Al construir nuestros textos, sea un post para un blog, un correo, una presentación para exponer en el trabajo, etc. trabajamos en dos terrenos, diferentes, aunque no los diferenciemos conscientemente. Un terreno es el de construir el texto y otro el de darle su dimensión comunicativa. Como esto se aplica para todo tipo de texto, también se aplica en los componentes de estos, por ejemplo, en las frases u oraciones.
En el primer terreno llevamos a cabo la búsqueda de información, el análisis y asimilación de esta y la redacción. Tres fases que valen lo mismo para escribir un libro que un correo electrónico; son de sentido común, dirás, con razón, aunque desarrollarlas requiere la correspondiente cuota de tiempo, que es lo que puede faltarnos en un momento dado.
En el segundo terreno elaboramos nuestra comunicación ajustándola a dos grandes coordenadas, «la variabilidad y la adaptabilidad [que] pueden considerarse como las grandes características comunicativas de nuestra conducta lingüística», escribe Lázaro Carrillo en la revista Odisea (PDF).
«Y en todo este proceso de interacción comunicativa se contempla a la retórica como un “flujo de intercambios lingüísticos”, a través de los cuales se comunica para obtener una efectividad en una acción retórica del discurso que incide, a la vez, sobre la representación de la realidad, y sobre las características internas del texto. Por consiguiente, tanto el proceso discursivo como el producto textual se realizan desde una perspectiva retórica: lo probable, lo preferible, los mundos posibles; y con una determinada fuerza retórica, en las funciones conceptual, interpersonal, y textual de la lengua.»
Esta retórica se sale del lugar común de palabras vacías destinadas a la persuasión en un engaño y es una acción de comunicación y de construcción de la realidad, también en sentido veraz, documentado, etc. que guarda relación con nuestro conocimiento. Pero ¿la realidad no es lo que crea cada uno y considera como tal? ¿Y las palabras no son el medio de crear y materializar nuestra realidad?
En el artículo mencionado, Lázaro Carrillo constata: «La interacción entre el proceso cognitivo y realidad nos conduce a una interacción en el discurso; pero, a su vez, hay un flujo en la dirección contraria, el discurso maneja la interacción comunicativa y la interacción proceso cognitivo / realidad».
Con algún ejemplo práctico y conceptos del estudioso Talmy Givón, el profesor Carrillo concluye:
«Podemos afirmar que discurso es una práctica compleja, no ya sólo por su proceso comunicativo, sino también por su carácter de intención cognitiva y social.Práctica que realizamos a diario, y que necesitamos realizar, y donde la lengua es cargada con una determinada fuerza comunicativa (sociocultural e ideológica) y estructurada en una mutua dependencia con esta fuerza. Así pues, discurso está constituido por una construcción semántico-pragmática, y por una concreción gramático-retórica (el texto), y en consecuencia provisto de:
a) una función comunicativa, donde interviene: la situación de comunicación,
b) una fuerza ilocutiva, donde interviene la intención del hablante y la percepción del oyente, y el aspecto cognitivo del:
– conocimiento compartido,
– conocimiento individual, y
– conocimiento que uno tiene del otro.»
Invito a leer este artículo, donde el autor conjuga constantemente una perspectiva de conjunto con las cuestiones concretas que aborda, lo que comienza a realizar desde el título elegido, que es: «Realización retórica del proceso discursivo y del producto textual».
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