octubre 04, 2024

En sectores donde las necesidades son tan urgentes, no se puede promover la lectura solo como un acto placentero o la biblioteca solo como espacio para leer e ir a hacer las tareas


Carolina Vigneaux Lobato e Ignacia Saona Urmeneta
«Entrevista a Gonzalo Oyarzún: la biblioteca debe hacer evidente que sirve, y mucho, en la vida de las personas»

Palabra clave (La Plata), vol. 13, n.º 1 (octubre de 2023 - marzo de 2024).

Palabra clave (La Plata) | Universidad Nacional de La Plata | Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Departamento de Bibliotecología | La Plata (Buenos Aires) | ARGENTINA

Se incluye a continuación un extracto de las páginas 2 a 6 de la edición del artículo en PDF. Véanse referencias en la publicación original.

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Imagen del programa BiblioRedes.


Carolina Vigneaux e Ignacia Saona (entrevistadoras): ¿Qué cambios harías en el trabajo actual de las bibliotecas públicas de Chile?

Gonzalo Oyarzún (GO): Creo que la lectura debe contribuir a paliar algunas necesidades urgentes. No podemos solo llevar poesía a comunidades que están preocupadas por cuestiones de sobrevivencia. El punto es que sepamos contribuir a sus necesidades: si la necesidad es entretención y una revista Condorito funciona, bien, si un libro de autoayuda contribuye a disminuir la angustia, bien también. El objetivo sería hacer de la lectura algo común en la vida de las personas, que pase a ser cotidiana.

Si los libros son parte de tus espacios, no te cuestionas para qué están, porque son parte de tu vida. No es necesario, a mi juicio, que todo el mundo sea lector, pero sí que todos tengan potencialmente acceso a la lectura y eso se logra llevando libros a las casas, a la vida cotidiana de la gente, porque son literatura, pero también son salud, o economía, o cualquier otra cosa que requieran las personas.

Tengo la impresión que hemos desarrollado nuestros planes de lectura pensando más en la gente que lee, en cambio el expresidente Pedro Aguirre Cerda, con el lema de «gobernar es educar», se propuso un plan de alfabetización para que los trabajadores produzcan más y mejor, para tener un país más industrializado y para que a los trabajadores no los engañen en sus derechos laborales. Que sepan leer y comprender un contrato de trabajo y que sean capaces de defender sus derechos. Ahí la lectura tiene un sentido, es la misma razón por la que en países como Alemania, Suecia o los Países Bajos hablan de alfabetización (literacy) para referirse a contenidos relativos a salud, democracia, productividad, cómo buscar trabajo, etc. Leen, es cierto, y ficción también, pero consideran la lectura como funcional para la vida laboral o para la defensa de los derechos humanos.

En las Directrices IFLA/UNESCO para el desarrollo del servicio de bibliotecas públicas (2001) ya se planteaban las «bibliotecas sin muros» como estrategia, que es un esfuerzo de sacar a las bibliotecas al espacio público. Esto se ha estado haciendo con iniciativas como Bibliometro, Casero del libro, los bibliomóviles, las «cajas viajeras», biblioplayas, bibliopiscinas, por nombrar algunos ejemplos, y creo que hay que continuar en esa dirección.


Entrevistadoras: ¿Cómo se evalúan los programas públicos de fomento lector, cómo podemos cuantificar sus resultados?

GO: Se evalúa, principalmente, la cantidad de préstamos, de usuarios y de visitantes a las bibliotecas. Lamentablemente, no hay estudios de impacto propiamente tal, porque se tendría que considerar un estudio que mida no solo qué tan exitoso fue cierto programa de fomento lector, sino que medir también qué cambios generó en el entorno, qué pasó en ese lugar cuando llegó el proyecto. Son pocos los estudios de impacto, porque son difíciles de desarrollar. Al final, tenemos datos, estadísticas, pero estudios completos, yo creo que no.

Existen estudios sobre algunas inversiones como la creación de las bibliotecas regionales, que han tenido un efecto multiplicador, se han convertido en referentes culturales de los lugares donde están emplazados. Hay encuestas de consumo cultural, donde la lectura está presente. Se han realizado estudios sobre lectura y alfabetización funcional en Chile cada cierta cantidad de años, pero creo que aún estamos en deuda.

El Estado ha realizado grandes inversiones a través del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (y sus organismos predecesores), pero no hay estudios que muestren los resultados en este sentido. Podemos suponer que la gran cantidad de actividades realizadas y los libros enviados a las bibliotecas han tenido un efecto positivo, y tiendo a creer que eso debe ser así, pero no conocemos los resultados de esa inversión, nos faltan estudios.


Entrevistadoras: Entonces, ¿qué estarían persiguiendo las políticas públicas en cultura, cómo se puede explicar la falta de indicadores?

GO: Me parece que debería ser rol del Estado producir mediciones. Los indicadores en torno a la lectura han estado en otra parte, como en la ejecución presupuestaria o al cumplimiento de metas del gobierno de turno, que es como se mide a los servicios, más que a las políticas mismas. Se han hecho evaluaciones de algunas políticas, se realizaron encuestas, se elaboraron estadísticas, se produjeron indicadores especialmente en temas de tecnología y capacitación, se desarrollaron algunos estudios, pero, efectivamente, no tenemos indicadores que permitan evaluaciones a largo plazo. Quizás eso pueda responder a una falta de información generalizada en el sector. Podemos saber el precio de la uva en las últimas dos décadas, sus niveles de producción, los volúmenes de exportación, el precio de esas exportaciones e incluso en qué mercados se comercializó.

En el caso de la industria del libro no contamos con más estadísticas que la del ISBN, un dato extremadamente engañoso porque es muy probable que la mitad de los libros que allí se declaran nunca llegaron realmente a imprimirse, pero ni eso se sabe con certeza. La última Política Nacional de la Lectura y el Libro (2015-2020) tuvo una evaluación, pero ninguno de los planes de lectura desarrollados en Chile en las últimas dos décadas ha sido evaluado. Tiendo a pensar que en otros ámbitos, como en agricultura, o minería, por ejemplo, el Estado trabaja bastante los indicadores, porque una mala decisión puede costar millones. En nuestro sector tenemos la firme convicción de que «leer es bueno», pero para una política pública eso no basta. Deberíamos tener evidencias a lo largo del tiempo, poder demostrar que la lectura impacta positivamente en la sociedad, lo que es posible de realizar, hay bastante investigación y una enorme cantidad de datos. Debemos construir esa herramienta, estamos a tiempo.


Entrevistadoras: ¿Has participado en proyectos públicos de fomento lector que hayan estado orientados a público adulto, específicamente femenino y popular?

GO: Mi percepción a primera vista es que no han existido muchos programas específicos para mujeres, y tampoco hay muchos programas específicos para adultos. Si bien, sí hay acciones de fomento a la lectura, son cosas distintas. Están los clubes de lectura, que generalmente se dividen por género, incluyendo a toda la diversidad sexual, y también los dirigidos a adultos mayores, y están los encuentros con escritores y escritoras. Recuerdo ahora dos proyectos que estuvieron enfocados en mujeres, son: un programa de BiblioRedes y Letras en Género.

El primero era de alfabetización en tecnologías de la información y se implementó el 2002 cuando se detectó que la mayor brecha digital se encontraba en mujeres adultas, en edad laboral, porque niños y jóvenes tenían más acceso a través del colegio, y los hombres en edad laboral tenían más acceso en el lugar de trabajo, por eso el proyecto estuvo intencionado en un principio hacia mujeres.

El otro programa era «Letras en género», que derivó en un inventario de servicios, lecturas y libros con pertinencia de género. El Servicio Nacional de Bibliotecas Públicas publicó una primera guía el 2009, que posteriormente se reeditó en 2014, y se hicieron otras publicaciones más específicas los años siguientes. Uno de los propósitos de este programa era que las colecciones que se adquieren para bibliotecas tengan pertinencia de género, es decir, que pongan la atención ahí, aunque no de manera tan evidente, por ejemplo: una novela policial con un relato que puede ser pertinente.

Quienes ocupan las bibliotecas públicas son un pequeño grupo de la población que está más comprometida con el desarrollo social de su comunidad, en lo político, religioso, deportivo... Tengo entendido que en todo el mundo, salvo en Perú, las mujeres son las que más van a las bibliotecas. Uno podría conjeturar muchas cosas, entre otras, que se debe a que las mujeres adultas llevan a sus hijos en edad de crianza, pero no hay certeza al respecto. Cuando llegan a la tercera edad los hombres vuelven a ir a la biblioteca, probablemente porque tienen más tiempo libre. Lo que he visto, pero aún no sé explicar del todo, es que las mujeres entre los diez y los veinte años asisten a la biblioteca más que los hombres.


Entrevistadoras: ¿Las explicaciones pueden tener relación con la mayor especialización del mercado editorial en la literatura juvenil para adolescentes de género femenino que masculino? Junto con que la lectura se enseña en las escuelas como una actividad privada, que es más fomentada en las niñas generalmente.

GO: Posiblemente. Volviendo a la pregunta inicial, el único proyecto que, sin tener intención de género, logró un mayor impacto en mujeres fue «El Casero del libro», y me tocó implementarlo en los primeros años. Una anécdota: había una señora que tomaba los libros infantiles y nos decía «qué bonito y qué buenos están estos libros para mis nietos», pero después nos enteramos que los libros eran para ella, porque tenían letra grande y era una lectura breve; entonces le eran perfectos. Su hija nos contó que se los llevaba y se los leía a ella también.

Ahí detectamos, por lo que nos decía la misma gente, que muchas veces no les gustaba ir a las bibliotecas porque eran lugares muy formales, encontraban que eran lugares para que los niños vayan a hacer las tareas. Y «El casero del libro» rompía con esa supuesta formalidad, porque los libros y la biblioteca estaban en un espacio habitual para las personas: las ferias libres. Se inició en Copiapó (Región de Atacama) en agosto del 2001, la hija del presidente del sindicato de la feria llevaba el puesto, y funcionó, por lo menos, hasta antes de la pandemia.

Había otro puesto en Angelmó (Puerto Montt, Región de Los Lagos) que lo llevaba la gente del mercado, el casero del pescado. Después ese punto de préstamo se trasladó al Mercado Presidente Ibáñez (Puerto Montt, Región de Los Lagos), y fue circulando, alcanzó a estar como en quince localidades. Los funcionarios de la biblioteca de cada comuna donde se implementaba el programa eran los encargados de establecer los vínculos, buscando que en algún momento los usuarios se acercaran a la biblioteca y se dieran cuenta que no era un espacio tan formal. En Lo Prado (Región Metropolitana) funcionó muy bien también porque la encargada de la biblioteca se instalaba todos los viernes en una esquina de la principal feria libre de la comuna. Este proyecto acercaba la lectura a la comunidad, y a las mujeres especialmente, aunque no estuviese dirigido únicamente a ellas.


Entrevistadoras: En el caso de Chile, ¿consideras que los programas públicos de fomento lector tienden a estar principalmente dirigidos a niños?

GO: En mi opinión, sí, es cierto. Está bien, no hay que descuidarlos, pero niñas y niños están bastante expuestos a la lectura en el colegio y en otros espacios. Sin embargo, creo que más que incrementar las iniciativas en ese sentido, podría ser muy relevante que los esfuerzos estén puestos en dos partes: en los padres, que son los principales promotores de la lectura en sus hijas e hijos, y en los profesores, que son quienes pasan horas muy valiosas junto a los niños, pudiendo convertirlos en lectores extraordinarios.

Sin embargo, muchas veces insistimos en desarrollar programas que van directamente al niño, lo que puede ser un esfuerzo de bajo impacto, comparado con el que pueden desarrollar padres y profesores, que tiene el potencial enorme de generar competencias en los lugares donde los niños están la mayor parte del tiempo: en la casa y en la escuela. Entonces, se hace una gran inversión, pero los niños llegan a la casa y se ponen a ver TV porque no tienen libros. En cambio, si nos dedicáramos a hacer fomento lector en adultos que tengan niños a su cargo, podría producirse un cambio mucho más potente, en mi opinión, el efecto multiplicador podría ser muy grande.

Además, me parece que el componente productivo, o de salud, agricultura, programas sociales, de cuestiones que están muy presentes en la vida cotidiana de la gente, debe estar presente. La biblioteca debe hacer evidente que sirve, y mucho, en la vida de las personas, que es fundamental para el desarrollo de la sociedad y que no es solo un espacio para leer e ir a hacer las tareas. Lo que no nos debe suceder es que promovamos un concepto errado de la lectura, en sectores donde las necesidades son tan urgentes, la lectura no puede ser solo vista como un acto placentero, «el placer de leer». Esa es apenas una de las dimensiones de la lectura.

Las bibliotecas tienen que satisfacer las necesidades de las personas. Un buen ejemplo es la granoteca, en Costa de Marfil (África), una biblioteca que no solo presta libros y capacita a los agricultores, sino que además presta semillas, granos y cereales no transgénicos. Allí, los agricultores hacen trueque entre ellos y se intercambian tres toneladas de semillas al año. Eso es: desarrollo comunitario, creación de conocimientos y mejoramiento económico, tres labores fundamentales de la biblioteca contemporánea.


Entrevistadoras: ¿Ha habido un cuestionamiento desde las políticas públicas respecto a esta tendencia de orientar los programas de fomento principalmente a público infantil?

GO: Hay una intención ahí, como en los 90 se comenzaron a implementar salas infantiles, rincones especiales y guaguatecas en las bibliotecas con la intención de llevar la lectura a la primera infancia. Luego, más recientemente, se crearon salas para los adultos mayores. Ahora, hay dos experiencias de lo que me estás preguntando: una es en las afueras de Melipilla (Región Metropolitana), en una localidad llamada El Bollenar, una mujer llamada Rosa Valenzuela hizo un taller de tejido para mujeres, incluyendo a muchas de la tercera edad. Después ellas pasaban a usar el internet de la biblioteca o pedían libros también, pero el objetivo de esa iniciativa no era hacer fomento lector, sino para revitalizar la vida de esas personas. Eso fue reconocido con un premio a la innovación por EIFL Public Library Innovation Awards en 2012, entregado en Washington. Esto se transformó en un emprendimiento, por un lado, se creaba una comunidad y, por otro, se generaba un ingreso con los productos que tejían y vendían.

El otro caso que conozco está en África, en Ghana, allá las bibliotecas no hacen fomento a la lectura en la manera que lo entendemos nosotros porque, entre otras cosas, hay pocos libros. Tienen al menos dos programas: en el norte hay uno de prevención de embarazo adolescente, y otro para mujeres embarazadas, en el que la biblioteca les entrega información sobre controles preventivos, alimentación y, cuando los niños nacen, cómo cuidarlos en sus primeros años, calendario de visitas al médico, lactancia y todo lo pertinente sobre primera infancia. La biblioteca entrega toda esa información a las mujeres en la misma biblioteca o se las manda al celular.


Entrevistadoras: ¿Qué has podido percibir de los hábitos de lectura en los sectores populares?

GO: Hace algunos años, preguntándole a personas de sectores populares cuáles eran sus principales «recomendadores» de libros, descubrí que el primer lugar lo ocupa la madre, en segundo lugar, el profesor, y en un tercer lugar, más lejano, el padre y el amigo. Pienso que los planes de lectura deben dirigirse a las madres y a los profesores, porque ellos son los que mejor multiplican el efecto. Uno de mis mayores aprendizajes es que no sacamos nada con hacer campaña al usuario final, sino que tenemos que trabajar con quienes son líderes en su entorno.

La mujer es líder en la casa frente a sus hijos, y algunas lo son también frente a su barrio y a su comunidad —por supuesto también lo son algunos hombres—, y los profesores son claves. En un entorno popular, lo principal es convertir la biblioteca en un espacio cotidiano. En los países nórdicos, la biblioteca siempre ha estado presente, es muy cotidiana o al menos lo es desde hace mucho tiempo. En Chile la historia de las bibliotecas es muy reciente, tiene 30, 40 años. En la dictadura fue cuando más se construyeron, pero a inicio de los años noventa se instala un modelo más integral de biblioteca que ya se empezaba a implementar en Colombia, España, Venezuela y otros países, en el que el desarrollo de colecciones, el fomento lector y la gestión participativa toma relevancia, con Marta Cruz-Coke y Clara Budnik a la cabeza.


Entrevistadoras: En Chile, ¿crees que hay un fomento lector verticalista, asistencialista?

GO: Sí, existe como fenómeno, aunque ha ido mutando en el último tiempo. Creo que cambió la forma de concebir la lectura, aunque sigue habiendo asistencialismo. Lo voy a graficar con un ejemplo: en los últimos años se han instalado bibliotecas en cárceles de forma sistemática, eso podría identificarse con un proceso asistencialista, sin embargo, la modalidad del servicio hace que eso sea diferente, pues tiene que ver con instalar capacidades, competencias y conocimientos en comunidades que suelen no estar alfabetizadas.


Entrevistadoras: En cuanto a los programas y proyectos que has mencionado, ¿cuáles han sido sus principales dificultades?

GO: Trabajar con la comunidad no es sencillo porque no se suele estar acostumbrado a trabajar participativamente. Incluso la gente tampoco sabe muchas veces cómo enfrentar sus propios problemas. A mí me interesa la construcción de comunidad porque creo que no se saca nada con tener buenas iniciativas desde el Estado si la gente no se apropia de ellas. Y la lectura tiene mucho que aportar en esto, porque tiene un rol democratizador, favoreciendo el acceso igualitario a la información, al tiempo que mejora las oportunidades económicas de las personas.

La lectura puede ser vista desde una dimensión social, política, cultural, económica o respecto de la contribución global a la comunidad, y armoniza muy bien con las líneas de trabajo sobre capital social y económico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Si uno lo ve desde esa dimensión, con una mirada más integral, entonces puede mejorar el destino de estos esfuerzos. Quizás nuestras energías deberían estar enfocadas a grupos específicos.

Hasta ahora, con todos los grandes esfuerzos realizados en el país desde los inicios de la década de los noventa, hemos tenido un impacto bajo porque los niveles de lectura y de analfabetismo funcional que teníamos en esa época son más o menos parecidos a los que hay ahora. Naturalmente que hay que considerar muchas otras variables y elementos en la ecuación: hay muchas más editoriales que entonces y, en total, un mayor número de publicaciones, hay más bibliotecas que entonces, las acciones de promoción lectora son más abundantes, hay menor abandono escolar, etcétera. Sin embargo, esos indicadores persisten. Entonces, la inversión que hemos hecho no ha dado todos los resultados que esperábamos.

Por eso, si focalizamos los esfuerzos en los grupos que pueden replicar el impacto, si nos dirigimos a madres, padres y profesores, por ejemplo, se va a producir un cambio, porque la lectura tendrá un sentido asociado a la educación, a la creación de lazos y a gatillar transformaciones. Porque lo importante no es solo que niñas y niños lean, lo importante es que esas niñas y esos niños cambien el mundo junto a sus padres y profesores, transformen la manera de aproximarse, de conversar, de conformar comunidad.




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