Enrique Garguín
«La clase media en el discurso público»
Cuestiones de Sociología, nº 9, 201
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Cuestiones de Sociología | Universidad Nacional de La Plata | Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Departamento de Sociología | Buenos Aires | ARGENTINA
«Al decir clase media, normalmente creemos hacer referencia a un grupo social concreto, tangible. Tan incorporada tenemos esta idea, que creo necesario comenzar aclarando que este texto no hablará de una cosa llamada clase media sino de los principios de clasificación que operan cuando se invoca su nombre. En la esfera pública, la noción clase media actúa como un dispositivo clave en las luchas por establecer determinada visión y división del mundo; luchas de clasificación e identificación que, como veremos, se tornan particularmente álgidas en momentos de incertidumbre, ya sea porque una crisis conmueve los cimientos mismos del orden establecido, ya sea porque los reclamos populares por democratización amplían el horizonte de expectativas con efectos disruptivos sobre lo aceptado como normal. Indagaremos entonces sobre los modos de circulación de la noción clase media en estos 30 años de democracia, con especial énfasis a partir de 2001, año parteaguas que delimita dos épocas.
»Desde el fin de la primavera alfonsinista hasta la crisis de 2001, primó lo que a la distancia se percibe como una baja circulación del concepto clase media y una retracción de sus sentidos identitarios y su capacidad clasificatoria, que fue de la mano de un desuso relativo de la noción de clase en general. La noción de gente reemplazó en el discurso público tanto a pueblo como a clase media, fundiéndolos. En cierto sentido, la gente remitía a un pueblo de clase media (descolectivizado, individualizado) y no parece casual que su difusión haya sido coetánea de una democracia crecientemente limitada a lo procedimental y del auge neoliberal. Para los años ´90, las ciencias sociales descubrían a los “nuevos pobres” y a su contraparte, los “ganadores”, y sólo los primeros pasaban, con notable éxito, a los medios. Lo anterior preparó el terreno para la propagación de la idea de una clase media en desaparición, tópico que no caracterizó tan solo a aquellos años pero que se manifestó con particular insistencia por entonces.
»Lejos de terminar de dar forma a estos discursos de baja intensidad, la crisis de 2001 los hizo trizas, y abrió el campo para nuevas reformulaciones. La propia profundidad de la crisis; las movilizaciones populares que incluyeron a gran cantidad y variedad de sectores medios; y, luego, la emergencia de prácticas y discursos populistas provocaron cambios significativos en los principios de clasificación e identificación, que sentaron las bases de un nuevo orden discursivo en el que la noción de clase media pasó a cumplir un rol central.
»Sergio Visacovsky (2009) muestra que contemporáneamente al estallido se publicaron diversas lecturas que establecieron una relación específica, considerada necesaria y natural, entre ciertas formas de acción colectiva y clase media. Presentados como manifestaciones espontáneas y pacíficas de vecinos autónomos, los cacerolazos y las asambleas barriales fueron incluidos en procesos de clasificación, al distinguirse y jerarquizarse respecto de otras formas de protesta contemporáneas llevadas a cabo por otro sujetos, como piquetes y saqueos. Aunque los distintos medios incluyeron tanto valoraciones positivas como negativas de la clase media, sus variados análisis conformaron distintas aristas de un mismo relato que hizo de la clase media un actor característicamente autónomo de cualquier poder político, movilizado espontáneamente y en familia, de manera moderada y pacífica. Pero los puntos comunes de los distintos análisis no derivaban de describir todos una misma realidad social sino de hablar “un lenguaje común”: “el de los relatos constitutivos de la clase media en Argentina” (Visacovsky 2009, p. 273). En un contexto de crisis e incertidumbre, los cacerolazos y asambleas barriales devenían asimismo en prueba de la existencia y fortaleza de una clase media que hasta la víspera se consideraba en vías de extinción.
»Esta construcción, que en principio pudo parecer una configuración propia y específica de la crisis, demostró tener rasgos perdurables. Sin duda, hubo entonces algunos puntos del debate propios del momento de crisis, pero aquí interesa señalar los que apuntan a la revigorización de una constelación de sentido en la que el uso de clase media articula procesos de clasificación e identificación especialmente visibles a medida que se van consolidando las formas de oposición política, cultural y social que caracterizan a la última década. A partir de entonces, permanece como una suerte de bajo continuo este dispositivo clasificador que construye vecinos de clase media movilizados espontáneamente de manera pacífica y autónoma, en oposición a unas clases populares que actuarían como meros clientes de un gobierno expoliador y corrupto. Este bajo continuo resulta amplificado y pasa al primer plano en momentos de conflictos específicos, en los que el impulso a reclasificar y dotar de posiciones fijas a los actores parece hacerse apremiante para ciertos intérpretes.
»El largo conflicto desencadenado por la circular 125 y el posterior lockout agroexportador de 2008 fue uno de esos momentos. Ya con la elección presidencial de 2007 se había vuelto a hablar, como en los `60, del “gorilismo de la clase media”, a raíz de ciertas interpretaciones del resultado electoral que buscaban cristalizar la distinción entre un voto popular, clientelar al kirchnerismo, y otro libre, autónomo y más legítimo de las clases medias a Carrió (Adamovsky 2009, 485). Pero esta polarización se exacerbó y cobró perfiles más nítidos durante el 2008. Como en 2001, pareció autoevidente la relación entre cacerolazo y clase media. Nuevamente, la prensa mostró poco interés por delimitar de manera sociológicamente precisa los respectivos apoyos, y prevaleció una tendencia a confundir clases medias urbanas con las movilizaciones en apoyo del campo de los barrios más ricos de las ciudades. Asignando a las clases medias una virtud que las populares no tendrían, la atribución de clase de los apoyos respectivos al campo o al gobierno “se constituyó así, más que en un debate sociológico, en una puja mediática por definir la legitimidad cualitativa de los apoyos cuantitativos” (Vommaro 2010, 196). Continuaban así vigentes las definiciones asumidas del accionar de clase media como espontáneo, pacífico, autónomo y llevado a cabo por simples vecinos. Aunque una importante diferencia radicaría en que en el 2008 esos rasgos y esa clase no se oponían como en 2001-2002 a los políticos sino al peronismo kirchnerista (constituido por políticos corruptos y clientes vagos y violentos), para lo cual volvían a entrar en escena oposiciones que se creían demodé, como pueblo / oligarquía o cabecitas negras / blancos. Algo que había permanecido más bien latente hacia el 2001 emergió con fuerza en 2008, y no fueron pocos los que resignificaron la oposición entre movilización espontánea y manipulación clientelística como “la gente contra los negros de mierda” (Vommaro 2010, 209; Adamovsky 2009, 486 y sigs.; Visacovsky 2009). Así, el discurso de clase media no se privó de recuperar otro antiguo dispositivo clasificador: la racialización de las relaciones sociales, en particular, el blanqueamiento de la clase media y de la nación toda (Garguin 2009). Con ello, otro elemento que reapareció con particular fuerza fue la identificación entre clase media y nación. Los grupos movilizados contra el gobierno fueron caracterizados indistintamente como gente o clase media, pero también como los representantes genuinos de la nación toda: una nación blanca-europea.
»Procesos similares se pueden observar para el caso de los cacerolazos de 2012 y abril de 2013, cuando los dispositivos clasificadores y sus conexas evaluaciones morales estuvieron nuevamente a la orden del día (Bracco 2013) o del conflicto entre vecinos y ocupantes durante la toma del Parque Indoamericano en 2010. En este caso, Ricardo Fava (2012) ha mostrado el carácter performativo de la lucha simbólica por las clasificaciones a partir de ciertas peculiaridades de este conflicto, en el que los participantes de la toma fueron primero caracterizados por la gran prensa como vecinos (fórmula que suele reservarse para la clase media) con un reclamo legítimo de vivienda. Pero pronto fueron reclasificados como usurpadores ilegítimos, cuando los habitantes (legales) de los edificios lindantes al parque comenzaron a manifestarse contra la toma. A partir de entonces, la voz vecinos empezó a utilizarse para caracterizar a estos últimos y a retacearse para los ocupantes. La preocupación obsesiva por clasificar a los ocupantes se deslizó entonces hacia las marcaciones nacionales, étnicas y raciales: frente al implícito normativo de la idea de clase media argentina, las clases populares aparecen como compuestas por inmigrantes, étnica y racialmente otros.
»A partir de 2001, entonces, vemos emerger un conjunto de elementos, desordenados y en disputa, que van sedimentando con el correr de la década y el afianzamiento del estilo nacional-popular kirchnerista. Hoy podemos verlos como un conjunto que atraviesa distintas coyunturas y posiciones político-ideológicas pero que constituye, asimismo, un relato sobre la clase media argentina con rasgos definidos. Muchos de esos elementos tienen su historia, que incluye un momento fuerte desde el surgimiento del peronismo y se extiende por los años ´60 (Adamovsky 2009, Garguin 2009). Pero este dato no impide preguntarse por las razones de la reactualización periódica de un discurso tal, o por las especificidades que adquiere en cada momento histórico. Y para eso es necesaria una aproximación a la clase media que parta, no del análisis de la estructura socio-ocupacional, sino de la cultura, entendida como arena de lucha. Desde esta perspectiva podemos apreciar claramente los modos diferenciados en que, hoy como ayer, la noción de clase media se inflama al calor de la crisis, la agudización de la conflictividad social y la emergencia y consolidación de movimientos populistas. Así podemos ver cómo la noción de clase media circula con particular fruición y se carga de sentidos en momentos en los que pasan a primer plano las luchas simbólicas por la delimitación de fronteras, el establecimiento de jerarquías, la construcción de identidades, la definición de los canales legítimos de pertenencia a la nación. Acciones guiadas por una búsqueda ansiosa por restablecer un orden, con sus clases jerárquicamente ordenadas, donde cada quien encuentra su lugar y puede reconocer fácilmente el lugar del otro. En definitiva, puede que la idea de clase media no emerja tanto de la estructura económica capitalista, per se, como de una falta que el capitalismo no logra llenar; puede que surja más bien de una nostalgia, insistentemente rediviva, por un orden estable, por una normalidad ausente. Añoranza de un país de clase media (sin conflictos) cuya imposibilidad se revela con particular fuerza en los momentos en que crecen las demandas democratizadoras, en momentos de expansión del horizonte de expectativas de las clases populares.
»Adamovsky, E. (2009) Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003, Buenos Aires: Planeta.
»Bracco, O. (2013) “De progresistas y reaccionarios: Representaciones y narrativas mediáticas sobre la clase media en Argentina (2012-2013)”, inédito.
»Fava, R. (2010) “La clase media, entre la cultura y la historia. Representaciones sobre la clase media en el conflicto entre “vecinos” y “ocupantes” durante la toma del Parque Indoamericano en 2010”, inédito.
»Garguín, E. (2009) “«Los argentinos descendemos de los barcos». Articulación racial de la identidad de clase media en Argentina (1920-1960)”. En Visacovsky, S. y Garguín, E. (eds.). Moralidades, economías e identidades de clase media: Estudios históricos y etnográficos. Buenos Aires: Antropofagia.
»Visacovsky, S. (2009) “Imágenes de la «clase media» en la prensa escrita argentina durante la llamada «crisis del 2001-2002»”. En Visacovsky, S. y Garguin, E., op. cit.
»Vommaro, G. (2010) "Acá el choripán se paga: movilización política y grupos sociales en el reciente conflicto en torno a las retenciones a las exportaciones de granos". En Aronskind, R. y Vommaro, G. (eds.). Campos de batalla: las rutas, los medios y las plazas en el nuevo conflicto agrario. Buenos Aires: Prometeo.»
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