enero 09, 2020

«Una visión idealizada y autocomplaciente del mundo a tenor de la cual la igualdad de género, la eliminación de la violencia machista y la supresión de “imaginarios simbólicos” indeseables pueden alcanzarse por el simple y radical expediente de eliminar ciertos libros de la biblioteca»


José Manuel de Prada-Samper
«¿Érase una vez qué...? Los cuentos tradicionales ante el reto de la banalización»
El Aedo. Revista del mundo de la narración oral
n.º 9 (diciembre de 2019), extracto de páginas 49 a 54.



Imagen de María Pascual para la portada del número 9 de El Aedo.


«Caso de estudio

»He elegido este ejemplo porque es reciente y posiblemente todos hayáis oído hablar de él, pero debo recalcar que el caso no es ni mucho aislado, y ejemplifica una forma de actuar y pensar que, para bien o para mal, está muy extendida.

»El 8 de abril de este año, la cadena de televisión BTV de Barcelona, una prestigiosa cadena local, difundió una noticia que informaba que la escuela Tàber, del barrio de Sarrià en Barcelona, había decidido, dentro de un proyecto llamado “Biblioteca y género”, retirar 200 libros de su biblioteca de parvulario por considerarlos “tóxicos” y “sexistas”.

»Aunque parece claro que la iniciativa, promovida por la asociación Espai i Lleure y la “comisión de género” de la escuela, va dirigida a álbumes ilustrados de todo tipo, en el arranque de la noticia se mencionaban específicamente “cuentos emblemáticos como la leyenda de Sant Jordi, Caperucita Roja o La Bella Durmiente”.

»La noticia prosigue diciendo que:

»“Según el análisis, [en los libros retirados] los personajes femeninos desarrollan sobre todo tareas de cuidados, maternidad y crianza o tienen roles relacionados con el amor. [...] Unos roles que los niños naturalizan a una edad en que todavía no tienen capacidad crítica, y que, al llegar la adolescencia, contribuyen a la creación de su identidad”.
(https://beteve.cat/societat/escola-taber-sarria-sexisme-biblioteca-perspectiva-genere/, accedido el 22 de julio de 2019.)


»En cualquier caso, decía BTV, de resultas de la iniciativa se habían

»“... retirado el 30% [de los libros] por ser claramente sexistas. Un 60% de los cuentos tenían algún estereotipo de género pero se han mantenido para no dejar la biblioteca sin libros”. (Ibid.)


»La referencia a la perspectiva de “dejar la biblioteca sin libros” pone en evidencia la radicalidad de la iniciativa, a la vez que sugiere que la imagen de una biblioteca prácticamente vacía alarmó a los propios autores del estudio. Aun así, está claro que la mayoría de los libros que se dejaron estaban allí merced a un aplazamiento, tolerados como mal menor, preferible a una biblioteca totalmente esquilmada.

»Una entrada sobre el proyecto en la web www.horalliure.com, es decir, la web de los promotores de la iniciativa, confirma la información transmitida por el breve reportaje de BTV y deja claro que la retirada de libros, hecha desde una “perspectiva de género” y basada en parámetros “tanto cualitativos como cuantitativos”, fue masiva y no solo afectó a los cuentos tradicionales.

»Si bien la web de los promotores no habla de “toxicidad”, sí se confirma que, respecto a Caperucita Roja y la leyenda de Sant Jordi, “se retiraron [las ediciones] que se consideraron más estereotipadas”. Las autoras del estudio, después de manifestar que solo “un 11% de los títulos son positivos en perspectiva de género”, sugieren “compensar la balanza con adquisiciones de nuevos cuentos que generen otros imaginarios simbólicos” (todas las referencias a la web proceden de este enlace
https://www.horalliure.com/projecte-biblioteca-genere/, accedido el 15 de abril de 2019).

»A propósito de los “imaginarios simbólicos”, la nota en la web dice que, si los contenidos a partir de los cuales dichos imaginarios se forman “están fuertemente estereotipados, estos estereotipos se naturalizan en los imaginarios de los niños. Esta fue la razón por la cual, en una decisión conjunta de la escuela y la Asociación de Familias de Alumnos, se decidió retirar todos aquellos cuentos considerados altamente estereotipados y sexistas”.

»A pesar de todo, en lo tocante a los cuentos tradicionales las autoras del estudio dicen ser “absolutamente conscientes de [su] importancia y otros valores... y por tanto creemos que es importante utilizarlos y, sobre todo, poderlos contextualizar y analizar, así como disfrutarlos, si bien este análisis literario y simbólico puede hacerse en otra etapa”.

»Por razones de tiempo no he hecho más que esbozar los planteamientos de esta iniciativa, que, como es bien sabido, ha generado una gran polémica. Quisiera destacar algunos aspectos. Por un lado, la idea de que los cuentos infantiles, del tipo que sea, pueden ser “tóxicos”. Esta palabra, como he dicho más arriba, figura en la noticia de BTV, pero no en la web, pero uno tiene la impresión de que no fue un añadido de la televisión.

»Otro aspecto a destacar es la sobrevaloración del “peligro” que los usuarios de los libros pueden sufrir si se ven expuestos a ellos a una tierna edad.

»Llama también la atención que el “análisis literario y simbólico” de las obras examinadas, una gran parte de las cuales han sido sumariamente retiradas, se relegue a “otra etapa”, cuando podría argumentarse que haber empezado precisamente por ese análisis hubiese tenido indudables ventajas.

»El “estudio”, si es que realmente se lo puede llamar así, es, a decir verdad, de un empirismo despiadado, como se desprende los formularios que sus autoras manejan en las imágenes ofrecidas por BTV.

»La iniciativa, como es bien sabido, levantó una considerable polvareda y hasta la fecha ha tenido numerosas respuestas por parte, entre otros, de colectivos pedagógicos, asociaciones de narradores y del área de bibliotecas del ayuntamiento de Barcelona.

»No puedo entrar aquí en el análisis de estas respuestas, pero no está de más decir que esta última entidad emitió un comunicado rechazando la censura e indicando que desde Bibliotecas de Barcelona “compensamos los valores que aparecen en la literatura clásica con la realización de actividades que favorecen la difusión de valores y conductas adecuados a la realidad social y cultural actual”. Esto incluye “sesiones de narración de cuentos dirigidas a un público familiar con contenidos basados nuevos modelos familiares, la adaptación de cuentos clásicos con los roles de los principales protagonistas cambiados, temática LGTBI y diversidad funcional etc.”.

»La Red de Bibliotecas de Barcelona también anunciaba la convocatoria de unas jornadas de reflexión sobre estas cuestiones.
(http://ajuntament.barcelona.cat/biblioteques/ca/noticia/comunicat-debiblioteques-de-barcelona_802042, accedido el 17 de abril de 2019).

»Según informó posteriormente BTV, la Asociació Espai i Lleure celebró la convocatoria de las jornadas, pero llevó el ascua a su sardina considerando que su proyecto de retirada de libros servía “para tomar conciencia de una realidad que todavía está demasiado normalizada”.

»Al mismo tiempo, Espai i Lleure rechazó el uso en el comunicado de la Red de Bibliotecas del término “censura”, y lamentó que se hubiera “simplificado” su proyecto, advirtiendo de que la “la realidad sobre los libros que no potencian una visión igualitaria es mucho más compleja”
(https://beteve.cat/ societat/biblioteques-barcelona-no-censurar-llibres/, accedida el 29 de abril de 2019).

»Exactamente cuál es esa realidad, por qué conviene sustituir esos libros por “el gran número de reediciones y reinterpretaciones” que de ellos ofrece “el mercado”, y por qué esas “reediciones y reinterpretaciones” no pueden coexistir en la misma biblioteca con las otras versiones, es algo que nunca se aclara.

»Naturalmente, no creo que la asociación Espai i Lleure y la “comisión de género” de la Escuela Tàber hayan actuado de mala fe. No dudo en absoluto de las buenas intenciones del proyecto, pero también pienso que está hecho desde una alarmante desinformación.

»La banalización de los cuentos tradicionales en la actualidad puede adoptar diversas formas, y venir de ámbitos muy distintos. Si bien no se articula siempre de manera organizada y razonada, este revisionismo, por llamarlo de alguna manera, procede a menudo de sectores del mundo social y cultural que profesan abrazar la diversidad y se definen progresistas, feministas e integradores.

»La escuela Tàber, por ejemplo, se define en su web como “laica y plural, respetuosa con las distintas formas de pensar... abierta a los cambios... educadora en valores y en la diversidad”.

»Quizá sea cierto que en la infancia niños y niñas “todavía no tienen capacidad crítica”, pero en el caso que he venido comentando, son los adultos promotores y autores de esta iniciativa los que hacen gala de una limitada “capacidad crítica” al abrazar una visión idealizada y autocomplaciente del mundo a tenor de la cual la igualdad de género, la eliminación de la violencia machista y la supresión de “imaginarios simbólicos” indeseables pueden alcanzarse por el simple y radical expediente de eliminar ciertos libros de la biblioteca. Que para los más vulnerables el peligro está más bien fuera de la biblioteca, donde acechan monstruos que los cuentos tradicionales pueden ayudar a identificar y afrontar, no parece formar parte de la visión del mundo.



»Los cuentos maravillosos, un recurso inagotable

»Los cuentos son creaciones de una gran sofisticación estética, un sistema de “comunicación y comunión”, como los describió Scheub. Recitados por narradores de talento, los cuentos tradicionales producen en sus oyentes, sea cual sea su edad, una intensa respuesta emocional. Los cuentos, y otro tipo de narraciones, como las leyendas locales o las tradiciones familiares, son parte crucial de nuestra formación como seres humanos.

»Existen todavía lugares donde los cuentos tradicionales son una herramienta activa para enseñar, entretener y advertir. En nuestra sociedad, sin embargo, hace tiempo que la simplificación, serialización y mercantilización de todo cuanto tiene que ver con la cultura ha dado lugar a que, para la mayoría, hablar de cuentos populares equivalga a hablar, sobre todo, de Grimm y Perrault, y ni siquiera todos los relatos de esas recopilaciones, sino solo un puñado de ellos, considerados “emblemáticos”.

»Frente a este empobrecimiento de las fuentes escritas, tenemos la realidad, abrumadora, sí, pero en modo alguno inabarcable, de que existen miles de cuentos de cientos de culturas distintas. Hoy día, con la ayuda de la Red, localizar variantes a decenas de un determinado tipo narrativo está al alcance de todos. Cientos de colecciones de cuentos populares de dominio público, de todos los rincones del mundo, son también accesibles a través la Red.

»El modelo de un puñado de recopilaciones de cuentos debería superarse, no digamos el modelo que reduce recopilaciones con decenas, o cientos de relatos, a los doce o quince que se considera más “típicos”. El sexismo, los estereotipos y la ideología rancia y patriarcal detectables en determinados cuentos tradicionales de los llamados “clásicos”, se diluyen hasta casi desparecer cuando uno se ve expuesto no a un corpus de diez o doce relatos, sino a decenas o, preferiblemente, cientos de ellos.

»Se diluye porque nos encontramos con que la propia tradición, que siempre ha sido transmitida por una pluralidad de voces, se compensa y ajusta a sí misma. Algunos de los cuentos más feministas y rompedores que yo haya leído nunca los descubrí cuando trabajaba en una antología de cuentos gaélicos de Escocia que publiqué hace ya veinte años, y que contiene 77 relatos escogidos entre los cientos de textos recogidos en la segunda mitad del siglo XIX por iniciativa de John Francis Campbell de Islay (José Manuel de Prada-Samper, Cuentos populares de las Tierras Altas escocesas, Madrid: Siruela, 2009). Extraeré solo un par de ejemplos.

»El cuento número 11, “Maol a Chliobain” es una combinación de dos tipos narrativos cuyos protagonistas suelen ser masculinos en la mayoría de las versiones. Pero en esta variante, narrada en abril de 1859 por una mujer, Ann MacGilvray de Kilmeny, en la isla de Islay, la protagonista es una muchacha. Es difícil ver estereotipo de género alguno en este relato en el que, todo hay que decirlo, la heroína es implacable con el gigante y sus esbirros.

»El cuento incluye el episodio en el que la protagonista cambia los collares que llevan sus hermanas por los que llevan las hijas del gigante, que de este modo ordena degollar a sus propios retoños. La profesora universitaria cuyas palabras citaba al principio de esta charla diría que esto es violencia destinada a asustar a los niños y meterlos en cintura. Para mí se trata más bien de un relato subyugante y poderoso que, ajustando los detalles más o menos en función de la edad de los oyentes, pude contarse sin cambiarle absolutamente nada.

»“Las tres hijas de la viuda”, el cuento 7 del libro, se recogió en la misma localidad más o menos por las mismas fechas, y lo contó Catherine Milloy. Se trata de una variante del tema de Barbazul cuya protagonista se salva no gracias a ningún príncipe que aparezca en el último momento, sino a un gato al que da leche a cambio de que, a lametones, elimine de sus piernas las pruebas de haber entrado en la habitación prohibida. El ogro feminicida resulta ser ni más ni menos que el príncipe, que estaba hechizado en forma de caballo, y al que la protagonista devuelve su forma humana cortándole la cabeza de un hachazo. Después de esto se casan y todos viven felices y contentos.

»El funcionario británico John Francis Campbell (1822-1885), que promovió la recopilación estos relatos, encontró su vocación de folklorista después de leer los cuentos noruegos de Asbjørnsen y Moe, quienes a su vez se habían inspirado en los hermanos Grimm, los padres indiscutibles de la ciencia del folklore, para recoger los cuentos populares de su país. Si todo hubiera empezado por Campbell y su multiforme archivo de relatos tradicionales, posiblemente nuestra percepción de los cuentos populares sería diferente. A falta de eso, creo que la estrategia de enriquecer la biblioteca con libros que la hagan más universal y diversa en lo que a cuentos tradicionales se refiere, puede ser más beneficiosa para sus usuarios más jóvenes que la de vaciarla sobre la base de unos criterios empobrecedores y mal definidos».


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