octubre 31, 2014

Para qué sirve decir, hablar, tuitear, comunicar, hacer y emitir textos, lingüísticamente hablando (día de pragmática en el blog)


¿Para qué queremos o nos sirve la lingüística del texto? Para producir ídem, textos. Producir es elaborar, pero un tuit no permite mucha elaboración; solo a veces es una especie de juego o reto de escribir en 140 caracteres. En el vídeo del post de ayer, el triángulo aristotélico de la retórica servía de base para decir que cuando escribimos somos autores, no somos nosotros, o podemos no ser nosotros. Sin embargo, una regla número 1 del intercambio social en las redes sociales es ser nosotros (o ser auténticos, naturales, etc. con lo bueno y lo malo, dont worry!); el postizo no va a ningún lado, postizo que es distinto del postureo, el estilo de exhibición, a lo celeb, it girl, and so on.

Si no hay mucho margen para preparar textos, si la mayor ciencia que podemos aplicar es la de ser nosotros (ciencia de un solo científico y aprendiz per cápita, pues), ¿lo que más cabe cultivar es la interacción, la pragmática? Dicen que las redes son el espacio de la soledad (de eso trata la película La red social, y que nos alejan de las personas cercanas, lo canta Prince Ea en un vídeo compartido aquí recientemente, rodado con este argumento.

Además, la comunicación se basaría en ser nosotros y si nosotros somos mentirosos redomados, engañadores, cínicos... ¡pues haremos como uno de los detenidos por corrupción estos días, que mientras campaba presuntamente cometiendo el delito, feisbukeaba contra los corruptos! Así que tendríamos que dilucidar qué es lo que esperamos de la comunicación.

En torno a todo este magma, con redes sociales y más allá de las redes sociales, resulta de interés esto que escribe Camila Cárdenas:

«Los estudiantes se enfrentan a "una norma pragmática que define en su centro a un enunciador legítimo, quien se arroga el derecho de hablar sobre 'alteridades' determinadas en relación con él" (Angenot, 2010:42 [El discurso social. Los límites históricos de lo pensable y lo decible. Buenos Aires: Siglo XXI]), produciendo así formas de discriminación e ilegitimidad con las que se circunscribe su acción. Según Angenot, existen reglas generales de lo pensable y lo decible —una tópica, una gnoseológica— que determinan en conjunto lo aceptable discursivo de una época. En el contexto de las movilizaciones estudiantiles, lo aceptable entra en crisis y se vuelven visibles las disputas por las representaciones, las estrategias discursivas que las modelan y los medios semióticos que las visibilizan en la esfera pública. Debido a que todo acto discursivo es también, necesariamente, un acto de conocimiento (Orlandi, 2012 [Análisis de discurso. Principios y procedimientos. Santiago: LOM/UMCE]), es posible acceder a la función sociocognitiva de los discursos que soportan maneras en que la realidad puede ser esquematizada, precisando cómo ciertos usos del lenguaje traducen estas luchas por los significados. [...]

»Es posible acceder, entonces, a aquellos espacios donde los actores sociales y su capacidad de significación, por la repetición, están siempre tocando tangencialmente lo nuevo, lo posible, en un contexto regido por la simbolización de las relaciones de poder. Así es como los espacios de enunciación que son constitutivos de los discursos juveniles se tocan con las esferas institucionales, proyectando fuerzas en pugna que subvierten sus posiciones en la comunicación.

»En este contexto, apunta Angenot, se distingue la ruptura crítica de la norma pragmática, proceso habitual por el que las crisis se instalan. Las movilizaciones operan estos momentos de quiebre y los jóvenes desarrollan prácticas comunicativas estratégicas para desplegarse en ellos. En este sentido, "es poco decir que los textos aparecen 'sobre el fondo de la historia'; su misma significación e influencia son historia" (Angenot, 2010:75). Lo mismo es cierto para sus actividades, en palabras de Arditi (2012 [«Insurgencies Don't Have a Plan - They are the Plan: Political Performatives and Vanishing Mediators in 2011». JOMEC Journal N°1. Cardiff: Cardiff University]), los manifestantes no tienen un plan, ellos son el plan: operan un poder-decir y un poder-hacer en forma simultánea.

»Se asume que los discursos tienen la capacidad de subvertir las estructuras sociales, porque alteran los órdenes sociales en virtud de nuevos órdenes comunicativos, los que significan por su memoria e historicidad. Siguiendo a Arditi (2012), los movimientos sociales actúan sobre la base de performativos políticos; es decir, transforman la realidad cuando enuncian la necesidad de transformarla: comienzan a experimentar el cambio deseado mientras luchan por él. Los estudiantes se convierten así en lo que Arditi (2012) denomina mediadores evanescentes, son operadores de un poder constituyente y funcionan como portadores del cambio social y una política emancipadora; marcan el comienzo de un orden diferente y luego desaparecen, aunque dejando algo detrás: su historia.»


Camila Cárdenas Neira (@almendrarei), «Representación de la acción política de los estudiantes chilenos. Movilización de significados en redes sociales», Ultima década [Centro de Estudios Sociales CIDPA], vol. 22, n.º 40, 2014.
HTML http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-22362014000100004&script=sci_arttext
PDF http://www.scielo.cl/pdf/udecada/v22n40/art04.pdf







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