enero 22, 2015

«La Libertad de Expresión en un contexto de guerra». «El “Consentimiento Manufacturado” como obstáculo de la Libertad de Expresión»


A continuación puedes leer los apartados con este título que figuran en las páginas iniciales del estudio, obra de José Luis Ortiz Garza, titulado «Análisis de la Libertad de Expresión en México durante la Segunda Guerra Mundial a partir del “Modelo de Propaganda del Consentimiento Manufacturado”», incluido como capítulo en el libro La Libertad de Expresión y sus Fronteras Contemporáneas. Como en casos similares, invito a leer el artículo completo, accesible a través del enlace anterior.



«La Libertad de Expresión en un contexto de guerra

»En los cuestionamientos sobre la relación entre medios de comunicación y sociedad en la época moderna se plantean con frecuencia preguntas como: ¿Existe realmente en las sociedades democráticas un sistema comunicativo donde los ciudadanos tengan la garantía de estar recibiendo información objetiva sobre aquellos aspectos del entorno local, nacional e internacional que les sean relevantes, resuelvan sus auténticas necesidades, les orienten en sus problemas cotidianos y contribuyan a formar una mejor sociedad? ¿Son los medios de comunicación social una instancia crítica (“el Cuarto Poder”) que vigila y denuncia las actuaciones irresponsables de los poderes fácticos? ¿Puede hablarse de una genuina libertad de expresión en los países democráticos donde los medios operan bajo la lógica del mercado? Los autores Edward Hermann y Noam Chomsky cuestionan seriamente el cumplimiento cabal de estas funciones de los medios. Para demostrarlo utilizan un “Modelo de Propaganda” centrado en 3 el concepto del “Consentimiento Manufacturado” (MPCM). Según su hipótesis, los medios forman parte de un conjunto de intereses económicos y políticos en el que los grandes consorcios mediáticos actúan como cómplices en la perpetuación del sistema que los beneficia. En este esquema, las noticias son “construcciones” de una realidad a la que critican superficialmente, y que es elaborada en las salas de redacción con patrones rutinarios (uso excesivo de boletines, poco periodismo de investigación), y con recursos retóricos manipuladores, por ejemplo en el enmarcamiento (framing) de las noticias o en el escaso seguimiento de ellas. El resultado es que rara vez disienten seriamente del consenso establecido y tienden a reforzar el statu quo.

»Debido a su complejidad, los procesos comunicativos suelen representarse a través de “modelos” para, entre otras cosas, observar el fenómeno dentro de una estructura, detectar sus aspectos más relevantes, observar los patrones de comportamiento entre las partes y analizar el grado de pertinencia en su aplicación a determinados problemas [1]. La casuística propia que acompaña a cualquier acontecimiento social hace que su representación dentro de un modelo sirva como una guía aproximada para su lectura e interpretación, por lo que cabe adaptarlo o complementarlo con otros. Para este trabajo utilizaremos el MPCM para observar hasta qué punto es válido al aplicarse al contexto informativo de la Segunda Guerra Mundial en México [2].

»El “contexto informativo” cabe verlo desde dos perspectivas que actúan de manera simbiótica: una coyuntural y otra estructural. La primera hace referencia a los acontecimientos de la guerra y la postura que oficialmente adoptó el Estado mexicano; la segunda, la vincularemos con el sistema informativo que operaba institucionalmente en el país. Así mientras México mantuvo su neutralidad, era de esperarse que, en un paradigma democrático, la libertad en el ejercicio de la comunicación y el pluralismo en las opiniones se reflejaran en los medios independientes, sin interferencias del Estado y mucho menos, de gobiernos extranjeros. Como esto no sucedió, y los poderes establecidos presionaron fuertemente a la prensa para adoptar la línea de los Aliados, podemos concluir que el contexto informativo desde el aspecto estructural sufrió un marcado intervencionismo, una “ingeniería del consentimiento” que afectó no sólo a la opinión pública, sino a todo el sistema mediático mexicano.


»El “Consentimiento Manufacturado” como obstáculo de la Libertad de Expresión

»Presentado en 1988 y reafirmado en 2002 en el libro Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media [3], el MPCM de Edward Herman y Noam Chomsky parte del principio “crucial” de que el sistema de mercado en el que operan los medios de comunicación conlleva un conjunto de condicionantes operativos al servicio de quienes detentan el poder político y económico. Esto provoca la diseminación de noticias y comentarios que favorecen la ideología de las élites, impiden que las voces disidentes accedan a la esfera pública, enriquezcan el derecho a la información de todos los sectores sociales y cambien o cuestionen el statu quo. El MPCM está concebido para aplicarse dentro de regímenes democráticos y sociedades de mercado en las que el poder y el dinero constituyen los motores que condicionan a los medios de comunicación con respecto a qué informaciones seleccionar y cómo enmarcarlas, para determinar así la manera en que el público entiende el mundo, se organiza y percibe a sí mismo. Con estas cribas, la agenda pública dentro de sociedades marcadas por el pluralismo, la heterogeneidad y las diferencias termina siendo, en un último término, resultado de una negociación entre intereses privados [4]. El MPCM ha servido como esquema para interpretar el tratamiento informativo de conflictos de los Estados Unidos con Cuba e Irak, entre otros [5]. Para el caso de México, Enrique Krauze ha publicado un interesante ensayo en el que compara el manejo informativo de la “Guerra del Golfo Pérsico” de 1991 con lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial [6].

»Herman y Chomsky argumentan que el discurso de los medios es resultado del tipo de propiedad y la orientación hacia las utilidades de los principales consorcios mediáticos; de las intereses y valores de la publicidad, que influyen y distorsionan la producción informativa y sus resultados; de las prácticas rutinarias en las salas de redacción sobre todo las que hacen un uso excesivo de los boletines de fuentes empresariales y estatales; de la sutil o clara intimidación que reciben de las élites económicas y/o políticas de las que depende su subsistencia y de una presión para alejar el fantasma del comunismo como alternativa política.

»Estos mecanismos actúan como grandes “filtros” que condicionan un auténtico ejercicio de la libertad de expresión y el correspondiente derecho a la información de los ciudadanos, manipulan la visión que éstos tienen de los sucesos del entorno y condicionan su interpretación a aquella que interesa a los poderosos grupos de poder. Para nuestro caso, tales grupos fueron los propagandistas extranjeros, cuyos gabinetes “informativos” seguían las estrategias y tácticas marcadas por los intereses de sus respectivas embajadas o legaciones. [...]


»[1]. Denis McQuail, Sven Windahl, Modelos para el estudio de la comunicación colectiva (Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, S. A., 1984).

»[2]. Para una descripción del contexto informativo de México a principios de la Segunda Guerra Mundial, véase Silvia González Marín, Prensa y poder político. La elección presidencial de 1940 en la prensa mexicana. México: Siglo XXI y UNAM, 2006.

»[3]. En respuesta a sus críticos, el modelo fue revisado en 1999 por Edward Herman, en el libro The Myth of the Liberal Media: An Edward Herman Reader. Nueva York: Peter Lang, 1999, Cap. 18, y reafirmado en la nueva edición del libro original en 2002. Una versión en castellano del modelo véase: Chomsky, Noam, Ilusiones Necesarias. Control del Pensamiento en las Sociedades Democráticas, Ed. Libertatias/Prodhufi, S. A., Madrid, 1992.

»[4]. Noam Chomsky y Edward Herman, Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media (Nueva York: Pantheon, 1988 y 2002 [Ed. Rev]).

»[5]. Cfr. Glenn E. Perry, “Attacking Iraq and International Law,” Arab Studies Quarterly (ASQ) Vol. 20, no. 3 (1998): p. 1.

»[6]. Cfr. Enrique Krauze, “La prensa doctrinaria y los dictadores,” Vuelta, Abril 1991.»





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