Jesús Sanjurjo Ramos
«Negros o esclavos. La retórica de la esclavitud en la prensa española del exilio londinense (1818-1825)»
Anuario de Estudios Atlánticos, n.º 62, 2016
Anuario de Estudios Atlánticos | Cabildo de Gran Canaria | Las Palmas de Gran Canaria | ESPAÑA
Extracto del apartado 5 del artículo en PDF
Fernando VII recibe en Cádiz a los Cien Mil hijos de San Luis, cuadro de José Aparicio Inglada (1827)
«El análisis de la prensa española publicada en el exilio británico en el primer cuarto del siglo XIX nos ofrece claves culturales e ideológicas esenciales para entender con mayor profundidad la manera en que el liberalismo español denomina, caracteriza e ignora la esclavitud de africanos y afrodescendientes en los territorios coloniales españoles y el tráfico trasatlántico de esclavos africanos. Existieron, sin duda, dos esclavitudes para los liberales españoles en Londres: una esclavitud propia, mitificada y resultado del sometimiento o enfrentamiento al poder absolutista de Fernando VII; la otra esclavitud ignorada, silenciada, propia de los “otros” y cuyo opresor es menos evidente. Esta otra esclavitud, la de africanos y sus descendientes en los territorios coloniales españoles en América, les resulta muy distante a su imaginario cultural.
»El trinomio negros-esclavos-africanos se asume con cierta naturalidad, hasta el punto de que las tres categorías pueden operar como sinónimos, prefiriéndose cuantitativamente el primero como concepto aglutinador y simplificador de una realidad mucho más compleja. Se puede afirmar que para los editores de ambos periódicos no hay más “negros” que los que son “esclavos” y “africanos”; pero no todos los “esclavos” son “negros”. Por el contrario, la conjunción españoles-esclavos se adopta como fórmula marcadamente politizada y retórica. El componente racial juega un peso importante en este sentido; al asumirse como un hecho casi consustancial de los africanos su condición de esclavos, pero aberrante, antinatural, en el caso de los españoles. La construcción retórica de la que participan los liberales españoles es un canon que los autores liberales emplean como figura efectista de fuerte impacto discursivo y que actúa como un elemento aglutinador de las narrativas románticas, nacionalistas y revolucionarias de los siglos XVIII y XIX.
»El liberalismo romántico patrimonializa la esclavitud para referirla a los españoles carentes de libertades, ignorando a los “verdaderos esclavos” de su tiempo. Esto supone no solo expulsar a los esclavos africanos y afrodescendientes de sus discursos, sino también de su propio universo cultural. Existieron posiciones antitratistas e incluso abiertamente abolicionistas entre destacados liberales exiliados en Londres, como el diputado asturiano Agustín de Argüelles, líder de los liberales en las Cortes de Cádiz. Sin embargo, la cuestión de la esclavitud en los territorios coloniales españoles en América y la trata trasatlántica de esclavos africanos fueron prácticamente ignoradas en su producción cultural londinense y desaparecieron de su programa político una vez que regresaron a la península. Se trataba de un asunto espinoso, sobre el que existían pocos consensos y muchos fantasmas.
»Abrir el debate sobre la abolición de la trata de esclavos, y más aún sobre la prohibición de la esclavitud, implicaba enfrentarse frontalmente a la sacarocracia cubana, que amenazaba con la independencia si los metropolitanos imponían un cambio en el statu quo antillano. Más aún, dentro del propio “partido liberal” no existía un consenso sobre la cuestión, y las posiciones entre “doceañistas” y “exaltados” eran distantes. Durante el Trienio Liberal, el propio Argüelles, seguramente en un intento por alinearse con el sector conservador de los liberales, aunque también presionado por la enorme inestabilidad política doméstica, renuncia, siendo ministro de Gobernación, [NOTA 62: Formó parte del llamado gobierno “de los presidiarios” que componían Agustín de Argüelles, Pérez de Castro, Canga Argüelles, García Herreros, Antonio Porcel y Pedro Agustín Girón, Marqués de las Amarillas] a asumir el liderazgo de un hipotético movimiento abolicionista en España.
»En definitiva, los debates sobre la trata y la esclavitud eran problemas lo suficientemente complejos como para que un grupo de exiliados sin ningún poder ejecutivo y muy poca influencia política pudiesen afrontar con posibilidades de éxito. Es por ello que la cuestión queda fuera del programa liberal, y desaparece, en consecuencia, de las páginas de la prensa del exilio.
»Es justo afirmar que los que escribían en los dos periódicos del exilio no eran defensores de la esclavitud como institución jurídica o social, incluso, en algunos casos, firmes opositores de la trata de esclavos trasatlántica. Pero un racismo latente e inconsciente es constatable cuando llegan a comparar ambas “esclavitudes” e incluso a afirmar, como hemos visto, que la de los españoles es peor que la de los africanos y afrodescendientes en América. Luchaban contra la esclavitud propia, pero ignoraron la de los verdaderos esclavos y esclavas de Cuba y Puerto Rico».
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