La forma como Nadine Gordimer piensa en el destinatario de su obra, de su comunicación vía libro. Discurso traducido en Milenio. Ver el original íntegro en el post de ayer.
«Dirigirse a otro da comienzo a la siguiente fase del desarrollo del escritor. Publicar: publicar para cualquier persona dispuesta a leer lo que había escrito. Ésa era mi idea inocente y natural de lo que significaba publicar, y no ha cambiado, todavía hoy eso es lo que significa para mí, a pesar de ser consciente de que la mayoría de las personas se niega a creer que un escritor no tiene un público en particular en mente; y de ser consciente de otras cosas: de las tentaciones, conscientes e inconscientes, que seducen al escritor para que tenga en cuenta a los que se sentirán ofendidos, a los que aprobarán lo que sale impreso en la página; una tentación, como la mirada errante de Eurídice, llevará al escritor de vuelta a las Sombras de un talento echado a perder.
»La alternativa no es la maldición de la torre de marfil, otro destructor de la creatividad. Borges dijo una vez que escribía para sus amigos y para pasar el tiempo. Creo que fue una respuesta irritada y poco seria a la pregunta crasa -a menudo una acusación-: “¿Para quién escribe?”, igual que la amonestación de Sartre de que hay momentos en los que un escritor debería dejar de escribir y actuar sobre la existencia únicamente de otra forma, que se dio en medio de la frustración de un conflicto no resuelto entre el dolor ante la injusticia en el mundo y la conciencia de que lo que él sabía hacer mejor era escribir. Ambos, Borges y Sartre, desde sus perspectivas totalmente contrapuestas de negar a la literatura una finalidad social, indudablemente eran completamente conscientes de que la literatura tiene su papel social implícito e inalterable para explorar el estado del ser, del que se derivan todos los demás papeles, el personal entre los amigos, el público durante las manifestaciones de protesta. Borges no escribía para sus amigos, porque publicaba y todos hemos recibido el regalo de su obra. Sartre no dejó de escribir, aunque se apostó tras las barricadas en 1968.
»La pregunta acerca de para quién escribimos, sin embargo, atormenta al escritor, una lata atada a la cola de toda obra publicada. Principalmente hace sonar de manera discordante la inferencia de tendenciosidad como elogio o menosprecio. En este contexto, Camus fue quien mejor trató la cuestión. Dijo que le gustaban más los individuos que toman partido que las literaturas que toman partido. “O bien uno sirve al hombre entero o no le sirve en absoluto. Y si un hombre necesita pan y justicia, y si lo que hay que hacer debe hacerse para servir esta necesidad, también necesita la belleza pura, lo que constituye el pan de su corazón.” Así que Camus reivindicaba “coraje en la vida de uno y talento en la obra de uno”. Y García Márquez redefinió la ficción de esta forma: “La mejor manera en que un escritor puede servir a una revolución es escribir lo mejor que pueda”.
»Creo que estas dos frases pueden constituir el credo para todos los que escribimos. No resuelven los conflictos que han llegado, y que seguirán llegando, hasta los escritores contemporáneos. Pero manifiestan claramente una posibilidad sincera de hacerlo, y vuelven la cara del escritor directamente hacia su existencia, su razón de ser como escritor, y su razón de ser como ser humano responsable, actuando, como cualquier otro, dentro de un contexto social.»
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