octubre 15, 2019

«Envolver es circunscribir y a la vez ofrecer una superficie más vasta a la mirada, el envolvente convertido en objeto ante un nuevo envolvente. Envolvente paradigmático, la literatura al dejar visibles sus mecanismos, las asimetrías que el trabajo impone a la producción del texto, explicita lo importante —el acto de envolver—, su constitución misma: la del meta-lenguaje» (Severo Sarduy)



Rolando Pérez
«Sarduy and [the gift of] the poem-object. With a previously unpublished essay by Severo Sarduy, “La escritura como regalo japonés” / Sarduy y [el regalo de] el poema-objeto. Con un ensayo inédito de Severo Sarduy, “La escritura como regalo japonés”»

Poéticas, n.º 9 (junio de 2019)

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Se incluye a continuación el ensayo de Sarduy mencionado en el título del artículo, en páginas 20 a 24 de la publicación en PDF. Las referencias pueden consultarse en la ubicación original.

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«La escritura como regalo japonés [*]

Severo Sarduy


[*] “This essay is in the Emir Rodríguez Monegal archives at Princeton University. I estimate that it was written and sent to Professor Monegal (Yale University) sometime in the early Spring to late Fall of 1970” (Roberto Pérez, “Sarduy and [the gift of] the poem-object”, cit.).


»“Envoltorio tras envoltorio.
No ve, Madre Benita,
que lo importante es envolver,
que el objeto envuelto
no tiene importancia”.
El obsceno pájaro de la noche [José Donoso 1970 92]


»0. Geométrico, rigurosamente dibujado y sin embargo marcado siempre, en algún sitio, por un pliegue, por un nudo, asimétrico gracias a cuidado, a la técnica misma de su confección, al juego del cartón, de la madera, del papel, lo envolvente no es un accesorio pasajero del objeto transportado, sino que se convierte en u objeto en sí mismo. (…) Se diría, en suma, que el regalo es la caja y no lo que contiene: de regreso de una excursión, los escolares traen a sus padres un paquete que no se sabe bien qué contiene, como si se hubieran ido muy lejos y que ésta fuera una oportunidad para entregarse juntos a la voluptuosidad de envolver. La caja funciona como signo: como envolvente, como pantalla y máscara, vale por lo que oculta, protege y sin embargo designa: da el cambio, a condición de tomar esta expresión en su doble sentido monetario y psicológico; lo que la caja encierra y significa, durante largo tiempo se va dejando para más tarde, como si la función del paquete no fuera proteger en el espacio sino posponer en el tiempo; en el sobre parece estar implícito todo el trabajo de la confección (del hacer), precisamente por eso el objeto pierde algo de su existencia, se convierte en un espejismo: de sobre en sobre, el significado huye, y cuando al fin lo poseemos (siempre hay alguna cosita en el paquete) aparece insigni-ficante, irrisorio, vil: el placer del significante se ha consumido: el paquete no está vacío sino vaciado: encontrar el objeto que hay en el paquete, o el significado que hay en el signo, es echarlo a perder; lo que los japoneses transportan, con una energía de hormigas, son signos vacíos. Roland Barthes, L’Empire des signes (1970).


»1. No será de extrañar si los “buscadores de algún significado” desechan con precipitación la caja geométrica, rigurosamente dibujada, de El obsceno pájaro de la noche, quedan decepcionados por el contenido de un envolvente que, no vacío sino vaciado, han echado a perder. La novela habrá decepcionado a ese lector de fondo —otra expresión psicológica y bancaria— que consideró como algo secundario la confección, la sabia disposición de pliegues y nudos, la factura cuidada: engranaje sutil de personajes y funciones transformándose unos en otros, duplicándose —el envolvente, objeto en sí mismo. Quien desdeñó el trabajo siempre visible, siempre señalado como tal— nudos aparentes, desenlaces explícitamente novelescos— en aras del objeto que éste pudo proteger, ocultar, dejar siempre para más tarde, perdió el placer de la lectura cuyo único soporte es el despliegue, el desenvolvimiento en un tiempo que invierte el de la escritura, de minuciosidad con que el texto armó su andamiaje.

»Las “trampas”, los artificios de Donoso, son asimétricos gracias al cuidado, a la técnica misma de la confección: su función de diferir el encuentro de la imagen secundaria y final. El juego del relato, de sus funciones y actores constituyen un engranaje aceitado y esplendente que, al dejarse ver, al no ocultarse (como sucede en la novela naturalista: es decir en la que esconde el artificio disfrazándolo de naturaleza, de “cosa normal”) vale por la novela.

»Donoso, en suma, no nos da a leer una novela, sino el arte de narrar: no ha ocultado las “construcciones intermedias” sino que ha hecho de ellas la materia del relato.

»“La novela es un problema cuyas reglas son diversas, problemas que resolvemos mediante ecuaciones de varias incógnitas, siendo las construcciones intermedias más importantes que la respuesta final”. Bernard Eickhenbaum, Teoría de la prosa.


»2. La actividad obsesiva, la compulsión que tiraniza a los personajes emblemáticos de la novela, como un instinto que los precede, un saber de abejas que, patrimonio de especie, automatiza y perfecciona sus más mínimos gestos, no puede ser más significante: las viejas de la Casa empaquetan, envuelven sin cesar, protegen, atan. Objetos trizados que se rompen al desenvolverlos, el asa de porcelana de una tacita de té, galones dorados de una cinta de Primera Comunión, un corcho, una perilla de bronce, botones guardados dentro de una caja de té, una plantilla para zapato, la tapa de una lapicera: lo único importante es el acto de envolver, no lo envuelto, A la muerte de una vieja otra recoge sus residuos. Los empaqueta cuidadosamente. Envolver es sobrevivir.

»El primer lugar simbólico que nos conduce a la narración —la habitación de Brígida, a quien acaban de enterrar— aparece totalmente tapizado de paquetes: “Más y más paquetes debajo de la cama, y mire, Madre Benita, también debajo del peinador, entre el peinador y el tabique y detrás de la cortina del rincón, todo agazapado justo debajo, detrás de la línea hasta donde alcanza la mirada” [Donoso 91]. Esa apoteosis cuantitativa del “envoltorio”, ha sido esquizada por ciertos índices:

»Lo primero que piensa Misia Raquel Ruiz al enterarse de la muerte de la Brígida es en pedir que le hagan un paquete con la camisa de raso color crema —vejestorio ya sin valor— que la difunta le estaba zurciendo; luego se trata de “encerrar esa miscelánea de huesos en una cajita que ocupara poco espacio” [82]; el chal de la toilette final es “ése que la Brígida guardaba envuelto en papel de seda y se ponía los domingos” [Ibidem], etc.


»3. En un teatro simétrico al de la Casa —en la Rinconada—, alguien envuelve, metafóricamente, contenidos —a otro nivel— irrisorios: Jerónimo rodea a Boy [221] —residuo, degradación genealógica de los Azcoitia— de un séquito teratológico, meninas girando alrededor de la infanta prognática. Un aro más vasto envuelve éste cuyos monstruos han sido cuidadosamente estratificados: las casas aledañas al patio de Boy están comprendidas en un “cinturón aislante” [353] de seres residuales, “preocupación estupenda” de Emperatriz [Ibidem]. Finalmente, otra red limita las zonas concéntri-cas precedentes: encerrando lo degradado, lo inútil, proliferan los objetos lujosos, mundo filtrante de “couvertures”, muralla exterior, dispersa, que aísla el carnaval de la Rinconada y lo salva del mundo anormal, de seres planos, idénticos, de proporciones monótonas.


»4. Cronista obligadamente goyesco de la Rinconada, Humberto Peñaloza se declara excedido, sobrepasado, comprendido en su libro [205]; un autor que los circunscribe, José Donoso, vive igualmente la escritura como algo que lo envuelve y limita. Construcción regresiva, lengua como espacio materno: el que escribe (se) encierra: “Dicho de otra manera, creo que por fin se hizo forma estética el hecho vital de que mis temas se ‘agarraron’ a mí, y sometiéndome, me impusieron una forma [...] Yo no sé qué significado tiene El obsceno pájaro de la noche, para qué escribí sus casi seiscientas páginas durante ocho años. [...] Fueron ocho años de “encarcelamiento dentro” de Pájaro” [Donoso 1971 73].


»5. Envolver es circunscribir y a la vez ofrecer una superficie más vasta a la mirada, el envolvente convertido en objeto ante un nuevo envolvente. Envolvente paradigmático, la literatura al dejar visibles sus mecanismos, las asimetrías que el trabajo impone a la producción del texto, explicita lo importante —el acto de envolver—, su constitución misma: la del meta-lenguaje. Estratos, vetas, capas, continentes que abarcan otros, que viene a limitar un nuevo encierro. El obsceno pájaro de la noche es el teatro de este proceso infinito: la escritura como lugar sin límites.


»6. En el desenvolvimiento del texto está el placer».


Imagen tomada del sitio web de la Severo Sarduy Cultural Foundation. Es la pintura de Sarduy Sin título, de 1967; acrílico sobre lienzo, 22 × 16 centímetros.



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