¿Cuál es el mejor uso en un caso dado? ¿Se puede decir...? ¿Es admisible en tal situación decir...? La referencia para responder a estas preguntas es el conocimiento reconocido por la ley y por el común de la sociedad, o sea, el criterio académico. Este se encuentra en diversas publicaciones de la Academia, como la Nueva gramática de la lengua española (NGRALE). Pero no basta con saber lo que contienen estas fuentes, sino que también es necesario saber aplicarlo. A continuación vamos a encontrar orientaciones claras al respecto, ofrecidas por quien ha dirigido el proyecto de la NGRALE, Ignacio Bosque Muñoz. Pertenecen a un artículo que podemos leer en la web del Centro Virtual Cervantes, con el título «La Nueva gramática de la lengua española. Historia del proyecto y características de la obra», en su apartado «Variación y norma en la NGRALE» que reproducimos a continuación.
El español en el mundo. Anuario del Instituto Cervantes 2010-2011
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«Tal como suele hacerse hoy, se distingue en la NGRALE entre registros o estilos (lengua coloquial o formal, habla espontánea, etc.) y niveles de lengua o sociolectos (lengua culta frente a lengua popular; variedades lingüísticas que caracterizan a los grupos sociales en función de la edad, la actividad profesional, etc.). Así pues, una construcción coloquial no será necesariamente incorrecta, pero resultará inapropiada usada en un registro formal».
Variación y norma en la NGRALE
«La NGRALE es una gramática a la vez descriptiva y normativa. Es oportuno señalar que existen gramáticas descriptivas no normativas, pero no existen gramáticas normativas que no incorporen información descriptiva. La proporción que corresponde a estas dos clases de información es variable (incluso en las propias gramáticas académicas), pero se sabe que hasta las gramáticas concebidas con propósitos más claramente prescriptivos han de abordar ciertos aspectos de la descripción.
»Quizá el rasgo más característico de la NGRALE, en lo relativo a este punto, es el hecho de que analiza la norma como una variable de la descripción. Las secuencias que un sociolingüista marcaría como “no prestigiosas” en la lengua culta o como “propias de hablantes con bajo nivel de escolarización” son analizadas como tales en la obra, que considera, además, dicha valoración como argumento para no recomendarlas. La RAE y la ASALE no entienden, por consiguiente, que la norma constituya un conjunto de juicios emanados arbitrariamente de la preeminencia social de esas instituciones, ni siquiera que se obtenga de modo automático de los textos de los autores literarios más destacados. Entienden, por el contrario, que procede, en lo fundamental, del juicio que los hablantes mismos otorgan implícitamente a los usos lingüísticos, lo que sin duda ha de manifestarse en los textos, sean literarios o no, así como en otras formas del discurso. Ello no impide, desde luego, que las estimaciones consensuadas por la ASALE hayan de coincidir necesariamente con las de los sociolingüistas en todos los casos en los que estos se hayan pronunciado sobre las variables que caracterizan el uso de determinadas construcciones.
»La norma ha sido considerada tradicionalmente una noción preceptiva, pero el punto de vista que se acaba de resumir permite verla también como un concepto perceptivo. Como es evidente, el desprestigio que los hablantes cultos perciben en las secuencias de pronombres átonos en las que los de primera o segunda persona preceden al pronombre se (Me se cerró por Se me cerró) no desaparecía instantáneamente si la ASALE no existiera. De hecho, es bien sabido que los sociolingüistas analizan habitualmente diferencias relativas al grado de aceptación o de estimación de esquemas sintácticos y morfológicos existentes en lenguas que no cuentan con academias. La RAE y la ASALE pueden, desde luego, equivocarse en la apreciación del valor social que corresponde a alguna opción en particular (más aún cuando el prestigio o el desprestigio de las pautas gramaticales son factores tan mudables como su extensión geográfica). Sin embargo, trabajan para alcanzar el consenso sobre esta valoración, cuando los datos lo permiten, y aceptan que la estimación social de algunos fenómenos puede no coincidir en las distintas áreas hispanohablantes.
»Los juicios de valor que contiene la NGRALE están más matizados que los que caracterizan a otras gramáticas académicas. No se consideró apropiado hablar, por ejemplo, de la “afectación pedantesca” de una construcción, ni presentar otra como un “solecismo plebeyo” (ambas expresiones en la p. 427 del Esbozo). De hecho, en la NGRALE se entiende que las construcciones que se consideran anómalas respecto de alguna pauta sintáctica deben ser igualmente analizadas, si se atestiguan repetidamente, más aún cuando se sabe que pueden pertenecer a la variante estándar de otras lenguas, incluso románicas (cf. it. Mi si é chiusa “Se me ha cerrado”). Huelga decir que el posible desprestigio o la baja estimación social de una pauta morfológica o sintáctica no se extienden a los hablantes que la emplean ni menoscaba en absoluto su dignidad. La manera en que algunas gramáticas tradicionales estigmatizaban ciertas expresiones no siempre dejaba enteramente claro este principio metodológico, no cuestionado hoy entre los sociolingüistas.
»La NGRALE no pretende imponer artificialmente la uniformidad, sino describir las estructuras gramaticales que los hispanohablantes compartimos y las que nos diferencian, explicando en cada caso su distribución geográfica y su estimación social. Sus autores entienden, a la vez, que la información normativa, sea léxica o gramatical, no es solo importante como índice de la cohesión lingüística del español, sino también como componente esencial de la educación de los individuos, e indirectamente como garantía de su acceso a la promoción social o a la igualdad de oportunidades.
»Se reconocen tradicionalmente tres tipos fundamentales de variación: la geográfica, la social y la histórica. Aunque los tres son atendidos en alguna medida en la NGRALE, no puede esperarse de una gramática de referencia el grado de detalle que correspondería, en sus respectivos ámbitos, a un tratado de dialectología o a una gramática histórica. Las informaciones relativas a la variación geográfica o diatópica se presentan en la NGRALE en función de las áreas lingüísticas mencionadas antes. Es probable que un dialectólogo considerara insuficiente decir de una construcción que “se usa en Centroamérica” o que “es común en el área andina”. En sentido contrario, no se esperaría de un tratado de dialectología, pero sí de una gramática, el análisis detallado de la correspondencia entre las variantes de los esquemas sintácticos y los significados con los que se asocian.
»Solo en algunos casos se habla en la NGRALE de diferencias geográficas relativas a las zonas de un mismo país (como entre el español ecuatoriano de la Sierra y el costeño). Se procura evitar asimismo la tendencia de algunas descripciones tradicionales a ser muy precisas en la localización de las variantes geográficas peninsulares, y muy laxas en la mención de las americanas.
»A diferencia de las gramáticas académicas anteriores, y al igual que otras gramáticas recientes del español, se distingue cuidadosamente en la NGRALE la incorrección de una secuencia de su agramaticalidad. La primera noción es normativa, puesto que todas las secuencias incorrectas están atestiguadas. La segunda noción es propiamente teórica: las secuencias agramaticales representan pautas inexistentes, y su misma inexistencia constituye un recurso heurístico que permite comprender mejor las propiedades y los límites de las construcciones analizadas. Como es hoy habitual, en la NGRALE se marcan con un asterisco volado (“*”) las secuencias agramaticales. En el Diccionario panhispánico de dudas (DPD), publicado por la RAE y la ASALE en 2005, se marcan las incorrectas con el signo volado “...”. [i1]En la NGRALE no se usó este signo porque la incorrección de algunas pautas morfológicas o sintácticas que en ella se analizan puede estar sujeta a grados. Por otra parte, no son frecuentes las expresiones que se consideran incorrectas en unos países, pero no necesariamente en otros, o bien no en la misma medida. Sin embargo, se documentan algunas: Ya se los advertí (a ustedes); Entre más lo veo, menos me gusta, etc. Cuando una pauta sintáctica habitual en un área está desprestigiada en otras, se hace notar igualmente en la mayor parte de los casos. Por ejemplo, la combinación ir a por algo, usada en lugar de ir por algo, es común en España, pero está desprestigiada en casi todas las variantes del español americano.
»La NGRALE y el DPD son obras complementarias que ponen el énfasis en aspectos diferentes del análisis lingüístico. Como es lógico, no tienen entrada en el DPD las expresiones que no plantean dudas a los hablantes. Sin embargo, estas expresiones han de tener cabida en la gramática, puesto que su objetivo es presentar un panorama del conjunto de las estructuras morfológicas y sintácticas de la lengua.
»Tal como suele hacerse hoy, se distingue en la NGRALE entre registros o estilos (lengua coloquial o formal, habla espontánea, etc.) y niveles de lengua o sociolectos (lengua culta frente a lengua popular; variedades lingüísticas que caracterizan a los grupos sociales en función de la edad, la actividad profesional, etc.). Así pues, una construcción coloquial no será necesariamente incorrecta, pero resultará inapropiada usada en un registro formal.
»En la NGRALE se asume que el español culto de hoy constituye una variedad lingüística notablemente uniforme. Aun así, se defiende una concepción policéntrica de la norma lingüística, tal como se ha señalado, ya que no es posible presentar las opciones que caracterizan lingüísticamente un país o una comunidad como modelo panhispánico de lengua. A pesar de que se usa en ocasiones la oposición “español americano-español europeo”, el texto muestra que muchas opciones gramaticales comunes en algunos países americanos pueden ser compartidas por el español de España, pero no necesariamente por el de otros países de América. Las notables coincidencias entre el español canario y el antillano constituyen uno de los ejemplos posibles. Las marcadas diferencias que existen entre el español mexicano y el argentino (solo algunas de las cuales afectan al español peninsular) constituyen otro ejemplo claro».
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