junio 08, 2021

El cambio decisivo de la industria editorial de Costa Rica ocurrió después de 1950, con la modernización del país, y la expansión se intensificó en la década de 1980, con el cambio de modelo de desarrollo del país y el giro en el liderazgo de la creación de editoriales


Iván Molina Jiménez
«De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989)»

Diálogos. Revista Electrónica de Historia, vol. 22, n.º 2 (2021).

Diálogos. Revista Electrónica de Historia | Universidad de Costa Rica | Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC) | San Pedro de Montes de Oca (San José) | COSTA RICA

Se incluye a continuación un extracto seleccionado de las páginas 12 a 21 de la publicación en PDF. Las referencias pueden consultarse en la ubicación original.

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«LA CONSOLIDACIÓN DE LAS EDITORIALES

»Durante los treinta años posteriores a la guerra civil de 1948, Costa Rica experimentó un importante proceso de crecimiento y diversificación de la economía, liderado por los vencedores de la guerra civil de 1948, organizados en el Partido Liberación Nacional (PLN), fundado en 1951. Tales cambios fueron acompañados por una expansión sin precedente del Estado, una industrialización sustitutiva de importaciones y una mejor distribución del ingreso. Al tiempo que los sectores medios se ampliaban, producto de procesos de movilidad social ascendente, el porcentaje de hogares pobres se redujo de 51 a 25 por ciento entre 1961 y 1977, en un contexto de rápida expansión demográfica: la población del país ascendió de 888.745 a 2.249618 habitantes entre 1950 y 1979.

»Sin embargo, desde inicios de la década de 1970 este modelo desarrollista empezó a agotarse, en un contexto en el cual disminuían los precios de los productos agrícolas y se incrementaba la deuda externa del país. Una breve bonanza en la cotización del café, debido a las heladas que afectaron la producción de ese grano en Brasil entre 1976 y 1977, retrasó el inicio de una crisis largamente anunciada, que estalló por fin en septiembre de 1980 (Rovira Mas, 1982, 1987; Céspedes Solano y Jiménez Rodríguez, 1995, pp. 50-51; Pérez Brignoli, 2010, pp. 113, 128).

»Como resultado de una inversión sostenida en educación, entre 1950 y 1979 la cobertura en la enseñanza primaria se elevó de 80,6 a 99,1 por ciento de la población de 7 a 12 años; la de la secundaria subió de 8,6 a 62,1 por ciento de los jóvenes de 13 a 17 años; y la de la universitaria pasó de 1,3 a 14,5 por ciento de las personas de 18 a 24 años (Molina Jiménez, 2017, pp. 25-26, 29-30, 38-39).

»Al crecer cuantitativamente, el mercado cultural posibilitó que se ampliara la demanda de libros de texto para los distintos niveles educativos; pero también lo hizo cualitativamente, como resultado de la fundación de tres universidades públicas más: el Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR) en 1971, la Universidad Nacional (UNA) en 1973 y la Universidad Estatal a Distancia (UNED) en 1977; y de una privada: la Universidad Autónoma de Centro América (UACA) en 1976. Estas instancias ampliaron y diversificaron los círculos de intelectuales, artistas, científicos y profesionales (Pacheco Fernández, 2004, pp. 117-158). A este proceso también contribuyeron el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes (MCJD), creado en 1971 (Cuevas Molina, 1995), y varias oleadas de inmigrantes y exiliados, por lo general con formación universitaria, que llegaron al país procedentes del resto de América Latina.


»Según se observa en la Tabla 2, un primer cambio relevante, en relación con los modelos de publicación prevalecientes en los años 1920-1949, fue el incremento en el número de editoriales establecidas como tales: 54 (28,3 por ciento) de todas las entidades que debutaron en la publicación de libros entre 1950 y 1979, para un aumento de 5,5 puntos porcentuales con respecto al período precedente. De las 53 editoriales privadas, 21 estaban asociadas con círculos de escritores (de poesía y narrativa, principalmente) y 12 con partidos políticos (7 de ellas con organizaciones e izquierda); además, 10 se especializaron en la difusión de estudios académicos (algunas específicamente en el campo del Derecho), 6 en la producción de libros de texto y 4 en la divulgación de obras religiosas.

»Con pocas excepciones, la mayoría de estas editoriales publicaron pocos títulos, dado que su existencia fue efímera. Rápidamente, la única editorial pública creada en el período, la Editorial Costa Rica (ECR) se convirtió en la principal entidad de su tipo en el país. De acuerdo con la Figura 2, experimentó un crecimiento moderado en sus primeros años, que se aceleró a partir de 1966 y empezó a decaer en 1968. Tal descenso, el cual se profundizó entre 1969 y 1970, probablemente estuvo relacionado con que la editorial incrementó sus tirajes en esos años de 2.000 a 3.000 ejemplares (Chavarría Camacho, 2017, p. 112), por lo que acumuló existencias que no pudo colocar en el mercado.

»Frente a ese desafío, la respuesta institucional consistió en establecer alianzas con el Ministerio de Educación Pública (MEP) y algunas dependencias de la UCR para que parte de sus publicaciones fueran de lectura obligatoria para los estudiantes de secundaria y de la enseñanza superior (Chavarría Camacho, 2017, pp. 125-126), en una época en que las coberturas de esos dos niveles educativos se ampliaban sostenidamente.


»Fueron precisamente esos arreglos institucionales los que, al crear una demanda cautiva, permitieron que la ECR expandiera su producción en una escala sin precedente. De hecho, los títulos que publicó entre 1970 y 1973 alcanzaron un tiraje total superior a los 100.000 ejemplares (Chavarría Camacho, 2017, pp. 112-113).

»El ascenso iniciado en 1971, se acentuó a partir de 1975 y alcanzó un máximo en 1977, en el contexto de la bonanza que vivía el país por el aumento en los precios inter- nacionales del café. Finalizado dicho auge en 1978, el número de títulos publicados anualmente por la ECR comenzó a descender, una tendencia que se profundizó en 1979, cuando el deterioro de la economía se intensificó.

»Aunque se posicionó estratégicamente en el mercado del libro, la ECR no podía satisfacer toda la demanda resultante de la extraordinaria expansión de los distintos niveles educativos, una condición que jugó a favor de la creación de editoriales privadas que empezaron a incursionar sistemáticamente en esos campos.

»Tampoco la ECR logró atender adecuadamente las solicitudes de publicación de manuscritos específicamente literarios, no solo porque esa producción excedía sus capacidades, sino porque sus procesos para dictaminarlos estaban dominados por una visión limitada de lo que debía ser la literatura costarricense, afín con las identidades ideológicas de los intelectuales del PLN y del Partido Comunista que hegemonizaron la institución desde sus inicios (Cuevas Molina, 1995, pp. 90-98).

»En contraste con el período 1920-1949, entre 1950 y 1979 fueron creadas menos editoriales institucionales: de las 8 de carácter privado, 1 correspondió al PLN que, en emulación del Partido Comunista una década antes, creó la Editorial Liberación Nacional en 1953; 1 fue fundada por la única universidad privada que había en el país; 1 por la proempresarial Asociación Nacional de Fomento Económico; 1 por el Seminario Bíblico Latinoamericano, cuyos orígenes en el país se remontan a 1923 (Holland, 2017, p. 18); y 4 correspondieron a imprentas que, en el quinquenio 1950-1954, incorporaron un sello editorial para mejorar su competitividad. Conviene destacar que esta fue la última vez en que se presentó un fenómeno de este tipo, ya que a partir de entonces la industria tipográfica concentró sus esfuerzos en satisfacer la demanda de servicios de impresión generada por las editoriales, más que en competir con ellas.

»De las editoriales institucionales públicas, 5 fueron creadas por las universidades estatales y 1 por el MCJD en el decenio de 1970, y 1 por el MEP a inicios de la década de 1950. La fundación de las editoriales académicas fue una respuesta tanto a la expansión de la matrícula universitaria, dado que era preciso producir libros de texto para los cada vez más numerosos y diversos cursos de la educación superior, como a la creciente demanda de publicación proveniente de investigadores y tesiarios. Enfrentadas con estos desafíos, la UNA estableció tres editoriales: la Editorial Universidad Nacional en 1976 y en 1977, el Departamento de Publicaciones y la Editorial Fundauna (privada); la UCR, que a finales de la década de 1950 eliminó la Editorial Universitaria, fundó una nueva editorial en 1976: la Editorial de la Universidad de Costa Rica; y la UNED fundó en 1977 la Editorial Universidad Estatal a Distancia, que operó mediante dos modelos de producción: libros de texto que los estudiantes adquirían automáticamente con el pago de sus matrículas, y libros dirigidos al público general comercializados mediante librerías. Combinó así la suscripción compulsiva con la venta libre de obras.

»La tendencia de las instituciones públicas y privadas a publicar libros con sus propios nombres se profundizó y se diversificó todavía más entre 1950 y 1979. De las 57 entidades estatales, 17 eran ministerios o dependencias ministeriales especializadas, 17 unidades docentes, de investigación o administrativas de las universidades públicas (un indicador de la insuficiencia de las editoriales académicas para canalizar toda la producción generada por las entidades a que pertenecían), 15 instituciones autónomas, 3 museos, 3 poderes de la república y 2 municipalidades.

»En el caso de las 28 instancias privadas, 7 correspondían a organizaciones no gubernamentales, 7 a gremios de trabajadores de cuello blanco y a cámaras empresariales, 5 a organizaciones políticas, 3 a círculos de escritores, 2 a academias, 2 a organizaciones académicas o culturales y 2 a colegios profesionales.

»Si en el período 1920-1949 solo una entidad internacional produjo libros en el país (el IICA), de 1950 a 1979 ese número aumentó a 37 instituciones, un indicador de cómo la estabilidad democrática convirtió a Costa Rica en una sede estratégica para los nuevos procesos de institucionalización a escala regional y global. De esas entidades, 11 eran de alcance centroamericano, 10 de cobertura latinoamericana, 5 globales (pertenecientes a la Organización de las Naciones Unidas) y 3 de carácter interamericano. Las restantes 8 entidades eran editoriales extranjeras que incursionaron en el cada vez más atractivo mercado del libro costarricense: 3 regionales (centroamericanas), 1 estadounidense, 1 argentina, 1 venezolana, 1 mexicana y 1 colombiana. La participación de 6 de esas editoriales fue solo esporádica, pero hubo 2 que alcanzaron una inserción más duradera.

»Fundada en Colombia en 1960, la Editorial Norma se alió a inicios de la década de 1970 con la imprenta Lehmann para incursionar en el mercado de libros de texto para la enseñanza primaria (Befeler Teitelbaum, 1972), con lo que inauguró la participación de editoriales extranjeras en ese campo, una tendencia que se profundizaría después de 1980.

»A su vez, la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), adscrita al Consejo Superior Universitario Centroamericano (1948), inició labores en 1969 con un capital de 130.000 dólares y el compromiso de producir 138 títulos en un plazo de cinco años (Noticias, 1969, p. 86). Aunque publicó esporádicamente en algunos de los otros países del istmo, EDUCA concentró su actividad en Costa Rica, una decisión motivada por las mejores condiciones institucionales que ofrecía este país para una industria editorial no sometida a presiones o persecuciones políticas.

»De esta manera, la principal editorial académica de la región, creada para atender particularmente la producción de textos de ciencias sociales (en esa época, muy influenciadas por las corrientes marxistas), tuvo por asiento el territorio costarricense.



»LAS EDITORIALES Y LA CRISIS DE 1980

»Con el inicio de la crisis económica de 1980, el país experimentó un incremento en la pobreza y el desempleo, un retroceso en el Producto Interno Bruto y una devaluación monetaria sin precedente. Pronto esta situación se agravó a medida que iniciaron ofensivas guerrilleras en El Salvador y Guatemala, mientras el triunfo de la Revolución sandinista en Nicaragua empezaba a ser combatido por fuerzas irregulares, apoyadas por Estados Unidos.

»A partir de 1982, Costa Rica se sumó ideológicamente a la cruzada estadounidense para derrotar al comunismo en la región a cambio de un apoyo económico sistemático, que contribuyó a reestructurar la economía en función de exportar productos no tradicionales a terceros mercados y promover la industria turística (Rovira Mas, 1987).

»Pese a que la economía fue estabilizada alrededor de 1985 y empezó a recuperarse poco después (Rovira Mas, 1987), los efectos de la crisis en el sistema educativo perduraron por mucho más tiempo.

»En la enseñanza primaria, la asistencia de la población de 7 a12 años, disminuyó de 97,1 a 95,3 por ciento entre 1980 y 1983, y se elevó a 98,4 por ciento en 1985. Contrastantemente, en la secundaria, la proporción de jóvenes de 13 a 17 años que concurría a las aulas descendió de 62,6 a 42,7 por ciento entre 1980 y 1989, y solo recuperó el nivel alcanzado previamente hacia el año 2000.

»A su vez, la participación de las personas de 18 a 24 años en la educación universitaria prácticamente se estancó en 15,2 por ciento entre 1981 y 1990, debido a que la expansión de la matrícula en las universidades privadas apenas compensó la pérdida de cobertura en las públicas, que se redujo de 14,1 a 12,4 por ciento en dicho período (Molina Jiménez, 2017, pp. 26-27, 30-31, 39).

»Aunque las condiciones económicas eran muy desfavorables, la creación de editoriales, en el sector privado, en vez de menguar, se intensificó: entre 1950 y 1979, se fundaron 1,8 editoriales por año (véase la Tabla 2), mientras que de 1980 a 1989, ese promedio ascendió a 5,1 editoriales anuales (véase la Tabla 3).

»Las 51 editoriales establecidas en dicha década representaron el 38,9 por ciento de todas las entidades que incursionaron por primera vez en la producción de libros, un incremento de 10,6 puntos porcentuales con respecto a la proporción alcanzada en el primer período. De esas 51 editoriales, 31 (60,8 por ciento) priorizaron la publicación de estudios académicos, 12 la de obras literarias, 4 la de textos religiosos, 2 la de textos políticos y 1 la de libros de texto para la enseñanza primaria y secundaria.


»En comparación con los años 1950-1979, el principal cambio fue el desplaza- miento de las editoriales dedicadas a publicar literatura (poesía y narrativa, principal- mente) por las especializadas en dar a conocer textos universitarios, sobre todo de ciencias sociales. A favor de esta modificación jugaron tanto el debate político entonces vigente sobre el nuevo modelo de desarrollo que debía seguir Costa Rica para superar la crisis económica, como la dimensión cultural que caracterizó la reactivación de la Guerra Fría en América Central. Del mismo modo que se fundaron editoriales cuyas publicaciones cuestionaban el capitalismo y la intervención de Estados Unidos en la región, se crearon otras dominadas por un definido anticomunismo, como la Asociación Libro Libre, que recibía financiamiento estadounidense, gracias al cual pudo llevar a cabo un activo programa de publicaciones subsidiadas (Rojas Mejías, 2018).

»También favorecieron ese desplazamiento tres procesos estrechamente relacionados, que tuvieron por escenario las universidades públicas, en particular la UCR y la UNA: el crecimiento de las actividades de investigación financiadas por esas instituciones, dado que algunos de los responsables de llevarlas a cabo tenían como meta publicar los resultados de su trabajo en forma de libro; la expansión de la matrícula de los posgrados, que amplió el mercado para las obras académicas más especializadas; y el incremento en el número de graduados de esos programas, puesto que una proporción de estas personas aspiraba a publicar su tesis para conseguir empleo o mejorar sus condiciones laborales.


»Finalmente, también contribuyó a dicho desplazamiento la crisis de la ECR: con la contracción del mercado de libros de textos para secundaria, por la baja en la cobertura, tal entidad comenzó a acumular existencias muy rápidamente, al tiempo que enfrentaba un incremento en sus costos de operación y de planilla, y se le dificultaba cumplir con el pago de derechos de autor (Chavarría Camacho, 2017, p. 147).

»Como se observa en la Figura 3, la producción de libros disminuyó entre 1980 y 1982, experimentó una breve recuperación entre 1983 y 1985, y a partir de 1986 descendió abruptamente. Aunque logró crecer nuevamente en 1989, estaba muy lejos de los niveles alcanzados a finales de la década de 1970. La pérdida de protagonismo de la ECR, tanto en el mercado de manuscritos como en el de la comercialización de las obras impresas, benefició particularmente a las editoriales universitarias públicas, a las editoriales privadas que publicaban textos académicos, a las editoriales interesadas en incursionar en la venta de libros de texto y a una nueva generación de editoriales privadas dedicadas a la publicación de obras literarias de manera más profesional y sin el trasfondo cenacular de sus predecesoras, de las cuales la más importante fue Uruk Editores, fundada hacia 1983.

»Mientras de 1950 a 1979, se crearon 0,5 editoriales institucionales por año, entre 1980 y 1989 esa cifra ascendió a 0,7 editoriales anualmente. Aunque mínimo en términos cuantitativos, este incremento es significativo cualitativamente porque evidencia que el promedio, en una época de graves dificultades económicas e implementación inicial de las políticas neoliberales, superó al que prevaleció durante un período de crecimiento económico sostenido y expansión sistemática del Estado.

»Dos factores fueron decisivos para que un contraste de tal índole fuera posible: la existencia de un mercado cultural cada vez más amplio, diverso y demandante en el decenio de 1980, como resultado de los cambios educativos acumulados en los treinta años previos; y la intensificación de los debates públicos por el impacto que tuvo en Centroamérica la reactivación de la Guerra Fría.

»Entre 1980 y 1989, crearon sus propias editoriales en el sector privado la Alianza de Mujeres Costarricenses, fundada en 1952 y relacionada con el Partido Vanguardia Popular (Alvarenga Venutolo, 2005); el Centro de Estudios Democráticos de América Latina (CEDAL), inaugurado en 1968 con el apoyo de la Fundación Friedrich Ebert y vinculado con el PLN (Monge Álvarez, 1988); y la UACA. Esta última, que captó recursos de la Agencia para el Desarrollo Internacional (Pacheco Fernández, 2004, p. 147), trató de constituir su editorial en una opción política e ideológica frente a las editoriales universitarias estatales, cuyas publicaciones de ciencias sociales estaban más incluidas por el marxismo; sin embargo, esa función pronto fue concentrada por la Asociación Libro Libre.

»Por lo que respecta a las editoriales institucionales públicas, 2 fueron constituidas por el MEP y la CCSS, 1 por el Poder Judicial y otra por el programa de Asignaciones Familiares, establecido en 1974 y dependiente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (Trejos Solórzano, 1983).

»De 1950 a 1979, el promedio anual de instituciones que publicaron libros con sus propios nombres fue de 1,9 en el sector público y 0,9 en el privado; entre 1980 y 1989, las cifras respectivas fueron de 1,6 y 2,2.

»El descenso en el sector público se explica, en parte, porque ya numerosas entidades estatales, especialmente las de carácter autónomo, habían empezado a publicar en el período previo, porque las editoriales universitarias estatales mejoraron su posición en el mercado de manuscritos, y por la expansión en el número de editoriales privadas que publicaban estudios académicos. Así, de las 16 instituciones públicas que publicaron libros, 7 eran dependencias ministeriales, 6 centros o institutos de investigación de la UCR y la UNA, 2 municipalidades y 1 ministerio.

»Por su parte, el ascenso en el número de entidades del sector privado que incursionaron en la publicación de libros estuvo asociado con el crecimiento en el número de organismos no gubernamentales. De esta índole fueron 13 de las 22 entidades privadas que publicaron libros. Las restantes 9 se distribuyeron entre 2 gremios, uno de trabajadores de cuello blanco y otro de campesinos y agricultores, 2 organizaciones políticas, 2 entidades de carácter económico, 1 instancia académica, 1 colegio profesional y 1 imprenta que empezó a publicar libros con su propio nombre en 1989. Este último caso es de particular interés porque dicha empresa, en vez de seguir el modelo de las imprentas del período anterior a 1955, que establecieron sellos editoriales para competir en mejores condiciones con las nuevas editoriales, prefirió mantener su razón social como imprenta, como una estrategia para diferenciarse de las editoriales.

»Si entre 1950 y 1979 el promedio anual de entidades internacionales que se establecieron en el país y publicaron libros fue de 1,2, esa cifra se elevó a 3,5 en el período 1980-1989. De las 35 entidades respectivas, 10 eran de cobertura latinoamericana, 8 de alcance global (incluida una agencia de la ONU), 6 de carácter centro- americano, 5 de índole interamericana, 1 nicaragüense, 1 panameña y 1 holandesa. Las tres restantes fueron editoriales, dos españolas (una de ellas la reconocida casa Ariel/Seix Barral que trató de incursionar en el mercado académico sin éxito) y otra colombiana (Farben), perteneciente al Grupo Norma, que sí logró posicionarse favorablemente en el campo de la literatura infantil.

»Indudablemente, lo más sorprendente de la década de 1980 fue que la crisis económica no condujo a un retroceso de la industria editorial en el país, pese a que algunas editoriales fueron especialmente afectadas, como la ECR. Desde ese año y hasta 1989, se fundaron proporcionalmente más editoriales que entre 1950 y 1979, y más instituciones y entidades, costarricenses y extranjeras, publicaron libros que en el período previo. Tal logro fue especialmente significativo porque la actividad editorial debió enfrentar la competencia creciente del fotocopiado, un servicio que comenzó a desarrollarse en el país desde mediados del decenio de 1970.

»Esa proliferación de productores de libros parece haber sido posible porque ya para entonces existía en el país un segmento de consumidores habituados a la adquisición sistemática de obras y con el suficiente poder de compra para permitírselo, liderado por docentes y estudiantes universitarios y de colegios privados, y por profesionales en distintos campos.



»CONCLUSIÓN

»La transición de las imprentas a las editoriales en Costa Rica inició aproximadamente en la misma época en que un proceso similar se daba en otras partes de América Latina (Cobo Borda, 2000), incluida la región centroamericana. Según la información disponible en WorldCat, las primeras editoriales empezaron a operar en el resto del istmo según la siguiente cronología preliminar: en El Salvador (Centro Editorial Meléndez, San Salvador) y Panamá (Casa Editorial Diario de Panamá, Panamá) en 1910, en Nicaragua (Editorial San Rafael, Managua) en 1913, en Guatemala (Centro Editorial, Guatemala) en 1918 y en Honduras (Editorial José Trinidad Reyes, San Pedro Sula) en 1935. Sin duda, falta más investigación sobre este tema para identificar con mejor precisión los puntos de partida, las características de las empresas que lideraron el cambio y las etapas por las que pasó esta modernización de la cultura de la publicación.

»Dos factores estructurales condicionaron fuertemente el desarrollo de la industria editorial en Costa Rica: ante todo, la escasa población del país, que limitaba el número de lectores potenciales, especialmente en una sociedad predominantemente rural y campesina; y un sistema educativo que logró importantes avances en la alfabetización, pero no en promover el acceso a la segunda enseñanza y a la educación superior. Como resultado de esta situación, el mercado cultural permaneció pequeño y poco diversificado, por lo que el éxito de las actividades editoriales dependía decisivamente de que las obras publicadas pudieran ser comercializadas en el sistema educativo preuniversitario.

»Al fundarse la UCR en 1940 y empezar a expandirse la cobertura de la educación secundaria, las condiciones para la producción y comercialización del libro comenzaron a mejorar; pero el cambio decisivo solo ocurrió después de 1950. Fue entonces cuando el país experimentó una extraordinaria modernización en todos los campos, la cual favoreció el incremento general de la población y de la proporción representada por quienes habitaban en los espacios urbanos, y amplió decisivamente el acceso a la enseñanza media y la universitaria. En este contexto, la industria editorial se expandió de una manera sin precedente, a partir de cuatro modalidades fundamentales: editoriales creadas como tales, editoriales adscritas a instituciones, instituciones y organizaciones que comenzaron a publicar libros, y entidades internacionales que también incursionaron en ese campo.

»En vez de ser detenida por la crisis económica que estalló en 1980, la expansión de la industria editorial se intensificó en dicha década, un fenómeno que fue resultado tanto de factores internos, asociados con el cambio de modelo de desarrollo de Costa Rica, como externo, vinculados con la reactivación de la Guerra Fría en América Central y la dimensión cultural de ese conflicto. En este marco, el proceso de creación de editoriales, que en el período 1950-1979 estuvo liderado por quienes estaban interesados en publicar literatura, comenzó a ser hegemonizado por personas que priorizaban la publicación de estudios académicos, dirigidos a satisfacer la demanda del mercado universitario».





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