enero 30, 2018

«Apuntes para una lectura ideológica de la cronística medieval: el caso de la Crónica de tres reyes»



Pablo Enrique Saracino
«Apuntes para una lectura ideológica de la cronística medieval: el caso de la "Crónica de tres reyes"»

Anclajes, vol. 21, n.º 1 (2017)

Anclajes | Universidad Nacional de La Pampa | Facultad de Ciencias Humanas | Instituto de Investigaciones Literarias y Discursivas | Santa Rosa | ARGENTINA


Extracto de páginas 82 a 85 de la publicación en PDF. Véanse las referencias en la publicación original del texto.




«En palabras de Walter Ong, “[l]a naturaleza no ‘enuncia’ hechos: éstos se presentan sólo dentro de los enunciados producidos por los seres humanos para referirse al tejido sin hilos de la realidad que los circunda” (72).

»Al ser captados por una estructura narrativa, al ser seleccionados y organizados en una trama, los hechos de la realidad necesariamente adoptan una coherencia en la cual entran en relación con los elementos de una fábula, lo cual les asigna una imbricación necesaria para ser asimilados en tanto materia narrable, y por ende, poseedora de alguna verdad. Jaume Aurell explica que, en el abordaje de White, “la historia no queda vaciada de contenido, porque la narración misma forma parte de dicho contenido” (132).

»En este punto, resulta indispensable recurrir a algunos conceptos de la narratología que pueden echar luz acerca del modo particular a través del cual esta operación se realiza. Mieke Bal plantea que una narración se vuelve accesible ya que responde a una “lógica de los aconteci-mientos”, la cual se define como “un desarrollo de acontecimientos que el lector experimenta como natural y en concordancia con el mundo” (20). La clave de la narración histórica como herramienta ideológica radica en presentar la trama como natural, como previa a la configuración narrativa, como una cualidad que los hechos poseen a priori de su narrativización.

»Así, esta actividad netamente ideológica se define no tanto como una “falsa conciencia” sino más bien como una herramienta necesaria que permite asir la realidad y, en este caso, el pasado, el cual se vuelve inteligible al ser convertido en historia, produciéndose así una “necesaria constitución simbólica de la realidad” (Ariño 137), al ser atravesado y ordenado por una lógica narrativa. Asimismo, en el texto historiográfico, se lleva a cabo una segunda operación, ya señalada por Roland Barthes (“El discurso”), a través de la cual esta narración se propone como espejo del pasado, mostrándolo en toda su dimensión y complejidad al articular los significantes de los que dicho texto se vale, no con su correspondiente significado, sino directamente con el referente.

»Es decir, que esta equivalencia semántica se lleva a cabo a través de una homología estructural entre las fábulas de las narraciones y las históricas que vuelve inteligibles a ambas recíprocamente; las fábulas ficcionales se asemejan estructuralmente a las reales, y estas se vuelven significativas al adoptar una forma narrativa que las inserta en la gran matriz que organiza la historia de la humanidad y le otorga un sentido dentro de las denominadas “narrativas maestras” (fatalismo griego, redentorismo cristiano, progresismo burgués o utopismo marxista) (White 163).

»Dentro de estos grandes esquemas, cada sociedad “se narrativiza, construyendo una serie de personajes sociales o roles a representar por sus miembros [...]; una trama o curso ideal de desarrollo de las relaciones que presuntamente existen entre sus tipos de personajes reconocidos”. Es decir, la ideología no agrega nada al contenido, sino que lo determina en el plano formal, lo vuelve asequible a una comunidad portadora de la organización narrativa necesaria para decodificar y producir sentido en una cadena de hechos determinada, es decir, para señalar, articular y aclarar la experiencia temporal. Para Aristóteles el término mŷthos refiere a la “estructuración que requiere que hablemos de «elaboración de la trama» antes que de trama”, por lo tanto, estamos hablando de un proceso de selección y disposición de acontecimientos que hará que la fábula devenga historia (Ricoeur 480-481).

»La crónica medieval intenta configurar un pasado que sea fundamento, explicación y legitimación del presente. Alrededor de 1344 Alfonso XI ha logrado acabar con las pretensiones de la nobleza levantisca que desde tiempos de Alfonso X había mantenido en jaque a la realeza. Por lo tanto, uno de los objetivos de Crónica de tres reyes será evidenciar los efectos nocivos que dicho estamento habría causado en el reino de Castilla durante los reinados de sus antepasados, y a la vez otorgar a Alfonso XI un rol de monarca capaz de poner fin al período de incertidumbre. De esta manera, la selección y organización de los acontecimientos narrables, no hace otra cosa que explicar y justificar el presente desde el cual y para el cual se construye la historia.

»De hecho, otra cuestión que Alfonso XI necesita resolver es la legitimación de su propio linaje, un linaje “maldito” a partir de los conflictos sucesorios acaecidos durante los últimos años de Alfonso X, narrados detalladamente en los últimos capítulos de Crónica de Alfonso X. Creemos que es necesario señalar, para comprender el rol de estas crónicas en función de una reivindicación linajística, que la mera exaltación de un monarca y sus antepasados no puede ser entendida en sí misma como una cuestión ideológica.

»Para alcanzar una comprensión más abarcadora de las particularidades que definen a este subgénero cronístico específico, debemos trabajar con un concepto de ideología que la ubique en un plano más general, formal e independiente de las coyunturas sociales, que la considere una cosmovisión del orden social que necesariamente ha de trascender las épocas y sus avatares políticos, los cuales, al ser recogidos en un texto de intención historiográfica, habrán de ajustarse al modelo propuesto por la ideología para no contradecir el “sentido” de la Historia, es decir su estructura narrativa.

»Si, en términos de Louis Althusser (142-143), la ideología es la que interpela al individuo en tanto sujeto, asignándole un sentido y un lugar dentro el orden social, resulta indispensable para estudiar la ideología en un contexto medieval preguntarse acerca del tipo de sujeto que estas crónicas presuponen en el lector en tanto hechos ideológicos. Es decir, qué tipo de lector cumplidor de la ley se diseña en el plano textual a la vez que refleja el imaginario social vigente, ya que −como señala Michel De Certau− en una sociedad en la cual la práctica discursiva hegemónica consiste en un sistema escriturario “el público se ve moldeado por lo escrito [...], se vuelve parecido a lo que recibe, es decir que está impreso por medio del texto y a semejanza del texto que se le impone” (179).

»Así, la cronística medieval (y la historiografía en general) acaso cumpla una función equivalente a aquella que para Frye desempeñan los contenidos religiosos, función que Jameson amplía al campo de la literatura en tanto acto socialmente simbólico.

»Las figuras religiosas se vuelven entonces el espacio simbólico en que la colectividad se piensa a sí misma y celebra su propia unidad; de tal manera que no parece un paso siguiente demasiado difícil, si, con Frye, vemos a la literatura como una forma más débil de mito o un estado más tardío de ritual, concluir que en ese sentido toda literatura, por débilmente que sea, debe estar informada por lo que hemos llamado un inconsciente político, que toda literatura debe leerse como una mediación simbólica sobre el destino de la comunidad. (Jameson 57)


»Esta mediación simbólica es posible a través de un proceso en el cual se habrán de someter los elementos constitutivos de la experiencia vital a las reglas de la materia narrable. Por ejemplo, con respecto al tipo de lector que la crónica exige, vemos que al tratarse esta de un texto cuya fábula establece una identidad entre el actante sujeto y el personaje rey, el lector necesariamente ha de asumir en la figura regia el eje alrededor del cual se ordenarán todos los demás elementos de la fábula.

»Contar la historia −haya sido esta gestada en un ámbito oficial o nobiliario− es contar los “fechos” del rey (es decir, los acontecimientos funcionales relacionados con el sujeto) y de todo lo que se refiera directamente a él. Los únicos hechos y personajes que habrán de ser mencionados serán aquellos que ingresen dentro del “aura” regia. Es decir que lo narrable se halla determinado por los elementos significativos de la fábula y, dentro de este conjunto de acontecimientos, los que cobrarán un mayor relieve serán los relacionados con actividades bélicas, ya sea contra el moro o bien contra la nobleza rebelde.

»De esta manera, en términos narratológicos, el objeto del sujeto-rey será mantener la paz dentro de las fronteras del reino, así como también luchar contra el moro, enemigo político y religioso. Estos objetos serán los que determinen sus acciones durante todo el período que ocupa la Reconquista, cualquiera sea el texto narrativo historiográfico del que estemos hablando.

»Es decir que, en este caso, la ideología funciona como límite formal en la frontera de lo relevante, de lo historiable, al imponer a la historia un modelo narrativo básico y dejando fuera versiones antagónicas de los hechos así como todo acontecimiento que no pueda (o no deba) ser relacionado con el campo de acción del rey.

»En el mismo sentido, la estructura capitular analística del relato (presente en Crónica de Sancho IV y, en menor medida, en Crónica de Fernando IV) establece un calendario en el que la referencia temporal fundamental será el año de reinado en el cual suceden los hechos. De este modo, todo hecho histórico narrado tendrá como marco los “fechos” de un determinado rey y encontrará una ubicación cronológica precisa en relación con los años de su reinado.»





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