octubre 22, 2019

«En los primeros decenios del XX, el polígrafo Ramon Miquel i Planas, el editor Gustau Gili Esteve y el librero Josep Porter Rovira impulsaron una bibliofilia erudita genuina que vindicaba una elaboración artesanal no solo de obras antiguas, sino contemporáneas e ilustradas por artistas coetáneos». Reportaje de Carles Barba en La Vanguardia dedicado a la bibliofilia catalana




Carles Barba, La Vanguardia (@LaVanguardia): «Tesoros de la bibliofilia catalana»



«Una exposición en el MNAC muestra cómo la Associació de Bibliòfils, en colaboración con la Real Acadèmia de Bones Lletres, ha editado exquisiteces de las letras de máxima calidad.

»El marqués de Mura, Josep Porter y Martí de Riquer fueron los principales activistas de la entidad bibliófila.

»La ABB ha sabido tanto desempolvar grandes creaciones de la antigüedad como editar en catalán a Espriu.


»Letras capitulares de Oriol Diví para los Croquis pirinencs, de Jaume Massó Torrents (ABB, 1996),
junto con uno de los escudos heráldicos de familias de prosapia (Archivo).


»¿Hay que extrañarse de que Catalunya, propugnadora durante el noucentisme de l’obra ben feta, haya sido tierra propicia a los libros bellos y raros, y que en este 2019 l’Associació de Bibliòfils de Barcelona esté celebrando –con una exposición y un catálogo– sus 75 años de existencia? Tanto la muestra (comisariada por Albert Corbeto) como el catálogo (editado por el sello andorrano Aloma) evidencian que entre nosotros existió desde mediados del XIX un vivo interés por los libros antiguos y los tesoros bibliográficos, y que en los primeros decenios del XX fundamentalmente tres personajes –el polígrafo Ramon Miquel i Planas, el editor Gustau Gili Esteve y el librero Josep Porter Rovira– impulsaron una bibliofilia erudita genuina que vindicaba una elaboración artesanal no sólo de obras antiguas sino contemporáneas e ilustradas por artistas coetáneos.

»Estas sinergias quedaron lógicamente cortadas por la Guerra Civil, pero en 1943 diferentes estamentos barceloneses (mecenas, editores, coleccionistas, impresores, grabadores...) aunaron voluntades y en 1944 se fundaba la Associació de Bibliòfils, presidida por Alfons Macaya, con Josep Porter como hombre en la sombra, y con cincuenta socios iniciales que enseguida doblaron hasta cien. Se acordó enseguida crear un logotipo, editar un boletín y publicar un promedio de un libro al año.

»El título con el que la ABB inició su aventura da bastante el tono de su modus operandi: escogió un clásico literario ya incontestable, la novela decimonónica El Capitán Veneno de Pedro Antonio de Alarcón; encargó la fijación del texto a un miembro de la Reial Acadèmia de Bones Lletres, Manuel de Montoliu (esta institución secundará a menudo a la recién creada entidad); contrató diez láminas de ilustración a un artista catalán entonces muy prometedor, Josep Maria Mallol Suazo, y se confió al artista Teodoro Miciano una parte ornamental de la edición, capitulares incluidas (Miciano había pagado su republicanismo con tres años en la cárcel, y la asociación, para paliar un poco su situación, y atendiendo a su pericia como grabador, le sumó al proyecto). Se imprimieron cien ejemplares numerados y nominados.

»Gracias doblemente a la exposición y al catálogo, podemos seguir (y apreciar en todos sus detalles) treinta y cinco ediciones estelares que ha llevado a cabo la ABB hasta hoy, con una ecléctica línea operativa que va desde un Cantar de los cantares en versión de fray Luis de León a Tots els contes de Pere Calders o unas insólitas Set cartes de Dalí a Pere Coromines. Dentro de la asociación durante años hicieron y deshicieron una serie de figuras de entonces, empezando por el marqués de Mura (que rigió la entidad entre 1950 y 1971) y a quien se debe la organización aquí (en 1963) del Tercer Congreso Internacional de Bibliofilia. Otro activista –ya lo hemos señalado– fue el librero Josep Porter. Y otro importantísimo, el medievalista Martí de Riquer, que patrocinó entre otros títulos una traducción castellana del Tirant, una Vida de Ramon Llull (con maravillosas miniaturas de un Breviculum de Karlsruhe); una L’Atlàntida de Verdaguer, y un Cervantes en Barcelona del propio Riquer.

»A la vista de las realizaciones que airea ahora en su conjunto la ABB, saltan por los aires los clichés de elitismo y ranciedad que a veces ha podido segregar esta dedicación. La asociación –hoy presidida por la tercera generación en la persona de Pau Salvat– ha hecho honor a la máxima de Miquel i Planas de que “es el amor al libro lo que puede mejorar una -sociedad”. Y multiplicándose en varios frentes, ha sabido desempolvar grandes creaciones de la antigüedad (La vida de Sinuhé, por ejemplo, con imágenes de Perico Pastor); ha ido editando exquisiteces de las letras catalanas (XL Sonets de Foix; Ocells de Espriu; Les històries naturals de Perucho; El caliu i la cendra de Pere Gimferrer; o Els fruits saborosos de Josep Carner). Y ha encomendado las respectivas ilustraciones a artistas de la solvencia de Antoni Tàpies, Josep Maria Subirachs, Ramon Herreros, Perejaume o Narcís Comadira. No ha olvidado tampoco incluir en su catálogo obras que informan de los primores que conlleva la alta bibliofilia: así por ejemplo La ilustración y la decoración del libro manuscrito en Cataluña de Pere Bohigas; o La encuadernación en París en las avanzadas del arte moderno de Emilio Brugalla. Y en general se ha tenido un celo especial en que estas ediciones se hayan ejecutado sobre el mejor papel, con encuadernaciones –si las hay– de la máxima calidad, y con grabados, xilografías, aguafuertes, calcografías, etcétera, obtenidos con las técnicas más nobles».



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