Pablo Galeano, «Promesas transgénicas y retórica de la innovación»
la diaria
«Al decir de Noam Chomsky, la buena propaganda trata de crear eslóganes a los que nadie pueda oponerse y con los que todos estemos de acuerdo; nadie sabe bien qué significan, pero logran distraer la atención de la gente de preguntas significativas. En esta columna no voy a analizar frases como “Somos hoy, somos ahora” o “Uruguay no se detiene”; mi interés es reflexionar sobre las implicancias del uso retórico de términos como “innovación” en lo que atañe a la legitimación de algunas tecnologías, en particular los cultivos transgénicos.
»“Si ya pensaste en un mundo mejor, ya pensaste en transgénicos”. Este eslogan fue parte de una campaña publicitaria realizada por Monsanto en Brasil. Junto a ella, un afiche con una garota bonita nos invitaba a preservar la naturaleza y nos instruía: “En la agricultura, la biotecnología creó plantas transgénicas que producen más con menos agrotóxicos y sin deforestar más las selvas. Biotecnología es eso: la tecnología para una vida mejor”.
»Este fetichismo de los transgénicos no tiene en las compañías biotecnológicas a sus únicos promotores. Sectores importantes de la comunidad académica, en particular los vinculados con la biología molecular vegetal, son activos impulsores del “optimismo tecnológico” respecto de los transgénicos y férreos detractores de quienes cuestionen su opinión experta en la materia. Este optimismo ha permeado también a agentes de gobierno e instituciones multilaterales, en particular a aquellos vinculados con las áreas de agricultura, ciencia y tecnología; en Uruguay cunden los ejemplos.
»Habría que aclarar que la biotecnología no se reduce a los cultivos transgénicos y que puede ser utilizada con objetivos tan loables como el de hacer queso, o tan deplorables como el de producir armas biológicas, por lo cual definirla como la “tecnología para una vida mejor” puede estar bien si uno está intentando vender algo, pero muy mal si la idea es informar al público.
»Monsanto es una transnacional que obtiene sus mayores ganancias de la venta de semillas transgénicas; por lo tanto, no es raro que transmita este tipo de mensajes, pero la cosa se agrava cuando de confundirnos se pasa a engañarnos. Por ejemplo, no es cierto que las plantas transgénicas usen menos agrotóxicos y que se deforeste menos debido a su uso.
»En Uruguay se cultivan más de un millón de hectáreas de soja transgénica y unas 100.000 de maíz transgénico. De 2000 a 2013, la superficie del país dedicada a la agricultura pasó de medio millón a dos millones de hectáreas, siendo la soja responsable de más de un millón de hectáreas de ese incremento. En el mismo período, mientras el área agrícola se cuadruplicaba, las importaciones de agrotóxicos se multiplicaron por seis. Esto significa que estamos usando más agrotóxicos por unidad de área, en un país donde el crecimiento de la agricultura ha sido impulsado por un cultivo transgénico. Sobre la deforestación basta remitirse a los datos del noreste argentino, Paraguay y Brasil para ver que la utilización de soja transgénica no implica deforestar menos.
»Visitando los sitios web de las principales transnacionales biotecnológicas (Monsanto, Syngenta, Dow, BASF) descubrí que todas declaran estar comprometidas con la agricultura sustentable y la seguridad alimentaria. Su rol autoasignado es brindar al mundo “soluciones tecnológicas innovadoras” para alcanzar esos objetivos. La retórica de la “innovación” en el discurso político partidario refuerza ese “optimismo tecnológico”, que asigna a las tecnologías y al ingenio de los expertos el papel principal en la solución de los problemas de la sociedad. Este discurso quita del centro de la cuestión social a las luchas por el poder, para colocar en su lugar a las soluciones tecnológicas.
»Cualquier persona no muy necia comparte que, como dicen las transnacionales biotecnológicas y los partidos políticos, es necesaria una agricultura sustentable. Pero para pasar del eslogan a un proyecto político de desarrollo deberíamos plantearnos algunas preguntas. Por ejemplo, ¿cuáles son los problemas a resolver para lograr una agricultura sustentable? En el intento de identificar los problemas nos enfrentaremos a otra pregunta: ¿qué características debería tener la agricultura para considerarla sustentable?
»El éxito de las semillas transgénicas se debe a la simplificación en el manejo de cultivos de gran escala, al hacer posible un uso más intensivo de herbicidas y facilitar la siembra directa. Son una respuesta apropiada a problemas de una agricultura basada en monocultivos, dependiente de insumos externos y gestionada con el propósito central de reproducir el capital. Aportan además una característica fundamental para sus desarrolladores: la posibilidad de patentarlas. Los datos de Uruguay muestran que el desarrollo de los cultivos transgénicos ha provocado un manejo más simplificado y degradante de los ecosistemas agrícolas, y ha colaborado con el desarrollo de una agricultura concentrada en pocos actores y privatizada en cuanto al acceso a tecnología. Sólo se puede entender esta agricultura como sustentable en el contexto de una campaña propagandística donde el concepto se use meramente como eslogan.
»En los colectivos en los que participo se asocia la idea de agricultura sustentable con la de una agricultura diversificada, gestionada por actores afincados en el territorio, apoyada en tecnologías socializadas y apropiables por los productores, donde la conservación de los recursos y el cuidado de la salud de la población son elementos a valorar para tomar decisiones de gestión. La izquierda se debe un debate profundo sobre qué modelo de agricultura desarrollar. Una agricultura que concentre, homogenice y privatice, como la que predomina en Uruguay, no les provoca contradicciones a las fuerzas políticas neoliberales pero sí a las de izquierda.
»Cuando tengamos claro qué agricultura sustentable vamos a impulsar, el término “innovación” podrá tener significados que trasciendan la retórica.»
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