mayo 30, 2022

«Textualidad y gramática argumentativa»



Raúl Firacative Ruiz
«Textualidad y gramática argumentativa»

Cuadernos de Lingüística Hispánica, n.º 24 (julio-diciembre de 2014)

Cuadernos de Lingüística Hispánica | Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) | Facultad de Ciencias de la Educación | Maestría en Lingüística | Tunja | COLOMBIA


Extracto de apartados en páginas 40-41, 30-32 y 38-40 del artículo en PDF




«La argumentación apunta hacia el ideal de una sociedad igualitaria donde se propongan, justifiquen y respeten los puntos de vista de las personas. Hacia allá se dirige la noción de la acción comunicativa de Habermas (1987 [Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Taurus]); no obstante, la comunicación cotidiana es bien diferente y en muchos casos no se ve al otro como interlocutor válido. Por ende, es preciso actuar sobre los procesos comunicativos y argumentativos, para desentrañar cómo son vivenciados en la actualidad, es decir, en cuanto procesos estratégicos donde las interacciones no cumplen con las premisas del seguimiento a una tesis o punto de vista personal, no se da el acuerdo o consenso y hay varias voces en circulación.

»Lo mencionado en este escrito tiene su razón de ser en cuanto desde la textualidad se busca llegar a la interpretación, en ella se reconoce el discurso como totalidad a la vez que se observan sus partes constitutivas. En palabras de Luis Alfonso Ramírez (2008 [Comunicación y discurso. La perspectiva polifónica en los discursos literario, cotidiano y científico. Bogotá: Cooperativa Editorial Magisterio]), “esto es interpretar un discurso: descifrar su contenido cultural (significado), su necesidad pragmática (sentido), y su ordenamiento social (ideología)” (pp. 182-183). El enfoque interpretativo da cuenta de la comprensión de un producto discursivo al observar sus componentes internos y externos sin la intención de agotar sus sentidos, sino como visión de la profundidad del discurso.

»Consideramos que el análisis de la argumentación debe mirar con lupa cada uno de los argumentos, descifrar la estructura interna del discurso y enseguida realizar la interpretación. No se trata solo de determinar con Lo Cascio [Gramática de la Argumentación. Estrategias y estructuras. Traducción al español de David Casacuberta. Madrid: Editorial Alianza], por ejemplo, si la argumentación es simple o múltiple, o si los argumentos se refieren a la realidad o no; se hace necesario reconocer los defectos del razonamiento, las contradicciones, las falacias mencionadas en el discurso y considerar los posibles puntos de crítica. Coincidimos con María Cristina Martínez al reconocer que, en el estudio del discurso, la interpretación consiste en partir de lo evidente (microestructura) y después indagar por los aspectos culturales subyacentes en el proceso de enunciación discursiva (superestructura y macroestructura) porque “el discurso, es la arena donde se desarrolla la lucha de clases, el entrecruzamiento de diversas ideologías y de diversas tensiones sociales” (Martínez, 2005, p. 22 [La Argumentación en la dinámica enunciativa del discurso. Cali: Cátedra UNESCO – MECEAL: LE. Escuela de Ciencias del Lenguaje Universidad del Valle.]).

»Hoy es común encontrar en la política, en la publicidad, en los medios de comunicación y en los discursos cotidianos una creciente mediación con herramientas de las tecnologías de la información, lo cual lleva a que los enunciados se respalden con imágenes y sonidos, haciendo surgir nuevos tipos de argumentos y, por ende, nuevas formas para incidir en el otro. El convencimiento y la persuasión vendrán a significar la existencia de un “juego del lenguaje” entre los interlocutores de un discurso donde la necesidad de creer en las ideas del otro o “hacer creer” es parte del juego comunicativo. Implementar argumentaciones a partir de indicadores de fuerza y argumentos falaces se constituye en estrategia argumentativa al momento de la comunicación cotidiana. De esta manera, también es factible determinar qué tipo de orientación toma el interlocutor para hacer valer su discurso: si su estrategia es recurrir a la verdad, a la mentira, al insulto, a una fuente de autoridad, al mundo objetivo, al subjetivo o al intersubjetivo, etc.

»En esta línea, tiene razón de ser el análisis de la textualidad propuesto por Lo Cascio en cuanto se dirige a las estructuras internas de los enunciados con fines descriptivos y explicativos de la argumentación no formal. Es, por tanto, una propuesta válida para acercarse a la argumentación en la vida cotidiana.

»[...]

»La Gramática de la argumentación

»Veamos a continuación los aspectos fundamentales de la obra de Vincenzo Lo Cascio [cit.]. Este autor basa su obra en la Retórica de Aristóteles a la par que revisa las propuestas teóricas de autores como Van Eemeren y Grootendorst (2002 [Argumentación, comunicación y falacias. Una perspectiva pragmadialéctica. 2 ed., Santiago de Chile: Universidad Católica. 1ª ed.: 1992]), Perelman y Olbrecht (1989 [Tratado de la Argumentación: La nueva Retórica. Traducción de Julia Sevilla. 5 ed. Madrid: Gredos]) con el fin de proponer una Gramática argumentativa dotada de categorías sintácticas finitas con una relación jerárquica entre sí. Su intención es analizar puntualmente la argumentación como un todo donde pueda verse el modo como se construyen los discursos. Lo Cascio organiza una serie de esquemas de los posibles vínculos textuales presentes en la argumentación y analiza la función de los conectores en la parataxis e hipotaxis oracional (coordinación y subordinación). De esta forma, el italiano analizaría, según Martínez, el nivel de la textualidad.

»Lo Cascio recurre a John Searle en su propuesta sobre los actos de habla y su tipología (locucionario, ilocucionario y perlocucionario); por ello, define la argumentación como un “macroacto de habla producido por un hablante para convencerse a sí mismo o a más interlocutores de la validez de una tesis suya o de otro” (Lo Cascio, 1998 [cit.]). La importancia de argumentar se halla en lograr ser entendido y obtener lo que se desea; es decir, en el efecto de la argumentación más que en el uso correcto de la norma lingüística para producir la enunciación. Se debe identificar el acto ilocucionario con la acción de argumentar, mientras que el perlocucionario será el efecto de aceptación o rechazo, persuasión o convencimiento provocados en el interlocutor. Es importante destacar, además, que el uso de locuciones adverbiales, formas lingüísticas suprasegmentales [NOTA 3] y la gestualidad permiten reforzar el acto comunicativo y, por tanto, aportan mayor fuerza ilocucionaria a la enunciación. Estas formas anexas a la argumentación se conocen como indicadores de fuerza y, en gran medida, son responsables del éxito de un discurso argumentativo.


»Elementos de la Gramática argumentativa

»Los elementos presentes en un texto argumentativo son: tema de la discusión, protagonista o sujeto que quiere convencer, antagonista o sujeto por convencer, razonamiento utilizado para convencer basado en una regla general, opinión o tesis, argumentos, fases intermedias entre la exposición de los argumentos y una eventual conclusión. No obstante, la mayoría de textos argumentativos no contienen tales elementos, sino que estos se reducen a una tesis, un argumento que la justifique y a una regla general o costumbre establecida tácitamente y bajo la cual se hace valer la argumentación [NOTA 4]: Cabe mencionar que cada elemento (opinión, argumento y regla) al ser enunciado con pertinencia en relación con la situación comunicativa específica apunta a lograr la aceptación de la tesis; y que una argumentación es aceptada y valorada tanto por la calidad de los razonamientos y datos aportados (aspectos internos), como por la conducta de los participantes y el ambiente que rodea la situación (aspectos externos).

»En esta misma línea, un proceso argumentativo será diferente según el género discursivo: científico, publicitario, pedagógico, literario, político o conversacional y también si es oral o escrito; igualmente, en la medida en que los interlocutores se encuentren o no presentes y cooperen (lleguen a consenso o no). En teoría, para lograr una argumentación pertinente es necesario que los razonamientos se acomoden a la situación, sean claros y contundentes en sus afirmaciones; no obstante, en la vida cotidiana abundan las interacciones donde no son propiamente los razonamientos y su objetividad los que llevan al éxito de un discurso argumentativo, sino las falacias existentes en las relaciones de poder o la conveniencia de la acción. Por ejemplo, en la política, cuando los aspirantes a un cargo de elección popular se encuentran en época de “campaña”, lo característico es que se identifiquen con el electorado y prometan solucionar en dos o tres años problemas históricos de la comunidad; en este caso se busca ganar votos al aludir a las necesidades más sentidas de la población y por un deseo de llegar al poder. De esta manera, el discurso puede ser contundente para convencer a los electores gracias a una vieja estrategia: manipular para obtener lo deseado. Se deduce, entonces, que la argumentación no siempre sigue parámetros de objetividad y claridad en los discursos.

»Lo Cascio afirma reiteradamente que todo hablante, además de saber argumentar, debe poseer competencias que le permitan comportarse como interlocutor activo en toda argumentación, pudiendo enfrentar la tesis, buscar su debilidad o sostener tesis contrarias (Lo Cascio, 1998 [cit.]). Así mismo, en algunos casos, no es el razonamiento el que lleva a la persuasión, sino los elementos externos de la “puesta en escena”. Volviendo al ejemplo del político, hoy en día es hacia la publicidad donde se traslada la fuerza de los argumentos, al destacar alguna circunstancia pasajera que produzca fascinación en los interlocutores: imagen personal sugestiva, puño levantado, colores significativos, promesa, premio, expresión oral firme y decidida, etc. También es común encontrarse frente a argumentaciones que acogen en su seno la falacia, pues en una argumentación real no siempre se sustentan ideas claras y propias, es más, corrientemente se sostienen opiniones en las que no se cree, pero que resultan útiles a la hora de buscar la adhesión del interlocutor. Así, al momento de interpretar y valorar el texto argumentativo podrá verse cómo la mentira es una forma de manipulación frecuente en la interacción social [NOTA 5].

»[...]

»Interpretación de la argumentación

»Al abordar el discurso desde la comunicación, la teoría no puede enfocarse meramente en la microestructura y la superestructura del enunciado, sino que debe incluir aspectos interpretativos de la macroestructura, sobre la finalidad misma de los procesos comunicativo y argumentativo, con el fin de aportar una visión global de los elementos subyacentes al discurso y no solamente del producto final. Por este motivo, a continuación se traen algunas ideas de Perelman enunciadas en su Tratado de la argumentación y luego se hace una referencia a la forma argumentativa que puede adoptarse en el discurso según Martínez.

»Perelman y Olbrech (1989 [cit.]) afirman que el fin de toda argumentación es el persuadir y/o el convencer de algo al auditorio o interlocutor, diferenciando entre el persuadir como un resultado práctico orientado a la acción, frente al convencer que trasciende la esfera mental del interlocutor. Vista así la argumentación, no tiene como fin únicamente la adhesión intelectual: ella busca muy a menudo, incitar a la acción, o por lo menos, crear una disposición a la acción en quien recibe el discurso, es decir su auditorio; en este caso, la eficacia de quien argumenta (el orador) está no en su dominio del código lingüístico, sino en su conocimiento de lo que dicho auditorio sabe o piensa y hasta lo que ignora [NOTA 8].

»La interacción es vista como un proceso dialógico (Martínez, 2002 [Estrategias de lectura y escritura de textos. Perspectivas teóricas y Talleres. Cali: Cátedra UNESCO – MECEAL: LE. Escuela de Ciencias del Lenguaje. Universidad del Valle.]) y, por lo tanto, se ve a la manera del método socrático (pregunta - respuesta), porque al avanzar en la presentación de las opiniones es factible saber los roles de los interlocutores, en qué grado de acercamiento o distanciamiento a la tesis presentada se encuentran y si efectivamente están dispuestos a relacionarse. Hay interacción cuando existe una verdadera relación entre los agentes de la comunicación, la cual se hace palpable al compartir un mínimo de conocimientos, roles, intereses y cultura; en otras palabras, cuando el mundo referido es el de la intersubjetividad (Ramírez, 2004 [Discurso y lenguaje en la educación y la pedagogía. Bogotá: Cooperativa Editorial Magisterio]).

»Aristóteles dio mayor importancia a la inventio, primera operación del análisis retórico. Lo Cascio, con su Gramática, da cuenta del producto, es decir de la elocutio aristotélica [NOTA 9]. Teniendo en cuenta lo mencionado aquí, se comprende la argumentación como proceso de interacción con el lenguaje, que permite exponer y sustentar una afirmación ante un interlocutor respecto a los niveles de mundo compartidos, por ello es importante tener en cuenta los mecanismos de producción de sentido para la comprensión del discurso.

»Volviendo a los elementos de la argumentación, en cuanto a la tesis o afirmación, Lo Cascio (1998 [cit.]) y Ramírez (2008 [cit.]) coinciden en que es el punto de vista intersubjetivo de una persona ante un hecho o una situación. Se reconoce que una tesis debe ser concisa, pero en la comunicación cotidiana son más bien generales, por ello, siempre corren el riesgo de ser refutadas. En muchos casos se fundamentan en supuestos, creencias y corazonadas no demostrables. Las tesis, según el propósito que persigan, pueden evaluar, explicar, sugerir o predecir resultados; de haber oposición del interlocutor, la tesis fomentará la elaboración de otras argumentaciones contrarias que enriquecerán la situación. La tesis se sustentará a partir de la organización de los argumentos, esto en el sentido de Lo Cascio.

»La valoración de los argumentos indicará si estos son fiables y pertinentes para el caso específico donde se exponen o si por el contrario subyace el interés de manipular con el discurso. La mayoría de las argumentaciones cotidianas siguen un esquema donde los argumentos no tienen que ver con las tesis en cuestión, unos son ambiguos y otros modifican los hechos a su favor; en general, son argumentos ilegítimos (las falacias) pero muy frecuentes y eficaces en la comunicación del día a día.

»Las falsas argumentaciones o falacias pueden estar in dictione, es decir, dependiendo del juego lingüístico (ambigüedad, alusión, incomprensibilidad de los enunciados, ausencia de significado tras enunciados aparentemente significativos, etc.) o fuera del juego lingüístico, extra dictione, basadas en la manipulación de los hechos (Lo Cascio, 1998, p. 292 [cit.]). Al respecto de las falacias y su aparición frecuente en las argumentaciones se sabe que:

»Las argumentaciones que contienen falacias son, a veces, aceptables o indispensables. Citar fuentes autorizadas, meditar sobre las consecuencias de un acto, preocuparse o no por la opinión pública, prestar oídos a los propios sentimientos de simpatía o piedad, recurrir a argumentos ad ignorantiam cuando ninguna otra forma de convencimiento se encuentra disponible, parece praxis normal. (Lo Cascio, 1998, p.305 [cit.]).

»En otras palabras, los argumentos falaces tienen la pretensión de satisfacer las condiciones de éxito de la argumentación por medio del engaño y la manipulación. Se abandona la sinceridad, la objetividad y el buen razonamiento que debería llevar una argumentación, porque se busca a toda costa recalcar la aceptación de los argumentos por el interlocutor. Así las cosas, la valoración de un discurso se orienta a desentrañar los aspectos ocultos de la argumentación fijándose en los argumentos presentados y determinando si son o no falaces.



[NOTAS]

»NOTA 3. Lo suprasegmental se refiere a la entonación de frase, acentos prosódicos, énfasis imperativos e interrogativos, etc.

»NOTA 4. Estos elementos nacen de la lógica aristotélica, según la cual los silogismos argumentativos se componen de tres categorías: premisa mayor, premisa menor y conclusión.

»NOTA 5. Notas del seminario sobre Análisis textual orientado por María Cristina Martínez Solís, en el marco del Doctorado en Lenguaje y Cultura de la Uptc (Tunja, 21 de septiembre de 2013).

»NOTA 8. Recuérdese que Aristóteles trató este asunto en la relación entre ethos y pathos.

»NOTA 9. La elocutio se entiende como el planeamiento y elección de la estructura en que se presentan las ideas en el discurso».






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