Un matrimonio de diez años, una trayectoria de cinco meses, un amigo de siempre, un compañero de cinco años de carrera, etc. Son expresiones que utilizamos, leemos o escuchamos corrientemente. Su común denominador es la preposición «de» más una indicación temporal. La acepción de «de» que cabe adscribir a estos casos no es única, puede estar entre varias de las que contiene el Diccionario de la Lengua, dependiendo del nombre al que complemente esta construcción.
¿Qué ocurre si leemos una frase como la del título de este post?
«Eiza hace menos de un mes que rompió con su novio de dos años.»
Aparece hoy en La Vanguardia. Quizá pensemos algo parecido al autor de este comentario al pie de la noticia, es decir, que el novio tenía dos años de edad:
«Por dios* llamen a la policia* o que el corrector revise esta frase : Eiza hace menos de un mes que rompió con su novio de dos años !!!»
Es evidente que se trata de un comentario jocoso, aunque la literalidad del texto del da la razón. En el uso menos formal del lenguaje, cabe apelar, por confianza, a la lógica de nuestro oyente o lector para que comprenda lo que queremos decir en situaciones de equívoco, ambigüedad o imprecisión.
En cambio, en el uso formal o profesional del lenguaje, hemos de tener en cuenta dos aspectos. Por un lado, que el texto o discurso solo se tiene a sí mismo para hacerse comprender y lograr la comunicación. Por otro lado, que estamos hablando a un público, del cual conviene que nos pongamos en el lugar de quien disponga de menos recursos para comprender lo que decimos. Este enfoque nos ayudará a elegir lo más adecuado y a desestimar lo que, siendo correcto, puede generar imprecisiones de efectos indeseados, como también se destacaba en el post de ayer.
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