La ciencia del lenguaje no tuvo entidad como ciencia filológica hasta el final del siglo XVIII, pues desde la Antigüedad, la ciencia lingüística, a la que se denominó Gramática, era una rama de la Filosofía, como es sabido. Es motivo para recordar esta historia la definición filosófica de argumentación al comienzo de esta ponencia dedicada al texto argumentativo que el blog comparte hoy: «Saber hacer; comprender lo que se hace. Acerca de la producción de un texto argumentativo en estudiantes universitarios». Su autora es Marta Elena Raventos y fue presentada al III Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología / XVIII Jornadas de Investigación / Séptimo Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR, celebrado en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, campus de Buenos Aires.
Marta Elena Raventos ofrece los resultados de sus alumnos al realizar la tarea indicada y dice: «Se observó que algunos estudiantes (38%) podían escribir textos con componentes lógico-argumentales que luego no podían reconocer en textos similares». Los alumnos aprendieron a identificar y construir los elementos habituales en una argumentación —premisa y conclusión más indicadores—, junto con su correspondiente y usual expresión —en cuanto a léxico, puntuación, etc.—.
Es interesante ir comprobando que el conocimiento sumado mediante este aprendizaje sirvió a algunos alumnos para poder «ver», y no solo leer o mirar. La autora del estudio, psicóloga, explica que dicho conocimiento es equivalente de lo que Piaget llama «abstracción reflexionante», en el sentido de reflejar, pues se da cuando quien ha hecho abstracción mental de un elemento o estructura, después puede encontrarlo reflejado, materializado, en diferentes realizaciones. Es el mismo fenómeno, expone Marta Elena Raventos en sus conclusiones, de la «redescripción representacional» que enuncia Anette Karmiloff-Smith.
¿Qué conclusiones prácticas o qué aplicación se puede tomar de esta experiencia docente? Creo que la de valorar esa poderosa maquinaria que siempre llevamos con nosotros y es nuestro cerebro, nuestra capacidad de reflexión. Valorar también la eficacia de pensar antes de hacer. Por supuesto, lo afortunados que somos cada vez que podemos aprender algo y así aportar más luz y libertad a nuestra capacidad de experimentar y vivir la vida. Entender que sin un conocimiento —del tipo que sea—, no tendremos materia prima para elaborar una reflexión. El que todos los aprendizajes importan, sirven, y el del lenguaje es uno de los más útiles que podemos hacer. Por último, que un aprendizaje requiere cierto esfuerzo y práctica para generar conocimiento en nosotros; a través de este artículo de Raventos, encontraremos la ocasión de aprender, repasar, afianzar, refrescar, etc. lo relacionado con construir argumentaciones.
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