mayo 23, 2017

«Lingüística en su mito, como paradigma e ideología»



Xavier Laborda Gil
«Lingüística en su mito, como paradigma e ideología»

Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunicación, vol. 69 (2017)

Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunicación | Universidad Complutense de Madrid | Facultad de Ciencias de la Información | Departamento de Filología Española III | Madrid | ESPAÑA


Extracto de apartados en páginas 160 y 169-173 de la publicación en PDF. Véanse las referencias en la publicación original del texto.




«Resumen

»El artículo analiza las obras de Serge Latouche, Lingüística y economía política (1973), y Augusto Ponzio, Gramática transformacional e ideología política (1972). Son textos que relacionan de manera analógica la lingüística estructural y generativista con la economía y la ideología. El artículo interpreta estos escritos a la luz del giro lingüístico del siglo XX y la actitud estructuralista de las ciencias humanas y sociales. Este estudio utiliza el pensamiento del filólogo y poeta J. A Valente para comprender el papel de la lingüística como paradigma y mito cultural. En los textos de S. Latouche y A. Ponzio la lingüística es objeto de elogio y de crítica por sus limitaciones en el estudio del discurso.

»Palabras clave: historiografía, estructuralismo, generativismo, paradigma, economía, ideología, giro lingüístico.



»El observador de Diario anónimo

»La presentación hecha hasta aquí de los textos de Serge Latouche, Lingüística y economía política (1973), y Augusto Ponzio, Gramática transformacional e ideología política (1972), ilustra sobre el reconocimiento que obtuvo la lingüística en los sesena y setenta del siglo XX. Fue centro de atención no sólo por sí misma sino también en relación con otras disciplinas. En estos casos, con las disciplinas de la economía y la política. El esplendor científico de la lingüística animó a otros intelectuales a aplicarla para abrir caminos nuevos en sus campos, con resultados llamativos, aunque no siempre por su acierto o brillantez.

»El rasgo común de esa época es la actitud estructuralista, que se comunica con vigor inusitado a las ciencias humanas y sociales. La lingüística constituye en aquel entonces una referencia de cambio de perspectiva. De este éxito arrebatador dan cuenta fuentes públicas, periodísticas o académicas, como es el citado caso del congreso de arquitectura de 1972 o los textos de S. Latouche y A. Ponzio. Pero también dan pruebas clarividentes algunas fuentes privadas, cuando se desvelan, como ha sucedido con el Diario anónimo (1959-2000) de José Ángel Valente, publicado póstumamente en 2012. La obra poética de José Ángel Valente (Orense, 1929 – Ginebra, 2000), que ha marcado la literatura española en la segunda mitad el siglo XX, es la expresión de su compromiso artístico y teórico con el estudio del lenguaje. A este respecto es significativa su formación como filólogo y sus ocupaciones como docente y, más tarde, traductor e intérprete en organismos internacionales de Ginebra y París.

»En sintonía con las vanguardias, Valente concibe la lingüística como una “rama particular de la psicología del conocimiento” que puede inspirar a la poética mediante la reflexión de la creación verbal. Al respecto se manifiesta en un artículo de 1963, “Conocimiento y comunicación”, incluido en J. A. Valente (1971): Las palabras de la tribu, Barcelona, Tusquets, 1994 (pág 19). Entrando más en detalle, considera que la taxonomía estructural, anclada a los principios de la psicología del estímulo y la respuesta, bien puede dejar paso a otra más generativa y creativa. De esto habla en público y resulta evidente su motivación cultural. Resulta llamativo que en su Diario anónimo (1959-2000), cuaderno de notas originalmente destinado a un uso particular, hallemos muchas otras referencias a la lingüística y al estudio del discurso, junto con notas de poética y apuntes autobiográficos.

»Las menciones a que nos referimos abundan en los años sesenta, durante la eclosión no sólo científica sino cultural de la lingüística. A la anotación de 1964, capital en su contenido, le siguen otras de valor afín sobre la lingüística en agosto de 1965, sobre la revista Ianua Linguarum, el Traité de phonétique de 1933 de Grammont, el Círculo Lingüístico de Praga y R. Jakobson, S. Karcevsky y N. Trubetzkoy (pág. 91); en septiembre de 1965, sobre la poética de Jakobson o sobre Sapir y la comunicación, según Lepschy (pág. 93); en octubre de 1965, sobre el predominio teórico y técnico de la comunicación (pág. º94); en 1966, sobre las propiedades textuales según santo Tomás: (p. 105); en diciembre de 1967, su visita en La Habana al Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias, donde trabajaba Lezama Lima. (pág. 116-7); y en marzo de 1967, a propósito de ciertos conceptos de E. Benveniste (pág. 127).

»En una página del diario, en julio de 1964, Valente anota que el estructuralismo, más allá del método de la investigación lingüística, “es hoy uno de los temas o características de la vanguardia”. Especifica que la vanguardia consiste en una actitud estructuralista. Para Valente, el efecto más poderoso de la actitud estructuralista no está tanto en su expansión cultural, cuanto en que “ocupa parte del terreno abandonado por la actitud política e ideológica” (Valente 2012: 78).

»Concluye su razonamiento Valente, en este pasaje de 1964, con una observación clarividente. Para realizar esa reflexión se fija en el mundo intelectual francés, tan capaz e influyente mundialmente. Valente considera que el paradigma estructuralista, la ideología científica reinante, tiene un efecto despolitizador en los intelectuales. En otras palabras, la koiné científica de la época ejerce una sugestión irresistible en las humanidades, que segregan analogías teóricas a propósito de la semiótica o la sintaxis generativa. Pero el paradigma se proyecta más allá del mundo científico y alcanza la dimensión de mito cultural. Asume el papel de ideología formalista, pues concibe la realidad como articulación de formas simbólicas del lenguaje, pero no de sentidos discursivos ni pautas ideológicas. La consecuencia es que, desde el punto de vista de la política, la lingüística constituye una ideología despolitizadora, a diferencia de lo que sucede con el marxismo o el socialismo libertario.



»Conclusión: esplendor y tensión de la lingüística

»La tesis de José Ángel Valente aporta una clave idónea para captar el espíritu cultural de los años sesenta y setenta del siglo XX. Ofrece elementos que permiten interpretar en un contexto amplio los textos que hemos presentado de Augusto Ponzio (1972) y Serge Latouche (1973). La tesis de Valente refiere dos factores fundamentales: el esplendor y la tensión de la lingüística. El esplendor concuerda con la conocida actitud estructuralista que se pulsa en las ciencias humanas de la época. La tensión tiene que ver con un éxito que sobrepasa las expectativas de la propia empresa. El efecto de la clamorosa recepción es paradójico puesto que la lingüística se proyecta más allá del paradigma científico y asume el rango de ideología despolitizada.

»Hasta donde sabemos, el sentido de la anotación privada de Valente ha pasado desapercibida para la historiografía lingüística. No nos referimos tanto a sus palabras, asombrosamente contemporáneas de los fenómenos que analiza, cuanto a un juicio con perspectiva histórica que no hemos leído en ningún otro lugar. Ello justifica la afirmación de la novedad de la tesis de Valente, inédita hasta nuestros días. La oportunidad que halla el historiador en una fuente como el Diario anónimo (1959-2000) de José Ángel Valente se ve refrendada en la aseveración del escritor inglés John Ruskin. Escribe en su Diario italiano 1840-41 que “es fastidioso llevar un diario, aunque también una gran delicia haberlo llevado” (citado en Norberto Bobbio, De senectute y otros escritos biográficos, Madrid, Taurus, 1997, pág. 7). Así es para el historiador de la lingüística, que como lector agradece la delicia de un pensamiento tan perspicaz.

»Pasados los años sesenta, las referencias a la lingüística son escasas en el diario de J. A. Valente. En octubre de 1980 menciona una edición francesa de la Gramática filosófica de Wittgenstein. Sin anotaciones alusivas hasta 1990, copia en este año aforismos del Oráculo manual de Gracián. En 1991 menciona ideas de Chomsky en Language and mind y Lingüística cartesiana, sobre el lenguaje como elemento finalista de la comunicación. En noviembre de 1992 se hace eco del discurso de Chomsky en que acepta la cátedra José Ferrater Mora de la Universidad de Gerona.

»En las dos obras de S. Latouche y A. Ponzio se puede reconocer los rasgos del esplendor y de la tensión que experimenta la lingüística. Son textos que proponen la asociación de conceptos lingüísticos a los campos de la economía y la política. Serge Latouche aplica en Lingüística y economía política (1973) el esquema del signo lingüístico para discernir el trabajo y el salario como significante y significado, respectivamente. Lo que es lo mismo, como valor de uso y valor de intercambio. Pero el autor se enfrenta a dos dificultades insalvables. La dificultad teórica consiste en la perspectiva sincrónica del estructuralismo, que comporta desatender la evolución histórica de la economía. La dificultad material surge de la naturaleza de la economía, dominada por fuerzas sociales y políticas, muy diferente por lo tanto de la naturaleza simbólica del lenguaje. La moraleja es que avanzar por la vida de la economía con herramientas lingüísticas es descorazonador.

»El ensayo sobre Gramática transformacional e ideología política, de Augusto Ponzio (1972), despliega un recorrido argumental mayor. La exposición que, a modo de prontuario, realiza de los conceptos del generativismo es la parte complaciente del plan que ha trazado el autor. El nudo de la cuestión, que plantea a continuación, es la crítica del generativismo por dos razones difícilmente acumulables. La primera se centra en la impermeabilidad del modelo a factores sociales e históricos, por lo que carece de una visión dialéctica. La otra razón, substituta de tal vacío, es el ideario personal de Noam Chomsky como activista, al que achacan el defecto de no corresponder con el marxismo.

»En conjunto, la exploración interdisciplinar de Latouche y Ponzio muestra una considerable osadía. Los ensayistas parten del reconocimiento de la primacía de la lingüística. Se trata de la alabanza de una primacía teorética y, posiblemente también, ideológica, en el sentido débil o cultural que señala Valente. Ahora bien, esta prueba de enaltecimiento se convierte en crítica por la incapacidad de la lingüística para explicar todo lo que se refiere a la actuación: la sociedad, la historia y la ideología. Que el generativismo se declare ajeno a la dimensión productiva del discurso y de sus relaciones dialécticas, como entienden Ponzio y Latouche, no parece una razón para dejar de exigirle responsabilidades por ello.

»Puede interpretarse como una osadía impertinente invocar, en nombre del paradigma aclamado, y exigirle lo que no está dispuesto o capacitado para aportar. También, la libertad de asociar el modelo lingüístico a la economía política y la ideología puede parecer una ingenuidad de diletantes. Pero responden a un interés razonable las críticas que formulan estos ensayistas. Son coincidentes, en buena parte, con las críticas de lingüistas funcionales, etnógrafos y sociolingüistas.

»Al revisar las ideas de S. Latouche y A. Ponzio la historiografía lingüística reconoce unos materiales históricos reveladores de la actitud estructuralista de su tiempo. A pesar de la excentricidad y desmesura que les caracteriza, sus obras componen pasajes de la controversia que con resultado irregular mantuvieron algunas voces frente al mito de la lingüística. Las disciplinas humanísticas y naturales acogieron en los años 60 y 70 del pasado siglo su teoría del lenguaje. La tradición cuenta que, sin embargo, su predominio teórico se puso en duda. La lingüística perdió su rango de paradigma general y se desvaneció el mito, porque no explicó el lenguaje como comunicación y construcción de la experiencia social.»





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