Cristián Alexis Cabello Valenzuela (@Uchile, @FCEIUchile)
«No hay cuerpo sin imagen. Visualidad gay y política virtual en tiempos liberales»
Universitas Humanística, vol. 81, n.º 81, 2016.
Número monográfico: «Prácticas comunicativas, creatividad y nuevos desafíos».
Universitas Humanística | Pontificia Universidad Javeriana | Facultad de Ciencias Sociales | Departamentos de Antropología y Sociología | Bogotá | COLOMBIA
Extracto del apartado «Conclusión», en páginas 81-84 del artículo en PDF. Véanse más referencias en la publicación original.
Licencia Creative Commons.
Imagen compartida por la Fundación Iguales en sus redes sociales, tomada por la usuaria Isa Fernández.
Conclusión: La privatización de la imagen sexual
En esta investigación se analizaron los usos que la comunicación política hace del significante gay, para explicar la plusvalía que esta sexualidad adquiere en tiempos de derecha. A través de distintos dispositivos y fragmentos de la comunicación viralizados en internet, redes sociales y televisión, se describió un modo liberal de producir una subjetividad político-sexual: traumas, miedos, ideales y estrategias políticas son descritos como ejes que funcionan como el marco de las visualidades de lo gay liberal (Butler, 2010; Chihu, 2010).
A falta de una articulación social, el liberalismo facilita estrategias de comunicación para generar una política virtual que contenga una ciudadanía gay. Al mismo tiempo, estos contenidos son compartidos en redes sociales, también denominadas «tecnologías de la proximidad» (Reguillo, 2012), donde cada usuario comparte contenidos que generan redes de amistad político-social. Así, en «la interface Youtube/Facebook, no se comparte solamente la música, sino además una clave de lectura que la o el posteador propone a sus interlocutores o “amigos”» (Reguillo, 2012). Las redes sociales median la comunicación de la política gay donde implícitamente se construye la imposibilidad de rechazar estos contenidos, ante la obligatoriedad de una ciudadanía virtual rápidamente amistosa con el ciudadano gay. Esta subjetividad liberal, que hace ingresar «lo gay» virtualmente en el espacio político, olvida y omite las historias de violencia estatal, social y política que —al igual que con otras víctimas cuyos derechos humanos no han sido reconocidos— aún constituyen a las personas no-heterosexuales en Chile. Este aún es muy importante, ya que la discusión pública de lo gay, especialmente el modo de puesta en escena respetuoso y tolerante, busca instalar la idea de que, en Chile, el tiempo de la tortura contra gays y lesbianas «ya fue», «ya pasó».
La homosexualidad liberal aspira a la formación de la familia y a la constitución del hogar, y aspira a poseer la dimensión de lo privado-íntimo. Es justamente lo contrario a lo que articuló el feminismo del norte a mediados del siglo XX, desde el cual se entendió que «el paraíso doméstico funcionaba como una arquitectura penitenciaria en la que las mujeres eran encerradas de por vida y mantenidas a distancia de la esfera política» (Preciado, 2010, p. 49). Estos spots de la Fundación Iguales visibilizan una etapa «primaria» e inicial de emancipación, ejercida en la intimidad y el espacio privado, precisamente porque lo homosexual, si fuera asociado a la dimensión del trabajo, sería incluso más problemático. Esta ubicación de lo político homosexual a través de la visualidad de la Fundación Iguales está ligado y coincide con un tópico económico y político contemporáneo de «politización y mercantilización de la vida privada» (Preciado, 2010, p.43).
A modo de conclusión política y ética, sugiero que esta vuelta de página de las representaciones del odio homofóbico y la omisión de la violencia actual contra las comunidades homosexuales es uno de los hallazgos político-comunicacionales más preocupantes ante la inclusión liberal de «lo gay». Nadie nos asegura, y menos todavía con estas representaciones light de lo sexual en tiempos de derecha, que no vendrá una ola homofóbica en Latinoamérica en contra de «lo gay». En este panorama, urge abogar por hacer visible al homosexual no como víctima, sino a las violencias y daños cotidianos sociales que generan las desigualdades de las comunidades de gay, lesbianas y transexuales. El ciudadano gay es una figura que da vuelta a la página en la política, que presenta «nuevos» desafíos y es encantadoramente nuevo para nuestra democracia, y que quiere desentenderse de las huellas de un pasado que pesa sobre sus cuerpos.
Rescato el concepto de simulación utilizado por Pecheny (2002) para describir la protección de la representación social de las personas gay para evitar ser discriminados. Como grupo social y político, anteponen el lugar de la defensa y la protección para evitar ser discriminados. Esto implica regular sus representaciones bajo modelos de vida liberal y privatizada. Reconocer cómo una agenda familiar se vincula a la representación y a los discursos político comunicacionales es un carácter cualitativo que intenta asegurar la no conflictividad de «lo gay», ya que se hace visible mediante el respeto de las formas de una heterosexualidad que instala a la familia como un lugar protagónico. Las sociedades homofóbicas obligan a mantener en secreto estas sexualidades. Hay «tolerancia a cambio de la discreción y la invisibilidad» (Pecheney, 2002). Se separan las esferas públicas y privadas y se privatiza lo público. Porque el ciudadano gay ocupa las calles, pero de un modo «privado», en secreto. No se quiere más burla, sino más bien una homosexualidad correcta y obediente.
Respecto al cuerpo escenificado en una imagen afectiva, es importante en tanto que es el territorio donde se expresan afectos, gestos y posiciones públicas. Se concluye que «lo homosexual», en Chile, tiene un lugar donde la identidad gay política es más legitimada en tanto se exprese la afectuosidad amorosa que la regula. Son estos valores familiares y afectivos los que edulcoran los conflictos políticos. Hay un particular trato de la política con lo gay liberal, a diferencia de otras corporalidades excluidas del campo político y que luchan por algún tipo de inclusión. Un trato especial y más afectivo que se corresponde con representaciones de este «nuevo trato» liberal hacia lo gay, que no es, paradójicamente, más lastimero o victimizante, siendo que no busca inferiorizar o insultar estereotípicamente unas vidas, sino que resuelve privatizar esta sexualidad, darle un lugar específico, un derecho a vivienda simbólica en el terreno de la esfera política. Esto se evidencia en los spots políticos, donde el sujeto homosexual está resguardado en su cuarto propio y en el afecto de su familia, y en las políticas pro matrimonio gay que insisten en legitimar y relevar instituciones que privatizan la sexualidad en la seguridad de un cuarto propio familiar.
Dado que el discurso de la igualdad se materializa en ciertas figuraciones privatizadas de la ciudadanía gay, es relevante escuchar esa resistencia a la homogenización que propone este modo de la política sexual liberal. ¿Es posible ser un igual en el sur? ¿Es posible ser tratado como un igual en ese escenario? La pregunta cobra aún más importancia cuando [...] las identidades LGTTTBIQ se transforman en existencias enlatadas listas para consumir, o en lockers de fronteras lindantes con la mismidad, o que se diluyen bajo una retórica pudorosa, conservadora, que asépticamente desexualiza la diversidad al despojarla de su cualidad de «sexual» (Flores, 2013, p. 315).
Como cuestionaba ya Wendy Brown (2006) a partir de análisis de casos norteamericanos, la tolerancia es un discurso problemático porque, más que acercar, distancia una experiencia sexual en el plano político, al privatizar un género e inmunizar la sobreprotección normativa de estas sexualidades. En Chile, este discurso público de la tolerancia se traduce y se impone en la narrativa política —adecuándose muy bien con los «consensualismos» democráticos y antiantagonismos sociales— y se traduce en un lenguaje comunicacional político que se sobrerecoge y cuida al momento de referirse a la ciudadanía gay.
«Cuando lo común-comunitario se ve sacrificado por la compulsión privatizadora de una economía de mercado», señala Richard (2013), desde Chile, en una reflexión que hace explícito el rol del carisma o charming del género en la figura de la presidenta Michelle Bachelet: «la disposición anímica de la sociedad puede volcarse hacia los “afectos” de lo femenino para rehumanizar lo que deshumanizó la tecnicidad de lo político-administrativo» (Richard, 2013, p. 206). Concordamos con el rol de los afectos en esta rehumanización, que se expresa en la activación ciudadana que propone el sujeto político gay, donde lo femenino es muy importante en la seducción. Sobresale así el rol de los afectos y las emociones de los cuerpos sexuales en estas imágenes de propaganda política. El sentido afectivo, amoroso y seductor de la imagen política del ciudadano gay hace visible la operación de las emociones en el éxito social de esta política gay, más blanqueada y apegada a valores nacionales y liberales, donde la familia privada es lo más importante.
Referencias en el texto anterior
Brown, W. (2006). Regulating Aversion. Tolerance in the Age of identity an Empire. New Jersey: Princenton University Press.
Butler, J. (2010). Marcos de Guerra. Vidas Lloradas. Buenos Aires: Editorial Paidós.
Chihu, A. (2010). El framing del spot político. México D.F.: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa.
Flores, V. (2013). Interrupciones. Ensayos de poética activista. Neuquén: Editora La Mondonga Dark.
Pecheny, M. (2002). Identidades discretas. En Arfuch, L. (Comp.) Identidades, sujetos y subjetividades (pp.125-148). Buenos Aires: Prometeo libros.
Preciado, B. (2010). Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en «Playboy» durante la guerra fría. Barcelona: Anagrama.
Reguillo, R. (2012, julio-diciembre). Navegaciones errantes. De músicas, jóvenes y redes: de Facebook a Youtube y viceversa. Nueva época, (18), 135-171.
Richard, N. (2013). Crítica y Política. Santiago: Palinodia.
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