diciembre 12, 2022

Desde la Pragmática, disciplina que aborda el lenguaje en uso y en el contexto situacional en el que ocurre, la expresión no define directamente una intención, sino los elementos contextuales



Francisco José Ortega Salamanca y Belcy Victoria Vargas Cortés
«Aproximación sociopragmática a las estrategias conversacionales de los adolescentes»

Cuadernos de Lingüística Hispánica, n.º 29 (enero-junio de 2017).

Cuadernos de Lingüística Hispánica | Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia | Maestría en Lingüística | Tunja | COLOMBIA

Extracto de páginas 86-88 y 100-101 de la publicación en PDF. Véanse referencias y notas en la publicación original.




Introducción

En el contexto escolar, se observa que uno de los rasgos lingüísticos más relevantes en las interacciones comunicativas de los jóvenes es el uso y aceptación de expresiones que, desde otros escenarios, son consideradas como descorteses y degradantes de la imagen social. Estas para los adolescentes aparentemente son estrategias conversacionales propias de su edad y tienen como finalidad el refuerzo de los lazos de camaradería y afinidad grupal, pero pueden constituirse, al mismo tiempo, en actos de transgresión de las normas de convivencia social y amenazar la imagen del otro, cuando esta actitud es reproducida en situaciones sociales más formales, como por ejemplo, intercambios discursivos con adultos.

En relación con la cultura juvenil, esta investigación centra la atención en algunas estrategias conversacionales que incluyen manifestaciones verbales disfemísticas, al interior de su núcleo social. De esta forma, es importante definir cuáles son los estilos discursivos más usados por los jóvenes en sus conversaciones coloquiales. La aceptación de estas formas de habla se refleja en todos los ámbitos, especialmente en el medio escolar, en donde los estudiantes usan entre ellos expresiones malsonantes y peyorativas; actualmente, los adolescentes emplean fórmulas de tratamiento que establecen una brecha generacional que les sirve para demostrar independencia de la norma social preexistente. Sus hábitos lingüísticos se caracterizan por la innovación y expresividad, y por dar lugar al juego del lenguaje, sin importar que en él prevalezcan formas lingüísticas desaprobadas socialmente.

En este orden de ideas, como docentes y lingüistas, a los investigadores les interesa observar más de cerca las interacciones comunicativas de los jóvenes y el rol que juegan ciertos actos de habla marcados por la inclusión de enunciados soeces que se hacen oportunos en el momento en que se presentan. Al evidenciarse esta situación pragmática, surge la diferencia ideológica con los adultos, quienes consideran inadecuado el uso del lenguaje tabú y las palabras soeces. Rundblom (2013) reconoce que los adultos critican el lenguaje de los jóvenes porque ostenta una pobreza lexical reflejada en el uso de gran cantidad de obscenidades y groserías.

Desde este punto de vista, se hace necesario analizar los fenómenos sociopragmáticos que se constituyen en estrategias de afinidad en las conversaciones coloquiales, carentes de interferencias de tipo diafásico, lo cual repercute en el reconocimiento de registros diferentes a los del lenguaje formal y paralelos al discurso académico, pero igualmente efectivos para los fines de la interacción comunicativa.

Estos registros se han constituido, en las últimas décadas, en uno de los rasgos lingüísticos más relevantes en las interacciones comunicativas de los jóvenes y, en muchas ocasiones, son atestiguadas por los adultos, especialmente sus padres y sus docentes quienes, desde su escenario socio-cultural, consideran que estos discursos, cargados de «palabrotas» y maltratos verbales, no pertenecen al habla culta ni cumplen con las normas mínimas de urbanidad, constituyéndose así en manifestaciones descorteses.

No obstante, desde la Pragmática, disciplina que aborda el lenguaje en uso y en el contexto situacional en que ocurre, el uso de determinados lexemas no implica directamente una intención cortés o descortés, sino que son los elementos contextuales los que definen el grado de afectación a la imagen social de los interlocutores. Para Anderson y Trudgill (1990), «no word or phrase is in itself bad. It is bad only in the eyes of those who evaluate and look at the language».

A raíz de esto, y considerando los aportes de Bravo (2003) en sus estudios sobre cortesía verbal, imagen social y contexto sociocultural, es pertinente revisar la relación estrecha entre estrategias conversacionales de afinidad grupal y disfemismo. Por consiguiente, el fortalecimiento de los lazos de camaradería entre las personas va de la mano con las actitudes lingüísticas involucradas en las interacciones comunicativas espontáneas y corresponde al investigador describir las categorías pragmáticas que se entretejen a la hora de compartir espacios de fraternidad y amistad. Para Bravo (2003), los eventos comunicativos están marcados en su elaboración por las circunstancias en que se da la conversación. En este sentido, la autora afirma:

«En conversación, la imagen social se manifiesta en la actuación del “ego” frente al “alter” y en esta medida está unida a cómo se concibe una relación interpersonal en una circunstancia determinada. Los rasgos más predominantes de la imagen social forman parte de la identidad social, pero no son la misma cosa. El concepto de “imagen social” abarca un sentimiento de pertenencia, pero reduce su alcance a la actuación social de los interlocutores».


De hecho, los jóvenes, en sus conversaciones espontáneas, aceptan sin restricción las estrategias conversacionales que fortalecen la afectividad y la confianza entre los hablantes. Además, en ciertas situaciones, ese tipo de lenguaje hace parte de sus fórmulas de tratamiento cotidianas. Entre los estudiantes de Grado Décimo, se observa que los enunciados peyorativos y las palabras vulgares han sufrido un proceso de resemantización que da origen a una nueva jerga juvenil aceptada y entendida solamente por ellos y estigmatizada por los adultos. Pese a que las expresiones disfemísticas están ahí y fueron concebidas para maltratar al otro, no son aceptadas por el imaginario colectivo, pero los jóvenes las usan para identificarse y fortalecer su afinidad con el núcleo social y no se sienten maltratados por ellas.

Con el fin de examinar este fenómeno lingüístico, se acude a la Etnografía del Habla, con base en el análisis de muestras orales de conversaciones entre estudiantes de Grado Décimo y encuestas a algunos de ellos y a docentes. Primero se trata de revisar las aportaciones teóricas sobre Sociopragmática, conversación coloquial y lenguaje juvenil. A continuación, se identifican las estrategias conversacionales usadas por los adolescentes de la muestra en sus interacciones cotidianas. Al final, se describen e interpretan para determinar el grado de aceptabilidad y las situaciones en las que ocurren estos fenómenos discursivos.


[...]


Conclusión

Los jóvenes de Grado Décimo de las dos instituciones estudiadas adaptan de manera natural su lenguaje para acomodarse a las circunstancias contextuales de la conversación, pasando de la descortesía a la cortesía de manera ágil. Teniendo en cuenta que en el interior de cada grupo social sus miembros tienen como primer objetivo demostrar la pertenencia al mismo y su grado de afiliación, es natural que los hablantes usen estrategias tendientes a la consecución de esa meta. Al respecto, Albelda (2005) reconoce que «los participantes se influencian mutuamente en sus acciones y representan ante la audiencia o ante los coparticipantes determinados papeles que determinan la pauta de acción preestablecida». Las expresiones lingüísticas escuchadas en conversaciones coloquiales, entre estos estudiantes, en escasas circunstancias se consideraron causa de conflicto en la comunicación, ya que estos actos de habla son conocidos y aceptados por todos los participantes y forman parte de su léxico diario en esos espacios donde la actividad grupal es predominante.

Estos enunciados disfemísticos resemantizados, que son disonantes para oyentes ajenos a su comunidad de habla, sirven para fortalecer las relaciones de camaradería y afinidad entre los jóvenes, siempre y cuando no se vea afectada la imagen de los interlocutores, y se usan como llave para pertenecer a un grupo. Ciertos vocablos que antes eran peyorativos, se van cargando positivamente en sus sememas, sin perder su sentido primario y adquiriendo otros nuevos, hasta hacer parte de los hábitos lingüísticos de los jóvenes. Se determina así que las estrategias de afinidad e identidad grupal más arraigadas en los estudiantes del grado décimo son los términos tabúes y las palabras malsonantes.

De otro lado, se pudo constatar que el uso de estrategias de mitigación entre los informantes no es tan frecuente, ya que ellos prefieren ser directos en su forma de comunicarse, la atenuación de sus manifestaciones verbales es uno de sus últimos intereses pragmáticos. Sin embargo, esta categoría de análisis puede surgir en ocasiones en las cuales el destinatario de las expresiones lingüistas disfémicas evidencia disgusto o inconformismo, entonces, el enunciador acude a la atenuación para evitar el deterioro de las relaciones de afinidad».





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