Natalia Raimondo Anselmino, María Cecilia Reviglio y Ricardo Diviani
«Esfera pública y redes sociales en Internet: ¿Qué es lo nuevo en Facebook?»
Revista Mediterránea de Comunicación, vol. 7, n.º 1, 2016
Revista Mediterránea de Comunicación | Universidad de Alicante | Grupo de Investigación Comunicación y Públicos Específicos (COMPUBES) | Alicante | ESPAÑA
Extracto del apartado en páginas 6 a 9 del artículo en PDF. Véanse las notas y las referencias en esta publicación orignal.
«Tradicionalmente, el espacio público estaba definido —entre otras características— por ser un espacio de deliberación raciocinante sobre la cosa pública, donde se exponían los disensos a través del diálogo y cuyo resultado era la construcción de lo que se dio en llamar la opinión pública. Todo ello suponía, desde el punto de vista habermasiano, una visión racionalista de la comunicación humana que ha sido ya largamente cuestionada en tanto ocluye completamente, entre otras cosas, el conflicto [véase nota 7 en la publicación original arriba enlazada]. Contrariamente a esta concepción, el conflicto es, tal como lo propone Vázquez (2013), un elemento estructurante de la esfera pública contemporánea, “donde distintos actores se posicionarán de acuerdo a sus intereses y sus estrategias, donde las relaciones asimétricas pueden convertirse en un elemento distintivo” (p. 156). Y este giro supone admitir también, una determinada manera de considerar la relación entre esfera pública o espacio público y práctica política, aspecto respecto del cual acordamos con lo expresado por Grillo (2006):
»Identificamos a una práctica como política cuando devela o pone al descubierto que, en la distribución de lo dado, el objetivo que le da sentido está ausente o sub-jerarquizado. La base misma de lo político es el disenso con respecto a lo dado, a lo establecido, al consenso existente (p. 190).
»Así enlazado a la praxis política, el espacio público adquiere la forma de un "ámbito en que la sociedad civil se hace visible frente al poder [y que], puede pensarse a partir de ciertas características que han marcado su continuidad más allá de las particularidades históricas" (Rusconi, 2006: 205-206). Esas características estarían en conexión, siguiendo nuevamente a Rusconi (2006), con los componentes semánticos que distingue Caletti (1999): el bien común, lo político, la visibilidad y la auto presentación. En síntesis: "El espacio público es el lugar donde la sociedad civil puede verse y concebirse como política, como lugar de disputas; el lugar donde puede hablar de los asuntos que le interesan y configuran el bien común" (Rusconi, 2006: 206).
»En este marco nos preguntamos: ¿Facebook puede considerarse un espacio de deliberación —es decir, de una disputa argumental con fines de llegar a un acuerdo sobre lo común— o es simplemente un espacio de expresión de discursos individuales? ¿Se dirimen controversias, se gestiona el conflicto o es meramente un ámbito en donde se ejerce algo del orden de la catarsis [véase nota 8 en la publicación original arriba enlazada]? En definitiva, la cuestión sería plantear la pregunta por las posibilidades y los límites de la producción de sentido en el marco de esta plataforma.
»Algunos autores (Garrido, 2012 y 2014; Ross, Fountaine y Comrie, 2015; Valdettaro, 2011; Vallespín, 2011) señalan que, lejos de ser un ámbito de interacción entre lo diverso, Internet —y en particular las RSI— estaría ofreciendo un espacio de encuentro con lo similar, sea nominado ese espacio como “comunidades de ‘amigos’ ensambladas por ‘afinidades’ estilísticas” (Valdettaro, 2011: 17) en las que “un cierto aire de ‘familia’ –con sus derivaciones semánticas: tribus, comunidades, clanes, etc.– hace linaje” (p. 17) o “un espejo de lo que ya somos o pensamos [que] acabaría por introducirnos en distintos guetos comunicativos, alejándonos del ideal democrático de la sana confrontación de opiniones” (Vallespín, 2011: s/n). ¿Es posible en la plataforma una real deliberación del orden de lo democrático, es decir, en la que tenga participación una variedad disímil de actores o, por el contrario, Facebook estaría delineando zonas de encuentro de discursos que pueden parecer divergentes en algún punto pero que, sin embargo, excluyen por completo a los realmente diferentes? Si esto fuera así, si efectivamente sólo dialogaran allí quienes cuentan con un piso de acuerdo común, esos acuerdos que tendrían lugar en y por la plataforma no constituirían más que espejismos en tanto no sería Facebook en sí mismo quien les da lugar, sino que sólo vendría a reforzar concertaciones previas, otorgándoles visibilidad. Veamos, para ayudarnos a pensar sobre esto, los resultados de algunas investigaciones de corte empírico que tienen a Facebook (y a la participación política que se despliega en dicha RSI) como objeto de cavilación.
»En un estudio en el que aborda la participación social y política de los jóvenes en Buenos Aires, Garrido (2012) hace algunas acotaciones en el mismo sentido que lo propuesto aquí en párrafos anteriores. Si bien reconoce a Facebook como un espacio en el que “se producen contextos comunicativos significativos” (p. 121) en relación con cierto potencial dialógico y una confianza recíproca que favorece el intercambio, también señala limitaciones para el desarrollo efectivo de la deliberación, entre ellas, el limitado acceso a Internet en América Latina o las referidas a los códigos cerrados del software, más aún, destaca que las posibilidades de deliberación también se ven limitadas por una tendencia a dialogar con aquellos con quienes se tienen afinidades previas, lo que daría como consecuencia, la construcción de redes cerradas que producirían “cierta resistencia o rechazo a incorporar a aquellos que no comparten los mismos intereses, ideología, pertenencia política, etc.” (p. 121). Sobre este tema, Garrido (2012) concluye que si bien no se podría hablar de esfera pública en Facebook dado que no se cumplen los principios normativos habermasianos, sí se evidencian dinámicas alternativas que “en algunos fenómenos sociales asumen centralidad y grados relativos de autonomía de los medios de comunicación tradicionales” (p. 121). En coincidencia con dichos hallazgos, nada diferente encuentra esta autora cuando analiza las páginas de Facebook de la militancia juvenil del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil (Garrido, 2014). Allí se observa: "cierta homogeneidad de la red genera una suerte de endogamia por lo que se haría más difícil que aparezcan comunicaciones e interacciones que difieran con las del propio grupo" (Garrido, 2014: 82).
»Asimismo, recientemente la revista Media, Culture & Society ha publicado un artículo (Ross, Fountaine y Comrie, 2015) en el que se analizan los mensajes que los miembros del Parlamento de Nueva Zelanda publicaron en sus cuentas de Facebook en el período previo a las elecciones generales que tuvieron lugar durante 2011 en dicho país, y que puede servir para ilustrar algunas de nuestras hipótesis. Por ejemplo, entre los diversos aspectos que se tienen en consideración, se indaga acerca de la naturaleza y el tono de los comentarios hechos por otros usuarios de la RSI en respuesta a los posteos [véase nota 9 en la publicación original arriba enlazada] de los parlamentarios. Allí puede observarse que la mayoría de los comentarios son de apoyo al político en cuestión y sólo una escasísima cantidad de los mismos (un 3%) pertenece a la categoría de "comentarios hostiles" (Ross, Fountaine y Comrie, 2015: 264) y, por lo tanto, vehiculiza alguna posibilidad de disenso o apertura al diálogo o deliberación respecto del mensaje original. Este hallazgo sugiere, según los investigadores neozelandeses, que las páginas y los muros de Facebook estudiados atraen a individuos que adhieren a los parlamentarios en cuestión y advierten, además, que parte de la retórica que rodea a la valoración positiva de esta RSI "es la capacidad de las herramientas para producir señales de aprobación (como el "me gusta" del pulgar hacia arriba)" (Ross, Fountaine y Comrie, 2015: 266) [traducción propia]. Esta ausencia de diálogo, disenso y, sobre todo, de conflicto, es también sostenida por la escasa respuesta que los comentarios reciben, luego, por parte de los políticos cuyos posteos abrieron una posible (pero, al parecer, no concretada) conversación; situación que, en consecuencia, lleva a Ross, Fountaine y Comrie (2015) a concluir: Tal vez, los ciudadanos que comentan los posteos de los políticos realmente creen que el acto de la escritura en el muro es, en sí mismo, una forma de compromiso político (Sweetser y Lariscy, 2008) y tal vez lo sea, pero si este se encuentra con un silencio sepulcral del político en cuestión, entonces el significado de tal acto en el ámbito democrático más amplio es bastante más ambiguo (p. 268) [traducción propia].
»Por otro lado, si bien Vázquez (2013) señala que la utilización de las TIC "da lugar a una nueva instancia dialógica desespacializada mediada por las interfaces de la denominada Web 2.0" (p. 144), no va de suyo que ese diálogo se instaure con el fin de llegar a un acuerdo a través de la exposición de argumentos y contraargumentos.
»En este punto, valdría señalar una diferencia entre lo que Facebook como plataforma estaría prescribiendo o posibilitando, en algún sentido, en lo que hace al diálogo y la discusión, y la manera en la que estas posibilidades son concretizadas por los usuarios. Por ejemplo, tan compleja es la imbricación que se da en Facebook entre lo público y lo privado, que suele pasarse por alto que los enunciados que se postean en esta RSI se efectúan en un espacio que puede considerarse, en cierto modo, "privado": el "muro", ya sea el personal o el ajeno. ¿Y por qué es posible considerar el muro como parte de la esfera privada? Porque es un territorio sobre el cual el propietario del perfil en cuestión, generalmente, "busca ejercer control y restringir el acceso a los demás" (Thompson, 2011: 34). Un posteo se da siempre en un muro, propio o ajeno y, al fin y al cabo, el "propietario" del muro tiene total soberanía sobre lo que allí se publica: puede eliminar comentarios propios y de terceros y censurar la posibilidad de otros a opinar allí.
»Cabe destacar, además, que el diálogo en la plataforma no se instaura en un canal pensado para tales fines desde la interfaz del sitio, sino que es suscitado en los espacios destinados a los comentarios sobre una publicación. Comentarios que, vale aclarar, tienen una jerarquía diferente a la que la interfaz de la red social analizada adjudica al Estado, es decir, a aquel espacio que demanda ¿Qué estás pensando? y en el que es posible publicar textos o imágenes. Es decir que, para volver a las diferencias que intentamos desentrañar en este apartado, podríamos aventurar que Facebook no parece prescribir el diálogo en su plataforma sino, simplemente, comentarios acerca de estados de los usuarios/perfiles/amigos. No es menor, inclusive, que el término elegido para ello sea, precisamente, el de comentario; vocablo que el diccionario de la Real Academia Española define en su segunda acepción como “Juicio, parecer, mención o consideración que se hace, oralmente o por escrito, acerca de alguien o algo”. Resumiendo, es el estado de otro lo que se comenta o lo que se busca que se comente, lo que se debería comentar. La estructura sería, entonces, la de un discurso que genera a su vez muchos otros discursos que sólo dialogan con el primero.
»Sin embargo, en estos espacios muchas veces se encuentran también comentarios a comentarios que se convierten en verdaderos intercambios dialógicos, en ocasiones, al punto de apartarse del tema que proponía la publicación originaria. Así, esa lógica prescripta por la plataforma de muchos textos que responden a uno se alteraría y devendría en una multiplicidad de textos que remiten unos a otros, no siempre guardando relación con el primero que los suscitó. En definitiva, se podría pensar, por un lado, que no parece ser Facebook el lugar del encuentro entre lo diferente en vistas a construir un acuerdo sobre lo común, dado que el espacio se presentaría como un ámbito de encuentro de parecidos con escaso lugar para la serendipia. No es un detalle menor, tampoco, el hecho de que no exista en Facebook la posibilidad de señalar que algo no gusta, en contraposición a lo que sucede con el me gusta que ha devenido extremadamente polisémico ya que el significado de su uso parece exceder el agrado por el contenido de lo publicado. Por otro, el diálogo que se establece entre los usuarios —diálogo que, como venimos afirmando, no se genera desde el disenso, sino todo lo contrario y más allá de lo aparente— excedería lo que la plataforma misma parece querer propiciar.»
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