mayo 18, 2016

«Los criterios de corrección idiomática»



Leonardo Gómez Torrego
«Gramática y norma»

Lingüística en la Red. Monográfico n.º 12, 2014. IV Jornadas de Lengua y Comunicación. Gramática: Enseñanza e Investigación

Lingüística en la Red | Universidad de Alcalá de Henares | Área de Lingüística General | Alcalá de Henares (Madrid) | ESPAÑA


Extracto del apartado en páginas 4 a 9 del artículo en PDF




«Que las normas de corrección de una lengua, en nuestro caso del español, cambian es una obviedad; no hay más que ver cómo se hablaba y escribía hace cincuenta o cien años (por no retrotraernos a épocas más lejanas) en el ámbito culto y cómo se escribe y se habla en la actualidad. Las razones de los cambios son varias: la primera de ellas es que también las lenguas naturales cambian, y es sabido que las lenguas cambian porque por naturaleza son cambiantes; son como las aguas de un río: tienen que fluir; no se les pueden poner diques al fluir de las lenguas porque eso supondría que las lenguas se detuvieran y acabaran desbordándose anegándolo todo. Pero eso sí, igual que se ponen taludes para que las aguas de un río puedan correr bien encauzadas, estos mismos taludes, que en las lenguas son las normas, deben controlar el discurrir de una lengua. Las normas no están para encorsetar la forma de hablar y escribir de los usuarios; cada uno es libre de respetarlas o conculcarlas, pero, incluso, para conculcarlas es bueno conocerlas, pues de esta manera sabremos por qué las hemos conculcado: para buscar un efecto expresivo determinado; para conseguir un efecto estilístico apelativo (como hace con frecuencia el lenguaje publicitario), etc. Quien conculca una norma por desconocimiento difícilmente será consciente del efecto expresivo o estilístico que ha querido conseguir con su conculcación.

»Las lenguas cambian también porque cambia el criterio de las sanciones normativas. Hasta no hace mucho tiempo, el criterio más importante para dar y cambiar normas era el de autoridad: había que escribir y, en su caso, hablar cultamente como lo hacían las grandes figuras de la literatura (Cervantes, Lope de Vega, Larra, Julián Marías…). La Real Academia Española escribía sus gramáticas y en gran parte sus diccionarios siguiendo este criterio en un gran porcentaje de casos. Hoy, el criterio ha cambiado: lo que cuenta en casi todos los planos de la lengua en lo que a la normativa se refiere es el uso considerado culto, o sea, el que aparece en los periódicos de gran tirada, en los libros bien escritos (expositivos, narrativos…), en boca de eminentes periodistas, tertulianos, oradores… No se trata de que las palabras o expresiones tengan que ser todas cultas; más bien lo que cuenta es que palabras o expresiones que no son necesariamente cultas en sí mismas, sino coloquiales, se asomen a los medios mencionados o aparezcan en boca de personas cultas con normalidad. De esta manera, hoy podemos ver en el Diccionario académico palabras tan coloquiales como maruja, marujeo, marujil, marujear; pasota, pasotismo, pasar de; okupa, okupar (así, con k), o el plural sándwiches creado espontáneamente en España por el pueblo. Dicho de otra manera, salvo en el plano de la ortografía, las normas se sancionan desde arriba (en nuestro caso, las Academias de la Lengua Española), pero las dicta el pueblo.

»Ello ocurre especialmente en el léxico: que hoy una palabra como pírrico‐a haya añadido a su significado originario el de ‘escaso’, ‘de poco margen’ (victoria pírrica: 1‐0), o que el verbo escuchar haya copado el uso de oír en contextos en que antes se consideraba incorrecto (escuchar una explosión; escuchar decir a alguien…), o que la locución hacer aguas (‘orinar’) pueda usarse con el significado de hacer agua (‘hundirse, venirse abajo’), o que sofisticado haya pasado de significar ‘adulterado’ o ‘falso’ a significar ‘elegante’, etc., solo se explica por el hecho de que así se están usando estas palabras o expresiones en los medios de comunicación y, en general, en tertulias radiofónicas o televisivas con tertulianos que se supone que se desenvuelven en ámbitos cultos. Lo mismo ocurre en los planos morfológico y sintáctico: si hoy se admite como correcto el uso completo de la conjugación de los verbos agredir o transgredir, antes considerados defectivos (solo se empleaban correctamente en las formas en que aparecía la vocal temática ‐i‐: agredía, agredió, agrediera…), es porque en los medios de comunicación eran frecuentes titulares del tipo Un espectador agrede al árbitro. Y si hoy se considera ya correcta la agrupación preposicional a por, exclusiva del español de España (Ve a por el periódico; Voy a por mi hijo al colegio…), es porque, a pesar del rechazo académico hasta época bien cercana, esta agrupación estaba arraigada en periódicos y libros editados en España con una documentación amplísima.

»Y al uso culto se debe que hoy una perífrasis como deber + infinitivo pueda significar, además de ‘obligación’, ‘conjetura o posibilidad’ (este significado solo era posible con la perífrasis deber de + infinitivo: Debe de haber llovido mucho) y que las formas verbales no diptongadas de verbos como desmembrar, engrosar, cimentar, emparentar, asolar (como derivado de suelo) se consideren correctas, cuando lo etimológico, y lo correcto hasta no hace mucho, eran las formas con diptongo (desmiembra, engrueso, cimienten, emparientan, asuela…).

»Precisamente, por no aparecer en medios cultos las formas sin diptongar de verbos del mismo tenor que los mencionados, todavía hoy se sienten vulgares o populares y no encuentran acomodo en la norma culta de corrección; nos referimos a los verbos apretar, fregar, descollar, atronar o restregar, que solo admiten formas diptongadas en la vocal tónica de la raíz: aprieto, no *apreto; friega, no *frega; descuella, no *descolla; atruena, no *atrona; restriega, no *restrega… Y al uso se debe también el reconocimiento normativo actual de formas superlativas con base léxica española, cuando antes lo correcto eran estas formas solo con base léxica latina; nos referimos a fuertísimo (ya se daba por correcta la forma buenísimo), ciertísimo, valientísimo, calientísimo, nuevísimo, diestrísimo, ardientísimo, gruesísimo, recientísimo, tiernísimo, pulcrísimo (ya se daba como correcta la forma pobrísimo), asperísimo, integrísimo, cruelísimo, friísimo, simplísimo, amiguísimo, etc., al lado de las todavía hoy más cultas fortísimo, bonísimo, certísimo, valentísimo, calentísimo, novísimo, destrísimo, ardentísimo, grosísimo, recentísimo, ternísimo, pulquérrimo, aspérrimo, integérrimo, crudelísimo, frigidísimo, simplicísimo, amicísimo, etc. Este reconocimiento no afecta, en cambio, a otras formas como *antigüísimo (lo correcto sigue siendo antiquísimo, con base léxica latina) por no documentarse en el uso culto, o sea, por no haber documentación suficiente de prensa escrita o de libros. Y si en la actualidad se reconoce el uso normativo de las formas con hiato de las conjugaciones de los verbos acabados en ‐cuar (adecuar, evacuar, licuar, anticuar…) al lado de las formas correspondientes con diptongo, las únicas consideradas hasta época reciente correctas, es porque son frecuentes en ámbitos y personas cultos: adecua/adecúa; evacuan/evacúan, licue/licúen…

»Y si nos centramos en el plano sintáctico, el uso considerado culto también ha intervenido recientemente en el reconocimiento de ciertos fenómenos. A él se debe la legitimación normativa de los usos transitivo‐causativos de los verbos repercutir y aflorar (este, en el Avance de la nueva edición del Diccionario académico de 2014), que antes siempre eran intransitivos: El Gobierno repercutirá la subida del IVA en la mejora del trabajo juvenil; El Gobierno procurará que muchos españoles afloren el dinero negro… También los usos transitivos del verbo urgir, bien con el significado de ‘instar’, bien con el de ‘pedir con urgencia’: Los sindicatos urgen al Gobierno a que retire el proyecto; Los sindicatos urgen la retirada del proyecto. De la misma manera, por el hecho de que ya son normales en los medios las apariciones de los verbos quedarse e incautarse como transitivos, incluso como no pronominal el segundo de ellos, es ya legítimo normativamente escribir o decir enunciados como estos: Hacienda se lo queda todo; La policía (se) incautó un arsenal de un grupo terrorista; Veinte kilos de cocaína incautados a un matrimonio en el aeropuerto.

»Es bien sabido que los verbos pronominales son, por sí mismos, intransitivos, por lo que el uso transitivo de quedarse (antes se construía exclusivamente con un complemento de régimen encabezado con la preposición con: Hacienda se queda con todo) es sintácticamente anómalo; aun así, el uso se ha impuesto y las Academias reconocen ya el uso transitivo. En cuanto al verbo incautarse, se usa como transitivo cuando se despronominaliza: La policía incautó un arsenal; Si aparece el pronombre en estos casos, no estaríamos ante un verbo pronominal, sino ante un verbo precedido por el pronombre concordado no necesario. Se trata del uso que se hace de este pronombre en enunciados del tipo (Me) fumé una cajetilla; (Nos) comimos una paella…: La policía (se) incautó un arsenal. Y también se debe al uso culto el reconocimiento normativo de la intransitividad de los verbos debatir y atravesar, que siempre fueron transitivos: Los miembros de la comisión estuvieron más de dos horas debatiendo sobre las cuentas del partido (antes: …estuvieron […] debatiendo las cuentas del partido); La crisis por la que atraviesa el país… (antes: La crisis que atraviesa el país…).

»Y solo por el dominio del uso culto hoy se ve normal y normalizado el fenómeno del voseo, algunas construcciones formadas con un sustantivo seguido de la preposición a y un infinitivo, lo que antes se rechazaba por entenderse un galicismo sintáctico flagrante: Los temas a tratar; Los puntos a debatir; El ejemplo a seguir… Este tipo de estructuras ya eran normales en el ámbito de la economía (cantidad a ingresar [deducir, devolver…]). No obstante, se deja claro en la normativa académica actual que se prefiere evitar estas construcciones si en su lugar es posible el uso de las preposiciones por o para, o el relativo que: No hay más temas que (para, por) tratar. La razón que se da para admitir en la norma estas estructuras es que siempre son más económicas que la posible sustitución en castellano por una perífrasis: Los temas que se van a tratar; Los puntos que hay que debatir…

»El criterio del uso culto se traslada en la actualidad a la actitud panhispánica, que, afortunadamente, viene practicándose en los últimos tiempos (especialmente, y de forma muy directa, desde la publicación del Diccionario panhispánico de dudas de 2005, conocido también como DPD) por parte de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. En este sentido, se reconocerá como correcta cualquier palabra, expresión o estructura que en cualquier país de habla española se documente fehacientemente en el uso cultivado. Cabe hablar, pues, de fenómenos como el voseo, el “que galicado”, los usos de recién o no más (también, nomás), etc. De varios de estos fenómenos se hablará al final de este artículo.

»Sin embargo, el uso (culto) no es un criterio fiable para las cuestiones ortográficas. Dejar que las reglas ortográficas las dicte el pueblo sería convertir el plano ortográfico en un caos. Por ello, en este plano lingüístico las normas se sancionan y se dictan desde arriba: son la Real Academia Española y todas las demás Academias las que se involucran en la labor ortográfica; ellas son las que nos dicen qué palabras llevan h, v, b, g, j, c, cc, s, x…, y cuándo hay que poner la tilde, y cómo debemos puntuar. Para la ortografía de las letras, con frecuencia se recurre al criterio etimológico, pero para cuestiones de acentuación y de puntuación o de morfología ortográfica, se tiene hoy muy en cuenta el criterio de la regularización del sistema y, en ocasiones, el de la simplificación. A este último se deben en parte las recomendaciones para eliminar la tilde en el adverbio solo o en los pronombres demostrativos y la obligatoriedad de desechar la tilde en las palabras del tipo guion (truhan, Sion, ion, prion, pion, muon, lio, lie, liais, riais, fias (vos), etc.). El criterio de la regularización se hace patente, entre otros casos, en la recomendación de escribir siempre unidos a su base léxica cualquier prefijo o elemento compositivo, incluido el prefijo ex, que, como es sabido, se venía escribiendo hasta hace poco tiempo separado de su base. Es cierto que la regularización no es total, pues se establecen excepciones como la mayúscula inicial de la base (ex‐Alemania, anti‐OTAN) o que esta sea pluriverbal (dos o más palabras que funcionas como una unidad léxica): ex alto cargo, pro derechos humanos…

»También se dicta la norma desde arriba cuando un fenómeno determinado no acaba de consolidarse en el uso culto con una forma concreta, o sea, cuando se producen vacilaciones en los medios de comunicación especialmente. Así, palabras como talibán, muyaidín, fedayín aparecen en plural unas veces como talibanes, muyaidines y fedayines, pero otras, como los talibán, los muyaidín, los fedayín respectivamente, es decir, como invariables. La razón que algunos esgrimen para mantener invariables estas palabras en plural es que son plurales en su lengua de origen, lo que es cierto. Sin embargo, en castellano han entrado como singulares (un talibán, un muyaidín, un fedayín), por lo que las Academias recomiendan el plural regular en castellano (criterio de regularización): talibanes, muyaidines, fedayines. Así pues, el criterio de regularización se prefiere en estos casos al del uso.

»De la misma manera, ante el hecho de que en los medios no se tenía claro cómo usar en plural palabras extranjeras castellanizadas como cáterin, trávelin, márquetin, cárdigan o el latinismo ínterin, las Academias de la lengua española dictan la norma de la invariabilidad en plural: los cáterin, los trávelin…, los ínterin. La razón de esta decisión normativa estriba en que las palabras esdrújulas en singular no pueden pluralizarse manteniendo la misma vocal tónica, pues ello daría lugar a palabras sobresdrújulas, que, como tales, no existen en castellano, salvo los casos conocidos de forma verbal + clíticos: devuélvemelo; entréganoslo, etc. No serían, pues, gramaticales las formas *cáterines, *trávelines, *ínterines. Se podía haber seguido la pauta de los plurales regímenes y especímenes, lo que hubiera obligado al cambio de vocal tónica, pero hubiera sido difícil de sostener en los extranjerismos citados al no existir documentación ninguna de tales plurales; de ahí que, con buen criterio, las Academias hayan preferido para estas palabras la invariabilidad de sus plurales, que siempre es una posibilidad en caso de duda. Y si en los medios y en la publicidad se vacila con plurales del tipo másters o másteres, pins o pines, bitcoins o bitcoines (palabra no registrada aún en los diccionarios académicos), chándals o chándales, claxons o cláxones, [los] burofax o burofaxes, las interfaz o interfaces, etc., las Academias, una vez más, se rigen por el criterio de la regularización: las palabras castellanas acabadas en ‐r, ‐l, ‐n, ‐s (en este caso, solo las palabras agudas), ‐x (solo en las palabras agudas; en realidad, esta letra se comporta como ‐s, pues engloba los sonidos [k]+[s]) , ‐d y ‐z (habría que añadir –j: reloj, boj…) hacen su plural con ‐es, por lo que aquellas palabras que al castellanizarse acaben en una de estas letras harán también el plural de la misma manera: másteres, pines, bitcoines, chándales, cláxones, burofaxes, interfaces… Si, por el contrario, las palabras extranjeras castellanizadas acabaran en otra consonante distinta, formarán su plural con ‐s, siguiendo la pauta de las pocas palabras que en castellano no acaban en las consonantes mencionadas más arriba: clic/clics; zigzag/zigzags (se usó también zigzagues), tic/tics, tictac/tictacs, mamut/mamuts…

»Por tanto, los plurales recomendados para los extranjerismos serán: blog/blogs, airbag/airbags, club/clubs (el plural clubes, también legítimo, se mantiene por tradición, aunque fue una recomendación académica en su día no muy afortunada), esnob/esnobs, módem/módems, debut/debuts, cómic/cómics… Este es el mismo criterio que se sigue en los latinismos que no forman locuciones o expresiones de más de una palabra: déficit/déficits, superávit/superávits, cuórum /cuórums (hoy se recomienda escribir esta palabra con c en vez de con q; también en esta decisión ortográfica se ha tenido en cuenta el criterio de la regularización), referéndum/referéndums, currículum/currículums (al lado de currículo/currículos, formas preferidas; los plurales currícula, memoranda, corpora… son latinos, no castellanos, por lo que se escribirán en cursiva si se usan)…

»No obstante, las excepciones a este criterio de regularización aparecen de vez en cuando porque se impone el criterio del uso; así, el plural de álbum no es *álbums, como se esperaría si atendemos a la regularización, sino álbumes (tal vez porque, en general, esta palabra se suele pronunciar en plural como [*álbun] y, en plural, [*álbunes]). Siguiendo esta pauta y tal vez por la misma razón, el plural de imam es imames (en singular es también legítima la forma imán, como sinónima de imam). Conviene tener en cuenta, también, que algunos extranjerismos parecen resistirse a seguir el criterio de la regularización; por ejemplo, el sustantivo fan (frente a lo que sucede con pin) se resiste de momento a pluralizarse como fanes (en el Diccionario panhispánico de dudas de la RAE y de la Asociación de Academias de la Lengua Española, se dice tímidamente: “se recomienda acomodar esta palabra a la morfología española y usar fanes para el plural”) y se prefiere claramente en el uso, hoy por hoy, el plural anglicado fans.

»Este plural, al no recibir las bendiciones académicas, habría que escribirlo en cursiva o, en su defecto, entre comillas; o sea, con resalte tipográfico para advertir que se trata de un plural no castellano. Y es interesante comprobar que un sustantivo extranjero como sándwich, castellanizado así, haga su plural como sándwiches. Es un plural extraño morfológicamente, pues el dígrafo ch no debiera admitir ‐es en plural; de hecho, la palabra crómlech permanece invariable. En este caso, ha sido el uso, y no las Academias, el que fraguó este plural, al menos en España, y las Academias lo sancionaron después. Y como también hay vacilación en la formación de plurales en aquellos extranjerismos que acaban en grupo consonántico, las Academias se pronuncian diciendo que lo recomendable es añadir ‐s al grupo consonántico (récords, films…), pero prefieren, probablemente por razones fónicas, la invariabilidad si el grupo consonántico contiene una s o una z: los test, los kibutz, los compost…

»Se dictan también desde arriba las normas que se deben aplicar en la adaptación al castellano de los extranjerismos; se trata de una labor que no le corresponde al pueblo, pues para tales adaptaciones se requieren conocimientos ortográficos, ortológicos y gramaticales. Es significativa, en este sentido, la postura académica en la castellanización de las palabras extranjeras acabadas en ‐y. Son dos las situaciones que se nos dan: por un lado, las palabras que en singular acaban en una ‐y como segundo elemento de diptongo o tercero de un triptongo; en este caso se mantiene dicha letra, pero cambia a ‐i‐ en plural, dado que no existen íes griegas (o yes) dentro de una palabra (salvo arcaísmos del tipo voyme, doyle, formas lexicalizadas de siglas o acrónimos como pyme, o algunos nombres propios como Yrigoyen, Yndurain…).

»Por tanto, palabras como gay, espray, disyóquey, póney harán el plural castellano como gais, espráis, disyoqueis, poneis, pues la y ya no se encuentra en posición final de palabra, sino delante de la ‐s del plural. Este tipo de regla se da por parte de quien sabe que en el sistema ortográfico del español actual no existe en castellano la y de un diptongo o triptongo si va seguida de algún otro elemento. Y ello se dice a pesar de que no es infrecuente ver en algunos medios plurales como gays escritos en redonda, o sea, como si fueran castellanos. Posiblemente el primer extranjerismo que siguió esta pauta fue jersey (palabra usada solo en el español de España), que adoptó pronto el plural jerséis, a pesar de que existe cierta documentación de jerseys. Por otro lado, también se ha tenido en cuenta que la y no puede ser núcleo vocálico en castellano, si exceptuamos el adverbio muy [mwí] y algún topónimo como Bernuy [bernwí] (puede ser semivocal como en voy, doy, buey, convoy…); por eso, aquellas palabras que en su lengua de origen presentan una ‐y en posición final de palabra sin formar diptongo, o sea, como núcleo silábico, pasan a escribirse en castellano con ‐i; es lo que ha ocurrido con palabras como dandi, grogui, penalti, friki, punki, panti, ya en el Diccionario académico (alguna en el Avance de la nueva edición de 2014), y con otras propuestas por las Academias en el Diccionario panhispánico de dudas, como sexi, ferri, jipi (de hippy), rali (de rally) y bodi.

»Y al hilo de lo que estamos diciendo, conviene anotar que las Academias sí han seguido el criterio del uso en la pluralización de palabras acabadas en diptongos o triptongos con ‐y como último elemento. En efecto, este tipo de palabras venían formando sus plurales con la consonantización de y y el elemento añadido ‐es (convoyes, ayes, reyes, leyes, bueyes, estayes, bocoyes…); pero en los extranjerismos, lo normal en el uso siempre fue añadir una ‐s manteniendo la y, en su variante i, como semivocal (jerséis, gais, espráis, etc.). Esta decisión no se toma desde arriba, sino desde el uso general, aunque sean las Academias las que den el visto bueno. En algunos casos, existió y existe vacilación; así, se admite al lado del plural estayes el de estáis, y al lado del de guirigáis el de guirigayes. En cualquier caso, todos los extranjerismos acabados en diptongo con y semivocálica que en el futuro puedan entrar en el castellano se pluralizarán siguiendo la pauta de jerséis.»






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