diciembre 24, 2019

«Ferrándiz y la antigua costumbre de escribir tarjetas navideñas»



María Fidalgo Casares (@mariafidalgocas)
Zenda. Autores, libros y compañía (@zendalibros)



«Este año que se nos va [2017] debería haberse conmemorado el centenario de Juan Ferrándiz, el ilustrador más difundido del siglo XX. Sin embargo, ningún acto le ha recordado.

»Tal vez su impronta eminentemente religiosa, poco afín a los tiempos que corren, ha frenado cualquier tipo de homenaje. Jamás se le cita en los libros de arte, y no existe más bibliografía que el libro recopilatorio llamado La Navidad de Ferrándiz, que rescató parte de su legado, publicado hace más de una década.

»Independientemente de ello, su valor ha trascendido el ámbito artístico para entrar en la esfera de la etnoantropología, ya que creó la iconografía de la Navidad de todos aquellos que fueron niños en las décadas centrales del siglo XX.

»Sus imágenes navideñas permanecerán totalmente ligadas a un tiempo y un espacio en el que las familias escribían tarjetas de felicitación.


»La Navidad en el imaginario de la infancia

»Estudios recientes de la psiquiatría conductista subrayan la importancia de las vivencias y del imaginario de la infancia en el corpus mental de las personas. La huella indeleble de los primeros años de vida ha sido también una constante literaria. De clásicos como Rilke o Baudelaire a escritores contemporáneos como Ramiro Fonte, han señalado sin ambages que “la infancia es la patria del hombre”.

»Dentro de este imaginario habría que destacar las especiales connotaciones emocionales que adquieren en la infancia las costumbres navideñas, que suelen quedar grabadas en la memoria durante el resto de la vida. Incluso en la madurez, cuando se acercan estas fechas, hay un cierto revival, y los adultos sienten emociones encontradas. Se vuelve la vista atrás para recordar con intensidad y añoranza las navidades vividas de niño, y tal vez porque, como escribió la “pulitzer” Edna St. Vincent Millay, “la infancia es el reino donde nadie muere”, los ausentes se hacen más presentes. Hay una segunda etapa en aquellos que conviven con niños, quienes vuelven a revivir con ilusión a través de sus miradas lo que ya se ha denominado el “espíritu navideño”.

»En este panorama existieron costumbres y ritos que, pese a su aparente intrascendencia, jalonaron episodios imborrables en todos los que fueron niños alguna vez en la España urbana de mediados del siglo XX, símbolos reconocibles de forma masiva en un tiempo y en un espacio. Algunos han desaparecido y trascienden al campo de la etnografía por ser imposible su retroacción. Entre ellos, algo que fue tan entrañable y cotidiano como fue el rito de escribir felicitaciones navideñas y que vienen marcadas por la extraordinaria impronta visual de las iconografías creadas por el artista catalán Juan Ferrándiz.


»Origen y desarrollo de las tarjetas navideñas

»El invento de las tarjetas navideñas suele atribuirse a Sir Henry Cole, director del museo Victoria and Albert. Veinte años después, se imprimían en serie en toda Inglaterra. Las razones de su gran difusión se explican por la confluencia de factores técnicos, estructurales y sociales, como fueron los avances en la imprenta y el desarrollo del servicio de correos, el espaldarazo mediático de la reina Victoria y el gran éxito del relato A Christmas Carol de Charles Dickens. En estas primeras tarjetas se alternaban escenas religiosas con paisajes nevados, flores, hadas e imágenes divertidas y sentimentales de niños y animales.

»El gran éxodo rural, efecto de la industrialización, hizo que prosperara la práctica, ya que los familiares quedaban muy dispersos territorialmente y las comunicaciones no eran fluidas. Escribir estas tarjetas se convirtió en la toma de contacto anual para conocer el devenir de los parientes. Durante todo el siglo XX la costumbre se fue generalizando en todas las naciones de Europa y en EE.UU. En Rusia quedaron prohibidas tras la revolución.

»En la década de 1950, las tarjetas de Unicef supusieron todo un revulsivo. Se convertirían en las más editadas de toda la historia, con cientos de millones de tarjetas impresas.


»Las tarjetas navideñas en España

»El origen en España se vincula a las imágenes en papel con las que los operarios de diferentes oficios felicitaban las Pascuas. Las repartían con la nada disimulada intención de obtener una gratificación o propina, llamada aguinaldo. Se tiene constancia de una primera felicitación en 1831 de los repartidores del Diario de Barcelona, que tendría el valor añadido de ser una década anterior a la de Henry Cole.

»A partir de mediados del siglo XIX, el avance de la técnica cromolitográfica inundó de color estas felicitaciones de servidores públicos, peluqueras, panaderos, modistas, lecheros, electricistas, aprendices, barberos, repartidores de periódicos… llegando a conformar una estética de características propias.

»En la mayoría de las tarjetas, el trabajador era el protagonista absoluto que, ataviado con uniforme de gala o atuendo de faena, desempeñaba las actividades propias de su oficio. En viñetas laterales aparecían escenas, alimentos y bebidas típicas navideñas como turrón, pavo, uvas o champán. Más tarde, estas escenas irían evolucionando y adquirirían importante presencia otros elementos: objetos decorativos como bolas o espumillón, así como el abeto y escenas de familias que compraban figuritas del nacimiento».


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