Alicia María Mariscal Ríos
«¿Vale siempre una imagen más que mil palabras?»
Pragmalingüística, n.º 22 (2014)
Pragmalingüística | Facultad de Filosofía y Letras | Universidad de Cádiz | Cádiz | ESPAÑA
Véanse notas y referencias en la publicación original.
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[De 1. Introducción]
«Si, como afirma Russell, “los rostros [...] son espejos del alma” (Russell, 2003: 330), su análisis debería permitirnos la lectura de emociones o de, al menos, expresiones de emociones (EE), término preferido por dicho autor para referirse, no a la emoción en sí, sino a su manifestación, por ejemplo, a través del lenguaje no verbal. Aunque estas EE pueden tener como finalidad primaria la comunicación de emociones por parte del emisor, en otras ocasiones pueden emplearse con otros propósitos, como influir en el destinatario o facilitar información.
»Según Ekman y Friesen (2003), las emociones se muestran principalmente en el rostro, no en el cuerpo, encargándose este último de evidenciar el modo en que las personas actúan al experimentar una determinada emoción. Sin embargo, las inclinaciones de la cabeza, la postura corporal y los movimientos de brazos, manos, piernas y pies nos proporcionan, mediante el canal visual, pistas sobre emociones, a las que se unen las procedentes del canal auditivo, del lenguaje verbal, del paralenguaje (timbre, tono, pausas y entonación) y de la pragmática.
»En relación con esta última, decía Van Dijk, durante su intervención en las XII Jornadas de Lingüística, celebradas en Cádiz en 2009, que, en el acto comunicativo, los mensajes son como la punta de un iceberg o como un queso de Gruyère, con huecos que han de ser rellenados mediante inferencias y haciendo uso del contexto, del conocimiento del mundo y del otro, etc. No supone, por ello, una simple codificación-decodificación, sino un complejo proceso, en el que tanto emisor como destinatario han de participar activamente, teniendo en cuenta diversas fuentes.
»La interpretación de EE dista mucho de ser un proceso automático de decodificación de emociones de carácter universal. Si a esto le añadimos que, algunas veces, controlamos lo que queremos expresar y que no siempre hay una relación directa entre emociones y EE —Ekman y Friesen (1978) encontraron hasta 65 patrones faciales diferentes de ‘enfado’—, no queda más remedio que tomar con cautela las teorías tradicionales que defendían la universalidad de las emociones y su asociación con expresiones faciales específicas para cada una de ellas. [...]
»En el presente artículo, presentaremos una experiencia realizada durante una clase práctica sobre comunicación no verbal, impartida a un total de 96 estudiantes del Grado en Criminología y Seguridad de la Universidad de Cádiz, en la asignatura “Técnicas y estrategias lingüísticas de expresión, argumentación y negociación”, durante el curso académico 2012-2013. Se trata de un estudio experimental de identificación de expresiones faciales, realizado a partir de las imágenes recopiladas por el estudio de Anta (2010), quien concluía que las expresiones faciales resultan insuficientes si no son combinadas con otros elementos procedentes del lenguaje verbal y no verbal.
»Nuestro grupo estaba formado, por una parte, por ‘expertos’ (detectives, funcionarios de prisiones, policías y guardias civiles) y, por otra, por ‘no expertos’, es decir, estudiantes sin experiencia previa en el ámbito de la seguridad. Pretendíamos comprobar si se producían diferencias significativas entre las puntuaciones de ambos grupos, a la hora de asociar las expresiones faciales con sus correspondientes emociones.
»En este trabajo tratamos de poner de manifiesto las dificultades que surgen por la aplicación de un enfoque tradicional, basado en la detección de EE universales, que prescinda de la combinación del lenguaje verbal y no verbal con informaciones de tipo pragmático (como conocer la situación personal de los sujetos de las imágenes), ya que los resultados pueden ser dispares, además de poco fiables. Asimismo, pretendemos concienciar sobre la necesidad de que los miembros de los cuerpos de seguridad reciban formación especializada en lo que respecta a la comunicación de emociones, que tenga en cuenta, simultáneamente, aspectos verbales, no verbales y pragmáticos. [...]
[De 2. Uso de expresiones faciales para la identificación de emociones]
»En la investigación llevada a cabo por Camras (1991), advertimos una falta de correspondencia entre [las] emociones y las expresiones faciales que las representan, con emociones en las que no se identificaba ninguna EE que las pusiera de manifiesto y casos en los que, aunque sí se observaban ciertas emociones, estas no coincidían con aquellas que cabía esperar. En este sentido, Kappas (2002), quien recopiló investigaciones realizadas hasta la fecha sobre emociones y movimientos faciales, reconocía que “nos hallaríamos en un terreno más seguro si no nos limitásemos a insistir [...] en la existencia de relaciones fijas entre la expresión facial y las emociones” (Kappas, 2002: 10).
»Russell (2003), por su parte, entiende que los datos obtenidos en cuanto a la relación directa entre emociones y sus respectivas señales faciales no han sido concluyentes, sobre todo en sociedades no occidentales. Añade este autor, al respecto, que no hay que limitarse a una pequeña lista de emociones ligadas a EE, ni al uso de imágenes estáticas —como las de una fotografía— para cada emoción, puesto que estas no nos ofrecen detalles de interés, como palidecer, sonrojarse o guiñar.
»No obstante, Ekman y Friesen (2003), algunos de los que más han estudiado la relación entre emociones y expresiones de la cara, defienden que las fotografías pueden ayudarnos a descubrir las huellas faciales de emociones, como la ira, la sorpresa, el temor, la felicidad o la tristeza, y las emplean —en obras como Unmasking the Face— con el fin de que el lector aprenda a ‘leer’ las emociones subyacentes a dichas huellas, pues la descripción de las EE es un fenómeno visual. De hecho, los autores comparan la habilidad de interpretarlas con la de conducir un coche, ya que llegamos a hacerlo de manera casi automática, sin pensar detenidamente en ello, y añaden que “al contrario que cuando aprendemos a conducir, en el caso de las expresiones faciales no hubo nunca un periodo en el que se nos enseñase a desarrollar específicamente estas destrezas” (Ekman y Friesen, 2003: 8), tan necesarias para el desarrollo de la competencia emocional, que consideramos esencial en la formación de expertos en criminología y seguridad.
»Ekman (1979) y Ekman y Friesen (2003) establecen una distinción entre señales faciales emocionales, por un lado, y conversacionales, por otro. En el segundo grupo estarían incluidos los marcadores conversacionales, que sirven para enfatizar alguna palabra, marcar cambios de turno, mostrar a nuestro interlocutor que estamos de acuerdo, etc. También utilizamos los denominados emblemas faciales, emocionales —que usamos, por ejemplo, con el objetivo de hablar de una emoción que no estamos sintiendo— o culturales —como guiñar un ojo en señal de acuerdo o complicidad—, que emitimos intencionadamente como sustitutos del lenguaje verbal y cuyo significado han de conocer tanto el emisor como el destinatario.
»Muchas de las dificultades que subyacen a la hora de ‘leer’ las EE de tipo facial vendrían justificadas por ser el rostro “a multisignal, multimessage system” (Ekman y Friesen, 2003: 10). Sería ‘multiseñal’ porque, para comunicar un mismo mensaje, el emisor recurre a señales de distinta naturaleza, que el destinatario ha de decodificar simultáneamente. Los autores lo comparan con las señales viales, cuyo contenido viene dado por su forma geométrica, color y mensaje específico. Con las EE sucede lo mismo, pudiendo haber solapamiento entre algunas de ellas.
»Para Ekman y Friesen (2003), hay tres clases de expresiones faciales: estáticas, lentas y rápidas. Las estáticas son los rasgos faciales propios de la persona, como el color de la piel y la configuración de rasgos faciales (boca, ojos, nariz y cejas). Las lentas incluyen cambios debidos al paso del tiempo, como la aparición de arrugas, pecas, manchas, etc., mientras que las rápidas son aquellas producidas por el movimiento de los músculos faciales y que pueden durar segundos o fracciones de segundo. Las extremadamente rápidas reciben el nombre de microexpresiones y resultan sumamente importantes en la detección de emociones ocultas, manipuladas y fingidas.
»A través del rostro transmitimos, además, mensajes múltiples, no solo sobre emociones, sino sobre actitudes, carácter, edad, sexo, raza, inteligencia y atractivo, que pueden influir en la impresión del destinatario. Una misma EE puede ser ocasionada por diversas emociones. La sonrisa, por ejemplo, no es siempre símbolo de alegría, ya que puede ser provocada por vergüenza, esconder sarcasmo o tratarse de una sonrisa de naturaleza social, como cortesía hacia el interlocutor, dependiente del contexto. Las sonrisas, que pueden ser espontáneas o controladas, son, en general, poco fiables como indicadores de emoción. Las sonrisas espontáneas, como la “sonrisa de Duchenne” (Duchenne’s smile), se diferencian de las controladas en que estas últimas pueden tener lugar sin que en el emisor medie ningún estado afectivo, de ahí que sean muy comunes cuando decimos mentiras de tipo social y enmascaramos auténticas emociones.
»Con respecto a Anta (2010, 2012), autor de cuyo trabajo hemos extraído las fotografías8 empleadas para nuestro estudio, realizó una investigación que pretendía encontrar los indicios —verbales y no verbales— que caracterizaban a las distintas emociones, cuyo conocimiento podría ser útil para profesionales que deben actuar en situaciones de crisis, como secuestros, retenciones de rehenes y otras actividades delictivas. Para ello, recogió material audiovisual de presos que se encontraban cumpliendo condena en la cárcel de Nanclares de la Oca (Álava). El autor concluye que, si analizamos conjuntamente la comunicación verbal y no verbal, se obtienen informaciones más fiables sobre emociones que si nos limitamos a analizar una u otra forma de comunicación de forma aislada.
[De 4. Conclusiones]
»La intención de esta experiencia didáctica, sobre identificación de emociones a través del análisis facial, era “hacer conscientes a los alumnos de la dificultad de la lectura de expresiones faciales para la detección de emociones y de la importancia de saber interpretarlas adecuadamente en trabajos relacionados con el ámbito de la criminología y la seguridad”, como veíamos anteriormente.
»Tras el recuento de aciertos de cada uno de los estudiantes de nuestra muestra, si bien, en su mayoría, tuvieron problemas para la identificación de ciertas emociones [...], todos acertaron en más del 50 % de los casos, tanto los expertos como los no expertos, con la única ayuda del canal visual.
»Las diferencias observadas según el grado de experiencia de los encuestados en cuestiones de criminología y seguridad no parecen haber sido determinantes. De hecho, solo un grupo reducido de no expertos (un 8 %) obtuvo la puntuación más elevada (10 o más de 10 imágenes correctas, de un total de 12), por lo que, a pesar de que la mayoría hubiese aprobado el cuestionario, reconocer las EE del emisor, haciendo uso exclusivo de expresiones faciales, supone una tarea mucho más compleja de lo que las teorías de corte universalista querían hacernos creer.
»También pretendíamos “comprobar los resultados de analizar la expresión facial y corporal en fotografías, sin otras informaciones —de carácter verbal y pragmático— sobre los sujetos de las imágenes, para, de este modo, contrastarlos con los de Anta (2010), quien sí tuvo en cuenta todos estos datos”. Hemos visto cómo la falta de conocimientos personales sobre uno de los presos fotografiados inducía a error, por la confusión entre ira y tristeza. Asimismo, la simultaneidad de emociones en una misma expresión facial, como alegría y sorpresa, hace necesaria la observación de los gestos y movimientos corporales, del tono de voz y del lenguaje verbal, así como la atención a factores de naturaleza pragmática sobre los sujetos de las imágenes. Si desconocemos aspectos de tipo pragmático, como el contexto y el conocimiento del otro, puede producirse lo que Ekman (1988) denominaba Othello’s error —“el error de Otelo”—, quien confundió el miedo de Desdémona con señales de engaño.
»No quisiéramos concluir sin realizar una crítica a Anta (2010), por malinterpretar las palabras de Mehrabian (1971, 1981). Anta se basa en Mehrabian para defender que la comunicación verbal supone un 7 % del total del mensaje, frente al 55 % de la no verbal y el 38 % del paralenguaje (tono de voz, pausas, entonación, etc.). Sin embargo, lo que Mehrabian defendía es que “en situaciones en las que las actitudes expresadas por el lenguaje verbal y no verbal se contradicen, el segundo será determinante en la comprensión del mensaje” (Mehrabian, 1971: 140) y recomendaba, a su vez, no aplicar la ecuación 7 % / 38 % / 55 % a todos los contextos de forma indiscriminada.
»Por último, deseamos recalcar la importancia de que los miembros de los cuerpos de seguridad y funcionarios de prisiones reciban una formación especializada en lo referente a la detección de emociones en otros, que les sean útiles en su trabajo diario, para prever, por ejemplo, comportamientos conflictivos, ya que consideramos que el desarrollo de la inteligencia emocional (Goleman, 2006) resulta imprescindible en estos casos, razón por la cual defendemos un entrenamiento que incluya el fomento de técnicas que les preparen para una “lectura” de EE, no basada exclusivamente en el análisis facial y corporal, sino en la combinación de lenguaje verbal y no verbal con informaciones pragmáticas, puesto que hay ocasiones en las que no siempre una imagen vale más que mil palabras».
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