mayo 17, 2017

«La posición de Unamuno hacia la gramática, el latín y el griego»



Emanuel José Maroco dos Santos
«La posición de Unamuno hacia la gramática, el latín y el griego»

Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, vol. 56, n.º 144 (2017)

Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica | Escuela de Filosofía | San José | COSTA RICA


Extracto de apartados en páginas 21 y 21-25 de la publicación en PDF. Véanse las referencias en la publicación original del texto.




«Resumen

»Unamuno fue un pensador comprometido con la realidad educativa de su España de finales del siglo XIX y principios del XX. De sus preocupaciones pedagógicas, se destacan sus reflexiones a propósito de la gramática, del latín y del griego. El presente estudio procurará desvelar el leitmotiv de la crítica unamuniana a la forma como dichas asignaturas eran impartidas en su época histórica con vistas a aclarar el alcance teórico de sus propuestas educativas.

»Palabras claves: Pedagogía. Asignatura. Gramática. Latín, Griego.



»La Gramática clasificativa y su inutilidad

»¡Qué triste es la edad en que nos entierran entre gerundios, pluscuamperfectos, elipses, los novísimos Jeroboam, Salomón, David, Ámsterdam! Gracias a que no hacemos caso de ello… Ve y di que se puede enseñar una lengua sin una palabra de pretérito, ni de pluscuamperfecto ni de subjuntivo, ni de gerundio, y enseñarla más doctrinal, más científicamente que con gramática; caen sobre tí [sic] todos los maestros de escuela, verdugos de la niñez, sacos de gramática ramplona, ganapanes de la educación, toda esa plaga que, con la mejor intención del mundo, están haciendo un daño irreparable. Da pena ver una escuela, oír lo que les enseñan, y cómo les enseñan (Unamuno, 1996, 31).


»Si hay algún aspecto característico, dentro del pensamiento unamuniano, que se repite sin grandes cambios teórico-conceptuales a lo largo de su extensa obra, ese es sin duda el de su oposición visceral hacia la gramática. Sin embargo, dicha oposición no supone, como es obvio, una crítica a todo tipo de gramática sino más bien a la meramente clasificativa o descriptiva (Unamuno, 1971, 1312-1313).

»Otra actitud es la que el autor mantiene con la gramática científica o natural, ya que, a su juicio, esta es la única que permite la comprensión de la estructura y organización del idioma a partir de su “desarrollo histórico” (Herrero Castro, 1991, 74-75). Pero aquí lo que realmente nos importa es la relación que Unamuno mantuvo con la gramática clasificativa que, según su informe, no es más que una expresión dañina del hediondo clasificacionismo, al que combate con vehemencia (Unamuno, 1918).

»Y es lo que, realmente, nos importa –decíamos–, porque esta constituye una de las posiciones teóricas más conocidas de Unamuno y que más impacto tuvo en sus lectores y que, por ende, más páginas de reflexión suscitó entre sus comentadores e intérpretes. Saber si Unamuno lleva razón o no en su crítica hacia la gramática clasificativa es algo a lo cual intentaremos contestar. Sin embargo, una cosa nos parece clara, fue el exceso de gramaticismo lo que llevó a Unamuno a su oposición hacia la gramática clasificativa, que, pese a su equivocación, tuvo, por lo menos, el mérito de poner de relieve la importancia de otros métodos importantes en el aprendizaje de la lengua.

»Analicemos, pues, los fundamentos de la crítica unamuniana hacia la gramática empezando por la conferencia que nuestro autor pronunció en la Sociedad de Ciencia de Málaga, el 23 de agosto de 1906, donde afirmó que la gramática clasificativa es una de las “supersticiones fetichistas” del profesorado, sobre todo del maestro de primeras letras, dado que ella nos puede servir como guía en la interpretación de su pensamiento. Escribe Unamuno, en la mencionada ocasión:

»La forma aguda de este infecundo clasificacionismo nos la ofrece la gramática. La gramática es una de las supersticiones fetichistas del maestro, y la gramática es una de las cosas más inútiles que se enseñan. Puede muy bien enseñarse una lengua sin enseñar gramática (Unamuno, 1971, 209).


»Para el rector salmantino, la gramática clasificativa o descriptiva, cuya génesis radica en la lógica aristotélica y en la ideología escolástica, es algo puramente “notariesco o inventarial”, que no tiene otra función que no sea la de catalogar las formas del lenguaje (Unamuno, 1966, 1005).

»Cabría subrayar, también, en este respecto, que, según Unamuno, en su época histórica, dicha concepción gramatical, nefasta desde sus principios, hallaba su apoyo teórico en la filosofía spenceriana, que identifica el conocer con el nombrar (1918). Sin embargo, la honda convicción de don Miguel radicaba en el hecho de que la mera denominación gramatical de los tiempos verbales y de las formas sintácticas o morfológicas del lenguaje no ayudaba, en nada, ni a la comprensión ni al uso del idioma castellano (Unamuno, 1966, 1005). Por ello, se rebeló en contra de la utilización de este tipo de gramática dentro de las escuelas primarias, ya que su utilización, no permitiendo un mejor uso de la lengua, tendía a dispersar la atención de los estudiantes, al mismo tiempo que mantenía viva la agonizante ideología de la Edad Media.

»Por ello, compartimos la interpretación de Herrero Castro cuando sostiene que la crítica de don Miguel hacia la gramática clasificativa se fundamenta en dos aversiones filosóficas de nuestro autor: primero, en su antipatía hacia la ideología escolástica (Herrero Castro, 1991, 74); y, después, en su aversión hacia el clasificacionismo spenceriano (Herrero Castro, 1991, 74-75).

»Ahora bien, más allá de saber si la gramática clasificativa proviene o no de la lógica aristotélica o de la ideología escolástica, cuya proveniencia solo podrá resultar nefasta para un intelectual que asume como suyos los principios estrictos del romanticismo, sobre todo el que se refiere a la negación de todos los principios y formas externas al hombre, nos parece claro que hay un cierto error por parte de Unamuno al considerar que el nombrar o el catalogar las formas de lenguaje no permita el conocimiento de la lengua.

»En efecto, basta no pasar por alto lo que implica la catalogación de los verbos o de los elementos que constituyen una frase para percibir que, al decirse futuro, presente y pasado o al decirse sujeto y predicado, no solo se nombra sino que se toma conocimiento de las formas verbales y de los elementos que componen una frase. Por lo demás, la gramática clasificativa, al enseñar las reglas de conjugación de los verbos y las reglas de construcción de las frases, ayuda a que los alumnos conozcan y manejen mejor el idioma, y que lo hagan de forma consciente o refleja.

»Asimismo, y en contra de lo que afirma Unamuno, el clasificar tiene un fin ulterior a la mera clasificación o acción de clasificar, ya que el nombrar es ya, lo desee o no nuestro autor, una forma de conocer.

»(1) ¿Hay quien crea que porque le llamemos a tal tiempo del verbo pluscuamperfecto han de usarlo mejor los que conozcan este nombre? Y téngase en cuenta, además, que mucho, muchísimo de eso que se enseña como gramática, es ideología, e ideología escolástica, ideología mala: es el detritus a que ha venido a parar, rodando a las escuelas primarias, la escolástica. En la escuela primaria es donde se refugió el paganismo moribundo, y en la escuela primaria se refugia, en forma de gramática, la ideología seca de la Edad Media (Unamuno, 1971, 207). (2) Pero lo más grave de ese Epítome es lo grave de casi todos nuestros libros de texto, es lo grave de nuestra enseñanza, es el vicio radical y cardinal y capital –porque ese vicio es a la vez raíz y gozne y cabeza– de nuestra pedagogía corriente. Y este vicio es el clasificacionismo, es la manía de clasificar por clasificar, sin fin ulterior. Diríase que se padece aquel error fundamental de la filosofía mecanicista de Spencer; el error de que conocer es clasificar. Con lo que se le quita al conocimiento su origen intuitivo (Unamuno, 1918).


»Para Unamuno había otro problema, y no menos importante, inherente a la gramática clasificativa y este era el que se refería al hecho de que dicha concepción gramatical supusiese el lenguaje como “algo muerto” y “mecánico”; lo que tendía a reducir el idioma a formas preestablecidas que lo privaban de su actividad y vida propias (Unamuno, 1966, 1005-1006).

»Fue precisamente este hecho el que llevó a Unamuno a criticar a todos los literatos españoles que utilizaban el idioma castellano de acuerdo con las formas sintácticas y morfológicas establecidas por la Real Academia Española de la Lengua, en vez de utilizarlo como lo hace el propio pueblo (Unamuno, 1966, 1005-1006). No nos extraña, pues, que Unamuno, al considerar los mencionados errores inherentes a la gramática clasificativa, no se cohibiese de criticar, con vehemencia, (1) el Epítome de la Gramática Castellana, (2) la Real Academia Española de la Lengua y (3) a Rufino José Cuervo, el gran preceptista de la gramática académica. Y los ha criticado no solo porque creía que la gramática descriptiva no enseñaba a “hablar” ni a “escribir correctamente”, sino también porque consideraba que la Real Academia de la Lengua no debería tener ninguna fuerza legislativa sobre la lengua española (Unamuno, 1968b, 431).

»Por lo demás, tampoco concordaba con Rufino José Cuervo (Unamuno, 1968b, 626), sobre todo en cuanto a su tesis de que la universidad debía asumir como suya la misión de “enseñar a hablar al pueblo” (Unamuno, 1968b, 627-628), ya que, apoyándose en su formación romántica, consideró que la lengua del pueblo debería ser más bien el referente de todos los intelectuales e, incluso, de la propia universidad. Lo que equivale a decir que, para Unamuno, era el pueblo el que debería enseñar a hablar a la universidad y no esta a aquel.

»De este modo percibimos que, por detrás de la oposición de Unamuno hacia la Real Academia Española de la Lengua y a la universidad, en cuanto instituciones legislativas del propio castellano, late la idea de que el pueblo es el referente último de la propia lengua, que es su sustrato ontológico y que, por ello, es la única instancia donde alumnos, profesores y literatos deberían apoyarse para determinar la corrección o no de sus expresiones lingüísticas.

»Por ello concordamos con Morón Arroyo cuando sostiene que la crítica de Unamuno a la gramática clasificativa parte de la idea de que la lengua es un organismo vivo cuya estructura y organización son independientes de cualquier cuerpo legislativo externo e independiente de la misma lengua (Morón Arroyo, 2003, 57).

»A este propósito es muy sugestiva la solución que Unamuno propuso para combatir el formalismo lingüístico impuesto por la Real Academia de la Lengua. Su solución es: lo fundamental, en el aprendizaje del idioma, es aprender el significado lexical y hacer muchos “ejercicios de redacción” (Unamuno, 1970, 238), teniendo siempre por base el idioma popular.

»El hecho de que hayamos calificado la solución unamuniana de sugestiva radica en nuestra creencia de que, al lado de los ejercicios gramaticales, que son poco del gusto de nuestro autor, hay que potenciar, también, el horizonte lexical de los estudiantes y promover la libre redacción. No basta saber las reglas gramaticales, hay que saber aplicarlas. Por lo demás, es evidente que muchas de las deficiencias lingüísticas radican también en la falta de vocabulario.

»Sin embargo, aunque Unamuno tenga razón en el hecho de que la lengua se aprende a partir de la potenciación del horizonte lexical de los alumnos y de los ejercicios de redacción, hay que criticar su tesis de que la gramática clasificativa no tiene ninguna importancia en el aprendizaje de la lengua. Asimismo, si se valoran las ideas unamunianas de que la gramática priva a la lengua de su actividad y vida propias y de que la Real Academia de la Lengua transforma la lengua, que es en sí algo vivo y orgánico, en algo muerto y mecánico verificamos, desde luego, que en la formulación de dichas ideas late la formación romántica de Unamuno, que le impide ver el problema en todas sus dimensiones.

»Analicemos sus tesis una por una.

»Unamuno afirma que el referente último de la lengua es el pueblo. Y en dicha afirmación lleva absoluta razón, si entendemos por pueblo todos los individuos que componen una determinada comunidad lingüística. Pero después sostiene que, siendo el pueblo el referente último, no puede haber ningún órgano legislativo de la lengua externo al propio pueblo. Y en esto ya no concordamos con Unamuno, ya que creemos que su concepto de libre cambio no permitiría per se la uniformación u homogeneidad de la lengua. Si el pueblo fuese el único órgano legislativo, el léxico español sería asimétrico en toda España. Por lo demás, el deseo unamuniano de uniformación del idioma escrito con el hablado maximizaría la heterogeneidad del idioma que pasaría a estar sujeto a los cambios de pronunciación de las demás provincias españolas. En el fondo creemos que, al igual que Unamuno, es el pueblo el referente último del idioma, y que este evoluciona según las necesidades lingüísticas de aquel, pero creemos, también, que es necesaria una instancia externa al propio idioma que lo mantenga homogéneo en el espacio y en el tiempo.

»Con respecto de la tesis unamuniana de que la gramática rompe con la vida y actividad del idioma tenemos las mayores reservas. La gramática tiene su génesis en el idioma, ya que la gramática se constituyó a partir de la forma como este está organizado. Por ello, las reglas gramaticales sirven para que los alumnos comprendan el propio idioma, esto es, para que aprendan su dinámica propia. Por lo demás, la famosa libertad lingüística que Unamuno tanto reclama estuvo, desde siempre, consagrada a los literatos. De hecho, al poeta, al novelista y al dramaturgo, desde siempre, estuvo consagrada dicha libertad lingüística. Estos utilizan el idioma de la forma que creen más proficua a su quehacer intelectual. De ahí, la expresión de estilo literario.

»En relación con el común utilizador de la lengua, no creemos que dicha libertad sea un requisito indispensable.

»Y en cuanto a su tesis de que la gramática no enseña a hablar con corrección, creemos que Unamuno no lleva, igualmente, razón, puesto que si alguna función tiene la gramática, esa es la de enseñar a utilizar la lengua. No es aceptable la idea de que el pueblo conozca mejor el idioma que la propia universidad. Es la universidad la que debe enseñar al pueblo a hablar y no el pueblo a la universidad, como Unamuno pretende, aunque la lengua tenga su origen en el pueblo y evolucione según sus necesidades. Aquí, la distinción entre los usos consciente e inconsciente de la lengua es fundamental.

»Y así planteado el problema, creemos que las reflexiones de Unamuno acerca de la gramática solo tienen sentido en cuanto nos alertan sobre los excesos del gramaticismo y en cuanto proponen la potenciación del horizonte lexical y los ejercicios de redacción como elementos, igualmente, necesarios en el aprendizaje del idioma, ya que es ingenuo creer, y lo afirmamos, ahora, en la misma línea de Unamuno, que el conocimiento de todas las reglas gramaticales permita, por sí solo, que el alumno redacte con corrección un texto, porque una cosa es el saber y otra el saber hacer.

»Se le provee al alumno de una porción de moldes para quesos, moldes de todos tamaños y de todas formas, pero como no tiene leche, no puede hacer quesos; si la tuviera, los haría aunque fuese sin moldes, a mano. Contenido y no continente es lo que hay que dar; hacerle que se ejercite en hablar y escribir y no gramática; significados de voces y no análisis analógico gramatical (Unamuno, 1971, 209).


»En resumen, la propuesta educativa de Unamuno concerniente a la asignatura de Gramática Castellana consiste en su inmediata suspensión y sustitución por la de Lengua Castellana. Para Unamuno, y esta es la tesis que cristaliza en sus ensayos, la gramática clasificativa, de inspiración aristotélico-escolástica, era profundamente despreciable. En dicha toma de posición se hace perceptible su oposición hacia la concepción epistemológica de Spencer, donde el conocer y el nombrar son realidades equivalentes. Y se hace perceptible –decíamos– porque, para Unamuno, la clasificación o descripción denominativa de los tiempos verbales y de las formas sintácticas o morfológicas de la lengua no ayuda a que los alumnos de los tres grados de enseñanza comprendiesen mejor su estructura y organización ni aprendiesen a hablar y escribir con mayor corrección. Por ello, propuso el aprendizaje del significado lexical y los ejercicios de redacción como métodos de enseñanza capaces de sustituir a la gramática clasificativa, al mismo tiempo que hizo hincapié en la excelencia de la gramática natural, como ciencia capaz de estudiar la lengua en su desarrollo histórico, desde su matriz lingüística hasta su desarrollo actual.»





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