diciembre 14, 2017

«Teresa, ¿revista para todas las mujeres? Género, clase y espacios de la vida cotidiana en el discurso de la Sección Femenina (1960-1970)»



Inbal Ofer
«Teresa, ¿revista para todas las mujeres? Género, clase y espacios de la vida cotidiana en el discurso de la Sección Femenina (1960-1970)»

Historia y Política. Revista de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales, n.º 37 (2017)

Historia y Política. Revista de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales | Universidad Complutense de Madrid & Universidad Nacional de Educación a Distancia | Departamento de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos & Departamento de Historia Social y del Pensamiento | Madrid | ESPAÑA


Extracto de páginas 127-129, 130-131, 136-137 y 143-144 (Conclusiones) de la publicación en PDF. Véanse las referencias en la publicación original del texto.




«La revista Teresa se editó entre 1954 y 1977 y actuó como portavoz oficial de la Sección Femenina durante dos décadas y media de profundos cambios políticos, económicos y sociales que se manifestaron en las protestas estudiantiles de 1956, pasando por la campaña para la aprobación de la Ley de Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la Mujer (1961), las huelgas industriales y el Concilio Vaticano II (1962-1965), el asesinato del almirante Luis Carrero Blanco (1973) y el fallecimiento del general Franco (1975). También, finalmente, la Transición española a la democracia y el desmantelamiento de la propia Sección Femenina en 1977.

»Elisa (Lula) de Lara dirigió desde el principio la revista mensual Teresa. De Lara, cuyos rasgos más notables eran su sentido del humor y su lengua afilada, tuvo una gran influencia en la elección de los escritores y artículos de la revista. Ejerció su influencia, principalmente a través de sus editoriales extremadamente críticos y cínicos, que aparecían bajo los titulares de “Teresa“ y “Una carta para...”. Junto a De Lara, el editor jefe de Teresa era Jesús de la Serna Gutiérrez-Répide, un periodista nacido en Santander que posteriormente se convirtió en editor de periódicos importantes como Pueblo, Informaciones y, en 1981, de El País. A lo largo de los años estuvieron acompañados por conocidas figuras del mundo de la literatura española y el periodismo de la época, como José Montero Alonso y José María Moreno Galván; intelectuales falangistas como Ernesto Giménez Caballero; y mujeres novelistas y periodistas como María Dolores Medio Estrada, Pilar Narvión Royo e Isabel Cajide.

»Cada volumen de Teresa contenía alrededor de sesenta páginas tamaño A3. Cada mes, varias páginas se dedicaban a informar sobre las actividades de la Sección Femenina y también se incluían citas de los escritos de José Antonio y de los discursos de Pilar Primo de Rivera. Cerca de una tercera parte de cada número se dedicaba a temas de moda, decoración del hogar y cocina. A pesar de que la propia De Lara declaró que “nosotras hemos dado siempre un contenido espiritual a todas las paginas y los temas. Eliminando sin piedad todo aquello que no se obedezca a este criterio”, el material de naturaleza religiosa constituía, aproximadamente, solo el 5 % de lo que se publicaba en Teresa. Las columnas regulares informaban sobre la economía española y las fluctuaciones en el mercado laboral franquista. Una columna titulada “Las mujeres quieren trabajar” proporcionaba a la audiencia información sobre la disponibilidad de trabajos y oportunidades de formación profesional en los sectores público y privado. Otros artículos cubrían los acontecimientos internacionales y eventos culturales principalmente en Europa y los Estados Unidos, aunque también en Asia y Oriente Medio.

»Muchos de los mensajes que aparecieron en las primeras publicaciones de la Sección Femenina se abrieron camino en las páginas de Teresa. Entre ellos se encontraba la importancia de la educación superior para las mujeres, la consideración de las carreras femeninas como vocación o la contribución única de las mujeres a la vida pública española a través de un mayor activismo. Estos temas tenían una relevancia especial en vista de la audiencia a la que se dirigía Teresa.


»[…]


»Mientras que la retórica de la Sección Femenina repetía una y otra vez su afirmación de que el hogar de una familia era un lugar que debía ser moldeado y controlado por mujeres, la legislación española durante la Dictadura establecía que las mujeres solo podían controlar aspectos limitados de su vida familiar. El artículo 1882 de la Ley Española de Enjuiciamiento Civil definía claramente el hogar familiar como propiedad del marido (casa del marido). El artículo daba libertad al marido para hacer lo que quisiera con la propiedad familiar y privaba a las mujeres que solicitaban la separación legal “por causas justificadas” del derecho de seguir viviendo allí. Las mujeres casadas también necesitaban obtener el permiso de sus maridos para asumir obligaciones legales vinculantes: solicitar un trabajo, participar en procedimientos legales, aceptar o rechazar herencias, o actuar como albacea. De hecho, de acuerdo a esas condiciones, las mujeres no podían ser dueñas del espacio que el propio régimen definía como suyo. Su capacidad para moldearlo de acuerdo a sus necesidades —desde una perspectiva económica, material y emocional— dependía de la aprobación de sus maridos.

»Frente a esta realidad, Mercedes Formica Corsi (abogada y antigua miembro fundadora de la Sección Femenina) lanzó en 1958 una campaña que tuvo como resultado la enmienda parcial del Código Civil español. En una serie de artículos que se publicaron entre 1954 y 1957, Formica utilizó a Teresa como una plataforma de debate e intentó presentar estrategias que asegurarían que las mujeres pudieran actuar como individuos independientes dentro de la unidad familiar. Recurrió a las propias mujeres y a sus padres y madres para que aceptaran la responsabilidad de su bienestar. Formica advirtió de una situación en la que el 90 % de los acuerdos prenupciales no proporcionaban una división equitativa de los bienes familiares y dejaban a la mujer sin apoyo económico en caso de separación. Además, también le inquietaba que las familias españolas se esforzaran por lograr que sus hijas llegaran al matrimonio con una salud perfecta, mientras que nadie las protegía de sufrir abusos físicos una vez que estaban casadas.

»Reformar la legislación existente era una forma de proporcionar a las mujeres más control sobre sus propias vidas. Sin embargo, la legislación por sí sola no podía cambiar las pautas de comportamiento tradicionales en el seno de las familias españolas.


»[…]


»Inmediatamente después de la Guerra Civil, las autoridades franquistas también actuaron para cambiar la situación legal de las mujeres dentro del mercado laboral. No solo estaba prohibido que las mujeres casadas firmaran contratos de trabajo de forma independiente, pues una ley de 1946 forzaba a las mujeres que ya trabajaban a que solicitaran una excedencia forzosa tras su matrimonio. Otra ley de 1957 las excluía de todos los lugares de trabajo “peligrosos” o “con riesgo moral”. Los salarios de las mujeres eran considerablemente más bajos que los de los hombres y aquellas que trabajaban no tenían derecho a recibir pagos por horas extraordinarias.

»A pesar de esta legislación discriminatoria, la historiadora española Cristina Borderías ha mostrado que en el periodo comprendido entre 1940 y 1960 tuvo lugar el aumento más significativo en el número de mujeres contratadas remuneradas en España32. En 1940, el porcentaje era de un 8,8 % y en 1960 la cifra se había doblado, alcanzando un 15,13 %. Mientras que en 1950 las mujeres suponían el 23 % de la población trabajadora española, en 1960 su presencia aumentó hasta un 28 %. Evidentemente, estas cifras no reflejan el elevado número de mujeres que trabajaban en el campo y en el hogar sin estar registradas oficialmente como trabajadoras.

»En 1951 Pilar Primo de Rivera pidió a Mercedes Formica que realizara un informe general sobre el trabajo de las mujeres en España y que enumerara las reformas necesarias para mejorar la situación. Formica reunió un equipo de once mujeres, pero el documento que produjeron, y que debía presentarse en el Congreso Internacional Femenino Hispanoamericano de 1951, nunca fue publicado. No obstante, sin el conocimiento de Mercedes Formica, el contenido del informe se utilizó al año siguiente en una serie de documentos de posición recopilados por la Sección Femenina y destinados a la Dirección Nacional de Trabajo. También sirvió como base para algunas secciones de la Ley sobre Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la Mujer.

»Desde su primer año de publicación Teresa funcionó como portavoz oficial de la Sección Femenina, preparando el camino para el cambio legislativo de 1961 y siguiendo su implementación en distintos ámbitos laborales y judiciales. Un año después de la publicación del primer número, los editores de Teresa lanzaron una nueva columna titulada “Las mujeres quieren trabajar”.


»[…]


»Conclusiones

»Como órgano importante en el seno del régimen de Franco, la Sección Femenina identificó, durante su existencia, lagunas legislativas, educativas, espacios discursivos y operativos dentro de los que podía intervenir para provocar el cambio en la situación legal, política y profesional de la mujer. Sin embargo, la Sección Femenina nunca contempló seriamente trabajar contra o fuera del “sistema”. Fue precisamente esta característica —el hecho de que la Sección Femenina nunca fuera considerada una amenaza política seria— la que le permitió actuar como un grupo de presión dentro del régimen y continuar impulsando su propia agenda social y cultural en un ámbito político extremadamente restrictivo.

»Como puede observarse en este artículo, el discurso de la Sección Femenina sobre la posición y el papel de la mujer en la sociedad española intentaba reflejar las diversas experiencias de las mujeres en tiempos de grandes cambios sociales, económicos y políticos, así como sus complejas interacciones con muchos “otros” significativos (maridos, hijos, familiares femeninas mayores, estudiantes y compañeros de trabajo). El énfasis depositado en las acciones e interacciones dentro de este discurso refleja una noción cambiante de la identidad o, al menos, de naturaleza múltiple. Mientras que se animaba a las mujeres a que pensaran en ellas mismas en términos maternales, incluso este aspecto aparentemente esencial de la feminidad se entendía como la contribución especí-fica de las mujeres a la sociedad. Se asumía que las mujeres tenían un instinto de crianza y cuidado al que debían acceder si deseaban explorar su feminidad al completo.

»Sin embargo, este instinto no se refería necesariamente a la relación exclusiva, y biológica, entre la madre y el hijo; la maternidad se concibió como una proyección a la sociedad o a la nación de un conjunto de cualidades específicamente femeninas y por lo tanto como una vía particular para el compromiso social de las mujeres. La “maternidad” se utilizaba, frecuentemente, como un término intercambiable con “maternidad espiritual”, es decir, el cuidado y acogimiento de otras mujeres, compañeros de trabajo más jóvenes y niños que no eran biológicamente suyos. La idea de que las mujeres como grupo tenían una tendencia inherente a preocuparse por el bienestar de otros abría el camino a la participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida —en el lugar de trabajo y la comunidad y como hijas activas y productivas de la patria—.

»Mientras que la dirección de la Sección Femenina intentó hablar con (y en nombre de) todas las mujeres españolas, su discurso sobre el progreso en materia de género estaba condicionado, con frecuencia, por nociones generacionales y de clase específicas. Este condicionamiento permitió que las militantes de la Sección Femenina mantuvieran intactas sus complejas (y en ocasiones conflictivas) autoidentificaciones. Andrea López (que dirigió la organización de veteranas de la Sección Femenina Nueva Andadura en Madrid hasta su muerte en mayo de 2006) opinó sobre la singularidad de estas identificaciones: “Siempre nos definimos como Joseantonianas y nuestras instituciones mantuvieron una línea específica”. Al percibirse como “joseantonias” —es decir, como mujeres activas, educadas, falangistas y católicas al mismo tiempo—, las militantes de la Sección Femenina luchaban por reconciliar aquello que era casi irreconciliable. Al rechazar el sacrificio de cualquier aspecto de su identidad, construían (en línea con la clásica terminología fascista) un “todo” que era mayor que la suma de sus partes, un “todo” con el cual solo podía identificarse un grupo bien definido y muy reducido de mujeres.

»La evolución de Teresa avala el pragmatismo y las limitaciones del discurso del régimen sobre el género y sobre el papel de las mujeres en la sociedad. Señala lo que pudo contenerse dentro del discurso y lo que tuvo que ser expulsado. También pone de relieve la interacción entre los conceptos de género y clase para determinar el “yo” y el “otro” en la sociedad franquista. En los ámbitos de la legislación sobre género, la representación política y las relaciones laborales, la Sección Femenina trabajó para crear un sistema de valor más liberal que el que apoyaban otros sectores del régimen de Franco. Sin embargo, la negativa de sus militantes a modificar de cualquier forma su compleja serie de alianzas e identificaciones hizo que la Sección Femenina fuera incapaz de contener las necesidades y aspiraciones cambiantes de miles de mujeres españolas. En estas condiciones, esta élite política femenina que nació en el bastión del fascismo español y que creció hasta convertirse en uno de los órganos más dinámicos del fascismo, no pudo encontrar un lugar en la España democrática.»





No hay comentarios:

Publicar un comentario