El post penúltimo sobre retórica comentaba la idea de lograr un uso lingüístico perfectamente adaptado a nuestro mensaje como camino para que este llegue al receptor, sin atraer la atención hacia sí con tropiezos de cualquier índole. Hace varias décadas, un precoz filósofo del lenguaje, François Recanati, publicaba La Transparence et l'énonciation. Pour introduire à la pragmatique (París, Seuil, 1979; La transparencia y la enunciación. Introducción a la pragmática, trad. de Cecilia E. Hidalgo, Buenos Aires, Hachette, 1981), una obra en la que entre otras cuestiones, abordaba esta, nombrándola como «transparencia». Así la expone Antonio Aguilar Giménez («Actos retóricos y actos de habla», Tonos digital: Revista electrónica de estudios filológicos, Nº. 26, 2014):
«La transparencia de la que habla Recanati es la condición de todo signo por la que puede hacer transitar a través de sí el contenido de la representación; el signo debe desaparecer, hacerse transparente para desvelar la cosa ausente. Pero el signo, lo presente, no puede desaparecer del todo, como tampoco puede estar demasiado presente, de lo contrario terminaría por ocultar la cosa que debe desvelar. La solución a esta paradoja, según Recanati, pasa por considerar al signo ni transparente ni opaco, a la vez transparente y opaco: el signo se refleja al mismo tiempo que representa otra cosa que él mismo. Es decir, lo que propone Recanati es considerar la materialidad del signo de manera ni totalmente presente ni ausente, como algo que ni desvela ni oculta, sino que hace ambas acciones al mismo tiempo, que se relaciona directamente con el momento de la enunciación. La enunciación se vincula a la función instrumental o no cognitiva del lenguaje, que caracteriza la utilización de los enunciados como vectores de relaciones intersubjetivas del locutor y del auditor. Frente a la función instrumental, la función cognitiva se utiliza para expresar proposiciones verdaderas o falsas, en términos de la primera distinción de Austin corresponde a los enunciados constativos. Atendiendo al segundo Austin, se puede considerar que todo enunciado que representa un hecho tiene igualmente una función instrumental; el enunciado “el gato está sobre la alfombra” hace más que expresar un estado de cosas, expresa la creencia del locutor e influencia la del auditor (Recanati, 1979:93). Confundir este estado de cosas supone incurrir en la ilusión descriptiva, consistente en hacer de la representación la función esencial del lenguaje, y que se fundamenta en hacer los hechos lingüísticos posibles en términos de representación o descripción. “El gato está sobre la alfombra” puede leerse como un acto de deixis, deixis (Godzich, 1989: xv), porque el locutor se refiere a un gato concreto, presupuesto en un contexto. Pero deíctico también, porque refiere al hecho de que el lenguaje ha tenido lugar, ontológicamente, frente a la dimensión óntica que sucede en el espacio abierto por esta enunciación. Este espacio de apertura, inaugural de la enunciación, en el que lo ontológico deja paso a lo óntico, para Paul de Man y Derrida es el espacio de la inscripción material.»
Esta definición ya no tiene que ver primordialmente con la retórica, sino con la pragmática, y en consecuencia, su sentido está más cerca del de la transparencia como valor de la comunicación, no del buen hacer lingüístico-retórico que produce un mensaje, como destacaba el post mencionado.
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