octubre 11, 2024

El registro académico de los hablantes de español se caracteriza por el uso de estrategias de cortesía positiva que involucran a los lectores en el texto


David Sánchez Jiménez
«El metadiscurso en la escritura académica: singularidades e investigaciones en lengua española»

En: Contenidos del Neo-Humanismo del siglo XXI, coord. por José Antonio Marín Casanova, Diana Ramahí García y Francisco José Salguero Lamillar, Valencia, Tirant lo Blanch, 2022.

Se incluye a continuación el texto del capítulo según su edición en PDF. Véanse referencias en la publicación original.
Acceso abierto en CUNY (City University of New York) Office of Library Services.




INTRODUCCIÓN

La didáctica de la escritura académica ha experimentado en los últimos años una nueva orientación hacia la interpretación de los textos como artefactos dialógicos, elaborados con el fin de persuadir al lector y guiarlo sobre las ideas y valoraciones expuestas por el autor en el escrito. En este sentido, destaca la importancia concedida a cómo el emisor interacciona con el lector y las fuentes intertextuales que pueblan el escrito, además de cómo se posiciona en el texto y construye su voz propia en el discurso.

Escribir un texto académico, de esta forma, implica participar en una conversación polifónica con la comunidad disciplinaria, que será la encargada de aceptar o refutar en última instancia las afirmaciones y puntos de vista presentados. Para que lo primero ocurra, será fundamental que el autor se adapte a las convenciones establecidas por el contexto social (disciplina, género, lengua, etc.) hacia el que se dirige el texto. Pero esto, por sí solo, no resulta suficiente, ya que, para lograr este fin, el escritor debe tener siempre presente la necesidad de valerse de recursos discursivos que modifiquen, transformen y completen las proposiciones establecidas en el texto de forma efectiva. Solo de este modo podrá seducir al lector sobre el valor de sus ideas, a quien debe involucrar en el escrito de manera cómplice y activa. Como consecuencia de este propósito, resulta comprensible la atención prestada a las unidades metadiscursivas en las últimas décadas —especialmente en el ámbito anglosajón— como medio para dotar el contenido proposicional de un texto de un estilo más personal, coherente, claro y fácil de seguir.

Con base en estas ideas, en el presente artículo se expone una revisión teórica del concepto del metadiscurso a lo largo de su evolución durante los últimos cuarenta años. Seguidamente, se abordarán sus características idiosincrásicas en los textos escritos en español. Esta revisión incluye la perspectiva retórica intercultural, la cual define los recursos del metadiscurso en español por contraste con otras lenguas. La base de tal comparación en este trabajo será el contexto anglosajón, en el cual nació y se desarrolló el modelo, y desde el que se han realizado las contribuciones más relevantes publicadas hasta la fecha. En definitiva, este artículo pretende ser una introducción, un bosquejo que inspire futuros trabajos de mayor calado y envergadura, los cuales contribuirán de manera profusa y sistemática a expandir las notas apuntadas en las próximas líneas.



METADISCURSO: DEFINICIÓN Y DESCRIPCIÓN

La definición del término metadiscurso implica una distinción de inicio entre dos maneras diferentes de entender este concepto, una acotada, que se refiere a un conjunto de recursos pragmalingüísticos que tienen como función principal contribuir a la adecuada organización del discurso, y otra más amplia, mediante la cual se trata de vincular al hablante con su audiencia en la interacción comunicativa. En la segunda, el fin último que persigue el emisor es el de convencer al receptor de la pertinencia de las ideas expresadas en el texto a través de la proyección de una representación creíble de sí mismo y de sus juicios. Partiendo de esta distinción, Ädel y Mauranen asocian ambos enfoques del metadiscurso con dos tradiciones históricamente diferenciadas. En la versión reducida, prima la función reflexiva del lenguaje como característica principal. En aquella, el texto es utilizado para hablar sobre el texto, mientras que, por otro lado, en la versión extendida la interacción comunicativa resulta fundamental. A la primera se la conoce como «modelo no integrativo» o «modelo reflexivo», y a la segunda como «modelo integrativo» o «interactivo».

En este trabajo parto de la versión amplia o modelo integrativo/ interactivo desarrollado por Hyland tras su última revisión, por ser la más extendida de las propuestas que estudian la interacción en el discurso académico escrito y estar avalada por la mayoría de los estudiosos especializados en el tema. Además, esta concepción del metadiscurso se emparenta directamente con otros aspectos discursivos importantes, tales como la evaluación, la cortesía verbal, el criticismo, la organización textual, el lenguaje persuasivo o la voz expresada por el autor en el texto, los cuales resultan altamente relevantes para la consecución de las metas pedagógicas enunciadas al principio de este artículo.

Hyland considera que el modelo integrativo/interactivo desempeña principalmente una función interpersonal en ambas de las dos dimensiones en las que lo divide, una compuesta por recursos «interactivos» y otra por «interaccionales». La primera de ellas, la interactiva, coincide en cierta medida con la concepción no integrativa enunciada por Ädel y Mauranen, la cual permite a la audiencia reconstruir la estructura textual y seguir el avance del discurso de forma ordenada. A pesar de reconocer este valor principal en las unidades interactivas, Hyland considera que los recursos listados bajo esta categorización todavía conservan un valor interpersonal mediante el cual el escritor se posiciona y guía al lector en el texto. Sin duda alguna, los recursos interaccionales están más específicamente enfocados hacia este fin, ya que se emplean en este contexto tanto para evidenciar la actitud propia del autor hacia la información expuesta como para realizar la evaluación de los contenidos y la audiencia del texto.


Tabla 1. Modelo de metadiscurso en textos académicos. Fuente: Hyland, Metadiscourse: Exploring interaction in writing, Longman, 2005, p. 49.


El esquema de la Tabla 1 ha sido empleado en miles de estudios centrados en el análisis de la interacción oral y escrita, lo que ha dotado al término de gran entidad dentro de las disciplinas en las que ha sido ampliamente utilizado, como es el caso de la Lingüística Aplicada y el Análisis del Discurso. El metadiscurso permite entender la lengua en uso en la exploración que realizan los escritores para introducir sus ideas y presentarse a sí mismos, de negociar los argumentos y de implicar al lector en los contenidos expuestos en el escrito. En otras palabras, estos recursos metadiscursivos facilitan que el receptor pueda comprender, procesar y digerir convenientemente la información contenida en el escrito. Los recursos pragmalingüísticos puestos en práctica para cumplir este fin dependen de cada género, lengua y comunidad disciplinaria y, por lo tanto, se modificarán en función del contexto concreto de uso sujeto a estas variables.



CRÍTICAS AL MODELO DE METADISCURSO INTEGRATIVO/ INTERACTIVO

A pesar de la innegable aceptación, favorable acogida y prestigio del que disfruta este concepto, no ha estado exento de críticas en diversos frentes desde su nacimiento. Sobre esto, Thompson señala que una debilidad del esquema de Hyland radica en su propio empeño por subrayar los fallos de los modelos precedentes, ya que algunos de los problemas que este autor critica parecen ser inherentes al constructo y, por lo tanto, irresolubles y, desde luego, también aplicables a su propuesta. Así, por ejemplo, en la bibliografía existente sobre el tema, se distinguen algunos problemas centrales que afectan a la propia definición y a los estudios específicos centrados en el análisis del metadiscurso, los cuales se explican a continuación:

a) El valor metadiscursivo de un escrito solo puede ser reconocido en su contexto, ya que una misma forma lingüística puede ser categorizada de diferentes maneras. En algunas ocasiones, una misma forma léxica adopta valores metadiscursivos, pero no en todos los casos. Así ocurre con la palabra «siempre» en los siguientes ejemplos. En el primero de ellos adquiere un valor enfático condicional: «La operación debe realizarse “siempre” que los cirujanos sean expertos”. En este otro caso, sin embargo, el lexema es referencial y posee un valor denotativo temporal exento de valor metadiscursivo: «Estos contratiempos ocurren “siempre” en las operaciones de este tipo».

b) En relación al punto anterior, la decisión individual de cada investigador para seleccionar las formas que participan del modelo metadiscursivo en su estudio (y en su lengua) imposibilita la comparabilidad entre los corpus. En este sentido, conviene recordar la diferenciación que establecían Ädel y Mauranen entre los modelos del metadiscurso integrativo y no integrativo, los cuales adoptan también diferentes metodologías cuantitativas y cualitativas. Mientras que los primeros tienden a seleccionar unidades léxicas individuales del discurso como base de los estudios cuantitativos en un modelo metodológico de análisis «estrecho» (denominado thin por Ädel y Mauranen), en las investigaciones de tipo cualitativo —más frecuentes en el modelo no integrativo— se presta una mayor atención al componente textual-discursivo (versión «ancha» o thick en la terminología de Ädel y Mauranen). Debido a que el metadiscurso es un fenómeno funcional, no existe una sola categoría lingüística formal que pueda identificarse con cada realización metadiscursiva. Las unidades de este sistema pueden adoptar la forma de palabras, frases, cláusulas, e incluso series de cláusulas en función de las decisiones metodológicas tomadas por cada investigador según su propio criterio subjetivo de análisis. Como su computación resulta compleja, en las investigaciones de corte cuantitativo habitualmente se prefiere trabajar con unidades léxicas más fácilmente medibles, lo que lo convierte en el sistema más extendido entre los modelos metodológicos utilizados para analizar el metadiscurso.

c) Las unidades metadiscursivas están sujetas a multifuncionalidad, es decir, un mismo elemento lingüístico puede desempeñar más de una función metadiscursiva al mismo tiempo. En estos casos, Ädel propone elegir una de las posibles funciones como la primaria y principal, aunque esta decisión no siempre permite despejar incertidumbres, ya que la selección depende —nuevamente— del criterio subjetivo del investigador. Por lo tanto, este hecho dificulta sustancialmente la comparabilidad entre el análisis de los corpus realizados por diferentes autores, como veíamos que sucedía también con otros factores descritos más arriba. Esta práctica es doblemente sesgada si consideramos la imposibilidad de que la persona que analiza —e interpreta— el texto tenga certidumbre de lo que el escritor quiso decir en el momento de redactarlo.

d) Otro motivo de desacuerdo y discusión entre los expertos ha sido el de la representatividad de la muestra analizada, pues los corpus solo pueden dar cuenta de un fragmento parcial del discurso en un género de una disciplina concreta. Sobre dicha representatividad, Swales expone cómo existen categorías lingüísticas (p. ej. glosas de código) que resultan infrarrepresentadas en el nivel cuantitativo con respecto a otras (p. ej. intensificadores), pues a pesar de su menor frecuencia de aparición en el texto, son elementos cualitativamente más relevantes para interpretar el discurso de modo eficaz.

e) La inclusión de los evidenciales dentro del grupo de los recursos interactivos ha sido criticada por Thompson, quien entiende acertadamente que estas unidades están claramente orientadas a la interacción que el escritor mantiene con el lector y relacionadas, por lo tanto, con la modalidad epistémica. Thompson sostiene que Hyland incluye los evidenciales dentro del grupo de recursos interactivos con el solo propósito de mantener el esquema interpersonal de su modelo dividido en dos pares simétricos de cinco elementos cada uno.



EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE METADISCURSO

Tras haber definido los distintos modelos de metadiscurso en los apartados anteriores, haber expuesto la propuesta de Hyland y comentado las críticas vertidas sobre su definición y metodología de análisis, a continuación, se describe la evolución histórica que ha experimentado este fenómeno pragmático desde su surgimiento a finales de los años cincuenta hasta nuestros días.

El término ‘metadiscurso’ fue acuñado por Harris en el contexto de la lingüística estructural, aunque no comenzó a ganar presencia hasta los años ochenta del pasado siglo con los trabajos de Schiffrin, Vande Kopple, Crismore y Crismore, Markkanen y Steffenson, entre otros. Desde una perspectiva cada vez más cercana a la lingüística funcionalista, estos autores exploraron la capacidad de este término para trascender el valor proposicional del texto en la organización, interpretación y evaluación de los elementos dispuestos en el discurso.

Fundada en las metafunciones textual e interpersonal descritas por Halliday, Vande Kopple ideó una taxonomía en la que dividía el metadiscurso en dos categorías, la textual (text connectives, code glosses, illocution markers, narrators), intrínseca al lenguaje, y la interpersonal (validity markers, attitude markers, commentaries), orientada a los fenómenos no proposicionales, ambas relacionadas respectivamente con las funciones lingüísticas de «modo» y «tenor» del registro identificadas por Halliday. Esta tipología sirvió de base para otras clasificaciones posteriores, como la de Crismore, Markkanen y Steffenson, quienes revisaron esta taxonomía. Para ello, mantuvieron la división anterior, aunque escindiendo la categoría textual en dos, la textual y la intertextual.

Por su parte, Hyland y Tse introdujeron una serie de modificaciones en la división clásica del metadiscurso (textual e interpersonal) apoyándose en la descripción de Thompson, quien distinguía entre recursos interactivos e interaccionales. Esta nueva concepción del metadiscurso considera que las elecciones discursivas realizadas por los interlocutores en el texto son el resultado de la relación comunicativa construida entre el autor y su audiencia dentro de una comunidad discursiva determinada. Además, y a diferencia de las propuestas anteriores, tanto los recursos metadiscursivos interactivos (ponen en común las distintas partes del texto facilitando la comprensión e interpretación del lector) como los rasgos interaccionales (posicionan la presencia del autor e implican al receptor en el texto) se entienden como opciones válidas para expresar el componente interpersonal en la escritura.

Como mostramos en el apartado «Metadiscurso: definición y descripción», esta es la base del modelo de metadiscurso presentado por Hyland, en el que se reconoce como central la función interpersonal de todos sus componentes. Además, también mantiene relación con las tres metafunciones descritas por Halliday, la ideacional, la interpersonal y la textual. La primera de ellas se refiere al significado proposicional del lenguaje, mientras que las otras dos se relacionan con las funciones interactiva (textual) e interaccional (interpersonal) delimitadas por Hyland y Tse y Hyland en su propuesta. Un rasgo característico de la división planteada por Halliday que la diferencia de Hyland se relaciona con la percepción del lenguaje, ya que el primero analizaba simultáneamente los segmentos discursivos —sin llegar a delimitarlos aisladamente— para adherirlos funciones textuales, interpersonales e ideacionales. Hyland, por su parte, trabajaba con unidades léxicas independientes que adquieren un valor metadiscursivo determinado. En revisiones posteriores se referirá a esta concepción metodológica como un error en el diseño para analizar el metadiscurso, cometido en sus primeros estudios y que corrige convenientemente en los realizados durante esta última década.

Esta postura, como comentamos arriba, se enfrenta a concepciones diversas defendidas por otros lingüistas que abogan por el modelo no integrativo/ reflexivo, como el metatalk, el meta-texto o el discurso reflexivo, quienes estiman que el metadiscurso debe hacer únicamente referencia a los aspectos metatextuales y organizativos del lenguaje. Todas estas calificaciones parten de la función en la función metalingüística del lenguaje de Jakobson y las categorías del lenguaje estudiadas por Halliday en relación al metafenómeno. Sin embargo, como comenta Hyland cuando se refiere a trabajos como el de Mauranen, existe cierta dificultad para justificar un modelo encorsetado en estas lindes, el cual rehúye —aunque incluye— en la descripción de sus categorías la consideración interpersonal de ciertos aspectos sociales relacionados con cómo los escritores se relacionan con sus lectores.

Otro conocido modelo sobre el metadiscurso es el desarrollado por Ädel, quien sigue la propuesta de Mauranen en algunos aspectos —incluso en el nombre, reflexivo—, pero que los transgrede en otros. Esta investigadora reconoce, por una parte, los recursos dispuestos para organizar el escrito, los cuales se refieren al texto mismo. Sin embargo, también comprende en su clasificación los elementos compositivos que se tienen en cuenta en la interacción mantenida entre el emisor y el receptor, los cuales guardan una relación estrecha con la dimensión interaccional descrita por Hyland.

Con el fin de sellar la controversia entre estas diferentes propuestas del metadiscurso, activas todas y coexistentes en la actualidad, Flowerdew propone el reconocimiento de una serie de constantes comunes a todas ellas, postura con la que no podemos estar más de acuerdo. Primero, este autor considera el metadiscurso como un elemento referido al significado no proposicional del texto. Segundo, y asociado a esta idea central, destaca la función comunicativa que desempeñan estos recursos en la transmisión de la información, cuyo propósito último no es otro que el de dirigir al lector hacia una interpretación adecuada de los contenidos propuestos en el escrito. Estos dos puntos, por lo tanto, trascienden las diferencias anteriormente explicadas sobre los modelos integrativo y no integrativo.



MODELOS DE METADISCURSO EN ESPAÑOL

En este apartado me referiré de forma específica a los modelos planteados en lengua española sobre el metadiscurso, concretamente los de Chao Parapar y Salas, que representan el trasunto en español de las propuestas integrativa/interactiva de Hyland y la no integrativa/reflexiva de Ädel, respectivamente. En los dos casos se han trasladado a la lengua española conceptos provenientes del mundo anglosajón, pasando por alto la identificación de nuevos elementos funcionales que supusieran una modificación sustancial con respecto al marco de partida. Los mayores esfuerzos que han realizado ambos autores en estas calificaciones tienen que ver con la reestructuración de las categorías presentadas en sus respectivos estudios y la redefinición de los elementos léxico-gramaticales incluidos en cada una de ellas, siempre teniendo en cuenta las diferencias lingüísticas existentes entre el inglés y el español. Tanto el modelo de Chao Parapar como el de Salas, aunque interesantes y novedosos, no representan por sí solos una concepción diferente del metadiscurso, ya que están fuertemente subordinados a las clasificaciones originales de las que proceden. El de Chao Parapar, aunque resulta original y sugerente, carece de una justificación explícita más detallada que explique las decisiones tomadas en la realineación de las categorías. Por el mismo motivo, tampoco queda claro el objetivo que persigue el autor con su división, más allá de su admirable intento por diferenciar algunos de los rasgos de la interacción lingüística disonantes entre las dos lenguas. Comenta este investigador, por ejemplo, que algunos de los recursos interaccionales utilizados en español, a diferencia de lo que ocurre en inglés, no se dirigen al lector, sino al propio autor del texto o a ambos interlocutores.

Por su parte, Salas crea nuevas realizaciones en su modelo, añadiendo una tercera categoría al esquema propuesto por Ädel. En esta, la autora agrupa algunas de las formas léxico-gramaticales que son propias del sistema lingüístico español y que no encuentran correspondencia en lengua inglesa. Aunque esta exploración es ciertamente una tarea bien necesaria, sin embargo, disentimos con la autora en su enumeración de los tres procedimientos lingüísticos distintivos del español (auto menciones realizadas a través del sistema verbal, auto menciones a través de varias formas impersonales de verbos discursivos y directivos impersonales), especialmente en la marca de idiosincrasia de la realización VDI, de cuyas cuatro subcategorías solo la de pasivas con se impersonal parece ser propia del español.

En un intento similar por hallar formas idiosincrásicas del metadiscurso en español, Beke identificaba las estructuras hendidas como propias de esta lengua. A diferencia de Salas, esta autora las integraba dentro del modelo preexistente de Hyland, el cual tomaba como punto de partida para realizar el análisis de su corpus.

Como se ha comentado en las líneas anteriores, la exploración del metadiscurso en español no se ha prodigado en busca de un nuevo paradigma y los investigadores se han servido frecuentemente de los ya existentes en el contexto anglosajón. Por lo tanto, podemos concluir este apartado afirmando que las funciones del metadiscurso en lengua española coinciden plenamente con las descritas en lengua inglesa y no se contempla la existencia de categorías funcionales nuevas, a diferencia de lo que sí ocurre en otros campos, como el de la cortesía verbal. En este sentido, los estudios más extendidos en español son los que aplican la taxonomía de los recursos metadiscursivos a diferentes géneros especializados del ámbito académico y profesional, así como los de tipo contrastivo entre lenguas diferentes. Estos últimos han comparado preferentemente el funcionamiento de los recursos metadiscursivos empleados en español con los utilizados en lengua inglesa. Es por este motivo que hemos tomado este idioma como referencia para establecer las características principales del metadiscurso en español, las cuales definimos a partir de su contraste con el inglés en el siguiente apartado.



CARACTERÍSTICAS DEL METADISCURSO EN ESPAÑOL

El modelo integrativo/interactivo de Hyland ha sido también el más utilizado en la gran mayoría de los estudios contrastivos realizados entre el inglés y el español, cuyos resultados han permitido perfilar las características más frecuentes del metadiscurso en lengua española. Por imperativo de espacio, no voy a reproducirlos todos en este trabajo, sino que destacaré una serie de características y resultados comunes que comparten las investigaciones que han tenido en cuenta este recurso en español.

Sin duda, los resultados más equidistantes con la lengua inglesa se han obtenido en la dimensión interactiva del metadiscurso. Así, en un estudio contrastivo realizado por Lee y Casal en el que los autores analizaron un corpus de 200 memorias de máster escritas por estudiantes nativos de ingeniería en español y en inglés, los datos revelaban que existían diferencias significativas en la frecuencia de uso de las unidades metadiscursivas entre ambas lenguas, más abundantes en la primera de ellas. Esta desigualdad se reflejaba también en la mayoría de las subcategorías del metadiscurso analizadas. Los datos coinciden con otros estudios similares realizados entre las dos lenguas, lo cual permite establecer un patrón diferenciador de partida entre estos idiomas en cuanto a la cantidad y la frecuencia de uso del metadiscurso interactivo.

Así lo hace Mur Dueñas, quien advierte de la diferencia significativa en el modo de concebir el discurso académico entre los escritores de estas dos lenguas. La autora se hace eco de la división establecida por Hinds entre los escritores que adoptan un estilo que orienta la comunicación hacia el lector (reader-responsible writing style), frente a los que favorecen la perspectiva contraria (writer-responsible writing style) y se afanan por guiar al lector a través del texto. Esto último se logra mediante el uso frecuente de conectores lógicos, marcadores ilocutorios y endofóricos en el discurso, recursos todos que tienen como fin facilitar la comprensión del escrito por parte del lector. Mur Dueñas observa en los resultados de su estudio que los escritores españoles generalmente descuidan el uso del metadiscurso interactivo para priorizar algunos de los aspectos interaccionales del discurso (intensificadores, marcadores, de actitud, marcadores relacionales y automenciones), mediante los cuales pretenden establecer vínculos con la audiencia del texto (reader-responsible writing style). Según esto, y como confirman otras investigaciones, los escritores que tienen el español como lengua materna exigen un mayor esfuerzo de los lectores para interpretar los contenidos del trabajo académico escrito. Por el contrario, los autores que redactan sus trabajos en inglés muestran una actitud bien distinta, pues facilitan la comprensión del texto por medio de la construcción de una estructura bien organizada en la que abundan los recursos interactivos (conectores lógicos, marcadores ilocutorios, endofóricos, etc.) para guiar al receptor en la lectura. Estos elementos metadiscursivos interactivos, como señalaron los autores de estos estudios, no son tan frecuentes ni abundantes en español, por lo que las partes del texto no aparecen tan explícitamente cohesionadas en esa lengua y, como consecuencia, resulta más complejo establecer relaciones claras entre los diferentes temas expuestos en su discurso. Esto, sumado a la ya natural tendencia del español a la subordinación y a la digresión, dificulta y oscurece la interpretación de los textos académicos escritos en esta lengua.

Otro aspecto del metadiscurso interactivo que merece comentario aparte es el de los evidenciales, un recurso que sirve para contextualizar y polemizar con otros autores que se han referido previamente al tema objeto de estudio de la investigación. En este sentido, la bibliografía al respecto muestra que los escritores anglosajones criticaban más frecuentemente que en el grupo español el trabajo de sus colegas al establecer evaluaciones de las fuentes con el propósito de promocionar sus estudios. Por su parte, los españoles rehuían la crítica directa de forma estratégica con el fin de evitar el enfrentamiento.

De las categorías interaccionales del metadiscurso señaladas por Hyland, la tendencia observada en los estudios empíricos realizados con escritores que tenían el español como lengua materna —en contraste con los anglosajones— apunta a que los recursos que sobresalen en su producción son los intensificadores y los marcadores de actitud. En otras investigaciones, los marcadores relacionales y las automenciones presentan también un mayor número de ocurrencias en español con respecto a los resultados obtenidos en lengua inglesa, aunque estos datos están sujetos a la variación de género y disciplina. Por otro lado, la categoría que prolifera en inglés en todos los estudios consultados es la de los mitigadores. Este recurso se utiliza con el objetivo de expresar opiniones de forma indirecta y matizada, en cierto modo, eludiendo el compromiso con la afirmación propuesta. La tendencia a atenuar el discurso se ha relacionado frecuentemente con un aspecto cultural expresado a través de la lengua, la cortesía negativa, a través de cuyo empleo el emisor del mensaje trata de protegerse de las posibles reacciones del interlocutor, es decir, trata de evitar las amenazas a su imagen negativa. Esta decisión metadiscursiva dota al texto de un estilo más persuasivo, pues se esquiva la imposición directa dirigida al lector sobre las ideas y los juicios expresados en el escrito, en favor de una interacción negociada más dialógica.

Frente a esto, el registro académico de los hablantes de español se caracteriza por el uso de estrategias de cortesía positiva que involucran a los lectores en el texto apelando a la solidaridad del grupo. Para ello, estos escritores tienden a reforzar su relación con el lector mediante el uso frecuente de marcadores relacionales en el texto. En palabras de Lafuente-Millán, los escritores nativos de español utilizan más estrategias de cortesía positiva con el propósito de realzar la imagen positiva del escritor, para lo que resulta necesario mostrar la solidaridad con el grupo mediante el uso de pronombres de primera persona y otros recursos relacionales inclusivos (como el imperativo o las preguntas) que implican al autor con la audiencia y le hacen partícipe de los argumentos expuestos. Relacionado con esto, la cortesía positiva se manifiesta en la expresión más asertiva, personal y comprometida con los contenidos emitidos mediante el uso frecuente de intensificadores y marcadores de actitud. Esto coincide, como describimos arriba, con otras de las características propias del metadiscurso escrito en español.

A esto contribuye también el uso de las automenciones o auto-referencias, es decir, el uso de pronombres de primera persona y adjetivos posesivos. Las automenciones ocupan un lugar destacado en la escritura académica, ya que mediante este recurso los escritores enfatizan y definen su posición como autores en la negociación del significado con el lector en el texto. Este recurso permite que el autor establezca su lugar en una determinada comunidad social, es decir, que posicione las virtudes de su estudio en el contexto de la disciplina frente a otras investigaciones similares que se han realizado previamente sobre el tema. Diversos trabajos muestran cómo mientras en inglés los alumnos hacen un mayor uso de la primera persona del singular y plural —en cierta medida por las características morfológicas propias del inglés, las cuales exigen el uso de este pronombre—, los escritores españoles tienden a utilizar con mayor frecuencia el pronombre «nosotros» de modo inclusivo en lugar de la forma «nosotros» con valor de plural mayestático.

A pesar de lo comentado en el presente trabajo sobre los elementos idiosincrásicos del metadiscurso en la escritura académica en español, otras unidades distintas pueden aparecer en diferentes contextos sociales de uso, en concreto, las relacionadas con el género y la disciplina. De este modo, por ejemplo, el uso de automenciones, intensificadores y marcadores de actitud se neutralizará en el caso de los escritores universitarios —especialmente los de posgrado— con respecto a los escritores expertos, ya que los primeros tienden a mostrarse más prudentes y conjeturales en la expresión de sus ideas. De la misma manera, otros autores han comprobado cómo las convenciones de la disciplina suelen predominar sobre las diferencias metadiscursivas impuestas por el empleo de lenguas y géneros distintos. Esto justifica también, por ejemplo, los desacuerdos que se producen entre trabajos contrastivos realizados con diferentes géneros y disciplinas, como en los ya citados de Mur Dueñas (artículos de investigación en el ámbito de los negocios) y Lee y Casal (estudios de posgrado en ingeniería). Mientras que en el primero prevalecía el uso de intensificadores en español sobre el inglés y se hallaba un número menor de automenciones en español, Lee y Casal obtuvieron resultados contrarios en su estudio.

Por el contrario, y a pesar de la intervención de estas variables en el empleo de las unidades metadiscursivas, otras investigaciones avalan la existencia de características propias del metadiscurso en cada lengua. Así lo confirman los trabajos que comparaban la producción en L1 de escritores que tienen el español como lengua materna con otros grupos de la misma nacionalidad que escriben en inglés como L2. Los resultados de estos estudios mostraban cómo los rasgos metadiscursivos de los escritores nativos de español se transferían a la L2 cuando los autores redactaban sus textos en inglés.



CONCLUSIONES

La presencia del metadiscurso en el intercambio lingüístico resulta esencial para asistir al lector en la navegación y en la clara comprensión de un texto, así como para garantizar que la intencionalidad del autor al comunicar sus ideas es expresada de manera apropiada. Por lo tanto, y a pesar de carecer de contenido proposicional, el metadiscurso desempeña un papel fundamental en la transmisión de la información.

En este artículo se ha evidenciado cómo el contexto lingüístico cultural influye en la selección retórica efectuada por el escritor cuando redacta un texto escrito en el ámbito académico. De este modo, se han definido las particularidades generales del metadiscurso en lengua española a partir de la comparación con los datos obtenidos a través de diversas investigaciones contrastivas realizadas con el inglés. Este contraste ha permitido comprobar cómo existen maneras diferentes de organizar los argumentos y de interactuar con los lectores en el discurso escrito en diferentes contextos culturales. Del mismo modo, se debe advertir también la necesidad de adaptarse a las convenciones del género y la disciplina en todo momento.

En los subsiguientes trabajos sobre este asunto se debería dar cuenta con más detalle de los distintos modelos, recursos funcionales y unidades léxico-gramaticales idiosincrásicos del metadiscurso español en una obra de mayores dimensiones. Esto propiciaría una respuesta válida a las diferentes implicaciones pedagógicas que subyacen a este fenómeno.




octubre 04, 2024

En sectores donde las necesidades son tan urgentes, no se puede promover la lectura solo como un acto placentero o la biblioteca solo como espacio para leer e ir a hacer las tareas


Carolina Vigneaux Lobato e Ignacia Saona Urmeneta
«Entrevista a Gonzalo Oyarzún: la biblioteca debe hacer evidente que sirve, y mucho, en la vida de las personas»

Palabra clave (La Plata), vol. 13, n.º 1 (octubre de 2023 - marzo de 2024).

Palabra clave (La Plata) | Universidad Nacional de La Plata | Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Departamento de Bibliotecología | La Plata (Buenos Aires) | ARGENTINA

Se incluye a continuación un extracto de las páginas 2 a 6 de la edición del artículo en PDF. Véanse referencias en la publicación original.

Licencia Creative Commons.


Imagen del programa BiblioRedes.


Carolina Vigneaux e Ignacia Saona (entrevistadoras): ¿Qué cambios harías en el trabajo actual de las bibliotecas públicas de Chile?

Gonzalo Oyarzún (GO): Creo que la lectura debe contribuir a paliar algunas necesidades urgentes. No podemos solo llevar poesía a comunidades que están preocupadas por cuestiones de sobrevivencia. El punto es que sepamos contribuir a sus necesidades: si la necesidad es entretención y una revista Condorito funciona, bien, si un libro de autoayuda contribuye a disminuir la angustia, bien también. El objetivo sería hacer de la lectura algo común en la vida de las personas, que pase a ser cotidiana.

Si los libros son parte de tus espacios, no te cuestionas para qué están, porque son parte de tu vida. No es necesario, a mi juicio, que todo el mundo sea lector, pero sí que todos tengan potencialmente acceso a la lectura y eso se logra llevando libros a las casas, a la vida cotidiana de la gente, porque son literatura, pero también son salud, o economía, o cualquier otra cosa que requieran las personas.

Tengo la impresión que hemos desarrollado nuestros planes de lectura pensando más en la gente que lee, en cambio el expresidente Pedro Aguirre Cerda, con el lema de «gobernar es educar», se propuso un plan de alfabetización para que los trabajadores produzcan más y mejor, para tener un país más industrializado y para que a los trabajadores no los engañen en sus derechos laborales. Que sepan leer y comprender un contrato de trabajo y que sean capaces de defender sus derechos. Ahí la lectura tiene un sentido, es la misma razón por la que en países como Alemania, Suecia o los Países Bajos hablan de alfabetización (literacy) para referirse a contenidos relativos a salud, democracia, productividad, cómo buscar trabajo, etc. Leen, es cierto, y ficción también, pero consideran la lectura como funcional para la vida laboral o para la defensa de los derechos humanos.

En las Directrices IFLA/UNESCO para el desarrollo del servicio de bibliotecas públicas (2001) ya se planteaban las «bibliotecas sin muros» como estrategia, que es un esfuerzo de sacar a las bibliotecas al espacio público. Esto se ha estado haciendo con iniciativas como Bibliometro, Casero del libro, los bibliomóviles, las «cajas viajeras», biblioplayas, bibliopiscinas, por nombrar algunos ejemplos, y creo que hay que continuar en esa dirección.


Entrevistadoras: ¿Cómo se evalúan los programas públicos de fomento lector, cómo podemos cuantificar sus resultados?

GO: Se evalúa, principalmente, la cantidad de préstamos, de usuarios y de visitantes a las bibliotecas. Lamentablemente, no hay estudios de impacto propiamente tal, porque se tendría que considerar un estudio que mida no solo qué tan exitoso fue cierto programa de fomento lector, sino que medir también qué cambios generó en el entorno, qué pasó en ese lugar cuando llegó el proyecto. Son pocos los estudios de impacto, porque son difíciles de desarrollar. Al final, tenemos datos, estadísticas, pero estudios completos, yo creo que no.

Existen estudios sobre algunas inversiones como la creación de las bibliotecas regionales, que han tenido un efecto multiplicador, se han convertido en referentes culturales de los lugares donde están emplazados. Hay encuestas de consumo cultural, donde la lectura está presente. Se han realizado estudios sobre lectura y alfabetización funcional en Chile cada cierta cantidad de años, pero creo que aún estamos en deuda.

El Estado ha realizado grandes inversiones a través del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (y sus organismos predecesores), pero no hay estudios que muestren los resultados en este sentido. Podemos suponer que la gran cantidad de actividades realizadas y los libros enviados a las bibliotecas han tenido un efecto positivo, y tiendo a creer que eso debe ser así, pero no conocemos los resultados de esa inversión, nos faltan estudios.


Entrevistadoras: Entonces, ¿qué estarían persiguiendo las políticas públicas en cultura, cómo se puede explicar la falta de indicadores?

GO: Me parece que debería ser rol del Estado producir mediciones. Los indicadores en torno a la lectura han estado en otra parte, como en la ejecución presupuestaria o al cumplimiento de metas del gobierno de turno, que es como se mide a los servicios, más que a las políticas mismas. Se han hecho evaluaciones de algunas políticas, se realizaron encuestas, se elaboraron estadísticas, se produjeron indicadores especialmente en temas de tecnología y capacitación, se desarrollaron algunos estudios, pero, efectivamente, no tenemos indicadores que permitan evaluaciones a largo plazo. Quizás eso pueda responder a una falta de información generalizada en el sector. Podemos saber el precio de la uva en las últimas dos décadas, sus niveles de producción, los volúmenes de exportación, el precio de esas exportaciones e incluso en qué mercados se comercializó.

En el caso de la industria del libro no contamos con más estadísticas que la del ISBN, un dato extremadamente engañoso porque es muy probable que la mitad de los libros que allí se declaran nunca llegaron realmente a imprimirse, pero ni eso se sabe con certeza. La última Política Nacional de la Lectura y el Libro (2015-2020) tuvo una evaluación, pero ninguno de los planes de lectura desarrollados en Chile en las últimas dos décadas ha sido evaluado. Tiendo a pensar que en otros ámbitos, como en agricultura, o minería, por ejemplo, el Estado trabaja bastante los indicadores, porque una mala decisión puede costar millones. En nuestro sector tenemos la firme convicción de que «leer es bueno», pero para una política pública eso no basta. Deberíamos tener evidencias a lo largo del tiempo, poder demostrar que la lectura impacta positivamente en la sociedad, lo que es posible de realizar, hay bastante investigación y una enorme cantidad de datos. Debemos construir esa herramienta, estamos a tiempo.


Entrevistadoras: ¿Has participado en proyectos públicos de fomento lector que hayan estado orientados a público adulto, específicamente femenino y popular?

GO: Mi percepción a primera vista es que no han existido muchos programas específicos para mujeres, y tampoco hay muchos programas específicos para adultos. Si bien, sí hay acciones de fomento a la lectura, son cosas distintas. Están los clubes de lectura, que generalmente se dividen por género, incluyendo a toda la diversidad sexual, y también los dirigidos a adultos mayores, y están los encuentros con escritores y escritoras. Recuerdo ahora dos proyectos que estuvieron enfocados en mujeres, son: un programa de BiblioRedes y Letras en Género.

El primero era de alfabetización en tecnologías de la información y se implementó el 2002 cuando se detectó que la mayor brecha digital se encontraba en mujeres adultas, en edad laboral, porque niños y jóvenes tenían más acceso a través del colegio, y los hombres en edad laboral tenían más acceso en el lugar de trabajo, por eso el proyecto estuvo intencionado en un principio hacia mujeres.

El otro programa era «Letras en género», que derivó en un inventario de servicios, lecturas y libros con pertinencia de género. El Servicio Nacional de Bibliotecas Públicas publicó una primera guía el 2009, que posteriormente se reeditó en 2014, y se hicieron otras publicaciones más específicas los años siguientes. Uno de los propósitos de este programa era que las colecciones que se adquieren para bibliotecas tengan pertinencia de género, es decir, que pongan la atención ahí, aunque no de manera tan evidente, por ejemplo: una novela policial con un relato que puede ser pertinente.

Quienes ocupan las bibliotecas públicas son un pequeño grupo de la población que está más comprometida con el desarrollo social de su comunidad, en lo político, religioso, deportivo... Tengo entendido que en todo el mundo, salvo en Perú, las mujeres son las que más van a las bibliotecas. Uno podría conjeturar muchas cosas, entre otras, que se debe a que las mujeres adultas llevan a sus hijos en edad de crianza, pero no hay certeza al respecto. Cuando llegan a la tercera edad los hombres vuelven a ir a la biblioteca, probablemente porque tienen más tiempo libre. Lo que he visto, pero aún no sé explicar del todo, es que las mujeres entre los diez y los veinte años asisten a la biblioteca más que los hombres.


Entrevistadoras: ¿Las explicaciones pueden tener relación con la mayor especialización del mercado editorial en la literatura juvenil para adolescentes de género femenino que masculino? Junto con que la lectura se enseña en las escuelas como una actividad privada, que es más fomentada en las niñas generalmente.

GO: Posiblemente. Volviendo a la pregunta inicial, el único proyecto que, sin tener intención de género, logró un mayor impacto en mujeres fue «El Casero del libro», y me tocó implementarlo en los primeros años. Una anécdota: había una señora que tomaba los libros infantiles y nos decía «qué bonito y qué buenos están estos libros para mis nietos», pero después nos enteramos que los libros eran para ella, porque tenían letra grande y era una lectura breve; entonces le eran perfectos. Su hija nos contó que se los llevaba y se los leía a ella también.

Ahí detectamos, por lo que nos decía la misma gente, que muchas veces no les gustaba ir a las bibliotecas porque eran lugares muy formales, encontraban que eran lugares para que los niños vayan a hacer las tareas. Y «El casero del libro» rompía con esa supuesta formalidad, porque los libros y la biblioteca estaban en un espacio habitual para las personas: las ferias libres. Se inició en Copiapó (Región de Atacama) en agosto del 2001, la hija del presidente del sindicato de la feria llevaba el puesto, y funcionó, por lo menos, hasta antes de la pandemia.

Había otro puesto en Angelmó (Puerto Montt, Región de Los Lagos) que lo llevaba la gente del mercado, el casero del pescado. Después ese punto de préstamo se trasladó al Mercado Presidente Ibáñez (Puerto Montt, Región de Los Lagos), y fue circulando, alcanzó a estar como en quince localidades. Los funcionarios de la biblioteca de cada comuna donde se implementaba el programa eran los encargados de establecer los vínculos, buscando que en algún momento los usuarios se acercaran a la biblioteca y se dieran cuenta que no era un espacio tan formal. En Lo Prado (Región Metropolitana) funcionó muy bien también porque la encargada de la biblioteca se instalaba todos los viernes en una esquina de la principal feria libre de la comuna. Este proyecto acercaba la lectura a la comunidad, y a las mujeres especialmente, aunque no estuviese dirigido únicamente a ellas.


Entrevistadoras: En el caso de Chile, ¿consideras que los programas públicos de fomento lector tienden a estar principalmente dirigidos a niños?

GO: En mi opinión, sí, es cierto. Está bien, no hay que descuidarlos, pero niñas y niños están bastante expuestos a la lectura en el colegio y en otros espacios. Sin embargo, creo que más que incrementar las iniciativas en ese sentido, podría ser muy relevante que los esfuerzos estén puestos en dos partes: en los padres, que son los principales promotores de la lectura en sus hijas e hijos, y en los profesores, que son quienes pasan horas muy valiosas junto a los niños, pudiendo convertirlos en lectores extraordinarios.

Sin embargo, muchas veces insistimos en desarrollar programas que van directamente al niño, lo que puede ser un esfuerzo de bajo impacto, comparado con el que pueden desarrollar padres y profesores, que tiene el potencial enorme de generar competencias en los lugares donde los niños están la mayor parte del tiempo: en la casa y en la escuela. Entonces, se hace una gran inversión, pero los niños llegan a la casa y se ponen a ver TV porque no tienen libros. En cambio, si nos dedicáramos a hacer fomento lector en adultos que tengan niños a su cargo, podría producirse un cambio mucho más potente, en mi opinión, el efecto multiplicador podría ser muy grande.

Además, me parece que el componente productivo, o de salud, agricultura, programas sociales, de cuestiones que están muy presentes en la vida cotidiana de la gente, debe estar presente. La biblioteca debe hacer evidente que sirve, y mucho, en la vida de las personas, que es fundamental para el desarrollo de la sociedad y que no es solo un espacio para leer e ir a hacer las tareas. Lo que no nos debe suceder es que promovamos un concepto errado de la lectura, en sectores donde las necesidades son tan urgentes, la lectura no puede ser solo vista como un acto placentero, «el placer de leer». Esa es apenas una de las dimensiones de la lectura.

Las bibliotecas tienen que satisfacer las necesidades de las personas. Un buen ejemplo es la granoteca, en Costa de Marfil (África), una biblioteca que no solo presta libros y capacita a los agricultores, sino que además presta semillas, granos y cereales no transgénicos. Allí, los agricultores hacen trueque entre ellos y se intercambian tres toneladas de semillas al año. Eso es: desarrollo comunitario, creación de conocimientos y mejoramiento económico, tres labores fundamentales de la biblioteca contemporánea.


Entrevistadoras: ¿Ha habido un cuestionamiento desde las políticas públicas respecto a esta tendencia de orientar los programas de fomento principalmente a público infantil?

GO: Hay una intención ahí, como en los 90 se comenzaron a implementar salas infantiles, rincones especiales y guaguatecas en las bibliotecas con la intención de llevar la lectura a la primera infancia. Luego, más recientemente, se crearon salas para los adultos mayores. Ahora, hay dos experiencias de lo que me estás preguntando: una es en las afueras de Melipilla (Región Metropolitana), en una localidad llamada El Bollenar, una mujer llamada Rosa Valenzuela hizo un taller de tejido para mujeres, incluyendo a muchas de la tercera edad. Después ellas pasaban a usar el internet de la biblioteca o pedían libros también, pero el objetivo de esa iniciativa no era hacer fomento lector, sino para revitalizar la vida de esas personas. Eso fue reconocido con un premio a la innovación por EIFL Public Library Innovation Awards en 2012, entregado en Washington. Esto se transformó en un emprendimiento, por un lado, se creaba una comunidad y, por otro, se generaba un ingreso con los productos que tejían y vendían.

El otro caso que conozco está en África, en Ghana, allá las bibliotecas no hacen fomento a la lectura en la manera que lo entendemos nosotros porque, entre otras cosas, hay pocos libros. Tienen al menos dos programas: en el norte hay uno de prevención de embarazo adolescente, y otro para mujeres embarazadas, en el que la biblioteca les entrega información sobre controles preventivos, alimentación y, cuando los niños nacen, cómo cuidarlos en sus primeros años, calendario de visitas al médico, lactancia y todo lo pertinente sobre primera infancia. La biblioteca entrega toda esa información a las mujeres en la misma biblioteca o se las manda al celular.


Entrevistadoras: ¿Qué has podido percibir de los hábitos de lectura en los sectores populares?

GO: Hace algunos años, preguntándole a personas de sectores populares cuáles eran sus principales «recomendadores» de libros, descubrí que el primer lugar lo ocupa la madre, en segundo lugar, el profesor, y en un tercer lugar, más lejano, el padre y el amigo. Pienso que los planes de lectura deben dirigirse a las madres y a los profesores, porque ellos son los que mejor multiplican el efecto. Uno de mis mayores aprendizajes es que no sacamos nada con hacer campaña al usuario final, sino que tenemos que trabajar con quienes son líderes en su entorno.

La mujer es líder en la casa frente a sus hijos, y algunas lo son también frente a su barrio y a su comunidad —por supuesto también lo son algunos hombres—, y los profesores son claves. En un entorno popular, lo principal es convertir la biblioteca en un espacio cotidiano. En los países nórdicos, la biblioteca siempre ha estado presente, es muy cotidiana o al menos lo es desde hace mucho tiempo. En Chile la historia de las bibliotecas es muy reciente, tiene 30, 40 años. En la dictadura fue cuando más se construyeron, pero a inicio de los años noventa se instala un modelo más integral de biblioteca que ya se empezaba a implementar en Colombia, España, Venezuela y otros países, en el que el desarrollo de colecciones, el fomento lector y la gestión participativa toma relevancia, con Marta Cruz-Coke y Clara Budnik a la cabeza.


Entrevistadoras: En Chile, ¿crees que hay un fomento lector verticalista, asistencialista?

GO: Sí, existe como fenómeno, aunque ha ido mutando en el último tiempo. Creo que cambió la forma de concebir la lectura, aunque sigue habiendo asistencialismo. Lo voy a graficar con un ejemplo: en los últimos años se han instalado bibliotecas en cárceles de forma sistemática, eso podría identificarse con un proceso asistencialista, sin embargo, la modalidad del servicio hace que eso sea diferente, pues tiene que ver con instalar capacidades, competencias y conocimientos en comunidades que suelen no estar alfabetizadas.


Entrevistadoras: En cuanto a los programas y proyectos que has mencionado, ¿cuáles han sido sus principales dificultades?

GO: Trabajar con la comunidad no es sencillo porque no se suele estar acostumbrado a trabajar participativamente. Incluso la gente tampoco sabe muchas veces cómo enfrentar sus propios problemas. A mí me interesa la construcción de comunidad porque creo que no se saca nada con tener buenas iniciativas desde el Estado si la gente no se apropia de ellas. Y la lectura tiene mucho que aportar en esto, porque tiene un rol democratizador, favoreciendo el acceso igualitario a la información, al tiempo que mejora las oportunidades económicas de las personas.

La lectura puede ser vista desde una dimensión social, política, cultural, económica o respecto de la contribución global a la comunidad, y armoniza muy bien con las líneas de trabajo sobre capital social y económico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Si uno lo ve desde esa dimensión, con una mirada más integral, entonces puede mejorar el destino de estos esfuerzos. Quizás nuestras energías deberían estar enfocadas a grupos específicos.

Hasta ahora, con todos los grandes esfuerzos realizados en el país desde los inicios de la década de los noventa, hemos tenido un impacto bajo porque los niveles de lectura y de analfabetismo funcional que teníamos en esa época son más o menos parecidos a los que hay ahora. Naturalmente que hay que considerar muchas otras variables y elementos en la ecuación: hay muchas más editoriales que entonces y, en total, un mayor número de publicaciones, hay más bibliotecas que entonces, las acciones de promoción lectora son más abundantes, hay menor abandono escolar, etcétera. Sin embargo, esos indicadores persisten. Entonces, la inversión que hemos hecho no ha dado todos los resultados que esperábamos.

Por eso, si focalizamos los esfuerzos en los grupos que pueden replicar el impacto, si nos dirigimos a madres, padres y profesores, por ejemplo, se va a producir un cambio, porque la lectura tendrá un sentido asociado a la educación, a la creación de lazos y a gatillar transformaciones. Porque lo importante no es solo que niñas y niños lean, lo importante es que esas niñas y esos niños cambien el mundo junto a sus padres y profesores, transformen la manera de aproximarse, de conversar, de conformar comunidad.