noviembre 08, 2024

La postura de Juana Manso es la de una crítica, afianzada en su autodidactismo apasionado


Marinela Pionetti
«“Las primeras impresiones de la infancia deciden á veces de la vida entera”: Juana Manso, lectora»

Álabe, n.º 29 (2024).

Álabe. Revista de investigación sobre lectura y escritura | Red Internacional de Universidades Lectoras | Universidad de Badajoz | Facultad de Educación | Badajoz | ESPAÑA

Se incluye a continuación el artículo según su edición en PDF. Véanse referencias en la publicación original.
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Juana Manso. Ilustración en Filo news.


RESUMEN

En este trabajo se indaga en un aspecto clave de la vida de Juana Manso que permite comprender y dimensionar la relevancia del diseño de políticas públicas de lectura en el marco del proyecto de educación común defendido por ella y Domingo F. Sarmiento en las décadas de 1860 y 1870, en Argentina. Para esto, se reconstruye la biografía lectora de Juana en sus distintas etapas atravesadas por el exilio desde una perspectiva genealógica, capaz de enlazar textos de distinta procedencia y dar sentido a una variedad que ilumina las bases de un proyecto fundacional de la cultura moderna argentina. En este recorrido, asistimos a la conformación de las bibliotecas de iniciación y de formación de la autora que sustentaron su prédica educativa y feminista. Incorporamos textos inéditos fuera de su publicación original hallados recientemente y, por esto mismo, desconocidos para los lectores de la obra de Juana Manso. De esta manera, buscamos aportar una línea de entrada al fascinante universo de esta escritora y señalar la importancia de la biografía lectora de los agentes involucrados en el diseño de políticas públicas de lectura en Argentina, plausible de ser pensada en otros contextos.

Palabras clave: biografía lectora, Juana Manso, políticas de lectura, educación común.



En una entrevista realizada a Gustavo Bombini en 2009, coordinador del Plan Nacional de Lectura (2003-2007) y del Departamento de Materiales Educativos (2010-2015) en el Ministerio de Educación de la Nación argentina, señalaba que Sarmiento había sido el primer productor de políticas públicas de lectura escolar y que su obra educativa volvía con fuerza en ese momento, a la hora de pensar las políticas de Estado necesarias para promover la lectura en las escuelas.

Esta afirmación me llevó a indagar el modo en que esas políticas se viabilizaron a través de los Anales de la educación común (1858-1875), primer periódico educativo argentino que el sanjuanino fundó en 1858 y Juana Manso dirigió entre 1865 y 1875. El objetivo era, en primera instancia, atender a la historicidad de esta práctica en constante mutación para comprender las variaciones experimentadas en el presente. Luego, la lectura episódica de la publicación y el diálogo con otros diarios nos permitieron dimensionar la incidencia de la trayectoria lectora de los agentes involucrados en la implementación de políticas públicas de lectura y el carácter polémico de esta apuesta en la organización del estado moderno.

Una lectura completa de los Anales nos reveló que, en consonancia con la dimensión utópica del proyecto, allí había de todo: instrucciones, reglamentos y decretos para la organización de bibliotecas populares; selección, producción y traducción de libros destinados a la enseñanza y a la dotación de dichos establecimientos; lineamientos para conformar un mercado editorial común latinoamericano; debates sobre la constitución de un canon, entre otros aspectos.

En todas esas iniciativas la participación de Juana Manso fue determinante. Puede decirse, sin exagerar, que la concreción de buena parte de tales políticas se debió a su intervención. La fundación de la Biblioteca de Chivilcoy, las Lecturas Públicas (con las que, además, inauguró un género en clave femenina), las traducciones de métodos y teorías sobre la lectura, la selección de textos para escuelas y bibliotecas, el dictado de seminarios de formación destinado a maestras para instruirlas sobre estos nuevos métodos, solo por mencionar algunos ejemplos, fueron los engranajes que Juana movió tenazmente dentro de la maquinaria lectora diseñada por Sarmiento.

La aceptación de un lado, el rechazo del otro, la competencia desleal, la censura, la injuria y el ataque público fueron las respuestas que recibió en distintas instancias y ante las cuales no cejó en su propósito. Su persistencia provenía, precisamente, de su propia experiencia, cuyos indicios fue dejando en distintos espacios, como migas de pan, para que los lectores por venir pudiéramos encontrar la clave de esa política destinada a formar ciudadanos que cambió el modo de pensar el acceso al conocimiento y el lugar de las mujeres en él en Argentina. Una empresa mesiánica que solo podía ser puesta en funcionamiento amantes de la lectura voraces y apasionados como ellos.



AÑOS DE APRENDIZAJE: NACE UNA LECTORA (PRECOZ)


«En mí no ha tenido otro origen mi afición a instruirme
que el haber aprendido a leer muy bien».
Sarmiento, Mi defensa


Pese al conocimiento dispar que tenemos de la trayectoria lectora de Sarmiento y de Juana Manso, puesto que él mismo se ocupó de su canonización como lector en Mi defensa. Recuerdos de provincia y en múltiples páginas, sus itinerarios muestran puntos de contacto que permiten comprender la centralidad de la lectura en el proyecto educativo y la obsesión de ambos con su difusión. En primer lugar, la formación lectora de Juana también fue, como la de su amigo, esencialmente autodidacta y precoz. Si «no hay lector verdadero que no haya sido un lector precoz», como afirma Alan Pauls, tenemos en Juana otro caso en el que la precocidad «más que caracterizar esa práctica, la determina por completo». Su principal mentor y mecenas fue su padre, José María Manso, quien fomentó en ella el gusto estético por la literatura e incentivó su sociabilidad. Desde niña la llevaba a sus reuniones y premiaba con chocolate y tostadas su declamación en público, preparando el camino a la futura actriz y a la conferencista. También intervenía en las lecturas impuestas por la escuela, condescendiendo en las elecciones de su hija, y hasta financió sus primeras traducciones.

Estos recuerdos fueron compartidos por ella en distintos periódicos bajo la forma de cartas, varias narradas a Sarmiento y en clave política. Tal es el caso de su conocida «Carta Miscelánea» del 20 de febrero de 1868, incluida en los Anales de ese año, a cuyo título podría agregársele el adjetivo «Lectora», puesto que lo misceláneo en ella viene de reunir distintas situaciones y reflexiones referidas a esta práctica. El disparador de la epístola había sido la lectura del segundo número de Ambas Américas, que incluía un artículo del sanjuanino sobre bibliotecas populares donde narraba el devenir de su iniciativa en Chile: la apertura, la decadencia y el cierre de estas instituciones a causa del desinterés general. Ante esto, Juana reaccionaba de la siguiente forma:

Es la grande cuestión de la educación conquistar LECTORES; pero en esto como en lo demás, el mal está en la ESCUELA-CHUSMA: no hay sino V. para estos hallazgos, ha puesto V. el dedo en la llaga. Las escuelas, como nosotros las usamos, vestidas de algodón, en educación no son DECENTES, solo son propias para inspirar odio y aversión a la instrucción, porque V. lo sabe, las primeras impresiones de la infancia deciden a veces de la vida entera.

Recuerdo a propósito lo que pasó conmigo:

Aprendí a leer por mí misma, preguntando una letra y otra, combinando los sonidos, y empecé por leer novelas a los seis años de edad; con todo, en la escuela donde me sujetaban al aprendizaje sistemado del alfabeto, no pasaba del Cristo, porque no podía comprender su valor alfabético; y como empacaba allí, no iba adelante.


Como en otras ocasiones, Sarmiento pone el dedo en la llaga y da pie a una incisiva crítica a la enseñanza escolar de la lectura con la narración autobiográfica ejemplar como principal argumento. Ella también es una lectora precoz y ávida, pero a diferencia de él, ataca los métodos y libros empleados en su formación, que ya desde niña rechazaba avalada por su padre que le permitía leer lo que quisiera. Esos libros, como el Cristo, se mantenían vigentes en el momento en que escribía esto a Sarmiento y convivían con los propuestos por Marcos Sastre, inspector y productor de los libros escolares más utilizados en esos años, y con el Método de lectura gradual del sanjuanino. Además de la alusión al método, en este relato conocemos la biblioteca de iniciación de Juana:

«Anastasia o la Recompensa de la hospitalidad, Alejo o la Casita en los bosques, Luisa o la Cabaña, el Quijote, El Solitario, Las Veladas de la Quinta, Tardes de la Granja, Eusebio o el Cestero de Filadelfia [...] los Consejos a mi Hija, Cuentos a mi Hija, Accidentes de la Infancia, Fábulas de Samaniego, [textos que] decidieron de mi vocación literaria, que ha luchado contra la corriente de la opinión y de la costumbre por el espacio de 35 años».


A diferencia de la «educación razonada y eminentemente religiosa pero liberal» que recibía Sarmiento de Oro, la formación de Juana fue literaria, valorada como un arma para luchar contra la premisa aún vigente de que «la letra con sangre entra», que denunciaba de manera constante en los Anales. Por otra parte, esta autobiografía lectora diseña una imagen excepcional que reúne en su figura valores supremos por medio de la traducción, práctica que desarrollará prolífica y apasionadamente en el periódico.

En la misma carta, Juana cuenta que hizo sus «primeras armas en la literatura con dos traducciones del francés, una a los 13 y otra a los 14 años» y que su padre «las hizo imprimir a su costa. Eran sus títulos: 1.º El Egoísmo y la Amistad, 1833; 2.º Mavrogenia o la Heroína de la Grecia, 1834». Estas elecciones prefiguran temas y arquetipos que atraviesan su prédica en los Anales y modelan simultáneamente un perfil propio: el de la mujer de armas tomar por el bienestar de su país, el de la mujer de letras, que, como pocas, traduce y publica con independencia editorial y el de la amistad incondicional como valor.

Lectura, traducción y escritura como armas de combate son, al igual que para Sarmiento, parte de una misma ecuación que legitima su estatus letrado y establece una política organizada para dar batalla a la «escuela-chusma», la de los métodos rutineros que intenta desterrar a través de la democratización del acceso a esta práctica. Curiosamente, en su momento Juana había dedicado la segunda traducción, Mavrogenia o la Heroína de la Grecia, a la Sociedad de Beneficencia, contra quien en estos años (1868) carga sus armas. Estas mujeres de clase alta, dignas de admirar tiempo atrás, se han convertido en una facción de «viejas egoístas» contra las que es preciso luchar. Pero, además, la traducción y su dedicatoria traen inscriptas una profecía, puesto que «esta novelita», cuenta Juana, «llevaba al frente una carta original mía en felicitación del Colegio de Castas, establecido en San Miguel. Ya ve V. que debutaba por la Educación y me declaraba antiesclavista y negrófila».

Esta joven declaración de principios se actualiza en la carta al amigo y, por su intermedio, a los lectores del periódico, fortaleciendo el rasgo heroico de la disidencia y la voluntad filantrópica fraguada en el amor a la lectura. Incluida en los Anales, esta biografía lectora funciona como contraejemplo del modelo imperante que le permite criticar los métodos en boga y sus agentes. Al finalizar su relato, le propone a Sarmiento ver «el reverso de la medalla» y narra el caso del hijo de una amiga suya al que obligan a leer en la escuela la «Selección, un librito del Sr. Sastre»; el niño «ha ido día a día rompiendo las hojas, de manera que ha reducido el libro al estado de andrajo», pero la escuela exige ese, la madre acata y vuelve a comprarlo:

«El chiquillo se amotina ese día, llora, rabia, le ofrecen coscorrones y el chubasco concluye por agarrar el libro con toda furia y salir para la escuela jurando que cuando sea grande no ha de volver a tomar un libro en su mano».


Esa es la metodología, esos son los libros que condena su modo de leer nacido del interés, el gusto y el placer forjados en la infancia, mediados por el cuidado y la atención del adulto. Esta forma de aprender es coherente con las máximas teóricas expuestas en sus «Conferencias de maestras», donde predicaba que «el objetivo de la educación es despertar la atención por medio del interés», en este caso, de una práctica fundamental como la lectura:

«Porque es necesario que las primeras lecturas a la vez de deleitosas arrojen en el espíritu la simiente del deseo de saber. Es preciso que estén calculadas para revestir los conocimientos útiles de cierta gracia. Lecturas fofas dejarán fofos a los individuos toda la vida», concluía.


Como vemos, su propia trayectoria fundamenta una política que busca desarrollar en consonancia con ella. Su postura es la de una crítica, pensando en los modos de leer de Ludme, afianzada en su autodidactismo apasionado, que hace extensivo a su rol docente y de productora de materiales escolares.



AÑOS DE APRENDIZAJE II: CRECE UNA LECTORA (ROMÁNTICA)


«En esta hora las mujeres inspiran por la sensibilidad,
por la pasión, y por su iniciativa, superior a la de los hombres».
J. Michelet, Mujeres de la Revolución


La trayectoria continúa con la biblioteca de juventud de Juana, enriquecida de nuevas lecturas durante el exilio en Brasil. Su presentación, también en clave autobiográfica, fue narrada en el Diario do Rio de Janeiro, en la última entrega de las «Memórias das guerras civis do Rio da Prata de 1839 a 1841» publicadas en la sección «Paginas da mocidade», en noviembre de 1858, poco antes de su regreso definitivo a la Argentina y, casualmente, en simultáneo al primer número de los Anales.

El relato es una crónica de su segundo desarraigo desde Montevideo a Brasil, invadida por la angustia del despojo y la incertidumbre, pero la visión del paisaje carioca se impone en toda su magnitud, impresiona su alma sensible y se convierte en fuente de contemplación, de adoración divina, de consuelo e inspiración poética. Ante la impotencia del destierro, la naturaleza y un plan de lecturas sistemático y autodidacta a la vez obraron una revelación que marcó su modo de leer, de escribir y de interpretar la vida desde entonces.

Fueron, asimismo, el puente hacia nuevas teorías que motivaron su adhesión a la causa de la educación, de la reivindicación femenina y su militancia en la prensa. Veamos cómo aparece secuenciada esta angustia y fascinación de las influencias en uno de sus escritos publicados en el Diario do Rio de Janeiro (1858):

Mi instrucción literaria no iba más allá del conocimiento del teatro antiguo y moderno español: conocía a Racine y Molière; Walter Scott y Richardson; Alemán, Campe y Ann Radcliffe; Bernardin de Saint-Pierre y Staël, Mme. Cottin y Fenimore Cooper; Balzac, Hugo, Lamartine, Dumas, George Sand, Espronceda. Los grandes poetas italianos y otra porción infinita de autores clásicos y modernos. Todas esas lecturas hechas sin discernimiento no habían hecho otra cosa que envenenarme un espíritu ya impresionable de su propia esencia. [...]

No era solo el conocimiento de los hechos lo que me interesaba, por el contrario, soportaba la narración para reflexionar estudiándola en el destino de la humanidad y procurando divisar en esa lucha sin tregua, el pensamiento oculto de la Providencia. Reconocía un vacío, una laguna en la manera porque se escribía la historia: Goldsmith, Anquetil, De Sismondi, Thierry y Thiers me dejaban un vacío que desapareció el día que leí las primeras páginas de Michelet. [...]

Era un aletear constante entre el cielo y la tierra, entre la desesperación y el escepticismo que me lastimaba el corazón, y destellos de ciencia en que aspiraba la inmortalidad.

Era necesario que mi vida de mujer completase por la santidad del sufrimiento la enseñanza comenzada en los libros: era necesario que tocase la nada de las cosas de este mundo por la pérdida de los afectos más legítimos y por el desamparo de la pobreza; y entonces, cara a cara con mi cruz de hierro apagando la sed en el libro de copa amarga, vi reflejarse mi alma, como en una lámina tersa e infinita. Dios y la humanidad, los tiempos venideros y la sombra de las generaciones postradas en el vasto panteón de los siglos pasados, el universo, y el espacio, la eternidad, ¡en fin!


Este escrito, inédito fuera de su publicación original, resulta clave para comprender la esencia romántica de su cosmovisión letrada funcionando en la utopía futura del ciudadano moderno al que aspiraban con Sarmiento. Si, por un lado, desdeña la lectura de novelas, atribuida a la «dificuldade de procurar-se livros no Rio da Prata», los autores románticos mencionados son el puente hacia la lectura filosófica e histórica. Recordemos las vinculaciones creadas por el romanticismo entre estas disciplinas que favorecía la combinación de registros. Halperin Donghi ha señalado el influjo del historicismo romántico en Facundo mediante la creación de escenas capaces de condensar y transmitir una idea con gran eficacia en la recepción. Aquí es la misma Juana quien explicita «su visión del camino de Damasco» hacia una concepción de la vida, una ética y una subjetividad femenina anclada en el presente de cara al futuro.

No es casual la distinción de Michelet entre los historiadores, formado en la escuela de Villemain y Guizot, dueño de un modo de historizar apasionado, narrativo, mesiánico, comprometido con el devenir de la narración histórica y sus personajes. También fue autor de Mujeres de la revolución (1854), libro que posiblemente Juana haya leído más adelante y le aportara un conocimiento de las mujeres implicadas en este proceso desde una perspectiva androcéntrica, pero sensible a la influencia femenina en la historia de Francia.

Así, luego de ese voto de abnegación espiritual, la crónica finaliza sentenciando su legado lector: «os meus amigos e inseparáveis são ainda o estudo e o trabalho; é a única herança que deixarei ás minhas filhas, com algumas paginas onde as lagrimas imprimirão signaes indeléveis». Ocho años después unirá esa herencia a su militancia feminista para predicar que:

La mujer, pues, no tiene un amigo más leal que el libro; él será el cómplice y el consolador de sus males; él calmará su pesar de un modo más radical que los banales consuelos que no llegan hasta su corazón dolorido. La mujer que lee y ama la lectura luchará mejor contra el infortunio, contra alguno de esos dolores agudos que saben quebrantar las fibras de los corazones más firmes.


Este poder atribuido a la lectura basta para que, luego de estas palabras, deposite en esas mujeres de Chivilcoy «el empuje de nuestra biblioteca pública que va a formarse con el primer plantel», confirmado por su propia biblioteca. Ser faro en la iniciativa implica, tal como se lo ha encomendado su amigo, ser ejemplo de entrega y abnegación: «un libro de Sarmiento, y los silenciosos amigos de mis horas de angustia, son los compañeros de mi soledad, voy a desprenderme de ellos». Ese libro no era otro que Las escuelas base de la prosperidad de los Estados Unidos (1866), parte de la campaña presidencial del sanjuanino que tenía a la lectura como eje del sistema de educación común. Así, esa asociación de autodidactas apasionados que son Sarmiento y Juana busca reproducirse, contagiar, enlazarse con otros lectores por venir mediante uno de los dispositivos más eficaces de difusión como lo son las bibliotecas populares.

En este sentido, podemos ver cómo las lecturas de juventud de Juana obran una nueva iniciación y actúan en sentido doble. Por un lado, la llevan a concebir la literatura como un todo, como un absoluto que enlaza historia, filosofía, poesía, teoría y crítica. Es decir, como una literatura que se piensa, se siente, se vive y se produce a sí misma, tal como se aprecia en Las consolaciones, El 25 de mayo, Los misterios del Plata, el oratorio Colón, en el Compendio de historia para las escuelas e, incluso, en sus escritos de los Anales, pienso en textos como «El Clamor de la educación. Décimas a los habitantes de la campaña», «Crítica y lisonja» o las lecturas públicas. Por el otro, hacen de la literatura, concebida como tal, una forma de vida que la convertirá, con el correr del tiempo y las vicisitudes, en una suerte de heroína romántica, debilitada y fortalecida a su vez por la pasión y el sacrificio hacia los altos ideales.

Por ellos vivirá en conflicto con el entorno, fascinada ante la naturaleza sublime e indómita con la que se identifica, y cuya máxima expresión es la de considerarse «una planta exótica que no se puede aclimatar», tal como reiteró en más de una ocasión. Estas cualidades hablan de su pasión por el drama, de su vibración de la época en que vive y del tono de su voz en la prensa, fraguada al calor de los acontecimientos políticos de su país, que asocia y confunde con su propia historia.

Siguiendo a Adolfo Prieto, podemos decir que Juana, como Sarmiento, selecciona los recuerdos y escoge los que mejor se acomodan al concepto que tiene de sí misma en el momento de arrojar su mirada al pasado. Si en ambos es clara la expresión autobiográfica identificada y diseñada como un destino «plegado a la realización o a la frustración del destino general del país», en ella, esa realización puede leerse a través de su biografía lectora proyectada al futuro, donde aquella voluntad poética esencial brota, como las plantas exóticas, en intersticios insospechados.

Solo así podemos comprender que, en 1866, siendo editora de los Anales, entregada por completo a la causa educativa, envuelta en polémicas con el establishment y acechada por amenazas, desdenes y críticas, entre libelos, ataques y denuncias públicas, aparezca en La Tribuna del 6 de julio este poema, que hallamos perdido entre las viejas columnas del periódico que aún resisten los avatares del tiempo en un archivo público.



MELODÍA BÍBLICA


«Y no apartes tu rostro de tu siervo
porque estoy atribulado.
Óyeme prontamente.
David, Salmo LXVIII


Vengo de hablar a Dios en ese idioma,
que espontáneo revela el sufrimiento.
Cuando el llanto a los ojos nos asoma,
es porque hay en el alma algún tormento.
He pedido al Señor en mi oración
un poco de paciencia solamente,
valor para sufrir resignación,
paz a mi corazón, calma a mi mente.
Nada más le pedí, que a nada más aspiro,
nada busco, mi Dios, sino tu gracia,
pues me das hasta el aire que respiro.
Tórnase superior a mi desgracia
y ya que en esta vida transitoria
hay solo deslealtad e ingratitud,
y es sueño la amistad, vapor la gloria,
estéril la bondad y la virtud,
concédeme, Señor, el bien que anhelo
para vivir serena, indiferente
y fijando mis ojos en el cielo,
pasar invulnerable entre la gente

Juana Manso




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