mayo 10, 2018

«Epigrafía y poder: el uso de las inscripciones árabes en el proyecto propagandístico de Pedro I de Castilla (1350-1369)»



Julie Marquer
«Epigrafía y poder: el uso de las inscripciones árabes en el proyecto propagandístico de Pedro I de Castilla (1350-1369)»

e-Spania. Revue interdisciplinaire d’études hispaniques médiévales et moderne, n.º 13 (2012); número monográfico: «Convivencia de lenguas y conflictos de poder. Les poètes de l'Empereur», dir. por Georges Martin
vía OpenEdition (@OpenEditionActu)

e-Spania. Revue interdisciplinaire d’études hispaniques médiévales et moderne | Université Paris IV Sorbonne | CLEA (Civilisations et Littératures d'Espagne et d'Amérique du Moyen-Age aux Lumières) | París


Extracto de los tres apartados cuyos títulos se irán leyendo más abajo. Véanse las referencias en la publicación original del texto.




«Necesidad de propaganda y legitimación en un contexto conflictivo

»La rivalidad entre el rey y los nobles que caracteriza la vida política castellana desemboca, bajo el reinado de Pedro I, en una verdadera guerra civil, puesto que la nobleza apoya a Enrique de Trastámara, hermanastro del rey y reivindicador del trono. Esta lucha contra la nobleza no solo condiciona la manera de gobernar de Pedro I, como dice Luis Suárez Fernández, ya que lo obliga a imponer un poder cada vez más fuerte, sino que también parece influir en la forma en que él expresa su concepción del poder: frente a una propaganda enemiga difundida por su hermanastro, que se empeña en acusarle de usurpador, tirano y herético, Pedro I tiene que demostrar su legitimidad constantemente. En efecto, Enrique de Trastámara niega la legitimidad de origen del soberano, acusándole de ser el hijo de un judío, Pero Gil, y también niega su legitimidad de ejercicio, difundiendo la imagen de un tirano.

»Además, la propaganda trastámara denuncia su alianza militar con los musulmanes de Granada, e instrumentaliza esta colaboración para acusar a Pedro I de herejía16 y poner de realce su falta de ímpetu en llevar a cabo la Reconquista. Estos argumentos permiten a Enrique de Trastámara presentarse como el hombre mandado por la Providencia divina para salvar al pueblo y dirigir la cruzada contra un rey infiel.

»Además, el conflicto que empieza en 1356 entre Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón, el Ceremonioso, da otra razón al monarca castellano para fortalecer el aparato propagandístico.

»Se puede pensar entonces que cierto pragmatismo político incita a Pedro I a desarrollar la escritura emblemática árabe en sus palacios ya que esta constituye un instrumento de propaganda y legitimación.

»La epigrafía árabe como instrumento de poder para un rey cristiano: problemática de la transferencia cultural Dicha epigrafía se inspira de las diferentes tradiciones de al-Ándalus destinadas a alabar al monarca, protegerlo y presentarlo como intermediario entre el mundo terrenal y el mundo divino. Estas inscripciones constituyen un instrumento de poder en la medida en que transmiten cierta visión de la realeza, exponen la manera como el monarca quiere ser percibido, e intentan también favorecer la adhesión del destinatario o impresionarlo.

»Primero se plantea, entonces, el problema del idioma empleado que es totalmente distinto del que usan el destinatario y el mandatario de estas inscripciones. Excepto, quizás, los embajadores o sultanes nazaríes y meriníes que pasaron por la corte de Pedro I, pocos eran capaces de descifrar el mensaje de unas inscripciones caligrafiadas con tanto arte. Por otra parte, ¿cómo un léxico extraído del corpus sagrado islámico puede valer para pedir la bendición y el auxilio divino para un rey encargado de llevar a cabo el ideal de la Reconquista? ¿Podría esto suponer una laicización del contenido?



»Problema de la lengua y de la recepción

»No parece que el problema de la lengua y de la recepción de estas inscripciones en tierras castellanas sea un criterio diferenciador entre epigrafía andalusí y epigrafía mudéjar como se podría pensar.

»Al tratar sobre todo del cúfico, el gran epigrafista Manuel Ocaña Jiménez muestra que a los gobernantes musulmanes no les importaba que las inscripciones no fuesen entendidas por la mayoría de los súbditos. El carácter suntuoso de los edificios valía más que las frases de elogio a Dios para atraer el respeto del pueblo. Según Ocaña, las inscripciones en cúfico “constituían una incógnita para la mayoría de los musulmanes”, incluso para los artesanos que “trabajaban de pura rutina”.

»Así pues, se puede deducir que tanto en el ámbito musulmán como cristiano, la inscripción funciona más como un signo que como un discurso; un signo cuyo simbolismo remite a algo conocido por el receptor sin que este entienda el significado exacto.

»Es lo que muestra la epigrafista francesa Cécile Treffort al tratar de las inscripciones latinas. La razón de la inscripción es la comunicación en un sentido amplio: se trata de transmitir un mensaje, un contenido, pero también de crear un vínculo entre el texto (como signo) y la sociedad. Como dice la epigrafista: “Se ve antes que se lee”. Por eso se pueden encontrar inscripciones colocadas en un sitio inalcanzable a la vista, indescifrable porque lo que cuenta es la conexión simbólica, el signo exterior de munificencia capaz de surtir efecto en los súbditos, los embajadores, los enemigos, como recuerda también Elisa Ruiz García a propósito del poder de la escritura.

»Además, estos préstamos nos enseñan también algo sobre el contexto de acogida: probablemente los destinatarios de la escritura emblemática, a pesar de que fuera en árabe, estaban familiarizados con este lenguaje simbólico que remitía a signos conocidos. La epigrafista Cécile Treffort muestra también, a propósito de las inscripciones latinas, que los préstamos pueden expresar la voluntad de remitir a una cultura compartida y que el empleo de fórmulas estereotipadas puede resultar de una elección voluntaria: la de manifestar la coherencia o la unidad del grupo que las utiliza. Podría entonces ocurrir lo mismo con las inscripciones árabes: la utilización de fórmulas estereotipadas por parte de Pedro I expresaría una continuidad entre las Cortes musulmanas y cristianas de la Península Ibérica. En efecto son varios los historiadores que abogan por una cultura cortesana compartida en algunos aspectos entre los diferentes grupos confesionales de la Península Ibérica medieval, un sistema cultural estable, al que la religión estaría subordinada.

»Esto nos lleva a tratar del segundo aspecto aparentemente problemático de la presencia de estas inscripciones en un palacio cristiano: la dimensión religiosa.



»Las inscripciones religiosas: una apropiación selectiva

»En el Alcázar de Sevilla, la omnipotencia de Dios aparece en muchas inscripciones como para recordar que Él es quien otorga su legitimidad al soberano: “al-‛izza li-llāh, al-baqa li-llāh, al-mulk li-llāh, al-qudra li-llāh” (“Gloria a Dios, Dios es eterno, Dios es el soberano, el poder pertenece a Dios”). Mediante estas fórmulas doxológicas, se reconoce la supremacía del poder divino al que el soberano está subordinado.

»Para algunos historiadores, estas inscripciones están desprovistas en parte de su dimensión religiosa por encontrarse en el palacio de un rey cristiano. Lo que permanece, según Pedro Cano o Angel López López, es su carácter áulico, una manifestación externa de soberanía real, de propaganda que “no entraña ningún sentido religioso”.

»Sin embargo, constatamos que todas las inscripciones presentes están perfectamente conformes con la fe cristiana. No es el caso, por ejemplo, de otros edificios mudéjares como demostró Manuel Ocaña en las Huelgas de Burgos, donde algunas inscripciones árabes no coinciden con la fe cristiana.

»En el Alcázar de Sevilla, las inscripciones se adaptan perfectamente a un entorno cristiano: “al-sa‛d al-dā’im li-llāh, al-‛izz al-qā’im li-llāh” (“la fortuna perpetua proviene de Dios, gloria eterna a Dios”); “al-ḥamd li-llāh al-‛izza li-llāh al-mulk li-llāh al-šukr li-llāh” (“Alabado sea Dios, gloria a Dios, Dios es el soberano, loor a Dios”). También encontramos a menudo el lema religioso-político nazarí “wa-lā gāliba illá-llāh” (“no hay vencedor sino Dios”).

»Probablemente el monarca debió de elegir inscripciones que no entrasen en contradicción con la fe católica. Este pragmatismo sería una ilustración del concepto de selección del que habla Thomas Glick: la cultura receptora no acepta todo lo que ofrece la cultura donadora.

»La convergencia parcial entre las dos religiones explica la utilización de estas fórmulas, ya que tanto en el islam como en el cristianismo, el monarca legitima su poder reconociendo la superioridad divina y amparándose bajo la protección de Dios. Esta idea aparece, por ejemplo, en la frase recurrente escrita en cursiva: “Ya ṯaqatī ya āmalī anta al-raŷā anta al-walī ijtam bi-l-jayr ‛amalī” (“Oh confianza mía, o esperanza mía, tú eres mi esperanza: tú eres mi protector, sella con la bondad mis obras”).

»Además, esta oración, dirigida a Dios, rodea la frase de elogio al sultán don Pedro escrita en cúfico, en casi todos los zócalos del palacio: “‛izz li-mawlānā al-sulṭān don bidru ayyadahu Allah” (“Gloria a nuestro señor el sultán Don Pedro ayúdele Dios”). Aquí se nota que el carácter sagrado permanece porque se busca la protección divina para el monarca y se establece un vínculo entre su poder terrenal y el poder atemporal.

»Por otra parte, esta legitimación del poder real por el poder divino aparece también en la inscripción gótica de la fachada del Alcázar:

»El muy alto et muy noble et muy poderoso et muy conqueridor don Pedro por la gracia de Dios rey de Castilla et de León, mandó fazer estos alcázares et estos palacios et estas portadas que fue hecho en la era de mill et quatro cientos y dos años.


»La dimensión religiosa, sagrada, de estas inscripciones permanece, pero según Rafael Valencia, la norma social y religiosa de la epigrafía mudéjar acarrea una evolución de los contenidos. En efecto, en el Alcázar de Sevilla, notamos ciertas reinterpretaciones de los contenidos, en parte debidas a diferencias religiosas pero sobre todo vinculadas a una intención política, la de imponerse frente a los rivales o absorberlos.»






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