marzo 02, 2017

José Moisés Martín (@jmmacmartin): «La destrucción de las relaciones laborales»




20 minutos @20m




«Hace unos 40 años, la empresa japonesa de automóviles Toyota revolucionó el modelo de negocio de la producción de automóviles a través de un concepto sencillo, pero muy eficaz en materia de producción: el just in time, o ‘justo a tiempo’. El concepto de producción suponía que Toyota solo realizaría modelos bajo demanda, es decir, produciría los coches que vendía bajo encargo, reduciendo al mínimo la tenencia de stocks, eliminando el riesgo de almacenar productos que no vendía y reduciendo sustancialmente el coste de producción.

»El ‘toyotismo’ se configuró como un nuevo modelo de producción industrial que, antes de ser trasladado a otras industrias, puso en jaque el poderoso entramado industrial automovilístico norteamericano y europeo. Hoy lo consideramos un modo de producción habitual para automóviles y otros productos, que son encargados antes de ser producidos, eliminando así numerosos costes.

»La economía digital ha magnificado ese proceso, de manera que el conocimiento inmediato de la demanda real es lo que define los niveles de producción. Las empresas de software ya no producen físicamente sus programas, sino que los mantienen en internet esperando a ser descargados por los usuarios que han comprado por una clave: el coste de almacenaje se ha reducido al mínimo. Mientras que editar y producir un libro físico se enfrenta al riesgo de no ser vendido, un libro digital puede ser infinitamente descargado del mismo portal de internet, eliminando costes no solo de papel, sino de almacenaje, distribución o exposición. Se produce cuando se necesita y solo cuando se necesita.

»La economía gig, o gig economy es la siguiente vuelta de tuerca: los recursos necesarios para la producción se contratan cuando son necesarios y solo cuando son necesarios. Y de entre esos recursos, por su propia naturaleza, donde más impacto se está experimentando es en los recursos humanos.

»La contratación de autónomos individuales solo durante el tiempo necesario para la producción está eliminando costes empresariales tales como las bajas, las vacaciones, los tiempos muertos o la hora de la comida: se paga solo por el tiempo real de producción. Contratos de horas o de servicios determinados, empresas que mantienen una relación fragmentada con sus trabajadores como si fueran unos proveedores más, desvinculación y conversión de la relación laboral en mera relación mercantil.

»El impacto sobre la productividad y los costes empresariales es brutal, superior al provocado por el ‘toyotismo’. Cuando solo se paga por el tiempo de producción, el coste laboral se reduce drásticamente.

»Los resultados económicos suponen generación de valor para las firmas, pero al mismo tiempo, la gig economy erosiona gravemente algunos de los pactos sobre los que se han construido nuestras sociedades: atomización del mercado laboral, desvinculación de los trabajadores de sus empresas, precariedad e inseguridad permanente, traslado de parte del riesgo de la actividad empresarial al trabajador, hipercompetitividad para conseguir el próximo encargo, etc.

»Prohibir categóricamente este modelo de producción no servirá de nada. La economía gig es la consecuencia lógica de los modelos productivos de la economía digital. Podemos seguir soñando con que recuperaremos empleos estables de por vida y pensando que nuestro sistema de protección social basta.

»Pero en economía es muy difícil poner puertas al campo. Deberíamos, mejor, afrontar los hechos tal y como están ocurriendo y replantear nuestro modelo social para hacer frente a los retos que trae consigo la economía gig.

»Ha llegado la hora de afrontar la nueva realidad productiva y actuar en consecuencia, no de mirar hacia otro lado, manteniendo la ilusión de que algún día volveremos a las viejas relaciones laborales, basadas en un modelo productivo que se está evaporando ante nuestros ojos.»





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