agosto 28, 2023

Una enorme oportunidad para la difusión del patrimonio cultural y la creación literaria en cualquier lengua



Margarita Guerrero, directora de Bookwire en España y Latinoamérica.
«Evolución en España y Latinoamérica».
Telos, n.º 104 (2016); número temático: «El futuro del libro en la era digital».




La imparable transformación digital en la que estamos inmersos ha cambiado de una manera profunda nuestros hábitos de consumo y de comunicación. Ya no somos capaces de concebir un mundo en el que el ocio no sea una elección a la carta o en el que no podamos mantener una comunicación instantánea —bien sea individual o colectiva— en cualquier momento.



La accesibilidad de los contenidos a nivel global

«El libro y la industria editorial, como creadora de contenidos destinados al ocio o la educación, no se han quedado al margen de esta transformación, obligados a dar respuesta a los nuevos entornos comerciales y las nuevas reglas de consumo que se han impuesto. La industria editorial ha comprendido que tiene que convivir con el entorno analógico tradicional y el ya no tan nuevo entorno digital. Los cambios en la era digital son rápidos y están en constante evolución: nuevos formatos de digitalización, nuevos modelos de negocio, nuevas maneras de comunicación, distribución, comercialización y creación de contenidos, que exigen a la industria editorial dedicación y capacidad de aprendizaje para seguir siendo competitivos en la era digital, al mismo tiempo que satisface la demanda de los nuevos consumidores digitales.

Los profundos cambios que se han experimentado en la producción (de papel a ePub), la distribución (de camiones a plataformas tecnológicas), la comercialización (de tiendas físicas a tiendas virtuales), hasta la recepción de los contenidos (de lectores anónimos a prescriptores) sacuden los cimientos de la industria editorial, pero no dejan de ser una enorme oportunidad para la difusión del patrimonio cultural y la creación literaria en cualquier lengua.

La accesibilidad de los contenidos a nivel global, basada en las infraestructuras de conectividad y a través de plataformas de comercio electrónico, es sin duda la mayor oportunidad que jamás se haya presentado al libro, tanto en su versión física, pero sobre todo en su versión digital. El acceso al entorno digital está sujeto a unas reglas definidas por la nueva industria digital, que ya han sido asumidas por aquellas editoriales que han comprendido el poder y el alcance de la era digital, aunque sigue habiendo sectores de la industria editorial reticentes a abrirse a lo intangible y a explorar la creación y difusión de libros electrónicos.

Según el informe Evolución y tendencias digitales en Latinoamérica, publicado por la plataforma de distribución de libros electrónicos Bookwire.es, todo indica que existe un creciente potencial muy importante fuera de sus mercados nativos para cualquier editorial que publique en formato digital en lengua española. El análisis de las ventas del año 2015 de todas las editoriales españolas y latinoamericanas que gestionan su distribución de libros electrónicos a través de nuestra plataforma destaca que de los ebooks editados en España, tan solo un 45,4 % es vendido en territorio español, mientras que el 54,6 % se vende fuera de España, repartido entre América Latina (37 %), Estados Unidos (10,2 %), Europa (7,4 %) y el resto del mundo. Curiosamente, en el caso de ebooks editados en América Latina el porcentaje de ventas en mercados domésticos es idéntico, del 45,4 %, y la mayoría de las ventas se realizan en mercados extranjeros; el 37,2 % en Estados Unidos, el 10,8 % en España y el 6,6 % en Europa y el resto del mundo.



Reglas del entorno digital

Estos datos muestran claramente que la distribución digital abre el alcance de la difusión y disponibilidad de contenidos con una inmediatez y dimensiones nunca antes vistas. Salvados los costes y tiempos de producción y de distribución del mundo analógico, en el entorno digital los contenidos (libros, audiolibros) casi no tienen barreras para estar disponibles a nivel mundial prácticamente de forma simultánea.

Pero la era digital ha escrito unas reglas que son condicionantes e imprescindibles para poder acceder los nuevos entornos que se han creado a través de la tecnología. En primer lugar, está la penetración de Internet y el acceso de la población a este servicio.

Según GSMA Latin America y los datos publicados en la reciente edición del Mobile World Congress 2016, las cuatro barreras para la inclusión digital son la cobertura de red, la asequibilidad, la alfabetización digital y el contenido local relevante. Si tenemos en cuenta que en España y Europa estos condicionantes se encuentran en una fase muy avanzada, en el caso de los países de América Latina y el Caribe aún queda un desarrollo pendiente: solo el 33 por ciento de su población es usuaria de banda ancha, el 57 por ciento tiene cobertura pero no es usuaria y el 10 por ciento (64 millones de habitantes) no tiene cobertura de banda ancha móvil (3G + 4G).

Asimismo, la región sigue acusando una alta desigualdad de ingresos, algo que afecta a la posibilidad de compra de un dispositivo telefónico, cuyo coste representa un promedio del 17 por ciento del ingreso del 40 por ciento de la base de la pirámide. La penetración de smartphones en la región alcanzó el 50 por ciento (306 millones de habitantes) en el tercer trimestre de 2015, y es con diferencia el dispositivo de lectura más usado en la región frente a dispositivos dedicados de tinta electrónica o tablets.

Pero la alfabetización digital también depende de la oferta de contenido local relevante; y en este aspecto las editoriales latinoamericanas aún tienen mucho camino por delante, ya que se estima que en toda la región solo un 30 por ciento de las referencias editoriales activas están disponibles en formato digital (ePub).

Tanto el desarrollo de contenido local relevante como la alfabetización digital en América Latina se verá fuertemente impulsada por los gobiernos locales financiando y apoyando el uso de las TIC y el aprendizaje en las escuelas, promoviendo la innovación tecnológica y las start-ups, así como proveyendo de contenido localmente relevante a través de los servicios de gobierno electrónicos. En cuanto a la lectura digital, el rol de los gobiernos locales es decisivo con las políticas de fomento y del acceso a la lectura a través de grandes subvenciones a las redes de bibliotecas públicas que en la era digital pueden ofrecer libros digitales en préstamo en países con infraestructuras fuertemente centralizadas, donde el acceso a la lectura, ya sea de compra o de préstamo, se vuelve proporcionalmente más complicado en función de la distancia a un centro metropolitano.



Exigencias para la industria editorial

Volviendo al libro digital y la industria editorial, la inclusión digital también exige a las editoriales adaptarse a un entorno comercial que se ha vuelto tecnológico, virtual y global. El libro electrónico requiere un nuevo tratamiento del contenido, desde la producción hasta la distribución y el marketing, que en la era digital pasan obligadamente por tecnologías nuevas y relaciones comerciales marcadas por plataformas de venta virtuales y globales. Las editoriales tienen que convivir con dos modelos, el tradicional y el digital, y precisamente ahí está el futuro del libro en la era digital: en la venta tradicional, así como en la venta on line tanto de libros en papel como ebooks.

Hace años que la única venta que está creciendo es la venta on line; y si a esto le sumamos el acceso a un mercado global con regiones en pleno desarrollo digital como Latinoamérica —recordemos que las editoriales españolas venden más ebooks fuera de sus mercados locales—, las perspectivas futuras son muy positivas.

Finalmente, será muy interesante observar la evolución del libro digital en América Latina, donde la digitalización de la industria editorial regional se está acelerando fuertemente y va a requerir una ampliación de la oferta de distribución digital y canales de venta. En definitiva, el progreso digital de América Latina es una importante oportunidad para la industria internacional de creación y distribución de contenidos.





agosto 21, 2023

La expresión artística nunca alcanza a nombrar plenamente aquello hacia lo que tiende, queda un resto inalcanzable



Francisco Javier Gil
«Poéticas de lo cotidiano, estéticas de la vida»

Nómadas, n.º 46 (2017)

Nómadas | Universidad Central | Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos (IESCO) | Bogotá | COLOMBIA


Extracto de páginas 215-217 de la publicación en PDF. Véanse las referencias en la publicación original.



Vista general. Exposición Poéticas de lo Cotidiano, Estéticas de la Vida, 2016.


La expresión artística nunca alcanza a nombrar plenamente aquello hacia lo que tiende, queda un resto inalcanzable que se muestra como balbuceo. Desde allí, desde esa impotencia, como lo ha señalado Agamben, las artes se resisten a las lógicas productivistas que reducen todo quehacer a resultados predecibles y anticipables. Lo artístico, por lo general, no encuentra final ni cierre, se resiste a ser producto, incluso se resiste a ser significación.

El decir poético da a ver esa trama de potencia e impotencia. La imperfección, la imprecisión y la ambigüedad le son constitutivas. En términos de Agamben, «salvación de la imperfección en la forma perfecta». Pero tras esa imperfección palpita la vida, emerge un decir otro que se resiste a ser objeto de fácil consumo. Las lógicas propias del mundo de la planificación, tecnificación y mercado aplanan la vida a partir de la imposición de lenguajes tendientes a automatizar las respuestas sin detenimientos ni mediaciones.

Son lenguajes que se autoreferencian y autovalidan apuntando a una operatividad eficaz que reduce todo a una gran instrumentalización. Por ello, las políticas de conocimiento no son ajenas a las políticas de vida, la hegemonía de un cierto orden cognitivo y discursivo de tipo tecnocientífico aniquila las singularidades y subordina una gran pluralidad de saberes, modos de pensar, decir y conocer. El arte es resistencia a una experiencia atrapada en resultados, formalizaciones, lenguajes y modelos cognitivos que no hacen justicia a la incesante pluralidad de la misma vida.

Es la posibilidad de un decir con cuerpo, un decir ligado a lo que no se sabe pero se siente, en el límite de lo decible y atento a lo indecible. La palabra del arte —como la vida misma— es insegura, imprecisa y contradictoria. Cuando se nombra el dolor, el goce, la memoria, lo posible y lo imposible, la palabra roza sus límites. Es distinto representar una verdad externa, que un «decir de verdad», en este caso algo íntimo puja por expresarse y lo hace subvirtiendo clichés y generalizaciones.

Al poner en juego situaciones que fracturan la existencia, ese deseo de decirse clama por una expresión creadora que rebasa cualquier lenguaje formateado o prefabricado. «El estereotipo es ese lugar donde falta el cuerpo, donde uno está seguro que éste no está». El deseo de simbolizarse desde lo sensible rebasa la simple expresión estética y placentera. Allí la experiencia del mundo y la experiencia de sí mismo se dan al unísono, es decir, se configura y trasciende lo que somos, sentimos y pensamos.

Sin esa potencia se impide la posibilidad de nombrar y transmutar el dolor, y de paso se bloquea la necesaria solidaridad compasiva frente al dolor de los demás. Hay situaciones en las que la vida pide una expresión más íntima e intensa y no parece ser suficiente un respaldo jurídico o argumentativo. La imposibilidad de decir lo sentido hace parte del mismo sufrir.



Lo sensible, más allá del arte

Las estéticas relacionales son ya una tradición en el campo de las artes, fundamentalmente a partir del texto clásico de Nicolás Bourriaud, Estética relacional. Con esa denominación impulsó prácticas artísticas focalizadas en crear situaciones relacionales y, consecuentemente, alejadas de las clásicas obras de arte. En otros términos, la intersubjetividad desplazaba al objeto u obra. Aspiraba a dinamizar una socialidad alternativa mediante prácticas que incluían meetings, comidas, conciertos y acciones de tipo colectivo.

No obstante, esa pretensión quedaba circunscrita a los espacios tradicionales del arte, y con ello sus posibilidades eran igualmente limitadas, tan limitadas como son las lógicas de producción, distribución y recepción de la institución «arte». En el fondo resultaban un producto más de la institucionalidad artística sin alcanzar a incidir en la vida colectiva y en los modos de reparto de lo sensible. En este contexto nos interesa señalar una estética que desborde ese ámbito, nos parece importante encontrar lo sensible y la relacionalidad como una dimensión propia del vivir cotidiano de cualquier persona o colectividad.

El arte y lo poético no solo suceden en ciertos objetos denominados «artísticos», están en el vivir mismo, en el ejercicio de la sensibilidad e imaginación cotidiana. Desde lo sensible se configura otra relación con la existencia: es el lugar de exposición, presencia y apertura ante los otros. Podríamos hablar de una estética relacional en tanto que el cuerpo de entrada se encuentra con el otro, con otros cuerpos. Ser cuerpo es estar fuera de sí, inserto en una trama relacional, en una zona de encuentro y vulnerabilidad.

La vida más que objeto de un conocimiento distante nos interpela como presencia, llamándonos a contraer una relación intensa con esta. Esa condición relacional no es algo añadido, producto de una intención, propósito o programación, es parte del mero hecho de existir en tanto que existir es estar abierto al mundo. Marina Garcés, desde una filosofía más situada en el cuerpo, en la vida social y en el hecho de descubrir y construir un mundo común, ha enfatizado suficientemente en esa condición. Para ella, el «nosotros» no es un artificio, las relaciones con los otros están implícitas en el hacer juntos y vivir juntos, se arraigan en la misma materialidad de la vida.

La relacionalidad es la propia realidad, no es un dispositivo simbólico sumado a la vida: «El otro está ya en el aire que respiramos, en el acento de nuestras palabras, en los órganos de nuestro cuerpo, en los objetos que manipulamos, en cualquiera de nuestras acciones». En suma, los otros no están ante mí sino en mí. La autora hace ver que lo común, lejos de ser un asunto identitario, aparece naturalmente desde que la persona ejerce lo sensible y lo estético.

Estas dimensiones nos definen como sujetos expuestos, vulnerables, afectados, y desde esa afección la vida se torna motivo de pensamiento y acción. «Ser afectado es aprender a escuchar acogiendo y transformándose, rompiendo algo de uno mismo y recomponiéndose con alianzas nuevas».

El plano sensible, entonces, hace que abramos lo poético y la creación a ese otro mundo más anónimo e inapropiable. En el espacio cotidiano encontramos una creación silvestre, afirmada desde las intensidades sensibles e imaginativas que cualquiera ejerce sin otra finalidad que el gozo de vivir o las ganas de ir más allá de lo que se es. También se poetiza y transforma la existencia, cocinando, tejiendo, soñando, celebrando, jugando, conversando, riendo. Podemos hablar de una resistencia poética que posibilita que la vida se manifieste desde dimensiones diferentes a la lógica productivista y planificada.

Es importante, situándonos más allá de los encuadres institucionales, expandir lo que entendemos por «imagen artística». También hay una expresión poética en los gestos cotidianos, cuando un falso movimiento, una torpeza, un arrebato, anuncian algo irrepresentable; o en los bellos momentos, esos que no hacen historia pero que celebran y afirman la existencia.

Es factible, también, la aparición de un acto poético en las relaciones no codificadas de solidaridad, en las inesperadas e ingeniosas palabras de un niño en las que desaparece y reaparece el mundo, en la invención de formas de comunidad y de vida, en los actos pequeños e insignificantes, en situaciones donde aflora una creación social no intercambiable por dinero, en introducir pequeñas diferencias allí donde todo aparece irremediable, en la generación de intervalos y vacíos, en la suspensión de automatismos y rutinas, en esos mínimos desplazamientos que van provocando algo aunque ignoramos con precisión qué es.




agosto 14, 2023

La comunicación corporativa de la Administración consistorial pretende conseguir la construcción de una imagen fiable y poderosa


Xavier Laborda Gil
«Retórica y prácticas discursivas del periodismo consistorial. Sant Cugat del Vallès en la transición democrática (1979-1987)»

Tonos Digital, n.º 30 (enero de 2016).

Tonos Digital. Revista Electrónica de Estudios Filológicos | Universidad de Murcia | MURCIA | ESPAÑA


Extracto de páginas 38 a 46 del artículo en PDF. Véanse referencias en la publicación original.
Licencia Creative Commons.



Imagen de Ubintia.



LA PERSPECTIVA CRÍTICA CONTEMPORÁNEA


Legislación de buenas prácticas

Entre los años 2003 y 2005 se han promulgado leyes que regulan de un modo más estricto la comunicación de la Administración pública. Se rigen por principios de «interés general, lealtad institucional, veracidad, trasparencia, eficacia, responsabilidad, eficiencia y austeridad en el gasto». Tales principios se establecen en la ley de Publicidad y Comunicación Institucional (artículo 3 de la ley 29/2005, de 29 de diciembre de 2005), que contempla la prensa gráfica y la audiovisual.

Según esta ley, los medios públicos y las campañas publicadas en los medios privados «solo pueden tener como objeto la información sobre los servicios públicos» (artículo 4). De este modo se prohíbe la comunicación cuya finalidad es «destacar la gestión o los objetivos conseguidos» por los poderes públicos.

Examinemos a la luz de esta ley de 2005 las prácticas comunicativas de los boletines municipales. Para ello tomamos en cuenta, como indica en su preámbulo, que la comunicación de la Administración pública debe «garantizar la utilidad pública, la profesionalidad, la transparencia y la lealtad institucional». Para destacar el espíritu del legislador, recogemos estos principios de un modo sintético en tres conceptos: interés público, responsabilidad en la argumentación y austeridad en el gasto.

El concepto de interés público advierte del peligro de mezclar temas y confundir sobre los objetivos del editor. El medio de publicación y los asuntos tratados han de ser en servicio del bien común. La función política lo es; la publicidad de la gestión, no.

Por lo tanto, es legítimo promocionar la función política de los ediles, porque tiene un objetivo público. Y se ha de excluir la comunicación de la gestión o la acción ejecutiva, que tiene un sentido partidista, como por ejemplo el balance del mandato.

A su vez, la responsabilidad en la argumentación exige el uso del discurso de manera relevante y ética. El periodismo institucional ha de buscar la eficacia mediante la profesionalidad. La pluralidad de voces y el contraste de versiones son dos indicios de calidad informativa. Por el contrario, el caso de la detención de policías es una muestra de lo que no se debe hacer. La ausencia de la voz de la oposición o su inclusión de un modo supeditado son prácticas tan comunes como repudiables.

En tercer y último lugar, la austeridad en el gasto pone el acento en la idea de que el poder no es una propiedad del gobernante. A la eficacia formal o expresiva se le ha de añadir la eficiencia en el uso de medios materiales y económicos. Se exige una proporcionalidad entre objetivos comunicativos y medios presupuestarios de la entidad pública. Esta exigencia no solo afecta a la hacienda municipal sino al ecosistema periodístico.

He aquí, pues, tres máximas del código deontológico de la comunicación pública. Se refieren a la finalidad: el interés público; al cómo: la responsabilidad en el uso del discurso; y al cuánto: austeridad en el gasto. Expresadas así, las máximas parecen revelar tres obviedades y, sin embargo, como se ha visto en el período comentado, no lo eran porque no se respetaban. Tampoco han parecido evidentes ni se han respetado décadas después, incluso tras la promulgación de la normativa de 2005. Para ejemplificar sobre el trasfondo de estos puntos, añadimos un comentario al hilo de la máxima más simple, la de no malversar el dinero público.


Creatividad y sigilo de las prácticas comunicativas

El comentario es este. Llama la atención el reparto gratuito y a domicilio de La Veu, en su última etapa, con el tiraje asombroso de un ejemplar por cada dos habitantes. Esta forma de distribución no solo supone un gasto para los vecinos, que pagan el presupuesto municipal, sino una alteración de la comunicación social. Es coetánea de La Veu la revista comercial Vallépolis (1974-1982). Esta cabecera privada adoptó un punto de vista crítico con el Ayuntamiento democrático, por razones de su ideario conservador y por la competencia de la publicación consistorial.

Si consideramos la competencia comercial, hay que anotar que La Veu abusó de una posición dominante, por la gratuidad, un formato completo de periódico y además el privilegio de la fuente principal de las noticias locales, es decir, la agenda y los servicios consistoriales. El resultado de esa confrontación desigual fue la desaparición de Vallépolis en 1982.

Tras ello acaeció algo tan desgraciado como una década estéril, sin ninguna cabecera privada de prensa local. El espacio social para la prensa local lo ocupó La Veu y, con el cambio de partido gobernante, fue colonizado por otros boletines, como 30 dies (1987-1992) y Municipi (1993-1994), estos últimos en mandatos del alcalde de Convergència i Unió, Joan Aymerich. Pero hay otro efecto más. Las revistas privadas que han surgido después no han podido arraigar o bien han sucumbido a lo que parece un entendimiento clientelar con la Administración.

Las leyes sobre comunicación corporativa son un instrumento para regular la publicidad institucional de los gobernantes. Lo que no se pudo conseguir con un código ético, implícito y voluntario, en la transición, se ha de buscar mucho tiempo después mediante la constricción del derecho positivo. El beneficio de esta normativa de 2005 es evidente si se buscan más ejemplos, en boletines y en ediciones especiales.

Sin embargo, una vez establecido el marco legal que dirime los límites en la comunicación de la Administración pública, esa situación restrictiva es un estímulo para la creatividad de los gabinetes de comunicación. Como hemos sostenido en otro lugar, hallan nuevas formas de visibilidad política mediante la intervención mediática.

Para ello, la Administración pública expande su imagen y asienta su liderazgo en tres ámbitos promocionales: la edición de publicaciones, la publicidad y la gestión de acontecimientos.

Describimos con brevedad en qué consisten esos ámbitos de autopromoción. En primer lugar, las ediciones son un recurso tradicional de promoción mediante artes gráficas. En este ámbito encajan el boletín informativo –como las cabeceras que hemos comentado–, el folleto, la memoria anual y de fin de mandato, el libro conmemorativo, la guía turística, el regalo institucional o el material didáctico.

A su vez, la publicidad institucional es una especialización de la edición, con la particularidad de que la Administración no es el editor, sino el cliente del medio de prensa gráfica y audiovisual. En este ámbito se desarrolla la técnica de la campaña, que busca crear influencia pública con medios múltiples y el control de la agenda.

En tercer lugar aparece una modalidad tan creativa como la creación y gestión de acontecimientos. Hay acontecimientos de múltiples tipos, como certámenes culturales, competiciones deportivas, celebraciones conmemorativas, ferias y un sinfín de modalidades. El acontecimiento, que puede durar horas o meses, crea una escenografía efímera, en la que se combinan teatralidad, implicación colectiva y proyección emotiva. En esta modalidad la corporación no es un periodista ni un publicista, sino un estratega para el que trabaja un equipo de especialistas. Su cometido es planificar, ejecutar y publicitar un plan estratégico de acción y comunicación.

El uso de estas técnicas en la comunicación de la Administración señala un objetivo actual y determinante. Las publicaciones corporativas, la publicidad institucional y los acontecimientos buscan proyectar la imagen de la Administración y de sus dirigentes en el imaginario colectivo. Se pretende conseguir un objetivo ético, es decir, la construcción de una imagen fiable y poderosa. Según ella, el gobierno de la ciudad es digno de confianza porque se presenta como el gestor de una identidad comunitaria. ¿Y qué sucede con la población? El espectador, el ciudadano, se concibe incluido en esa comunidad –si la promoción es eficaz– porque se identifica con los valores que promueven las mencionadas publicaciones, publicidad y acontecimientos.



CRÍTICA Y CONCLUSIONES

La faceta de la Administración local como periodista es una fuente muy rica en producciones. Algunas de ellas han marcado o se han producido en una época de profundos cambios políticos y comunicativos. Los ejemplares de esos boletines constituyen un archivo documental que invita a estudiar unos períodos de audacias, incertidumbres y proyectos para liderar la opinión pública.

El análisis que hemos presentado sobre el pasaje de la transición a la democracia en Sant Cugat aporta elementos formales sobre esas prácticas discursivas del periodismo consistorial. En el período escogido se acometía la empresa de una prensa gráfica como lugar privilegiado del discurso social. Más allá o a partir de las observaciones formales del artículo, corresponde al lector considerar en qué grado la Administración local cumplió el compromiso de su proyecto de periodismo institucional. A partir de este juicio, también puede hacerse una proyección de cómo se tratan los asuntos en medios y campañas de raíz pública en la actualidad.

Una crítica que se puede formular al análisis de la forma lingüística en este artículo es que resulta general. Por ejemplo, no establece unos términos específicos con los que realizar una búsqueda recurrente en el bagaje textual del corpus. No obstante, resulta específico el estudio en lo siguiente: escoge y analiza documentos de una tipología cerrada:

  • Manifiestos inaugurales: las editoriales del Boletín de Terrassa (1901), Informativo Municipal (1976) y La Veu (1979).

  • Otros escritos autorreferenciales sobre el medio de prensa (1982, 1987).

  • Artículos relevantes sobre teoría y la práctica: las críticas en La Veu de las Administraciones central y local (julio y noviembre de 1980) y el comunicado sobre la detención de policías locales (1982).


El comentario de estos textos está vinculado al estudio retórico y pragmático del discurso. Considera los enunciados en el seno de los formatos o patrones argumentativos.

La perspectiva pragmática reclama atención al contexto y a la situación. En buena parte, el artículo está dedicado a exponer informaciones contextuales, esto es, los rasgos del corpus de prensa; y a relacionar los contenidos del corpus con la situación del género en su tiempo histórico y su marco normativo. La atención a estos elementos específicos resta espacio al análisis de la forma, pero por otra parte permite perfilar el sentido de tal análisis. El sentido o propósito de dicho análisis está comprometido con un problema social: dilucidar las buenas prácticas de la Administración, que consisten en producir un periodismo veraz, eficiente y legítimo.

Una forma de juzgar la utilidad del presente artículo es preguntarse sobre la perspectiva crítica que aporta. La comunicación social que realiza actualmente la Administración local ha cambiado mucho respecto de la que hemos estudiado en los años ochenta. A la fuente de las ediciones propias, como sería el caso del boletín y de otras publicaciones no periódicas, se suman dos más, quizá las más importantes. Nos referimos a las campañas publicitarias en medios privados y a la promoción de acontecimientos. La condición temporal y su producción exterior –en medios privados y en la implicación de entidades sociales– conceden libertad de acción al Ayuntamiento.

En definitiva, tomamos como criterios de buenas prácticas comunicativas el interés público de los asuntos, la responsabilidad discursiva y argumentativa, y la austeridad en el gasto. Son los criterios de la ley de 2005 sobre la materia, sintetizados a nuestra manera.

En primer lugar, el interés público de lo editado implica lealtad institucional, esto es, no elogiar la acción de gobierno.

En segundo lugar, la responsabilidad discursiva implica veracidad informativa, pluralidad de voces, transparencia en la gestión del medio, con un reglamento regulador y un comité de redacción responsable.

Finalmente, la austeridad en el gasto comporta transparencia presupuestaria y eficiencia en el empleo de los fondos públicos.

Si aplicáramos estos principios a los boletines municipales de Sant Cugat, el examen resultaría negativo. Bien se sabe que no se puede juzgar el pasado con criterios actuales. Sin embargo, es preocupante que no cumplieran los principios de buenas prácticas las actividades comunicativas del Ayuntamiento de Sant Cugat. No las cumplieron en los años posteriores a la transición ni tampoco después de la ley de 2005, en lo que atañe a los boletines. Contempladas con perspectiva, tales prácticas no observan la lealtad institucional, burlan la veracidad con informaciones parciales, carecen de un reglamento interno y de comité de redacción que responda de su trabajo y, finalmente, no informan del gasto ni acreditan la eficiencia de la actividad editorial.

El estudio sobre boletines municipales presentado aquí es un campo significativo para explorar los escenarios simbólicos de la acción pública. Ello es posible por la feracidad de el instrumento de los archivos, de la hemeroteca. El interés de los repertorios de comunicación local es múltiple. Por un lado, está la llamada de atención sobre la precariedad y pérdida de documentos, sean números o cabeceras enteras. Se trata de materiales efímeros que merece la pena conservar y hacerlos accesibles para su consulta.

El estudio de estos repertorios de prensa permite plantear cuestiones sobre textos y géneros discursivos. Y también, sobre sus agentes y las pautas que regulan las situaciones comunicativas en que participan. No en vano, el corpora aporta una perspectiva diacrónica o histórica que permite establecer los tópicos y los modelos de comunicación institucional, los conflictos ideológicos y las negociaciones discursivas.

La tarea que puede acometer el investigador es distinguir los episodios de su historia, comprobar la fidelidad a sus propósitos fundacionales y examinar el conflicto que puede darse si la función informativa deriva en promoción propagandística.

Digamos, para concluir, que estos repertorios de comunicación local no son solo una fuente de la oratoria periodística del siglo XX. También son escenarios simbólicos de la acción pública, la identificación colectiva, la legitimación política y la propaganda institucional. La confección y el análisis de dichos repertorios brindan una perspectiva que combina los ámbitos del discurso, las instituciones políticas, el protocolo, la ideología, la tradición popular y la perspectiva histórica. Su ampliación material y su estudio no hacen sino incrementar el conocimiento del mundo local y de la comunicación institucional.




agosto 07, 2023

Debemos poder dominar tanto la redacción formal como la informal. El reto es no sacrificar el aprendizaje de una por la costumbre de la otra



Gabriel Paizy
Blog «En buen español»
Diario Primera Hora
PUERTO RICO



Se reproduce a continuación un pasaje del artículo.


La era digital transforma nuestra manera de comunicarnos, al igual que lo hizo el telegrama en sus tiempos. Hay que buscar maneras de agilizar nuestra comunicación escrita a través de nuestro teléfono móvil, porque su propósito es poder llevar un mensaje rápido, desechable, de gratificación inmediata, sin objetivos literarios, ni epistolares, ni trascendentales.

Es la comunicación que se transforma ante nuestros propios ojos.

Lo importante es, me parece, que los jóvenes entiendan que el lenguaje del chat es como si fuese un segundo idioma, que vive de forma paralela al lenguaje más culto que debemos mantener al momento de redactar a otros niveles más formales. Es como decir que aprendemos a escribir en español, en inglés y en el lenguaje del chat. El reto es saber diferenciarlos, y no sacrificar el aprendizaje de uno por la costumbre del uso del otro. El problema estriba en que se pierdan las fronteras y tengamos personas escribiendo con lenguaje de chat en un texto académico o profesional. Debemos poder dominar tanto la redacción formal como la informal.

Q kres?


Lee aquí el artículo completo.