junio 02, 2017

«Mentiras humanas y mentiras animales. Sobre los límites de la comunicación»



Enrique del Teso Martín
«Mentiras humanas y mentiras animales. Sobre los límites de la comunicación»

Pragmalingüística, n.º 24 (2016)

Pragmalingüística | Universidad de Cádiz | Facultad de Filosofía y Letras | Cádiz | ESPAÑA


Extracto de apartados en páginas 52 y de la publicación en PDF. Véanse las referencias en la publicación original del texto.




«RESUMEN

»La extensión indebida del concepto de comunicación a todas las formas de señalización de la naturaleza presenta problemas importantes. Daña la teoría de la comunicación, al intentar racionalizar como unitaria una serie de hechos heterogéneos que no admite tratamiento conjunto. Y además distorsiona los estudios evolutivos, al insinuar en distintas especies homologías inexistentes. La comunicación ostensiva es cualitativamente distinta de cualquier otro tipo de transmisión de señales y se da sólo en humanos. El análisis de la mentira, en transmisiones ostensivas y no ostensivas, humanas y animales, es una manera intuitiva de acercarnos a esta cuestión. Comprendiendo por qué sólo mienten los humanos y sólo con señales ostensivas mostraremos por qué ese es el límite de la comunicación. Seguiremos la idea de comunicación de la Teoría de la Relevancia de Sperber y Wilson y las características del lenguaje estudiadas por S. Balari y G. Lorenzo en Computational Phenotypes.



»PALABRAS CLAVES

»lenguaje; comunicación; pragmática; mentiras; comunicación animal.



»CONCLUSIONES

»Los casos en que la comunicación es ostensiva son los únicos en los que hablar de comunicación es hablar de algo añadido a la situación en que tienen lugar y, por tanto, los únicos en los que hablar de comunicación es generalizar por encima de esa situación. Ni la emisión de las señales es parte rígida de una situación desencadenante ni su recepción determina rígidamente una conducta característica. La emisión y recepción de señales no es parte integrante e inseparable de ningún proceso concreto sobre el que no tenga generalidad ni autonomía.

»Cuando la señal es ostensiva el intérprete asume que su conducta interpretativa fue prefigurada por otro sujeto y que debe atenerse a la manera en que cree que fue prefigurada para que la interpretación sea la correcta. Las asociaciones que podemos hacer entre las cosas cuando los estímulos no son ostensivos están limitadas a las conexiones objetivas que tienen en el mundo. Una mancha de humedad en la pared está “capacitada” sólo para hacernos inferir que hay una fuga en una tubería. En cambio, unas llaves de coche mostradas ostensivamente pueden hacernos patente que el portador sacó su carné de conducir; o que no es tan joven como había creído un camarero que le negaba una cerveza; o que bebimos demasiado y es mejor que otro conduzca; o que el sujeto rechaza el coche que se le había regalado. Los estímulos normalmente nos permiten inferir sólo aquello con lo que, en términos de Grice, tienen una conexión “natural”, pero la intención manifiesta de un sujeto reconocida por otro puede conectar “no naturalmente” un estímulo con una variedad indefinida de datos, según el propósito que el contexto permita conjeturar. Sólo en este caso tiene valor metodológico hablar de comunicación y, por tanto, de mentiras de algún tipo. El proceso de emisión y recepción de señales que se da en la naturaleza, fuera de las conductas humanas, es un proceso diferente que no debería confundirse con el mismo nombre. Y las señales no ostensivas humanas, nuestras señales animales, tampoco.

»En nuestros intercambios comunicativos enviamos y recibimos paquetes de señales heterogéneas: unas son ostensivas (lingüísticas y no verbales) y significan “no naturalmente” y otras son no ostensivas y sólo tienen significado “natural”; y no hay vínculo evolutivo entre ellas. Pero lo cierto es que en la comunicación presencial actúan conjuntamente. Lo que dicen nuestras palabras y sus bloques informativos no está desvinculado de nuestras señales faciales ni de los gestos de nuestras manos. El tono de nuestra voz no es ajeno a la rapidez y amplitud de nuestros movimientos ni a la cantidad de espacio que ocupamos. Entendiendo entonces que la comunicación en sentido estricto ha de reducirse a la ostensión y que la relación del lenguaje con la comunicación es accidental, con todo tiene sentido que el estudio de la comunicación humana integre todas las señales, pues todas se agrupan en ese paquete y todas desempeñan una función en el proceso. Decir que la información transmitida por nuestras señales no ostensivas (“animales”) no es propiamente información comunicada no quiere decir que no tengan papel en lo que comunican las señales ostensivas y en la situación discursiva que tanto tiene que ver con el uso e interpretación de las señales ostensivas.

»Es posible que la palabra “comunicación” esté demasiado establecida en el uso como para sugerir otra manera de llamar al intercambio de señales en el mundo animal. En todo caso debe retenerse lo siguiente:

»• La palabra puede resultar desorientadora si se pretende buscar analogías entre la comunicación ostensiva y la no ostensiva. Son dos procesos diferentes que se deben estudiar con métodos y herramientas conceptuales diferentes.

»• Puede desorientar también si induce la sensación de que se trata de un único fenómeno autónomo para el conocimiento. Puede, por ejemplo, sugerir homologías infundadas en la evolución de las especies.

»• Puede reforzar la intuición infundada de que los fenómenos de correlación de estados entre especies vivas y entre sistemas inertes son distintos. Sin la participación de la metarrepresentación cognitiva por la que unas mentes representan lo representado en otras, la correlación de estados entre organismos vivos es similar a la de sistemas inertes.»





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