marzo 26, 2015

Ovidio Cárcamo Hernández: «El discurso deslegitimador acerca del campesinado indígena»


Ovidio Cárcamo Hernández
«Los orígenes de la Organización Indígena-Campesina y el surgimiento de los discursos reaccionarios durante la Reforma Agraria en la Provincia de Cautín, Chile, 1967-1973»
Trashumante. Revista Americana de Historia Social, n.º 5 (enero-junio 2015).

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«El discurso deslegitimador acerca del campesinado indígena»

«La formación de estos incipientes focos de organización campesina durante el gobierno de Eduardo Frei dará paso, hacia fines de su mandato, a una confluencia de ideas, métodos y experiencias que desembocarán en la creación del MCR durante los primeros meses del gobierno de Salvador Allende, alcanzando notoriedad mediática rápidamente. Dicha visibilidad del campesinado mapuche, en pie de lucha contra los grandes propietarios locales, contra los “vecinos usurpadores”, será permanentemente cuestionada e invalidada a través de los medios locales.

»Los ataques y descalificaciones no se harán esperar en el medio local, buscando construir un ideario colectivo donde los campesinos mapuches, “manipulados” por el MIR, pretendían acabar con la paz social poniendo en riesgo la producción de la tierra. Así reza un telegrama enviado por los sindicatos de obreros campesinos de la comuna de Lautaro, vinculados a la federación “Triunfo Campesino”, al Ministro del Interior, solicitando la aplicación de la ley de Seguridad Interior del Estado ante las corridas de cerco y tomas iniciadas por el MCR.

»Las usurpaciones de fundos (del) Departamento de Lautaro llevan intranquilidad a miles de obreros agrícolas y sus familias, y pueden ser motivo (de) enfrentamientos armados con lamentables consecuencias sin perjuicio (de) entorpecer planes (del) supremo gobierno y productividad agrícola.


»Con base en lo antes dicho, sostenemos que una de las formas de debilitar o anular a aquellos que proponen ideas y acciones disímiles a las establecidas por el sistema dominante es deslegitimándolos, ya sea a través de retóricas centradas en la negación, la subestimación, o señalándolos como potenciales “enemigos internos” de una sociedad que busca el “bien común”. Desde fines de los años sesenta y hasta hoy, este discurso deslegitimador es observable de manera bastante nítida en nuestro país, particularmente si se refiere al MCR, a los campesinos mapuches, y especialmente al MIR, el cual fue señalado como un problema de Estado por el propio Eduardo Frei.

»Siguiendo el argumento anterior, no han sido pocas las veces en que, escudados en la razón, la verdad o el progreso, los grupos de poder político o económico han enarbolado un discurso abiertamente intransigente frente a las demandas populares. Tampoco fueron pocas las veces en que los propios partidos, que se autodenominan defensores de la causa popular y que pertenecieron a la alianza de gobierno durante el periodo de Allende, atacaron virulentamente a los militantes del MCR por no encuadrar en la lógica electoralista y legalista, intentando exponer las acciones de dicho movimiento como hechos reñidos con la constitución, las leyes o los principios revolucionarios. Así, la breve historia del MCR encabezando la movilización campesina en su lucha por la tierra, base de su sustento y bienestar, debió enfrentar las permanentes agresiones provenientes tanto de los grupos patronales, como de algunas autoridades a nivel nacional y local, además de los medios de comunicación, especialmente del Diario Austral de Temuco, de filiación democratacristiana y encargado de publicar diariamente informaciones relativas a la movilización campesina. De hecho, el propio presidente Allende no reparó en señalar a los militantes del movimiento como extremistas, que tergiversaban el concepto de revolución enarbolado por su gobierno. Así lo señalaba en conferencia de prensa del 25 de mayo de 1971. “Esta gente está mancillando la palabra revolución, porque nunca tuvieron un concepto sobre ella”, dando así un argumento más a los terratenientes y políticos locales para continuar con su campaña de deslegitimación discursiva contra los campesinos movilizados.

»A este respecto, Albert Hirschman ha expuesto, en uno de sus trabajos, un sólido análisis acerca de los discursos reaccionarios (conservadores o progresistas), cuyo fin es hacer frente a las emergentes transformaciones sociales y políticas operadas durante los siglos XIX y XX. Este trabajo nos ayuda a graficar nuestra lectura acerca de lo que entendemos como una intencionada invisibilización, o por lo menos reduccionismo, de los postulados y acciones desarrollados por el MIR y el MCR en el proceso de movilización campesina de mapuches y chilenos en la provincia de Cautín. Hirschman hace referencia a tres tipos de discursos, sustentados en lo que él denomina “tesis”. En primer lugar, hace referencia a la “tesis de la perversidad”, la cual plantea que cualquier cambio para mejorar algún aspecto de la sociedad, la política o la economía, termina por generar todo lo contrario, es decir, agudizar el problema en cuestión. En segundo lugar, se refiere a la “tesis de la futilidad”, donde cualquier transformación al orden establecido es inútil, debido a la limitación teórica de los postulados reformistas o revolucionarios, lo cual los vuelve inermes. Finalmente, formula lo que denomina la “tesis del riesgo”, en la cual plantea que todo intento de transformación social pone en riesgo los “logros” precedentes.

»A partir de lo anterior, podríamos relacionar dos de estas “tesis” con la discursividad existente en nuestro país respecto del MIR y el frente campesino. Por un lado, la “tesis de la perversidad” puede ser aplicada al discurso patronal y el Partido Nacional, quienes proponen que la Reforma Agraria y el accionar del MCR traerán mayores problemas, lo cual según su principios los obliga a actuar en defensa de su patrimonio, manifestando su rechazo total a la Reforma Agraria y “declarándose públicamente defensores del régimen de propiedad privada como elemento consustancial de la libertad y la dignidad humana”. Este argumento empujó a muchos patrones a defender sus propiedades por medio de las armas y la violencia, segando vidas de campesinos movilizados. Tal fue el caso del líder indígena Moisés Huentelaf, dirigente del MCR, asesinado cuando un grupo de latifundistas intentó recuperar un fundo ocupado.

»En un segundo plano, las posiciones de los gobiernos de Frei y Allende se pueden asociar a la “tesis del riesgo”, ya que el accionar de grupos como el MCR ponía en peligro los escasos avances obtenidos por la Reforma Agraria desde su gestación, que tímidamente había buscado transformar la situación de la tenencia de la tierra. Esto sin mayores efectos, por lo menos hasta 1970, cuando la movilización adquirió un carácter abiertamente revolucionario en algunos sectores de Cautín, debido a las “acciones directas” emprendidas por los campesinos. Éstas sobrepasaron la capacidad e intenciones del gobierno, poniéndolo en jaque, situación que obligó a la Unidad Popular a actuar en la zona a través del Ministro de Agricultura, quien se instaló en la zona durante el verano de 1971.

»Es por lo anterior que, con respecto al MIR, la batería discursiva de parte de los gobiernos de Frei y Allende se centró constantemente en acusar la “instigadora” participación de sus militantes y simpatizantes en las diversas acciones consideradas ilegales. Mike González señala que, en mayo de 1971, Allende solicitó detener las ocupaciones de tierras y esperar el desarrollo legal de la Reforma Agraria. Para ello, habría convocado a la cúpula mirista para reprenderlos “por actuar fuera del marco legal”. Y con respecto al MCR la situación no fue distinta, ya que las autoridades de gobierno utilizaron una y otra vez la “retórica deslegitimadora”, para señalar al movimiento como el principal instigador de las acciones “ilegales” de corridas de cercos y ocupaciones de fundos en Cautín. Ejemplo de ello fue el caso de la toma del fundo “El Pino” en la comuna Toltén, donde el intendente Gastón Lobos señalaba:

»Los ocupantes no han sido sino incitados a esa actitud por el “MOVIMIENTO CAMPESINO REVOLUCIONARIO” (M.C.R.), por lo que los elementos de este movimiento que hubieren efectivamente llevado a los campesinos a esa conducta ilegal son los que deben, realmente, responder ante la ley penal por los o el delito que se denunciara.


»En efecto, el MCR fue el principal gestor de las ocupaciones de fundos en Cautín entre 1970 y 1973, pero a su vez fue desde el propio movimiento, formado mayoritariamente por campesinos mapuche, donde surgió la necesidad de recuperar las tierras usurpadas en la zona. En rigor, puede sostenerse que no fue un grupo de personas ajenas quienes “incitaron” al campesinado a actuar fuera del marco de la ley, sin conciencia de sus propios actos: “No vino el MIR a decirnos por qué había que luchar, eso no fue así. La derecha, la Democracia Cristiana y los comunistas decían eso, pero nosotros luchamos así nomás. Por lo que habíamos vivido”.

»Retomando la idea de la incitación de agentes externos a las comunidades indígenas, podemos señalar que este tipo de recursos discursivos fueron bastante corrientes en la Araucanía, y siguen siéndolo cuando de reivindicaciones ancestrales se trata. Por lo mismo, no han sido pocas las veces en que se ha intentado argumentar una cierta incapacidad relativa del mapuche para tomar sus propias decisiones, como queda de manifiesto en las palabras del Intendente Lobos. En tal sentido, muchos de los argumentos centrados en la supuesta instigación a los campesinos indígenas, en especial aquellos provenientes del Partido Nacional y sus representantes en el parlamento, ayudaron a provocar un ambiente abiertamente confrontacional. A este respecto, notables fueron las intervenciones permanentes de los diputados Hardy Momberg, Victor Carmine y Oscar Schleyer, vinculados a los sectores patronales, además de ser ellos mismos, propietarios de predios en la zona.

»En la sesión de la Cámara Baja del martes 15 de diciembre de 1970, el diputado Momberg señalaba, ante la toma del fundo “Tres Hijuelas” de Carlos Taladriz, en la comuna de Lautaro, que las personas que dirigen la toma “no son mapuches, ni siquiera trabajan en el predio, son sencillamente una especie de milicianos,” que tras la imagen del “Che Guevara”, cargaban metralletas y vestían uniformes. Situación por lo demás alarmante, porque “como todos saben”, continuaba Momberg, “¿Qué agricultor no tiene en su casa una escopeta, un rifle o un revólver? ¡Si lo tienen todos los agricultores de Chile!” En esta lógica, y expuesta de una manera tan dramática, la posibilidad de un enfrentamiento era muy factible, especialmente si esta situación de inseguridad para los patrones seguía así. No creen ustedes, preguntaba el diputado en su intervención ante la cámara, que “cuando sean 50, 80, 100 fundos, los patrones con justa razón, podrían juntarse también para defenderse: pero si es natural y es lógico”, ello debido a que, en su opinión, en Chile se venía apreciando desde hace algún tiempo una “fuerza latente”. “No sé si es el MIR, si son los democratacristianos, si es la derecha, si somos nosotros, pero existe una fuerza latente en las provincias, y mañana se puede producir un enfrentamiento”, culminaba.

»La exposición del diputado no puede ser pasada por alto, porque desde sus palabras se desprenden varios elementos propios del discurso patronal y de la derecha chilena, tales como la idea de milicianos cargando armas a la cabeza de los campesinos mapuche, la posesión de armas por parte de los patrones y su casi obligado uso en defensa de su propiedad. Finalmente, se encuentra la idea de una confrontación provocada por fuerzas misteriosas, “fuerzas latentes” que desembocarían únicamente en un conflicto de grandes proporciones. Con base en lo señalado, se puede afirmar que la permanente escalada del terror, con lo cual ironizó el Ministro de Agricultura del gobierno de Salvador Allende, Jacques Chonchol, fue solo una de las estrategias usadas por el grupo patronal, porque los tan “temidos” enfrentamientos aludidos por Momberg igualmente se produjeron, así como los actos de sabotaje a la Reforma Agraria, desarrollados por elementos vinculados al “Frente Nacionalista Patria y Libertad”, quienes operaron masivamente en la zona, con apoyo de connotados habitantes locales.

»Me acuerdo que en esos años el señor Pablo con “H” visitaba permanentemente la casa en la que yo trabajaba. Especialmente después de que empezó a ser perseguido. Él tenía una puerta especial por la parte trasera del sitio por donde salía. Ahí era visitado por personas muy importantes de la zona.


»En resumen, el proceso de construcción de un ideario negativo acerca del MCR en la historia local de la Araucanía ha sido el producto de una serie de lecturas sesgadas acerca de la capacidad real de movilización de los campesinos mapuche. En términos generales, se ha planteado, como vimos anteriormente, que la lucha emprendida por ellos no es atingente a su condición étnica, y que es básicamente el producto de una instrumentalización por parte de los militantes del MIR, quienes vieron en ellos una masa “manipulable”. Dichas imágenes confusas fueron aportadas por la Democracia Cristiana y algunos sectores de la izquierda, pero mayor y decididamente por los latifundistas y la derecha chilena, quienes no trepidaron en ocupar todos los recursos disponibles para sabotear la Reforma Agraria, incluso llegando al asesinato de muchos campesinos movilizados.»






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