Catherine Héau-Lambert
«El narcocorrido mexicano: ¿la violencia como discurso identitario?»
Sociedad y Discurso, n.º 26, 2014
Sociedad y Discurso | Universidad de Aalborg | Aalborg | DINAMARCA
Extracto del apartado «¿Qué entendemos por cultura popular? Precisiones teóricas y precauciones metodológicas» del artículo en PDF
«La comercialización en gran escala, así como la recepción masiva de los narcocorridos en México (y entre los millones de connacionales que viven del otro lado de la frontera norte), los ubica dentro de un mercado cultural denominado “música popular”. Esto requiere explicitar someramente el concepto de cultura popular que subyace como esquema teórico implícito de este trabajo.
»Apoyándonos en un trabajo de Gilberto Giménez (2014), podemos precisar el concepto ambiguo y equívoco de ‘lo popular’ —un concepto de “geografía variable”, según Bourdieu— definiéndolo simplemente, siguiendo a Gramsci, como “el conjunto de las clases subalternas de la sociedad”. [NOTA 5] En esta perspectiva la cultura popular —que nunca es homogénea o unívoca, sino variada, variable y plural— sería en primera instancia la que tiene por sujeto o soporte a las clases subalternas de la sociedad (Cirese, 1976). Puede añadirse, siguiendo una sugerencia del sociolingüista británico Basil Berstein (1971), que la cultura popular se caracteriza adicionalmente por la transparencia y accesibilidad de sus códigos (códigos restringidos o estilos sub-culturales por oposición a códigos elaborados). Ahora bien, las culturas populares así entendidas se manifiestan en nuestras sociedades modernas bajo tres modalidades o configuraciones analíticamente diferentes, aunque frecuentemente interpenetradas en virtud de sus relaciones de coexistencia y, por ende, de interculturalidad:
»1) ‘tradiciones populares’ (fiestas campiranas, culturas de los grupos étnicos, cancionero popular, etc.);
»2) ‘cultura popular expropiada’, es decir, la cultura de masas considerada desde la instancia de la emisión; o dicho de otro modo, la cultura inculcada por las industrias culturales, sobre todo la televisión —la “cultura a domicilio”— , y que se caracteriza por la expropiación de los códigos populares, como, por ejemplo, el código realista, cuyo subgénero es el código melodramático (Abercrombie, 1992; Martín Barbero, 1987) [NOTA 6];
»3) ‘cultura popular excorporada’, lo que hacen los grupos subalternos con los productos de la cultura de masa en la instancia de la recepción, los usos o modos de empleo populares de los productos de la cultura masiva, los cuales frecuentemente no corresponden a las intenciones de los emisores. (Fiske, 1990; De Certeau, 1990). En este último rubro se inscribe plenamente lo que llamaremos “discurso oculto” de los grupos populares, que tiene que ver con el uso que éstos hacen del discurso aparentemente conforme u oficial.
»En consecuencia, no podemos confundir ‘popularidad’ (difusión masiva operada por las industrias culturales) con ‘cultura popular’ (la cultura de las clases subalternas en sentido gramsciano, como son las tradiciones populares y la ‘cultura excorporada’ [NOTA 7] propia del modo de recepción de la cultura de masas por las clases subalternas de la sociedad). Desde la teoría de la recepción (emisor-mensaje-receptor) y desde la hermenéutica se dejó de enfatizar el papel dominante del emisor como fuente de un mensaje unívoco percibido de manera directa por el receptor (Jauss, 1978; Iser, 1976); y desde la hermenéutica se desplazó el “valor” del mensaje hacia el receptor. En efecto, “el contexto” de la recepción añade sentido, significación y eficacia al mensaje.
»La gran comercialización de las músicas populares entre estratos sociales diversos induce a la ilusión de una cultura compartida sin divisiones de clase. Sin duda existen rasgos culturales compartidos por la sociedad, como el machismo del cantautor mexicano José Alfredo Jiménez, pero no se experimentan o viven de la misma manera según la clase social a la que se pertenezca.
»Hay que evitar dos errores metodológicos en el análisis de los narcocorridos. En primer lugar no debemos caer en el anacronismo literario comparándolos, por ejemplo, con el romancero clásico como el de Guillermo Prieto (1985). En efecto, se trata de universos culturales no comparables, a pesar de su aparente semejanza formal. En segundo lugar, no debemos analizarlos a partir de los códigos de la cultura culta, escolarizada o “legítima”, ya que responden a códigos culturales y sociales diferentes, también llamados “códigos restringidos” o “estilos subculturales” por Berstein (1971). Pertenecen a esta categoría las “incorrecciones” sintácticas, la pobreza del léxico y el sociolecto, argot o jerga propia del mundo de las drogas tan fácilmente adoptados por los jóvenes porque de algún modo resultan afines a su propio estilo de lenguaje. Por eso decíamos que el ámbito cultural de los narcocorridos debe estudiarse en sus propios términos y en función de sus propios códigos. La apropiación del discurso y de la música del narcocorrido por parte de los jóvenes constituye un mensaje cifrado de rechazo de la cultura dominante que los ha marginalizado y discriminado a lo largo de su azarosa escolarización. Podemos afirmar en consecuencia, haciendo eco a Berstein, que la pobreza lingüística de esta subcultura juvenil corresponde en cierto modo a su pobreza económica.
»En los hechos, la meta de los narcocorridos —su función conativa (o incitativa) desde el punto de vista del emisor— es lograr ocupar territorios propios e imponer el narcopoder (con la narcocultura). No se trata entonces de una lucha explícitamente política por lograr la hegemonía en sentido gramsciano; sin embargo se monta sobre las divisiones sociales. Narcocultura y narcopoder se acompañan. Ciertamente, la cultura popular se opone a la cultura dominante, pero esta oposición no siempre es revolucionaria. En el caso de los narcocorridos —desde el punto de vista de su función conativa— se trata más bien de un enroque del tipo “quítate tú, me pongo yo” al estilo de las revoluciones burguesas: el narcopoder se monta sobre la rebelión popular, pero no para dar poder al pueblo, sino para cambiar sus dueños. En resumen, el análisis del fenómeno cultural de los narcocorridos nos permite percibir que no todo lo rebelde es revolucionario, y así evitar la trampa del populismo que visualiza todo lo “popular” como liberador y mesiánico. Otra cosa muy diferente es su papel de “discurso oculto” para expresar oblicuamente la rebeldía social a nivel de su recepción, como veremos más adelante.»
NOTAS
«NOTA 5. Giménez entiende por cultura popular “las configuraciones y procesos simbólicos que tienen por soporte al pueblo, es decir, a las clases subalternas de la sociedad, producidos (o reelaborados) en interacción constante —de carácter antagónico, adaptativo o transaccional— con la (alta) cultura de las clases dominantes y con la cultura mediática controlada por las mismas, y que en sus dimensiones más expresivas se caracterizan por la escasa elaboración de sus códigos, lo que los hace fácilmente accesibles y transparentes para todo público”. (art.cit., p. 131)
»NOTA 6. Esto es lo que explica la gran capacidad de difusión (o popularidad) de los medios masivos.
»NOTA 7. Este concepto da cuenta de los numerosos casos en que las clases populares se apropian, integran, recuperan los códigos de las clases dominantes para hacerlos propios y darles otro sentido.»
BIBLIOGRAFÍA CITADA
ABERCROMBIE, Nicholas, Scott Lash y Brian Longhurst. (1992). Popular representation: recasting realism. En Scott Lash y Jonathan Friedman (eds.), Modernity and identity Cambridge (Mass.): Basil Blackwell, pp. 115-140.
BARBERO, Jesús Martín. (1987). De los medios a las mediaciones. Barcelona: Gustavo Gili.
BERSTEIN, Basil. (1971). Class, Codes and Control. Londres: Routledge
CIRESE, Alberto. (1976). Cultura egemonica e Culture subalterne. Palermo (Italia): Palumbo Editore.
DE CERTAU, Michel. (1990). L’invention du quotidien I. Arts de faire. París: Gallimard. [Trad. esp.: (1996), La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer. México: Universidad Iberoamericana].
FISKE, John. (1990). Introduction to communication studies. 2nd. edition. London: Routledge.
GIMÉNEZ, Gilberto. (2014). El retorno de las culturas populares en las ciencias sociales. En Culturas y Representaciones Sociales (www.culturayrs.org.mx)), Año 8, n° 16, pp. 99-136.
ISER, Wolfgang (1976). L'Acte de lecture. Bruxelles: Mardaga.
JAUSS, Hans Robert. (1978). Pour une esthétique de la réception. París: Gallimard.
PRIETO, Guillermo. (1984). El romancero nacional. México: Oficina tip. de la Secretaría de Fomento.
la cultura oriental es muy interesante en lo que se refiere al arte y comida. Pero mencionar algo como cultura popular es raro, cada parte del mundo es diferente su cultura
ResponderEliminar