abril 22, 2015

Salvador Gutiérrez Ordóñez, Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades: «Defender la lengua es defender un tesoro, un gran patrimonio, y todos tenemos el deber de cuidarla»


ileón.com, César Combarros / Agencia ICAL



«Al lingüista Salvador Gutiérrez Ordóñez (Taballes, 1948), el Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades por su “aportación al conocimiento de la lengua española” le cogió “por sorpresa”. En pleno viaje a Panamá, el académico, uno de los mayores defensores internacionales de la lengua castellana, estaba incomunicado por azares del destino mientras la consejera de Cultura y Turismo, Alicia García, intentaba anunciarle la concesión del galardón. Asturiano de nacimiento, confiesa que, después de vivir cuatro años cursando el Bachillerato en Valencia de Don Juan, otro año en Becerril de Campos, dos años en Valladolid y los últimos 33 en León, ésta es ya su tierra.


»El jurado ha destacado su aportación al conocimiento de la “lengua española como elemento de cohesión social y punto de reunión de una extraordinaria comunidad internacional”. ¿Comparte esa visión integradora de la lengua?

»Actualmente, en la Academia nuestro primer principio es luchar por la unidad de la lengua, por el panhispanismo. Creo que es una posición muy loable, porque contribuye a la unidad y el prestigio del idioma; ayuda a que el español pueda desarrollarse en otros ámbitos y expandirse, y eso es fundamental.


»¿Existe la “fraternidad lingüística” de la que habla el fallo o en los encuentros entre las 22 academias de la lengua española cada uno barre para su propia casa?

»Todas las academias tienen la obligación de defender su ámbito, pero en estos momentos prima la visión comunitaria, porque sabemos que de esta manera el trabajo es mucho más fértil y efectivo. No tiene sentido que cada uno trabaje solo. Por otra parte hablar de ‘fraternidad lingüística’ es referirse a una dimensión real: cuando uno llega a cualquier país hispanoamericano, lo primero que le sorprende es que parece que está en casa, es como si hubiera salido a otra provincia.


»El fallo también menciona que es usted un “discípulo y continuador de la Escuela Gramática de Emilio Alarcos”. ¿Qué aprendió de él?

» (Sonríe) De Don Emilio mucho, pero en todo los ámbitos. Como profesor era extraordinario: no se salía del guión y explicaba con una claridad enorme todas aquellas cosas que eran complejas. Como investigador también fue un gran ejemplo; al leer sus trabajos, la sencillez, precisión y pulcritud con que va desarrollando las estructuras te deja pasmado. Y como persona para mí fue un maestro y un amigo al que le debo mucho.


»En varias ocasiones se ha referido a la “cruzada” que han emprendido en la Academia para mejorar el español. ¿Cómo marcha?

»Todos los hablantes de una lengua tenemos el deber de cuidarla y utilizarla con precisión, de acuerdo con las normas, y la Academia no puede ser menos. Quizá la palabra ‘cruzada’ está marcada con connotaciones negativas un poco fuertes, pero con ella me refiero a nuestro afán por defenderla con el mismo tesón e ilusión con el que podían luchar los cruzados. Defender la lengua es defender un tesoro, un gran patrimonio. Es muy fácil el descuido, justificar los errores, las faltas. Es cómodo pensar que la lengua no es nada nuestro, pero es algo que está muy dentro de nosotros.


»Tras siete años como académico, en los que se ha ocupado de coordinar la nueva Gramática y la Ortografía, entre otros proyectos, ¿qué retos inmediatos tiene por delante?

»Los proyectos que me encomiende la Academia. En estos momentos estamos pensando cómo renovar la lexicografía académica, el arte de hacer los diccionarios, porque una de las preocupaciones de la Academia es hacer diccionarios buenos. Aparte del DRAE, tiene otros diccionarios como el Diccionario panhispánico de dudas, que necesita renovarse porque salió en 2005 pero después han aparecido la Gramática y la Ortografía y quedan algunas cosas que hay que armonizar. Un reto de futuro importántísimo para la Academia es el Diccionario Histórico, que dirige José Antonio Pascual. También estamos valorando cómo van a ser los nuevos diccionarios en la era digital; estamos ante un reto, ante unas nuevas posibilidades y una nueva forma de hacer lexicografía, y la Academia no puede ser ajena a ello.


»¿Se están aprovechando bien las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías para difundir un correcto uso del lenguaje y acercarlo más a la gente?

»En la web de la Academia cualquier ciudadano puede consultar el DRAE, el Diccionario panhispánico de dudas, los corpus... La Academia está al servicio de los ciudadanos. Por otra parte tiene un servicio de consulta que cada día resuelve más de 200 dudas, bien por formulario directo o a través de Twitter, donde tiene más de 700.000 seguidores. Las redes sociales le permiten a la Academia explicar e informar, y gracias a ellas además tiene un retorno importante porque de las preocupaciones, de las preguntas y de las dudas de los hispanohablantes se nutre nuestra reflexión.


»Estamos en vísperas de una campaña electoral que se antoja intensa. Años atrás usted analizó los eslóganes de los partidos. ¿Le parece acertada la denominación que escogieron las dos grandes formaciones emergentes: Podemos y Ciudadanos?

»Sin duda son aciertos desde un punto de vista del lenguaje publicitario. Por ejemplo, ‘Ciudadanos’ refleja la esencia de todos los habitantes de una comunidad, que participan de la polis y de lo más esencial de la democracia. Por otra parte es una palabra positiva, que no conlleva ningún matiz negativo y que al ir en plural nos acoge a todos. Además tiene toda la concentración de una sola palabra. Y por otra parte con ‘Podemos’ sucede lo mismo, es una sola palabra que carece de connotaciones negativas e incorpora un valor positivo, la posibilidad de conseguir un objeto que está implícito pero es fácilmente deducible: podemos superar, podemos vencer, podemos llegar, podemos conseguir... Hay una serie de infinitivos que están implícitos y que siempre van cargados de positividad. Desde un punto de vista publicitario, los dos términos son fantásticos.»






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