junio 16, 2017

Jesús López-Medel: «Derecho al honor y prensa digital» | bez




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Jesús López-Medel @JesusLopezMedel es abogado del Estado, escritor y profesor






«Son los más básicos, desde el derecho a la vida y la integridad física y moral a la libertad ideológica y religiosa, a la libertad de circulación, la inviabilidad de domicilio, y comunicaciones...

»Dentro de estos derechos básicos y esenciales, consultanciales a la persona como tal, y junto al derecho la intimidad, está el del honor y a la propia imagen (artículo 18). Estos están expuestos con las nuevas tecnologías a ser vulnerados con cierta facilidad pero el hecho de que en Internet es difícil poner límites, no debe llevar a renunciar el deber de tutelar este derecho.

»Dejo a un lado redes sociales, donde desde una dirección personal y muchas anónimas en Twiter o Facebook se llegan a expresar, sin control, y sobre todo en las primeras, barbaridades y exabruptos. En la primera hay un sistema de autodefensa mediante bloqueo instantaneo al autor de la ofensa. Yo aquí, y pese al carácter muy abierto de Twiter, son escasísimos los casos en que he padecido insultos graves u ofensas. En el segundo, Facebook, al estar identificado el titular la responsabilidad podría ser del autor propietario de la cuenta que también lo podría eliminar.


»Comentarios en prensa digital

»Quiero tratar y generar reflexión sobre el tema de los insultos y vejaciones personales en páginas web y, singularmente, periódicos digitales. En casi todos hay una puerta necesaria y, en parte, no fácilmente evitable (aunque si que es susceptible de regulación en la práctica), a la participación de lectores. Los comentarios, casi siempre anónimos, sobre la información o sobre un artículo de opinión (este sí va siempre con nombres y apellidos) se pueden exponer y quedan insertos y públicos en Internet desde el anonimato, conllevando a veces graves ofensas personales. ¿Es eso correcto? ¿No se puede hacer nada?

»Y aquí es donde surge la cuestión: ¿los titulares de las páginas web y los diarios digitales tienen alguna responsabilidad ética, profesional o incluso jurídica cuando esos supuestos comentarios son solo bilis y ataques personales muy ofensivos dedicados exclusivamente a desprestigiar la persona y vulneran la protección constitucional y jurídica del honor de esta?

»No todo vale ni en los usuarios de redes sociales (sobre los cuales desde el medio se debe hacer pedagogía real) ni en los dueños de unas web o prensa digital que permiten todo y desprecian su responsabilidad. Hay periodistas que tienen la misma piel de paquidermo de los políticos. Y mucho menos aún en un periódico digital con difusión que aunque se supone tiene unos teóricos criterios deontológicos y de observancia legal, no se aplican en la practica. Pero esto, a través de lo que se llama función moderadora que en bastantes casos no se ejerce ese control, los comentarios que acogen y permiten se convierten en espacio de tabernario muy alejado de lo que es un medio de comunicación.

»Estos, tienen unas pautas teóricas o supuestas reglas sobre lo que debe ser el cuidado de estos temas y la evitación de lo que son expresiones que suponen una vulneración del derecho constitucional al honor y a la propia imagen. Sin embargo, como decía, en bastantes casos no se ejerce ese deber de control por el medio periodístico digital. vInvitaría a lectores y periodistas no galacticos a reflexionar sobre ello. Sobre los límites, sobre la actuación exigible a aquellos y la irresponsabilidad que supone una dejación o unos criterios sumamente laxos y que en la práctica supone dar soporte a injurias, calumnias, vejaciones o graves ofensas personales. Otras veces es por no dedicar ninguna persona ni siquiera un rato a dar una vuelta por lo que se publica y tampoco por no estar nadie disponible para atender llamamamientos de moderación o denuncia otros lectores o el propio afectado por esa ofensa grave. A veces es también por no censurar el comentario de un socio que paga su cuota con el riesgo de que se vaya.

»Esta reflexión, presente en mí hace tiempo, tiene una experiencia reciente que narro. He escrito simultáneamente en abundantes medios escritos durante muchos años: El País, El Mundo o el Periódico de Cataluña (donde me mantengo). Pues bien, es curioso observar que en bastantes de estos medios escritos, si una persona quiere hacer un comentario o carta al director, se sigue pidiendo el DNI.

»Sin embargo, en el ámbito de las ediciones digitales, el campo es más ancho y cualquiera, previamente registrado, (no hay que dar nombre cierto) puede decir todo tipo cosas. No obstante, aún en la edición digital, esos medios citados cuidan lo que se publica. Pero en otros solo digitales, especialmente los de rápido crecimiento, no es así sino incluso al contrario.

»Mi experiencia personal que comparto exclusivamente como elemento de reflexión ha sido en la colaboración como articulista en eldiario.es durante casi tres años. En ese tiempo, como es lógico he recibido flores y alfileres, aunque la gente no lo valora ni en un sentido u otro por la argumentación sino por si coincide o no con su pensamiento. Pero esto es, también, legítimo. Aplausos y críticas recibí de comentaristas o lectores que dedican parte de su tiempo a vítores o rejonazos.

»Pero en algunas ocasiones estos segundos eran, en ese medio digital, ataques ofensivos muy graves de carácter personal ad hominen. Esos traspasaban con exceso las teóricas pautas internas sobre comentarios. En este largo tiempo, he aguantado improperios como colaborador de opinión, pues soy piel curtida, pero en estos casi tres años hube de pedir amparo al medio por tres casos extremos ante los que mi honor, mi dignidad y mi propia imagen eran brutalmente agredidos .

»No se me atendió pues, con un criterio del que radicalmente discrepaba, se decía por los gestores que esas ofensas graves a los ojos de cualquiera, no vulneraban sus normas teóricas en una concepción donde creo que se desconoce qué valor tiene el derecho al honor de los demás. A la tercera vez, tras una colección de epítetos donde los más suaves eran “nazi”, “perturbado”, inmoral” y más difamaciones, tampoco recibí atención del medio a pesar de que otros lectores comentaristas rechazaron con firmeza esas ofensas.

»¿Cual ha sido el resultado? El inevitable en cualquier persona con dignidad: irme con pena del periódico y comunicarlo así. No puedo ni debo admitir ni ahí ni en ningún otro medio informativo esos insultos y ofensas personales ni, mucho menos aún, la indiferencia que en casos muy graves (repito que en ese tiempo solo lo pedí en tres ocasiones) un medio aplica para con sus colaboradores articulistas.

»Me considero un librepensador y me temo esto es muy difícil de ser y ejercer en este país donde tanto se embiste y donde tanta permisividad hay con una creciente crispación unida a la cada vez más ausencia de educación y civismo.

»Sirvan mis reflexiones generales así como este testimonio personal para exponer algo que pienso y y mi experiencia de trasladarlo sin éxito en el caso concreto. Ojala sirva como elemento de reflexión en otros lectores, articulistas y medios en los cuales me gustaría que asumiesen como valor periodístico y ético el principio de que: “la calidad de un medio informativo se mide también por la calidad de los comentarios”.»





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