, aprovechando de manera eficiente los recursos, y estableciendo que la biblioteca sigue desempeñando un papel esencial en la mediación lectora. Que leer en digital, con el acompañamiento de la biblioteca, es más gozoso y tiene más sentido que descargar contenidos por el mero hecho de la acumulación fácil (e ilegal).

La idea de que un club puede ir más allá de ser un semillero de gusto por la lectura y convertirse en un semillero de innovación lectora, no es una entelequia, ni mucho menos. Hay proyectos asentados y ejemplos muy ilustrativos, pero citaré el caso de los clubes de lectura en la nube Nubeteca, del Servicio Provincial de Bibliotecas de Diputación de Badajoz, cuya andadura se remonta a más de una década.

La provincia de Badajoz es la de mayor extensión de nuestro país, eso se traduce en que muchos municipios están muy alejados entre sí, e, incluso, más cercanos a capitales de otras comunidades que a la propia ciudad de Badajoz. Que cualquier ciudadano, sea de donde sea, viva donde viva, tenga las mismas oportunidades de acceso a la información, la lectura y la cultura, es el empeño en el que no ceja el Servicio Provincial de Bibliotecas de Diputación, cuyo equipo, capitaneado por el Jefe de Servicio Isidoro Bohoyo, está logrando hitos vanguardistas que me interesan muchísimo, por ejemplo, en el diseño de los espacios bibliotecarios físicos y virtuales, o en la lectura, acceso, difusión y producción de contenidos digitales. Nubeteca es mucho más, por supuesto, pero voy a centrarme en una de sus patas, en mi opinión esencial, y en la que tengo la suerte de probar, crear y experimentar: los clubes de lectura en la nube Nubeteca.

En los clubes de lectura en la nube Nubeteca para adultos (desde el 2023, se han comenzado a desarrollar clubes en la nube infantiles y juveniles, participan lectores y lectoras de la red de bibliotecas pacenses, acompañados del profesional bibliotecario. Estos bibliotecarios se convierten en unos lectores más, pero en lectores cómplices de la voz coordinadora: mis cómplices. Desarrollados desde una plataforma específica, se indaga en la lectura en nuevos formatos, en la experimentación en la dinamización a través de lenguajes textuales y audiovisuales, o en el enriquecimiento de las obras a través de recursos multimedia. Coordinar este tipo de clubes que, además, son un espacio en la nube en la que se fortalecen las relaciones entre las bibliotecas pacenses (bibliotecarios y usuarios), es un aprendizaje profesional continuo, en el que la próxima experiencia ha de aportar, siempre, siempre, algo nuevo al lector.

Por supuesto, en estos clubes, los contenidos (periódicos, revistas, audiolibros, libros electrónicos de múltiples géneros), proceden del catálogo Nubeteca de la Diputación de Badajoz y ello supone que los lectores están continuamente aprendiendo. No solo ellos, sino también sus bibliotecarios, que los acompañan en este proceso de lectura y de aprendizaje: acceso a los contenidos, leer en la nube desde diferentes dispositivos, escribir y participar en una plataforma, etc. Semilleros de innovación lectora que implican el formar y acompañar a los lectores, tanto presencialmente, como en la nube.



LOS COORDINADORES DE CLUBES DE LECTURA

En las bibliotecas públicas, como pasa en otros ámbitos, nos encontramos con coordinadores de clubes de lectura de muy diversos perfiles personales y profesionales: bibliotecarios, narradores orales, escritores, animadores socioculturales, especialistas en promoción de la lectura, profesores de literatura, lectores voluntarios, etc. Cada biblioteca ha de sopesar cuáles son sus recursos económicos y humanos, si la plantilla con la que cuenta puede afrontar la carga de trabajo que supone moderar un club, cuántos clubes se quieren organizar, y qué objetivos se persiguen. Y, por supuesto, si se tiene la plantilla suficiente, valorar si cuenta con la formación adecuada, y, lo que es más importante, tener en cuenta sus destrezas, habilidades, talentos y actitudes.

Hay muchas soluciones, dependiendo de la situación de la biblioteca o redes de bibliotecas. Por ejemplo, es muy habitual que desde una biblioteca de un municipio en el que trabaja una sola persona, ésta decida apoyarse en los lectores usuarios. O en bibliotecas más grandes, se llega a una solución intermedia: se cuenta con lectores voluntarios y con colaboradores externos a los que se suele contratar. E, incluso, la biblioteca pública alberga clubes de lectura de otras entidades, como asociaciones de vecinos, de mujeres... cediéndoles el espacio y los fondos. En mi opinión, el riesgo está en que estos se conviertan en una burbuja que orbita alrededor de la biblioteca, universos cerrados que no participen de ninguna otra actividad, y que llegue a distorsionarse un hecho fundamental: el club es de la biblioteca, no del coordinador. Sí, esto es una obviedad, pero, en mi opinión, no está de más recordarlo.

Por otro lado, los coordinadores, más allá de su formación profesional, han de ser proactivos, curiosos, alimentar inquietudes y el afán por aprender, también y sobre todo, de los lectores. Por supuesto, han de ser lectores habituales, y no solo de sus autores y géneros favoritos. Han de saber moderar conversaciones presenciales y / o virtuales, manejarse cómodamente en la escritura (principalmente, como herramienta de comunicación), dominar los procesos de búsqueda bibliográfica, la búsqueda de documentación multimedia y contar con los recursos personales necesarios para identificar las noticias falsas. Además, han de superar ciertas reticencias sobre el formato del libro, más allá de sus gustos personales; pues lo que importa es el contenido.

Si un coordinador de un club de lectura es reticente a leer en digital, a escuchar un audiolibro, esas reticencias las notan los lectores (aunque se afane en ocultarlas). Practicar la lectura digital, utilizar el servicio de préstamo de lectura digital de las redes de bibliotecas públicas, es algo ineludible que forma parte de nuestras competencias.

Los clubes de lectura llevan décadas realizándose en nuestras bibliotecas públicas y, por ello, podemos preguntarnos si su fórmula presenta signos de agotamiento. Al igual que ha ocurrido con otros servicios esenciales, los clubes no han de perder el paso: han de reinventarse y evolucionar para adaptarse a las nuevas formas de acceder a la información, a los nuevos modos de conversación, a otras maneras de relación con los usuarios. Por eso mismo, los coordinadores de los clubes de lectura tenemos un desafío atractivo y potente que no termina nunca, porque la actualización de nuestros conocimientos, y la adquisición de nuevos hábitos de lectura y de acceso a la información, han de formar parte de nuestro día a día. Me parece un reto apasionante.


Lectores en Casa del Lector (Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Madrid), en un club de lectura presencial que leía en formato digital.


Lectores de la Biblioteca Pública Municipal de Lobón (Badajoz) participando, presencialmente, de una experiencia en la nube Nubeteca, en su biblioteca. Fotografía incluida en el artículo.


Otra imagen de las lectoras en la Biblioteca Municipal de Valdelacalzada (Badajoz), participando en uno de los clubes de lectura en la nube, Nubeteca, desde el espacio físico de la biblioteca. Fotografía incluida en el artículo.